PARECE que han pasado cientos de años desde que lo vio por última vez. Por eso, cuando Raúl está al fin frente a ella, tras salir al rellano y recibirlo en la puerta de su casa, le rodea el cuello con los brazos y lo besa en los labios. Intensamente. Con pasión y confianza. Como si llevasen de novios varios meses.
Y eso que hace sólo cinco minutos que Valeria ha llegado al piso. El efecto de la sangría no ha desaparecido del todo todavía, pero debe disimularlo. Más le vale.
—Sabes a menta —le dice el joven mientras pasan adentro—. ¿Te has lavado los dientes?
—Claro. Es lo que se hace después de comer, ¿no?
Y además oculta el aliento a alcohol, detalle que Valeria no especifica. Le fastidia no contarle la verdad, pero no sabe cómo se tomaría Raúl lo de César. No ha sido más que un inocente encuentro en un bar de bocadillos. Sólo eso. No quiere que lo interprete de otra manera, así que lo mejor es omitirlo.
La pareja camina hasta el salón y se sienta en el sofá sobre el que esa mañana se quedaron dormidos. Tras varios besos, unas cuantas carantoñas y más y más abrazos, se miran a los ojos. Tienen mucho de lo que hablar.
—¿Sabes? Te he echado de menos —comenta Raúl al tiempo que le acaricia la cara—. ¿Tú a mí no?
—Mucho. —Le besa la mano y sonríe—. Pero no me tengas más en ascuas. ¿Qué ha pasado en casa de Elísabet?
El chico resopla. Se sienta derecho y aparta la mano del rostro de Valeria.
—Pues digamos que Eli no se había dado por vencida aún y ha vuelto a intentar que surgiera algo entre nosotros.
—¿Cómo? ¿Ha vuelto a declararse?
—Sí. Y al insistirle en que no quería nada con ella le ha dado un ataque de ansiedad, por eso he tenido que quedarme a comer en su casa. Temía que pudiera pasarle algo estando sola. Sus padres no vuelven hasta la noche.
—¡Madre mía! Qué mal rollo.
Raúl le explica más detalladamente la conversación que han mantenido los dos, pero evita contarle lo del beso y otros pormenores parecidos que pudieran causarle daño. Durante varios minutos, le narra todo lo sucedido; Valeria, atenta, sólo lo interrumpe para mostrar su sorpresa por lo que oye.
—Se supone que tú de esto no sabes nada —advierte el joven cuando termina—. Será un secreto entre Eli y yo.
—¿No va a contármelo ella?
—No. Prefiere mantenerlo oculto. No quiere darte la impresión de que está desesperada.
—Pobre. Me da pena.
—No te preocupes. Cuando me he ido se encontraba mucho mejor.
Valeria no está tan segura de eso. En menos de un día, dos rechazos por parte de la persona de la que está enamorada… Eso debe de haberle dolido en lo más profundo de su corazón.
—¿Y ahora qué hacemos?
—¿Qué hacemos con qué?
—Con lo nuestro, Raúl. Si lo contamos… la mataríamos. Y ella nos mataría a los dos.
—O algo peor. Por eso creo que lo mejor es no decir nada, como habíamos decidido. Ni a Eli ni al resto del grupo. Quizá ese tiempo de secretismo tenga que durar más.
—Buff. No será sencillo.
—Pues es lo que toca. No nos queda más remedio.
Valeria cierra los ojos y apoya la cabeza en el hombro de Raúl. Qué complicadas son las cosas. Lleva más de un año enamorada de él en silencio y, cuando por fin sucede lo que tanto deseaba, tiene que ocultarlo.
—¿Sigues pensando que esto merece la pena?
—¿Salir juntos? Por supuesto.
Y siente su mano en la nuca. Suavemente, deslizándola de arriba abajo, le peina el cabello. Su pelo baila al son de los dedos del joven. Detendría el tiempo en ese instante y viviría ese momento una y otra vez. Le encanta que la trate de esa forma. Raúl siempre ha sido muy cariñosa con ella, pero de otra manera. No imaginaba que como pareja sería todavía mejor que como amigo.
—Entonces, ¿no te arrepientes de haberme pedido que sea tu chica en pruebas?
—¿En pruebas?
—Sí. Estoy en período de pruebas, ¿no?
Una pequeña risa como respuesta.
—No estás en período de pruebas, Val —contesta casi susurrando—. Pero no llevamos juntos ni veinticuatro horas. No quiero engañarte hablando de amor y de sentimientos. Sólo sé que hoy me gustas más que ayer. Y, posiblemente, menos que mañana.
—¿Posiblemente?
—Posiblemente posible.
