Estaría negando lo evidente si no dijera que las cosas cambiaron entre Braden y yo después de esa noche. Nos unimos. De la forma en que la gente se une cuando se comparten miradas y se comprende lo que el otro quiere decir. Y pasamos mucho más tiempo juntos. Decidí no pensar en el futuro. Justo entonces estaba teniendo un sexo asombroso con un gran tío que además resultaba que era un amigo. No quería el mañana. Sabía lo que me esperaba en el mañana y lo que me esperaba era un caos inevitable. Todo era mucho más bonito en el presente.
El sábado llegó sin que me diera cuenta, y era la noche del DJ invitado en el Fire de Braden, como punto de partida de la primera semana de curso en la universidad. No me moría de ganas de ver a un montón de jóvenes de primer año, pero tampoco Braden, y él tenía que estar allí en muestra de respeto por ese famoso DJ del que yo nunca había oído hablar, así que Ellie, Adam y yo estábamos haciéndole un favor. Cometí el error de ir esa tarde con Ellie y Hannah a comprar un vestido, y me dejé convencer para quedarme un mini vestido. Nunca había tenido un mini vestido. Era sencillo, azul turquesa. Tenía cuello alto, pero dejaba la espalda al descubierto hasta justo por debajo de la cintura y la falda me quedaba unos centímetros por encima de las rodillas: decididamente más corto que nada de lo que me había puesto en público antes.
Vale, estaban esos shorts a rayas verdes y blancas, pero un vestido corto era claramente más arriesgado.
Me recogí el pelo encima de la cabeza, me maquillé un poco más (porque dejé que se ocupara Ellie) y me puse un par de sandalias de piel ligadas al tobillo y del mismo color que el vestido. Ellie, como siempre, estaba impresionante con un vestido dorado y sandalias de cordón.
Íbamos a reunirnos con Braden en el club, lo cual probablemente fue una buena idea, porque torció el gesto en cuanto me vio llegar. Los cuatro estábamos en su oficina, con la música del club resonando alrededor. Puse los brazos en jarras al ver su expresión.
—¿Qué? —solté.
Su mirada viajó por todo mi cuerpo y volvió con un brillo de peligro.
—¿Qué demonios te has puesto?
Entrecerré los ojos.
—¿Qué problema tienes?
Ellie se aclaró la garganta.
—Creo que está preciosa.
Braden le lanzó una mirada de advertencia a su hermana.
Dolida por su respuesta de lo que pensaba que era un vestido sexy, me encogí de hombros como si no me importara.
—Vamos a tomar una copa.
Di media vuelta y me satisfizo oír a Braden inspirando con fuerza. Acababa de echar un vistazo a la espalda de mi vestido.
Oí pisadas que me seguían al abrirme paso por el club bastante tranquilo. Era pronto y la gente estaba empezando a aparecer. El espacio de la planta principal de Fire era enorme y estaba dividido en dos niveles. Cuatro escalones largos en curva separaban la barra y una pequeña pista de baile, con sofás y mesas en torno a ella, de un enorme espacio de planta. Paredes negras con luces intermitentes rodeaban el nivel superior, mientras que una serie de lámparas de papel en forma de llamas iluminadas desde atrás salpicaban los bordes de la sala en el espacio principal. Del techo colgaba una enorme araña de luces moderna modelada en forma de llamas temblorosas que añadía dramatismo a lo que por lo demás era un club sencillo. La gente llegaba al club desde el nivel inferior por medio de una escalera que los conducía allí y una segunda escalera conducía a otros dos niveles inferiores. El primer nivel albergaba un pequeño salón y una pista de baile y la planta de sótano, una barra de cócteles.
Ni siquiera había llegado a las escaleras cuando volví a encontrarme atraída hacia el pecho de Braden. Su mano se deslizó por mi cintura y me agarró la cadera con fuerza al tiempo que se doblaba para murmurarme al oído.
—El problema es que estás para comerte. Ese es mi problema.
Incliné la cabeza hacia atrás para mirarlo, sintiéndome estúpida por no haberme dado cuenta de que Braden estaba experimentando un momento cavernícola.
—Oh. —Sonreí, con un poco de petulancia—. Bueno, suerte que eres el único que va a meterse debajo del vestido, je.
Sonrió de manera depredadora, claramente aplacado solo en cierto modo, pero asintió concediéndome el punto.
—Está bien. Ve con Ellie y Adam a la mesa que os he reservado. Os enviaré las bebidas.
—¿Adónde vas?
