—¿De verdad? ¿Puede hablar? —preguntó Haruka.
—Ajá. Y dice que tiene hambre. —Se encogió de hombros y luego desvió la mirada hacia Yuko, diciéndole—: Todo irá bien. He cerrado con llave la puerta de su habitación, así que no tienes de qué preocuparte.
No estaba siendo irónica ni sarcástica. Parecía más bien que estaba haciendo lo que se suponía que debía como líder de grupo.
«Pero eso no era lo que habíamos acordado», pensó Yuko. No: le había estado dando vueltas al asunto durante toda la noche. Ella estaba convencida de que no se recuperaría, y mira, se había recuperado. Y ahora, ¿cómo afrontaría la situación? Entonces le llegó el olor de la comida.
Pues qué bien. Estaban a punto de comer. Por otro lado no sería muy raro que un muchacho en una situación crítica muriera repentinamente, ¿no?
Yuko forzó una sonrisa (de hecho, fue impecable) y negó con la cabeza.
—No estoy preocupada —dijo—. Lo siento. Te hice la vida imposible ayer. No diré nada más en contra de Shuya, de verdad.
Aquello pareció aliviar a Yukie, que resopló ruidosamente.
—Bueno, entonces supongo que no habrá necesidad de tenerlo encerrado con llave —sonrió a Yuko, y añadió—: Lo que ocurrió con Tatsumichi Oki fue un accidente. Eso es lo que me ha dicho Shuya.
Al oír el nombre de Tatsumichi, Yuko tuvo como un flashback de aquella escena. Otro escalofrío bajó como un relámpago por su columna vertebral, pero ella consiguió sonreír y encogerse de hombros con naturalidad. Un accidente. «Bueno, sí, supongo que sería un accidente, sobre todo para Tatsumichi Oki».
Entonces Yukie le dijo a Haruka:
—Oye, Haruka, ¿puedes ir a buscar a Yuka? Tenemos que hablar de una cosa.
Haruka le contestó:
—¿No debería seguir vigilando?
—No pasa nada —replicó Yukie—. La casa está sellada, así que no nos pasará nada. Será breve.
Haruka asintió y salió de la estancia para subir al faro. Escucharon el sonido de sus pisadas en la escalera metálica.
Mientras, Satomi y Chisato no hacían más que preguntar por Shuya:
—¿Cómo está?
—¿Podrá comer lo mismo que nosotras?
Yuko se levantó calladamente de su sitio y avanzó hacia la cocina.
Había un montón de platos hondos justo al lado de la cazuela donde humeaba el estofado. Chisato y Haruka los habían sacado de la alacena.
Yuko metió la mano en el bolsillo de su falda y tocó lo que había dentro. El arma que había encontrado en su mochila era un bastón telescópico, pero lo que ahora tenía en la mano era algo marcado con la etiqueta SPECIAL BONUS, el objeto que había pensado que no le serviría para nada. Incluso después de que la hubieran acogido en el faro, no consideró que fuera necesario mencionarlo. Pero cuando Shuya Nanahara apareció, a ella se le ocurrió aquella idea, así que se lo guardó como un secreto.
En el pasado, la violencia de su padre, su reinado de terror sobre toda la familia, acabó inesperadamente… Así fue como su familia pudo por fin vivir en paz.
Ahora había otra amenaza. Y ella tenía que detenerla. Una vez que lo hiciera, volvería a estar a salvo. Ya no se sentiría aterrorizada nunca más.
No tenía ninguna duda. Extrañamente, estaba tranquila.
Quitó el corcho de la diminuta redoma de cristal que tenía en su bolsillo.
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