24

—La operación de Ellie es mañana.

La doctora Pritchard asintió.

—¿Estás nerviosa?

Dije que sí con la cabeza y sentí el estómago revuelto.

—Su cirujano tiene grandes credenciales y está realmente convencido de que es sencillo para tratarse de cirugía cerebral, pero todavía estoy preocupada.

—Es natural.

Solté aire lentamente, y la espiración se convirtió en una pequeña sonrisa.

—Tengo reserva para un vuelo a Virginia a final de enero. Voy a viajar allí después de las dos semanas de recuperación de Ellie en casa.

Las cejas de la doctora Pritchard llegaron a la línea de nacimiento del pelo.

—Oh. ¿Qué ha desencadenado eso?

La valentía de Ellie y que Braden haya pasado página.

—Braden ha conocido a alguien, como yo quería. Pero Ellie es realmente la que me infundió valor. Ha sido valiente con todo y estábamos sentadas hablando anoche, y allí estaba con esta enorme cirugía por delante y preocupándose por mí, diciéndome que si no empezaba a afrontar mi pasado nunca mejoraría.

La doctora Pritchard me dedicó una sonrisa triste.

—Ellie te convenció en una conversación de lo que yo he estado intentando convencerte durante casi seis meses.

—Supongo que hace falta que te diagnostiquen algo que da miedo y ser realmente valiente al respecto para que me sienta como la peor clase de cobarde.

—Necesitaré añadir eso a mi repertorio.

Reí, y la risa se fue desvaneciendo en un silencio tenso.

—Estoy asustada —reconocí finalmente—. Tengo las cosas de mi familia en un almacén. Iré a visitar sus tumbas y quizá por fin haga algo con todo eso.

—No me habías dicho que guardabas todas sus cosas.

—Sí. Las puse en un almacén y simulé que no existían.

—Es un paso muy bueno el que vas a dar, Joss.

—Sí, eso espero.

La doctora torció el gesto.

—¿Braden ha conocido a alguien?

No hice caso del dolor.

—Es lo que yo quería.

—Joss, sé que te has contado eso a ti misma, pero aun así no ha de ser fácil verlo con otra persona tan pronto. Sobre todo después de que te fuera detrás y te prometiera que no se rendiría.

—Solo prueba que tengo razón. No me quiere.

—¿Y estás segura de que está viendo a esta mujer nueva? ¿No hay un malentendido?

—Según Ellie, no.

—Entonces un viaje a Virginia podría ser justo lo que necesitas ahora mismo.

—Oh, no es un viaje. —Negué con la cabeza—. Bueno, lo es y no lo es. Estoy pensando en volver a instalarme allí de forma permanente cuando sepa que Ellie está bien. Voy a buscar una casa cuando esté allí y luego volveré a Edimburgo a ordenar mis cosas…

La doctora Pritchard negó con la cabeza.

—No lo entiendo. Pensaba que Edimburgo era tu hogar. Pensaba que Ellie era tu familia.

—Ellie es mi familia y siempre lo será. —Sonreí con tristeza—. No puedo ver que él está con otra —reconocí—. Él me estaba advirtiendo, está bien. Usted, Ellie, él. Los tres me estaban advirtiendo. ¿Cree que no sé que ahuyentarlo es irracional? —Me di cuenta de que estaba levantando la voz—. Sé que es irracional. No pude contenerme, fue como si hubiera alguien más dentro de mí, sacándomelo de encima porque estaba aterrorizada de perderlo.

—Joss. —La voz de la buena doctora sonó suave y tranquilizadora—. Irracional, sí, pero comprensible. Sufriste muchas pérdidas cuando eras una niña. Braden sabe exactamente lo que estabas haciendo. Por eso no estaba renunciando.

—Renunció ante la visión del primer par de piernas largas que llegaron.

—¿Esa es la verdadera razón de que te vayas?

—Sé que sueno como una loca. Un minuto soy firme y no quiero estar con él y en cuanto descubro que está viendo a otra persona, se me va la pinza. La cuestión es que no ha cambiado nada. Salvo que ahora no quiero estar con él, porque claramente él no me ama como yo lo amo. Siempre ha sido la emoción de la caza con él.

