59

Shuya intentó incorporarse, pero de inmediato sintió un dolor que le recorría todo su cuerpo y cayó de espaldas. Entonces se percató de que estaba en una cama blanda, con sábanas limpias.

Yukie volvió a tocarle el pecho cariñosamente otra vez y luego le subió el edredón hasta la barbilla.

—No hagas esfuerzos. Tienes heridas muy graves. Me parece que has tenido alguna mala pesadilla. ¿Te encuentras bien?

Shuya no fue capaz de contestar nada coherente. En vez de decir nada, miró la estancia en la que se encontraba. Era pequeña. En las paredes había un papel pintado barato, y a la derecha, detrás de Yukie, había otra cama, pero aparte de eso… no mucho más. A los pies de la cama había una puerta, pero estaba cerrada. El marco de madera tenía un aspecto bastante ajado. Al parecer había una ventana en la cabecera de la cama, sobre su cabeza, que dejaba entrar una turbia luz, suficiente para iluminar la habitación. Dada lo grisácea que era la luz, seguramente estaba nublado en el exterior. Pero… ¿dónde se encontraba?

—No lo entiendo… —dijo Shuya. En ese momento se dio cuenta de que podía hablar—. No recuerdo haber ido a ningún hotel con la delegada de clase…

Todavía estaba confuso y adormilado, pero Yukie dejó escapar un suspiro de alivio. Luego, sus labios gordezuelos esbozaron una ligera risilla.

—¿Verdad que no? De todos modos, me alegro muchísimo de que ya estés bien. —Y mirando a Shuya, añadió—: Has estado inconsciente durante mucho tiempo. Veamos… han sido… —titubeó, mirando el reloj que llevaba en la muñeca—, como unas trece horas.

«¿Trece horas? Trece horas. Hace trece horas yo estaba en…».

Los ojos de Shuya se abrieron asombrados. Sus recuerdos y el presente volvieron a encajar. Ahora fue cuando se despejó por completo.

Había algo que necesitaba saber. Ya.

—¿Dónde está Noriko… Noriko Nakagawa? ¿Y Shogo Kawada?

Shuya inspiró profundamente. ¿Estarían vivos todavía?

Yukie le dedicó una mirada divertida y luego le dijo:

—Creo que Noriko y Shogo todavía están vivos. Acabo de oír el comunicado de la tarde, y no han mencionado sus nombres.

Shuya dejó escapar un resoplido de alivio. Noriko y Shogo se las habían arreglado para escapar. Kazuo había ido detrás de él y al final los había perdido. Kazuo era…

Entonces, Shuya levantó la mirada para ver a Yukie.

—Kazuo. ¡Es Kazuo! —Su voz revelaba un pánico casi absoluto—. ¿Dónde estamos? ¿Estás sola aquí? ¡Tenemos que andarnos con cuidado…!

Yukie le dio unas palmaditas cariñosas en la mano derecha, crispada bajo las mantas.

—Tranquilízate —dijo. Y luego le preguntó—: ¿Esto te lo hizo Kazuo?

Shuya asintió.

—Es el único que nos ha estado atacando. Está decidido a ganar este juego…

—De verdad: estamos a salvo aquí —asintió Yukie—. Estamos seis aquí sin contarte a ti. Todo el mundo está vigilando, así que no te preocupes. Todas son buenas amigas mías.

Shuya levantó las cejas: ¿seis?

—¿Quiénes?

—Yuka Nakagawa. —Yukie dijo el nombre de aquella chica tan alegre que, casualmente, tenía el mismo apellido que Noriko—. Satomi Noda y Chisato Matsui. Haruka Tanizawa. Y Yuko Sakaki.

Shuya se humedeció los labios. Yukie advirtió aquella expresión en su rostro y le preguntó:

—¿Qué? ¿No te fías de ellas? ¿De cuál? ¿De todas?

—No… —Shuya negó con un gesto—. Si son tus amigas, me fío de ellas.

Pero ¿cómo era posible que se hubieran podido reunir seis chicas, todas buenas amigas?

Yukie sonrió y le dio un apretoncito en la mano.