—Van a llegar invitados, incluidos los medios locales. Tengo que dejarme ver un rato. Terminaré pronto.
Asentí y me volví para dirigirme hacia Ellie y Adam, que tenían aspecto de estar manteniendo una conversación bastante acalorada. Estaba a punto de volver a darme la vuelta cuando Adam levantó la mirada y se separó resueltamente de Ellie, ordenándome con los ojos que me sentara ya. Le lancé una mirada de «eres un idiota» y me senté al otro lado de Ellie.
—Braden va a mandar bebidas. No me había dado cuenta de que había invitado a más gente. Pensaba que éramos solo nosotros.
—No. —Ellie apretó los labios, ahora claramente de mal humor—. A algunas de sus ex y de sus anteriores amigas con derecho a roce les encanta ir a los clubes. Las ha invitado a ellas y a algunos de sus amigos.
Fue como si me diera un puñetazo. Me tensé, anonadada por el hecho de que Braden hubiera invitado a sus ex novias esa noche. ¿Y había tenido antes amigas con derecho a roce? Me había dicho que no lo había hecho nunca antes.
—Ellie. —Adam le lanzó una mirada cargada de reproche—. ¿A qué estás jugando?
Confundida, ella negó con la cabeza y Adam hizo un gesto hacia mí. Ellie se volvió para mirarme y lo que vio en mi expresión la hizo palidecer.
—Oh, mierda, Joss, no quería decir nada. Quiero decir que esas chicas no significan nada…
—Vamos a emborracharnos —anuncié.
Adam me miró detenidamente.
—No creo que sea una buena idea. Mejor esperemos a Braden.
Pero esperar a Braden se convirtió en un plan más largo de lo que podía soportar. Durante un rato observé a través de la luz tenue del club que iba llenándose hasta los topes, y fui testigo de cómo chica tras chica flirteaban con él y de cómo él les devolvía la sonrisa como un idiota.
Desacostumbrada al agudo pinchazo de celos que estaba sintiendo, me puse en la piel de la superguay Jocelyn pre-Dublin Street y salí a la pista de baile. Ellie estuvo un rato conmigo y Braden paró a nuestro lado para ver cómo estábamos. Me lo saqué de encima con una sonrisa quebradiza y, antes de que él pudiera cuestionarlo, fue apartado por otra «invitada». Ellie había desaparecido y la busqué en la multitud hasta que la localicé en la barra, mirando de pies a cabeza a Adam, que estaba coqueteando con una chica a la que no reconocí. Hombres. Negué con la cabeza, enfadada. Capullos.
A lo mejor estaba un poco borracha.
Estaba a punto de ir a la barra y pedir agua cuando sentí una mano fría en la espalda desnuda. Me volví, sorprendida de encontrar a Gavin, el entrenador personal, sonriéndome.
—Joss. —Sonrió, todavía tocándome—. Me alegro de verte otra vez.
Reconoceré que la enorme sonrisa que le ofrecí estaba muy relacionada con estar cabreada con Braden por haberme pedido que me tomara la noche libre en el trabajo para luego no hacerme caso durante la mayor parte de ella.
—Gavin, hola.
Silbó al bajar la mirada a mi cuerpo y me fijé en un ligero balanceo en el suyo. Estaba claramente borracho.
—Estás increíble.
Sonreí otra vez.
—Gracias.
—¿Qué estás haciendo aquí esta noche?
—Eh… conozco al propietario.
Sus ojos se entornaron en mí.
—Ya veo.
—¿Y tú?
—Bueno, he venido a bailar. Contigo.
Reí descaradamente.
—Oh, claro.
—Lo intento. ¿Por qué…?
Bum.
La mano de Gavin fue apartada de mi cuerpo y observé horrorizada como caía al suelo, con sangre goteando de su nariz. Levanté la mirada y vi a Braden que estaba sacudiendo un puño que ya tenía hinchado, con el pecho subiendo y bajando con furia al mirar a Gavin. La multitud se había separado en torno a nosotros para observarnos, y sentí que Adam y Ellie se acercaban.
—¿Qué coño ha sido eso? —dije atragantándome, lo bastante fuerte para que se oyera por encima de la música, que, por cierto, había bajado un punto cuando la multitud vitoreó el puñetazo de Braden.
Braden me lanzó una mirada sucia.
—Es Gavin. El amigo que se folló a Analise. ¿Por qué demonios estabas hablando con él como si lo conocieras?