—Bueno, tendría que poder hablar con Braden para tener una opinión sobre eso, pero lo que sí creo es que tienes que comunicarte con él. Necesitas contarle esto antes de irte a Virginia o siempre te lo preguntarás, Joss. ¿Sabes qué da más miedo que arriesgarse y perder?

Negué con la cabeza.

—El arrepentimiento, Joss. El arrepentimiento hace cosas espantosas a una persona.

***

Todos fuimos al hospital por Ellie. Incluso Hannah y Dec. Cuando vinieron a bajarla al quirófano todos nos turnamos para tranquilizarla. Al final, Adam le dio un beso largo y dulce que habría fundido hasta el menos romántico de los corazones. Daba asco que algo tan importante como la cirugía cerebral finalmente le hubiera hecho afrontar la situación, pero la vida era así en ocasiones. Algunos de nosotros necesitábamos una buena patada en el culo.

Nos sentamos en una sala de espera, pese a que los médicos nos dijeron que probablemente deberíamos ir a casa y regresar en unas horas. Ninguno de nosotros quería irse. Me senté al lado de Elodie, con Hannah al otro lado. Clark se sentó al otro lado de la sala, observando a Dec jugando con su Nintendo en silencio. Braden se sentó al lado de Clark con Adam a su derecha. Apenas hablamos. Fui a buscar café para todos y refrescos para los niños. Me llevé a Hannah a buscar unos sándwiches y traté de preguntarle por el último libro que estaba leyendo, pero ninguna de las dos estaba de humor para eso. Dec fue el único que se comió todo su sándwich mientras el resto de nosotros solo dimos un mordisquito, porque teníamos los estómagos demasiado llenos de nervios para hacer sitio para cualquier otra cosa.

¿Sabías que el tiempo se detiene en la sala de espera de un hospital? No es broma. Simplemente se para. Miras al reloj y ves que son las doce y uno, y cuando vuelves a mirar después de lo que te parece que ha sido una hora solo son las doce y dos.

Ellie me había pintado las uñas la noche anterior, porque necesitaba algo que hacer para evadir la mente de la cirugía. Cuando llegó el cirujano horas después, me había comido hasta el final del brillo.

Todos nos levantamos de golpe cuando el doctor Dunham entró por fin en la sala de espera. Nos sonrió, con aspecto cansado, pero perfectamente calmado.

—Todo ha ido francamente bien. Hemos extirpado toda la masa y hemos enviado los tumores para que hagan una biopsia. Han trasladado a Ellie al ala de posoperatorio, pero tardará un poco antes de recuperarse de la anestesia. Sé que han estado allí todo el día, así que les sugiero que vayan a casa y vuelvan esta noche en horas de visita.

Elodie negó con la cabeza, con los ojos brillando de preocupación.

—Queremos verla.

—Solo denle un poco de tiempo —replicó con amabilidad el doctor Dunham—. Les prometo que está bien. Pueden volver esta noche. Ya les advierto ahora que probablemente todavía estará muy aturdida y tiene el lado derecho de la cara muy hinchado por la cirugía. Es completamente normal.

Apreté el brazo de Elodie.

—Vamos. Daremos algo de cenar a los niños y volveremos después.

—Sí, mamá, tengo hambre —se quejó Declan en voz baja.

—Vale —susurró, sonando todavía poco convencida.

—Gracias, doctor Dunham.

Clark tendió la mano al cirujano y este la estrechó con una sonrisa amable. Después de que Adam y Braden le dieran la mano y Elodie y yo le ofreciéramos una sonrisa de agradecimiento, el doctor Dunham nos dejó para que nos recompusiéramos. Todos sentíamos alivio al saber que Ellie había superado la cirugía, pero todavía estábamos ansiosos por verla.

Hasta que estuvimos saliendo del hospital y Braden se me acercó para abrazarme a su costado, no me di cuenta del tiempo que llevaba sin pensar en mi drama con él. Había estado pensando solo en Ellie.

Aun así, en cuanto Braden me tocó, recordé a Isla y me tensé.

Él lo notó y su cuerpo se endureció contra el mío.

—¿Jocelyn? —me preguntó inquisitivamente.