—Bien. Me alegro de oír eso de ti, Shuya.

Él también sonrió. Pero su sonrisa se congeló casi de inmediato. Había otras cosas que tenía que saber. Se había perdido tres… comunicados, el de medianoche, el de las seis de la mañana y el de mediodía.

—¿Quién… ha muerto? —preguntó—. Me refiero… Ha… ha habido tres comunicados más, ¿no? ¿Ha muerto alguien más?

Yukie hizo una mueca de desagrado con los labios. Cogió un papel de la mesilla que había a un lado de la cabecera. Era un mapa con una lista de los estudiantes. Los pliegues y las manchas de barro le resultaron familiares. Se dio cuenta de que era el que llevaba en el bolsillo de su abrigo.

Yukie repasó la lista y dijo:

—Hirono Shimizu. Y luego… Keita Iijima, Toshinori Oda, Yutaka Seto, Yuichiro Takiguchi, Tadakatsu Hatagami y… Shinji Mimura.

Shuya se quedó boquiabierto. Desde luego, el juego continuaba, pero estaba conmocionado al saber que solo quedaba una docena de estudiantes. Además, él había sido compañero de equipo de Tadakatsu Hatagami en la Liga Infantil de Béisbol, pero lo que realmente lo cogió por sorpresa fue…

—¿Shinji?

El Tercer Hombre, Shinji Mimura, había muerto. Resultaba difícil de creer. Creía que si alguien podía sobrevivir a aquel juego ese era Shinji.

Yukie asintió repetidamente en silencio.

Al mismo tiempo, Shuya estaba sorprendido de lo poco que le habían afectado las novedades. Se había acostumbrado. Eso debía de ser. Sin embargo, recordó la sonrisa especial de Shinji. Luego recordó la seriedad en la expresión de este cuando le había hecho una seña, advirtiéndole que se estuviera tranquilo, al principio, cuando los encerraron en la escuela.

«Así que ya nunca vamos a volver a ver la increíble manera de jugar al baloncesto de El Tercer Hombre, el alero estrella del instituto de Shiroiwa», pensó con una punzada de pena.

—¿Cuándo dijeron el nombre de Shinji?

—Por la mañana —contestó Yukie—. Keita Iijima y Yutaka Seto también los dijeron entonces. Puede que estuvieran juntos. Eran buenos amigos.

—Ya.

Shinji aún estaba vivo a medianoche. Y como decía Yukie, puede que estuviera con Yutaka Seto y Keita Iijima.

—Hubo una explosión increíble ayer por la noche —añadió Yukie—. Y muchos tiroteos. Seguramente fue ahí donde pasó todo.

—¿Una explosión?

Shuya recordó la granada de mano que Kazuo les había lanzado.

—Eso fue… fue Kazuo, que nos lanzó una granada de mano. A lo mejor fue eso lo que oíste.

Yukie levantó la ceja.

—Así que era eso. Eso pasó un poco después de las once, ¿no? No, la explosión de la que estoy hablando ocurrió después de que te trajéramos aquí. Ya era pasada la medianoche. Fue mucho más fuerte que la que oímos alrededor de las once. La que estaba de guardia dijo que todo el centro de la isla se iluminó.

Shuya arrugó el morro, pero luego se dio cuenta de que aún no había conseguido averiguar dónde se encontraba.

Sin embargo, antes de que pudiera preguntar nada, Yukie le entregó el mapa y la lista de estudiantes.

—Esto es tuyo. También he ido marcando las zonas en el mapa.

Cuando lo cogió, Shuya se dio cuenta de que había más zonas prohibidas. Extendió bien el mapa.

—El lugar donde hablamos de ocultarnos…

Esa zona, el sector C-3, cerca de la costa occidental, tenía una cruz en lápiz, junto con varios sectores más. Una pequeña anotación, «Día 23, a las 11 de la mañana», señalaba el momento en que se verificaba la prohibición, y había ocurrido mientras Shuya estaba inconsciente.