Me quedé boquiabierta al volverme a mirar al entrenador personal, observando cómo volvía a ponerse en pie. El asombro y el asco pugnaban en mi interior.
—Es entrenador en mi gimnasio. Me ayudó una vez. —Levanté la mirada a Braden—. Juro que no lo sabía.
Gavin resopló y lo miramos. Estaba sorbiéndose la sangre de la nariz y sonriendo a Braden.
—Parece que has pasado a cosas mejores, Bray. —Esta vez me examinó con una mirada sórdida y libidinosa—. Vaya, la historia se repite, porque hace semanas que quiero estar entre sus piernas. ¿Qué te parece, Joss? ¿Quieres follarte a un hombre de verdad?
Braden fue como un relámpago. En un momento estaba a mi lado y al siguiente tenía a Gavin en el suelo, asestándole un puñetazo tras otro. Adam pasó corriendo a mi lado y empezó a separarlo. Los vigilantes de seguridad aparecieron entre la multitud, recogieron a un ensangrentado Gavin y lo sujetaron.
Adam sujetó con fuerza a Braden cuando los dos se confrontaron. Braden señaló amenazadoramente a Gavin.
—No te acerques a ella —gruñó.
Gavin se limpió la cara otra vez, haciendo una mueca.
—Joder, nunca me pegaste cuando me follé a tu antigua señora, Bray. Provoco un poco a tu último ligue y me tiras al suelo en cuestión de segundos. ¿Qué pasa, tiene el coño de oro?
Braden gruñó y se abalanzó otra vez hacia él, y uno de los camareros ayudó a Adam a retenerlo.
—Sacadlo de aquí —ordenó Adam a los vigilantes de seguridad, y luego sus ojos se fijaron en Gavin—. Si te veo en la calle, te sacaré los dientes por la parte de atrás del cráneo.
Ante la amenaza de Adam, Gavin hizo una mueca y dejó que los vigilantes lo sacaran del club.
Miré a Braden con los ojos como platos, sin registrar siquiera las palabras horribles de Gavin. Braden había pegado a alguien. ¿Por mí? Después de que acabara de contarme que nunca había pegado a nadie desde que tenía diecinueve años había vuelto a pegar a alguien. Por mí. ¿O era por su ex mujer?
Luché por procesarlo, con la sangre todavía silbando en mis oídos.
Braden se sacó de encima las manos de Adam.
—¿Estás bien, tío? —le preguntó Adam.
En lugar de responder, Braden me miró con los ojos entornados. Su brazo salió propulsado y me agarró por la muñeca, tirando de mí al volverse y empezar a abrirse paso hacia su oficina. Yo eché una mirada por encima del hombro a una preocupada Ellie, pero no detuve el impulso por miedo a tropezar.
Me metió en la oficina con un violento tirón y me tambaleé contra la «bonita y grande» mesa de oficina de Braden cuando la puerta se cerró detrás de nosotros. Muy deliberadamente, Braden pasó el cerrojo.
Esperé, desconcertada por esa respiración de fuego, la versión aterradora del Braden cavernícola que caminaba amenazadoramente hacia mí.
—Primero, llevas este vestido, así que todos los hombres de este club quieren follarte. Después empiezas a coquetear con el hijo de puta que me traicionó —me soltó, pegado a mi cara.
Lo empujé en el pecho sin ningún efecto.
—Eh —repuse—. Primero: basta con el vestido. Me gusta, así que te jodes. Y segundo: ¡ni siquiera sabía quién era!
Si era posible su cara se puso aún más anublada. Me estremecí, tratando de dar un paso atrás, pero el escritorio estaba en mi camino.
—¡Y aun así estabas coqueteando con él!
No me había gritado nunca antes, y me asusté, sintiéndome intimidada y cabreada en igual medida. Le empujé con más fuerza en el pecho, pero él me presionó en las manos como si fuera un maldito bloque de cemento.
—¿Yo? —vociferé con incredulidad—. Me pides que me tome la noche libre por esto, y luego descubro que has invitado a todas tus follamigas y novias, y te pasas todo la noche flirteando con ellas. ¿Qué es esto, Braden? —Sentí que la rabia se disolvía en dolor y con él mi voz se hizo más calmada—. ¿Esto es una despedida anticipada?
Observé que parte de la furia se fundía de su expresión, levantando las manos para acercar mis caderas a las suyas. Mi respiración tembló al notar su erección frotándose contra mí, pero no estaba sorprendida. Había algo eléctrico entre nosotros, y era realmente desconcertante estar tan enfadada y tan excitada al mismo tiempo.