No podía mirarlo. Me deshice de su agarre aprovechándome de su sorpresa y me apresuré a alcanzar a Hannah.

Esa noche la enfermera nos condujo al ala de posoperatorio y nos permitieron ver a Ellie. Habían corrido las cortinas en torno a ella, y Elodie y Clark estaban delante de mí, de modo que al principio no la vi. Cuando ellos la saludaron en silencio y dieron un paso atrás me estremecí.

No había esperado sentirme tan asustada.

El doctor Dunham tenía razón: Ellie tenía la cabeza muy hinchada y bastante deformada en el lado derecho, con los ojos todavía vidriosos por la anestesia. Unos vendajes blancos le envolvían la cabeza y sentí un tirón en el estómago al pensar en el hecho de que ese día le habían hecho un corte en el cerebro.

Ellie me ofreció una sonrisa de soslayo.

—Joss. —Su voz era ronca, apenas audible.

Quise correr. Lo sé. Es horrible. Pero quería huir de esa parte. Las historias con gente en un hospital nunca habían terminado bien en mi vida, y verla allí, tan vulnerable, tan exhausta, solo me recordó lo cerca que podríamos haber estado de perderla.

Sentí una mano que me apretaba y volví la cabeza para ver a Hannah observándome. Parecía tan pálida como yo me sentía, y sus dedos estaban temblando entre los míos. Ella también estaba asustada. Sonreí para tranquilizarla, con la esperanza de que estuviera exteriorizando la sonrisa.

—Ellie está bien. Ven. —Tiré de su mano y la acerqué conmigo al lado de la cama de su hermana.

Estiré el brazo para coger la mano que Ellie había tendido a su madre y deslicé la mía en ella, sintiendo alivio y amor cuando ella me dio un apretón suave.

—¿Estoy guapa? —preguntó con una pequeña dificultad al hablar, y yo reí con suavidad.

—Siempre, cielo.

Sus ojos bajaron a Hannah.

—Estoy bien —susurró.

—¿Estás segura? —Hannah se acercó a la cama, con los ojos asustados pegados a la cabeza vendada de Ellie.

—Mmm.

Ellie estaba todavía cansada y no convenía que nos quedáramos mucho. Saqué suavemente a Hannah de allí para que Braden y Adam pudieran acercarse con Declan. Declan pensó que tenía un aspecto guay, por supuesto. Una vez que Braden dijo hola, Adam no se separaría del costado de Ellie.

Los ojos de Ellie empezaron a cerrarse.

—Deberíamos dejarla descansar —ordenó Clark en voz susurrada—. Volveremos mañana.

—Els —murmuró Braden, y ella volvió a abrir los ojos—. Nos vamos. Volveremos mañana.

—Vale.

Adam cogió una silla del lado de la habitación y la puso al lado de su cama.

—Yo me quedo.

Asentimos, sin querer discutir con él al ver la forma en que apretaba la mandíbula.

Con adioses susurrados los dejamos. Braden y yo nos quedamos atrás caminando en un silencio solemne por el hospital.

—Parecía tan pequeña —observó Braden con voz ronca—. No esperaba que tuviera tan mal aspecto.

—La hinchazón se reducirá.

Me lanzó una mirada de preocupación.

—¿Estás bien?

—Estoy bien.

—No lo parece.

—Ha sido un día agotador.

Nos paramos en… en realidad no sé dónde. El hospital era bastante desconcertante con montones de pequeños aparcamientos y entradas diferentes y barreras amarillas. No sabía dónde demonios me encontraba. Estábamos de pie en una entrada, eso sí, y Elodie suspiró.

—¿Vais a coger un taxi?

El coche de Clark no era lo bastante grande para llevarnos a todos. Yo había venido con él, pero Adam y Braden habían cogido un taxi. Suponía que era grosero proponer que Braden cogiera un taxi y aprovechar yo el viaje.

—Yo cogeré un taxi. Braden, deberías ir con ellos.

Él sonrió de manera cómplice.

—Cogeremos un taxi juntos.

Mierda.

A regañadientes, dejé que la familia de Ellie se marchara y esperé a que Braden pidiera un taxi. Entonces me quedé junto a las puertas de entrada, manteniendo un ojo en el taxi.

