Como siempre, me faltan las palabras para expresar mi gratitud hacia la familia y los amigos que me han acompañado en los buenos y los malos momentos que van unidos al esfuerzo de escribir un libro, y no digamos ya uno tan fuerte como éste. Muchas gracias a David y Christina por su veloz lectura del manuscrito; a I. A. Gordon y Sherry Kirk por su ayuda con el ruso; a Synde Korman por su ayuda con el rumano; a mi agente, Jim McCarthy, que es siempre tan inteligente y hace todo lo difícil por mí; a los editores Jessica Rothenberg y Ben Schrank por todos sus consejos; a los autores del Team Seattle por sus buenos ánimos y distracciones; y a Jay por tener una paciencia infinita… e incluso hacer algún chiste bueno de vez en cuando.