—Nena, no pasa nada. —Su voz era grave, su cabeza estaba inclinada hacia la mía—. Quería una buena entrada hoy, y a muchas de esas chicas les gustan las fiestas y tienen muchas amigas y amigos a los que les gustan las fiestas. No había nada más que eso.
—¿Y el coqueteo?
Se encogió de hombros.
—Ni siquiera me he dado cuenta. No quería hacerte daño.
Tosí, necesitando aferrarme a un poco más de dignidad.
—No me has hecho daño. No puedes hacerme daño.
Ante mi tono mordaz, la boca de Braden se endureció: había recuperado la rabia. Me vi empujada sin contemplaciones contra el escritorio mientras Braden agarraba la parte posterior de mis muslos y me levantaba las piernas, presionando entre ellas al tiempo que me subía el vestido a la cintura. Yo me agarré a él para mantener el equilibrio, notando el frío del escritorio en mi trasero.
—No me mientas, Jocelyn, joder.
Traté de empujarlo, pero él se limitó a apretar con más fuerza, soltando la mano derecha para desabotonarse el pantalón.
Yo ya estaba jadeando.
—No estoy mintiendo.
Sentí que su polla empujaba suavemente mi sexo al tiempo que se inclinaba para susurrar en mi oído.
—Estás mintiendo. —Me besó el cuello.
Entonces me sorprendió con una respiración temblorosa.
—Siento hacerte daño.
Solo pude asentir con inseguridad, sintiendo que perdía todo el control de la situación.
—Nena. —Se echó atrás, y esta vez destelló en su mirada algo que no comprendía—. Le he pegado —dijo con voz quebrada, y de repente me di cuenta de su expresión de incredulidad—. Le he pegado. Al verlo contigo… le he pegado.
Por mí. Sostuve su cara entre mis manos, y de repente no estaba asustada de él.
—No —susurré en sus labios—. No te hagas eso.
Me aplastó los labios con los suyos justo en el momento exacto en que me desgarraba las bragas, introduciendo la lengua en mi boca con la misma avidez con que su polla se introducía en mi interior. Boqueé ante la invasión repentina, arqueando la espalda cuando él me levantó por la parte posterior de los muslos y se clavó en mí una y otra vez, con mis gritos de placer llenando la oficina y sus gruñidos ahogados en mi cuello.
—Jocelyn —gimió, tratando de hundirse más—. Échate atrás —exigió.
Lo hice al instante, recostándome hacia atrás, con la espalda desnuda que el vestido dejaba al descubierto presionada contra la madera fría. En ese ángulo, Braden me levantó aún más las piernas, y eso le permitió deslizarse con más dureza, más a fondo. Me contorsioné en el escritorio, con la parte inferior de mi cuerpo completamente bajo control de Braden. La tortura era exquisita, y el orgasmo me desgarró en un tiempo récord.
Braden no había terminado. Al bajar de mi orgasmo, vi que me observaba y se hundía en mí en busca de su propio clímax. Sentí que se cimentaba otro orgasmo. Cuando Braden se corrió, echó la cabeza atrás, con los dientes apretados y tensando los músculos del cuello mientras me presionaba con las caderas. La sensación de él corriéndose en mi interior, la imagen de su rostro al descargar, era lo más sexy que había visto nunca, y grité, con mi sexo pulsando en torno a su polla al correrme otra vez.
—Joder. —Braden me observó, con hambre en los ojos.
Finalmente, mis músculos se relajaron y cerré los ojos, tratando de recuperar el aliento.
Él todavía estaba dentro de mí cuando se disculpó con suavidad.
—He sido un imbécil esta noche.
—Sí —murmuré.
Me apretó el muslo.
—¿Estoy perdonado?
Abrí los ojos y sonreí, divertida.
—Ya había aceptado los dos orgasmos como disculpa.
Braden no rio como normalmente lo hacía. En cambio, hundió su polla semidura un poco más en mi interior hasta que casi sentí que me besaba el útero.
—Mía —murmuró.
Parpadeé porque no estaba segura de haber oído bien.
—¿Qué?
—Vamos. —Braden suspiró, saliendo de mí con cuidado y volviendo a meterse en sus pantalones. Me levantó con suavidad de la mesa e hizo una mueca al recoger mis bragas rotas.
—Ahora voy a salir con este vestido y sin ropa interior, cavernícola. —Sonreí con descaro.
Braden cerró los ojos al pensarlo.
—Joder.