Olí su colonia cuando se apretó a mi espalda. Me moví de manera incómoda, tratando de ocultar el hecho de que, pese a que había arrancado las sábanas de mi cama, aún no las había lavado porque todavía olían a Braden. En el fondo era esa clase de chica.

—¿Quieres decirme por qué me sometes al castigo del silencio? —preguntó con voz brusca, con el aliento caliente en mi oído.

Encorvé los hombros, apartándome. Su voz había tenido un efecto en mi cuerpo y yo no quería que él lo supiera.

—Estoy hablando contigo.

—Apenas.

—Tengo muchas cosas en la cabeza.

—¿Quieres hablar de ello?

—¿Cuándo he querido hablar de ello?

Sentí que el calor se hacía más intenso cuando él se acercó, deslizando la mano por mi cadera.

—Antes me hablabas, Jocelyn. No simules que no lo hiciste.

Viendo el familiar taxi negro de la ciudad doblando la esquina en nuestra parte del edificio, salí rápidamente.

—Taxi, aquí. —Y empecé a caminar hacia él.

Cuando nos acomodamos en el coche sentí que estaba enfadado. También sabía suficientemente bien que iba a tratar de hablar conmigo aunque eso significara seguirme a casa. Le di al taxista la dirección de Jo en Leith.

Braden me lanzó una mirada.

Me encogí de hombros.

—Jo me pidió que pasara.

Después de unas cuantas preguntas estúpidas más y unas pocas respuestas mías casi monosilábicas, Braden se rindió, pero no antes de lanzarme una mirada letal que decía que la cuestión no había terminado.

Bajé en casa de Jo sin un adiós y observé que el taxi se alejaba. Llamé a Jo para asegurarme de que estaba en casa y subí a su apartamento. Pasé casi toda la noche allí.

***

Evitar a Braden requería talento. Bueno, no, solo implicaba no estar en mi apartamento. También significaba coger un taxi sola para visitar a Ellie. Cada día sin falta recibía un mensaje de texto de Braden en el que me preguntaba si quería que pasara a recogerme en taxi por mi casa antes de las horas de visita en el hospital. Cada vez le mandé un educado «No, gracias» de contestación. Las horas de visita estaban centradas en Ellie, así que estaba a salvo allí. Tenía una habitación privada, estaba aburridísima y desesperada por irse a casa, pero tenía que pasar una semana entera allí. La hinchazón iba disminuyendo día a día, pero me daba cuenta de que estaba agotada. Dejó que todos, y por todos me refiero a Elodie, charláramos a su alrededor, sonriendo y asimilándolo. Por fortuna, no veía la parte triste, cuando sus ojos inevitablemente se ponían llorosos al dejarla allí. Yo no presenciaba esa parte, porque siempre me iba antes que todos los demás. No solo veía las preguntas en los ojos de Ellie cuando hacía eso, sino también en los de todos los demás. Traté de compensarlo dándole un regalo tonto cada vez que la visitaba, por más que sabía que ella se moría de ganas de preguntarme qué iba mal.

No me sorprendió en absoluto que Braden no me persiguiera al salir de allí.

Había pasado página, así que en realidad no necesitaba saber por qué lo estaba evitando.

O eso pensaba.

Pasé la Nochevieja con Jo. Recibí una llamada de Rhian. Mensajes de texto de Craig, Alistair, Adam, Elodie, Clark y los niños. Recibí un mensaje de texto de Braden.

«Feliz año nuevo, Jocelyn. Espero que sea bueno para ti. x»

¿Quién sabe por qué un mensaje puede ser tan desgarrador? Le mandé un mensaje… espera…

«Lo mismo para ti».

Sí, lo hice. Hice eso. Soy una idiota.

Al empezar a mantenerme alejada del apartamento, a nadar en una piscina diferente y a evitar el gimnasio que compartíamos, pensé que Braden habría comprendido que estaba al corriente de lo de Isla.

A los cuatro días de la recuperación de Ellie en el hospital, y solo unos días antes de que volviera a casa, recibí otro mensaje de Braden.

«De verdad tenemos que hablar. He pasado por el piso varias veces pero nunca estás. ¿Podemos vernos? x»

No le contesté. Obviamente, quería hablarme de su nueva gerente.

