Me volví hacia Ned, que estaba sentado con la cabeza inclinada y el pelo sobre la frente. Le puse una mano en la barbilla y se la levanté para que tuviera que mirarme.
—No podíamos hacer nada más —dije—. ¿Verdad que lo comprendes?
Se quedó un rato callado, y tuve miedo. Luego asintió.
Miré a Sandy Dearborn, pero él no me miraba. Miraba al hijo de Curtis, y pocas veces le he visto una expresión tan preocupada.
Entonces Eddie siguió hablando, y me dispuse a escuchar. Es raro lo cerca que puede llegar a estar el pasado. A veces parece que estirando el brazo puedas tocarlo. Claro que…
Claro que, en el fondo, ¿le apetece a alguien?