La joven arquea las cejas y se vuelve hacia él. Se ha perdido. Pero le vale la aclaración. Y, sobre todo, le vale él. Sentirle así de cerca en todos los aspectos. Abre mucho los ojos y lo contempla con una sonrisa. ¡Cuánto le apetece darle un beso! Se inclina poco a poco sobre su cuerpo, se apoya en su pecho y lo obliga a tumbarse en el sofá. No arde en deseo, sino en amor. No quiere desnudarlo, sólo probar sus labios. Y no se contiene más.
Sin embargo, el beso se interrumpe porque en el salón comienza a sonar Moves like jagger, de Maroon 5 y Christina Aguilera.
—Mi BlackBerry —dice Valeria, incorporándose.
—No contestes. Que llamen luego.
—No puedo. Es Eli.
¡Cuántas veces bailaron juntas esa canción cuando salió! A las dos les encantaba. Tanto que ambas la eligieron como sintonía para sus móviles cuando la otra la llamara.
La chica se levanta y se precipita sobre la BB, que está encima de la mesita. Toma aire antes de descolgar y le pide a Raúl que guarde silencio. Éste asiente con la cabeza.
—Hola, Eli —contesta. Su voz se quiebra al hablar y carraspea.
—¡Por fin! —exclama su amiga al otro lado de la línea—. ¡Cuesta más hablar contigo que con un ministro! ¿Dónde te has metido?
—Perdona. Tendría que haberte escrito o llamado antes. Es que… —Piensa de prisa en algo que contarle—. Entre unas cosas y otras, no he podido.
—¿Te ha pasado algo?
—No. Bueno…
Valeria mira a Raúl con los brazos abiertos, haciéndole gestos para que la ayude. Él se encoge de hombros sin saber qué decirle.
—Nena, estás muy rara. ¿Te ha pasado algo que no me quieras decir?
No se le ocurre nada. Así que… último recurso:
—Es que anoche conocí a un chico en la discoteca.
—¡Qué dices! ¿Me hablas en serio?
Ahora el sorprendido es Raúl, que frunce el ceño. La expresión de su rostro cambia y le pregunta a Valeria, moviendo tan sólo los labios, si es verdad. Ella se sonroja y le pide tranquilidad con un ademán de la mano. Sin embargo, el joven no le hace caso y se acerca hasta ella para escuchar lo que dicen.
—Bueno… Ya hablaremos del tema.
—¿Fue uno de aquellos universitarios buenorros?
—Esto…
—¿Os liasteis?
—¡No! ¡Qué va! ¡No nos liamos! —grita mientras mira a Raúl, que se ha cruzado de brazos pidiendo explicaciones.
—Y qué, ¿cómo es?
—Eli, de verdad, déjalo ahora. Ya hablaremos más tranquilas. Prefiero contártelo en persona.
—Está bien, como quieras. Pero tienes que darme todos los detalles. ¡Es que es muy fuerte que te hayas ligado a un universitario!
En ese momento, Valeria quiere morirse. Se siente culpable al ver que Raúl la mira de forma acusadora. Luego le tocará explicar lo que sucedió anoche en la discoteca. Aunque tendrá que decidir qué puede y qué no puede contar.
Tras un breve silencio, Valeria retoma la conversación intentando que su amiga sea el centro de atención.
—¿Y tú cómo te encuentras?
—Regular. No te voy a engañar. No llevo un día demasiado bueno.
—Lo siento.
—Son cosas que pasan. Por lo visto no soy lo suficientemente buena para Raúl.
—No digas eso. Seguro que él…
—No lo disculpes, nena. Está claro que sólo me ve como a una amiga o como a alguien con quien tener un rollo de una noche loca.
Lo que dice Elísabet llega a oídos del chico, que se lamenta moviendo la cabeza de un lado a otro. Prefiere no seguir enterándose de la conversación. Se sienta en el sofá y observa cómo Valeria escucha pacientemente todo lo que su amiga le cuenta durante diez minutos. Pero ella casi le presta más atención a la actitud de Raúl que a las palabras de Elísabet. Ambos intercambian miradas y alguna frase en voz baja.
—Las cosas volverán a la normalidad entre vosotros —termina asegurando Valeria cuando Eli acaba de hablar.
—No lo sé. No quiero perderlo. Pero no sé si aguantaré ser sólo su amiga. Él seguro que sigue comportándose genial conmigo y que me trata como siempre lo ha hecho. Y puede que eso sea aún peor para mí.
—Debes superarlo, Eli.
—Sí. Y necesito que me ayudes a hacerlo —comenta su amiga emocionándose—. Ahora es cuando más te necesito, nena. No podré hacerlo sin ti.