No importaba que no respondiera. El destino ya tenía planes para que nos reuniéramos. Dos días después del mensaje estaba esquivando el apartamento y comiendo en ese gran pub del Grassmarket. Iba a dirigirme por el puente George IV a Forrest Road, donde estaba esa tienda kitsch que le encantaba a Ellie. Vendían unos paraguas que eran como parasoles pasados de moda y ella había estado insistiendo en comprarse uno, pero nunca lo había hecho. Así que iba a comprarle un pequeño regalo para su regreso al apartamento al día siguiente.

Acababa de terminar de comer y había salido al Grassmarket. Estaba tratando de volver a meter el monedero en el bolso cuando oí:

—¿Jocelyn?

Levanté la cabeza y mi corazón hizo eso de latir tan fuerte que se descolgaba de mi pecho y se precipitaba a la boca de mi estómago. Braden estaba delante de mí, y a su lado, esa rubia alta y sensacional. Ella llevaba un traje chaqueta entallado, de estilo victoriano y seductores zapatos de aguja. Lucía una larga melena rubia perfectamente alborotada y el maquillaje era tan impecable como sus facciones.

¿Era real?

La odié al instante.

—Braden —murmuré, con mis ojos volando a cualquier parte para evitar su mirada.

Debería mencionar que iba con mis vaqueros rotos en la rodilla y una camiseta vieja que anunciaba una famosa cerveza. Llevaba el pelo recogido en su habitual moño encima de la cabeza y nada de maquillaje.

Tenía un aspecto horrible.

La verdad es que facilitaba al máximo su elección.

—Te mandé un mensaje de texto —dijo con voz irritantemente severa.

Al oírlo mis ojos buscaron los suyos.

—Ya lo sé.

Apretó la mandíbula.

Isla se aclaró la garganta de manera educada y trató de relajarse, aunque su mirada penetrante no abandonó la mía cuando Braden dijo:

—Isla, ella es Jocelyn. Jocelyn, ella es Isla, la nueva gerente de Fire.

Recurrí a mis mejores aptitudes interpretativas para sonreír educadamente y le tendí la mano a Isla para que me la estrechara. Ella me sonrió con curiosidad.

—He oído todo de ti —dijo de manera significativa.

Todo el cuerpo de Braden se paralizó entonces y le envié una sonrisa amarga, transmitiendo mi propio mensaje con la mirada: «Sí, lo sé todo de ella, capullo».

Isla se volvió hacia Braden torciendo la boca de una manera excepcionalmente atractiva y seductora.

—¿Has estado hablando de mí a la gente?

Él no respondió. Estaba demasiado ocupado matándome con los ojos.

—Isla, puedes darnos un momento, por favor.

Ajá.

Y entonces ocurrió un milagro. Bon Jovi acudió en mi auxilio. Había cambiado mi tono de móvil.

«Un disparo en el corazón y tú eres el culpable, le das un mal nombre al amor».

Sí, no me sentía muy sutil el día que cambié el tono.

Braden levantó una ceja al oírlo y una sonrisa estúpidamente divertida curvó sus labios cuando saqué el móvil. Rhian. Gracias a Dios.

—Tengo que contestar. Ya hablaremos.

La sonrisa de Braden se convirtió rápidamente en una mirada asesina.

—Joc…

—Rhian —respondí con afectada alegría, haciendo un pequeño gesto de adiós a Isla que ella devolvió de manera ausente.

Rhian resopló.

—Suenas tensa.

Caminé con paso ligero más allá de los pubs dirigiéndome a Candlemaker Row, un atajo al puente y a Forrest Road.

—No te hice un regalo de Navidad lo bastante bueno, que lo sepas.

—Eh, ¿por qué?

—Porque acabas de salvarme el cuello. Te mandaré algo como agradecimiento.

—Oh, chocolate, por favor.

—Hecho.

Dejé que me hablara de algo y nada durante diez minutos en un intento desesperado de apagar el insoportable dolor en el pecho que me había producido ver a Braden. No duró mucho. Fui a casa, me acurruqué en las sábanas sin lavar que olían a él y lloré durante tres horas, antes de reunir por fin el valor de ponerlas en la lavadora.