OCHENTA Y TRES DÍAS DESPUÉS

Dos semanas después, el Coronel regresó de las vacaciones de primavera con dos cuadernos llenos hasta el último detalle de la planeación de la travesura, esbozos de varias ubicaciones y una lista de cuarenta páginas, a dos columnas, de los problemas que podían surgir y sus soluciones. Calculó todos los tiempos hasta las décimas de segundo y todas las distancias hasta el último centímetro; luego volvió a calcularlos, como si no pudiera soportar la idea de volver a fallarle a Alaska. Después, ese domingo, el Coronel se despertó tarde y se dio la vuelta. Yo estaba leyendo El sonido y la furia, que se suponía tendría que haber leído a mediados de febrero, y miré hacia arriba al oír el ruido de las sábanas; el Coronel dijo:

—Reunamos de nuevo a la banda.

Así que me lancé afuera, hacia la primavera nublada, para despertar a Lara y Takumi y los traje de regreso a la habitación 43. El equipo de la «Noche del granero» estaba intacto, o tanto como lo podría estar, para la Travesura en Memoria de Alaska Young.

Los tres nos sentamos en el sofá mientras el Coronel se ponía de pie ante nosotros con una emoción que no le había visto antes, para presentarnos el plan y las partes que desempeñaríamos cada uno. Al terminar, sugirió:

—¿Alguna pregunta?

—Sí —dijo Takumi—. ¿Eso de verdad va a funcionar?

—Bueno, primero tenemos que encontrar a un estríper. Segundo, el Gordo tiene que hacer algo de magia con su papá.

—Está bien, entonces —dijo Takumi—. Manos a la obra.