Capítulo 65

METE la camiseta blanca en el cesto de la ropa sucia y se pone la parte de arriba del pijama. Todavía está algo aturdida después de la visita de César. Por lo que le ha dado a entender, respetará su relación con Raúl, pero la estará esperando por si algún día se termina. Sorprendente.

Valeria regresa al ordenador; la foto de antes del verano continúa fija en la pantalla. La de la piscina. Es increíble, ¡qué cuerpazo tiene su amiga! Seguro que haría una gran pareja con el que se acaba de ir. Por lo menos físicamente. Sin embargo, de quien se ha enamorado César es de ella. Coge el cojín de antes y se lo pone en la cara. ¿Cómo es posible que le haya pasado algo así? No tenía pinta de ser un farol. Por muy creador de historias que sea, con algo tan serio no se juega.

Mira el reloj. Ya hace tiempo que la película habrá terminado. ¿A qué espera Raúl para llamarla? Lo echa de menos.

Suspirando, vuelve a Tuenti para mirar las fotos del pasado. Ester también es guapísima. Siempre aparece sonriendo en todas las fotografías. Y Bruno, qué gracioso es… Su aspecto es el de un chaval inquieto, nervioso. Parece más joven de lo que es. Como Meri, siempre tan seria, tan formal en las fotos.

También a ellos los echa de menos. Es una pena que el Club de los Incomprendidos ya no sea lo que fue. Pero, aunque sus caminos se vayan separando y no se reúnan tan a menudo como antes, siempre serán amigos.

Eso le recuerda que tiene que hacer la parte de los deberes del grupo que le corresponde. Los de Historia. Así estará ocupada con algo hasta que Raúl la llame. «Confianza, confianza», se repite a sí misma. Sin embargo, cuando se pone de pie, ve que aparece una ventanita en la parte inferior de su ordenador. Es Elísabet la que le habla en el chat de Tuenti.

—¡Holaaaaaaaa!

Parece demasiado contenta. Ese saludo tan expresivo la desconcierta. Si está alegre, será por algo.

—Hola —contesta cuando se sienta de nuevo en el sofá.

—¡Nena! ¡Estoy superfeliz!

—¿Y eso?

—Porque no todo está perdido con Raúl —escribe con un icono sonriente al lado—. Espera, que me llama mi madre. Acabo de llegar a casa. Ahora te lo cuento todo.

¿Qué ha querido decir su amiga con que no todo está perdido con Raúl? ¡Quiere matar a alguien! ¿Hasta dónde han llegado? Valeria empieza a ponerse muy tensa. Corre a por su BlackBerry y busca el número de Raúl. Necesita una explicación ya, antes de que Eli regrese y le cuente lo que ha pasado.

«El número al que llama está apagado o fuera de cobertura».

¿Qué? ¡No puede ser! Ahora sí que quiere gritar, y muy alto. ¡Lo que faltaba, que el chico esté incomunicado y no pueda preguntarle qué ha pasado en el cine!

¡Joder! Confiaba en él. Se habían besado apasionadamente justo antes de que él regresara a la sala 2. Si hasta habían acordado que ya podían considerarse novios… Qué mal. ¿Habrá sido Eli capaz de hacerlo caer en la tentación?

—¡Eli! ¿Estás ahí? —escribe nerviosa.

Pero su amiga no responde. Son unos minutos terribles para Valeria; la incertidumbre se apodera de ella. El teléfono de Raúl sigue apagado y su amiga se ha ido y todavía no ha vuelto. Empieza a desesperarse y a imaginarse lo peor. Si algo le faltaba a su día era que Raúl y Elísabet se hubiesen enrollado en el cine.

Por fin, la BlackBerry rosa le vibra en la mano. Temblorosa, saluda a su chico.

—Hola, te he llamado un montón de veces.

—¡Lo siento! Me he quedado sin batería cuando estaba en el cine. Se me olvidó recargarla.

—Joder. Pues ya te vale.

Se queja amargamente. La voz se le quiebra al hablar. No hay derecho a que se lo haga pasar tan mal.

—Lo siento, debí darme cuenta. He llegado a casa ahora mismo y lo primero que he hecho ha sido llamarte.

En ese instante, y mientras Raúl sigue dando explicaciones y pidiendo disculpas por no haber dado señales de vida hasta entonces, Elísabet escribe en el chat.

—Ya estoy aquí. Perdona, mi madre me ha entretenido preguntándome por la película y por lo que quería cenar.

—Ok.

—Pues te cuento… ¡Aún hay esperanzas de que Raúl y yo seamos más que amigos!

Y un montón de iconos felices después del punto.

