Capítulo 27

ELÍSABET abre la puerta. A Raúl le ha dado tiempo a guardarse la BlackBerry en el bolsillo de la sudadera. No quiere que se entere de que ha estado hablando con Valeria. Si su amiga supiera lo que ha pasado entre ellos, se sentiría fatal. Después del ataque de ansiedad que ha sufrido Eli, Raúl debe tener cuidado de que la joven no se altere de nuevo.

—He pedido una familiar para los dos. Mitad hawaiana, mitad carbonara.

—Genial.

—Son tus preferidas, ¿no?

—Sí. Esas dos y la cuatro quesos.

Ya lo sabía. Lo conoce muy bien. Cuando le dijo que eligiese la pizza que quisiera, no tuvo dudas. Una sonrisa ilumina el rostro de Elísabet, que se sienta en la cama. No deja de mirar a Raúl, que camina hasta ella y se acomoda a su lado.

—Gracias por quedarte a comer.

—Pagas tú, así que las gracias te las debería dar yo a ti.

—¿Pago yo? ¡Eso no lo sabía!

—¿No? Ah, pues o pagas tú o no pagamos, porque no llevo dinero encima.

—Qué cara más dura.

Pero no se enfada. Al contrario, le encantaría lanzarse sobre él y besarle ahora mismo. Sin embargo, sabe que eso no es posible. Después de la tormenta siempre llega la calma. Y le toca portarse bien para que la tranquilidad dure el máximo tiempo posible.

—Es lo que tiene la crisis.

—Ya, ya, la crisis… Bueno, pago yo, pero la próxima vez invitas tú.

—Vale.

Aunque no está muy seguro de cuándo será la próxima vez que se repita algo como aquello. Lo que ha ocurrido antes lo condiciona. Pero está haciendo lo correcto. Eli, ante todo, es su amiga. Una gran amiga.

La chica coge la almohada y se la coloca en el regazo. La abraza. Observa a Raúl de reojo. Le gusta tenerlo así de cerca.

—Por cierto, ¿sabes algo de Valeria? —pregunta para darle conversación—. Ayer desapareció de repente. Y no ha contestado a mis mensajes.

—Creo que ha ido al partido de Ester.

—Es muy extraño que no me haya escrito. Anoche la llamé y tampoco me cogió el teléfono.

—No sé. No lo oiría. En aquella discoteca había mucho jaleo —trata de disculparla Raúl—. Luego, cuando la veas, ya lo hablaréis.

—No me apetece ir a Constanza esta tarde —indica con un suspiro—. En realidad, no sé por qué seguimos reuniéndonos.

—Por el grupo, Eli.

—Ya. Pero… ¿no te parece que ya somos mayorcitos para todo eso?

El chico no responde. Él también tiene ese pensamiento desde hace tiempo. Ya no es lo mismo que hace dos años, cuando decidieron crear el Club de los Incomprendidos. Todos han cambiado bastante. Unos más que otros. Tal vez deberían replantearse algunas cosas.

—Yo voy a ir —termina por contestar tras unos segundos en silencio—. Pero si a ti no te apetece, no vayas.

—Buff. Es que todas las tardes de domingo son iguales.

—Es que el domingo es el día clave para plantear la semana.

—Lo sé, Raúl —dice. Se deja caer un poco y apoya la cabeza sobre el hombro de su amigo—. Pero nos hacemos mayores. Y esto de formar parte de un club… Tiene sus cosas buenas: es entretenido y nos sirve para el instituto. Pero cada vez me parece algo más infantil.

—Puede que tengas razón. Pero piensa que, sin él, quizá nos distanciáramos los unos de los otros.

—No lo creo —afirma Elísabet con seguridad—. Somos amigos. Vamos a la misma clase, nos sentamos juntos… Simplemente dejaríamos de hacer esas reuniones obligatorias.

Raúl la comprende. Su situación y la del resto no es la misma que la de hace un par de años cuando surgió la idea. Entonces, el club se convirtió en un refugio para todos ellos. En cambio, ahora es totalmente diferente. Él mismo ha salido con varias chicas. Y Eli también ha tenido sus historias fuera del grupo. Aun así, han sido fieles al club y no han faltado a ninguna de las reuniones convocadas.

—Esta tarde podríamos hablarlo entre todos.

—Qué pereza.

La chica entrelaza su brazo con el de Raúl. Si por ella fuera, se quedaría toda la tarde así. A pesar de lo que ha pasado antes, no se imagina su vida sin él. ¿Para qué necesitan al resto?

—Ya verás como cuando te comas un buen trozo de pizza lo ves todo de otra manera.

—Complicado.

—¡Qué negativa estás!

Vuelve a mirarlo a los ojos y se prenda de su sonrisa. Tal vez Alicia no tenga razón y el todo o nada no sirva con él. De todas formas, le encantaría ser su novia. Aunque de momento le tocará esperar.