Valeria lee con atención lo que su amiga le explica mientras sigue oyendo a su chico por teléfono:

—Pero te prometo que nunca más me quedaré sin batería —concluye Raúl, que lleva unos segundos hablando sin parar.

—¿Y qué ha pasado con Eli en el cine?

—¿Con Eli? Nada.

—Pues creo que ella no piensa lo mismo.

—¿Has hablado con ella?

—Lo estoy haciendo ahora. Por el chat de Tuenti. Te leo lo que me está escribiendo: «¡Aún hay esperanzas de que Raúl y yo seamos más que amigos! Tía, es increíble. Ni yo misma me lo creo. Ya había perdido la fe. Pero mientras veíamos la película le he estado insistiendo en que nadie le daría lo que yo puedo ofrecerle. Y en que no me viera solamente como un rollo pasajero, sino como una bonita historia de amor». —Suspira. Le cuesta leer lo que viene a continuación. Raúl no dice nada. Sólo escucha en silencio lo que Valeria le cuenta—. Sigo. «Entonces él ha dudado. Me ha dicho que soy una chica que cualquiera querría tener a su lado. Que le encanto. Y que, aunque no me promete nada, se lo pensará de verdad».

—Eso tiene una explicación —interviene el joven tras oír un nuevo resoplido de Valeria.

—¿Qué explicación? ¿Que le has dado esperanzas para que te dejara en paz? ¿O realmente piensas… que podéis… salir juntos?

—La que me gustas eres tú. Ya lo sabes.

—Yo no lo tengo tan claro.

—No podía decirle otra cosa, Val. Entiéndeme.

—Sí que podías.

—No te imaginas lo difícil que es que una persona te susurre cientos de veces en una sala de cine que quiere algo contigo y que deberíais intentarlo.

Sin embargo, la excusa no es bien recibida por Valeria. No la acepta. Le responde a su amiga con algún que otro emoticono sonriente mientras Eli continúa narrando a su manera lo que ha pasado.

—Mas difícil es tener que leer lo que estoy leyendo.

—Eli es muy efusiva, ya la conoces. Está sobredimensionándolo todo. Simplemente, para que no se pusiera mal allí dentro y no me insistiera más, le he dicho que me diera tiempo para pensar.

—¿Os habéis besado?

—¿Qué?

—Que si os habéis dado un beso… en los labios.

—¡No! ¡Claro que no!

—«Ayer por la mañana fue a mi casa y nos besamos. Perdona por no habértelo contado antes, pero me puse muy mal porque me rechazó otra vez y no quería preocuparte ni que pensaras que estoy desesperada. Pensaba que ése sería nuestro último beso, pero ahora estoy ilusionada de nuevo».

El silencio de Raúl le confirma a Valeria que lo que su amiga le ha escrito es real.

—No tengo perdón —comenta por fin el joven—. Pero no significó nada. Te lo prometo. Fue el beso más frío que haya dado nunca.

—¿Y por qué no me lo contaste?

—Porque te habrías puesto mal. Y eso era lo último que quería.

—Deberías habérmelo dicho. Acabamos de empezar y no puedo pedirte que te enamores locamente de mí como yo lo estoy de ti. Pero si me pides que confíe en ti, que no me vuelva loca pensando en lo que puede conseguir Eli de ti… no me mientas, por favor. Porque ahora… sólo tengo ganas de llorar.

—Me siento fatal.

—Peor me siento yo. Ya no sé qué creer ni en quién creer.

—¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

—Ahora mismo nada. Necesito irme a la cama y descansar. Dormirme y mañana será otro día.

—¿Quieres que te cuelgue?

—Creo… que es lo mejor.

Nunca habría imaginado que lo mejor para ella pudiera ser alejarse de él. Pero está tan cansada de todo hoy… Lo del beso con Elísabet ha sido definitivo.

—Bien. Hasta mañana entonces.

—Hasta mañana.

—Que descanses, Val. Y, por favor, recuerda que la que me gusta eres tú.

Pero Valeria no responde. Sonríe con tristeza al otro lado del teléfono y cuelga. Deja su BlackBerry rosa a un lado y, tras despedirse de su amiga, que continúa eufórica, apaga el ordenador.

Deja vagar su mirada hacia ninguna parte; se le nubla. Se lleva las manos a la cara y, cuando las retira, están mojadas. Nunca había sentido tanta presión dentro de ella. Ni siquiera cuando no era capaz de hablar con nadie y se refugiaba en su propio mundo.

Necesita descansar y olvidarse de todo.

Sin embargo, ese lunes sólo sería el anticipo de lo que sucedería al día siguiente. Un día que jamás podrá olvidar.