Shuya dejó entrever su preocupación con un gesto. Noriko y Shogo ya no debían estar allí —cada vez podía pensar con más claridad—, puesto que no habían muerto después del mediodía. Por supuesto: estaban vivos. Pero entonces recordó que había visto muertos en sueños a Shogo y a Noriko, igual que a Yoshitoki y Shinji. Sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.

En cualquier caso, debían de estar vivos. Lo único que podía hacer era creer que estaban bien. Pero ¿cómo demonios iba a encontrarlos ahora?

Shuya dejó caer el mapa sobre su pecho. No podía permitirse el lujo de perder el tiempo pensando, ni siquiera en esas circunstancias. Lo primero era tener información. Y como no estaba solo, había algún modo de averiguar ciertas cosas.

Levantó la mirada hacia Yukie.

—Pero… ¿dónde estamos ahora? ¿Cómo acabé en esta cama?

Yukie miró por la ventana y dijo:

—Esto es un faro.

—¿Un faro?

—Sí, está en el extremo nororiental de la isla. Ahí está marcado, en el mapa. Hemos estado aquí desde que comenzó el juego.

Shuya miró el mapa otra vez. Exactamente como decía Yukie, el faro estaba localizado en el sector C-10, en un cabo sobresaliente del noroeste de la isla. En toda esa zona prácticamente no había sectores prohibidos.

—Bueno, Shuya, y lo de anoche: delante de este faro hay un acantilado, y por ahí fue por donde te caíste. La que estaba de vigilancia te descubrió y te trajo aquí. Estabas muy malherido. Cubierto de sangre. Pensé que te morías.

Al final Shuya se percató de que tenía el torso desnudo y que su palpitante hombro izquierdo estaba vendado. (Por cómo se sentía, dedujo que la bala le había dado en el omóplato y que se había alojado allí). En la parte derecha del cuello… sentía una sensación de ardiente quemazón justo por debajo del collar, donde tenía otro vendaje, pero aquella bala solo le debía de haber hecho un rasguño sin importancia. Y luego, por encima del codo izquierdo. (Le dolía mucho. Probablemente la bala había salido, pero lo sentía como paralizado, a lo mejor porque el hueso o los tendones se habían desgarrado). Y luego, la parte izquierda del torso. (Alguna bala le había dado, pero parecía que no había afectado a órganos vitales). Shuya se destapó torpemente, haciendo uso de su brazo derecho, ileso, confirmando que estaba cubierto de vendajes.

Volvió a taparse con la manta.

—Así que me has curado… —preguntó.

—Sí —asintió Yukie—. Encontramos un botiquín de emergencia en el faro y te cosimos las heridas un poco. No puede decirse que haya sido un gran trabajo, porque no sabíamos lo que estábamos haciendo y solo pudimos utilizar aguja e hilo de una cesta de costura que había por ahí. Parece que la bala de tu hombro… sigue ahí. No pudimos hacer nada. Yo pensé que lo que realmente necesitabas era una transfusión de sangre. Estabas sangrando de mala manera.

—Muchísimas gracias.

—Oh, bah… —Yukie sonrió encantadoramente—. ¡No me puedo creer que me haya atrevido a tocar el cuerpo de un chico! Incluso te quité la ropa.

Shuya dejó escapar una risilla. Aunque era una chica muy inteligente y educada, también podía decir cosas tan atrevidas como esas. Había sido así desde que la había conocido un día lluvioso en el gimnasio de la escuela de primaria, mientras negociaban el espacio que necesitaban los equipos de béisbol (de los chicos) y de voleibol (de las chicas) en las instalaciones deportivas. En aquella ocasión, Shuya le había dicho a Yoshitoki: «Y allí estaba Utsumi, la del equipo de voleibol. Es guay de verdad. Es mi tipo. Ya sabes, un verdadero encanto».

Desde luego, precisamente en ese momento era evidente que no se iba a entregar a emociones amorosas. Pero cuando Yukie le ofreció un vaso de agua, Shuya no pudo evitar un leve silbido. Estaba realmente sediento. Allí estaba el vaso, en la mesita de noche, fuera del alcance de su vista.

«Alucinante. Delegada. Serás una maravillosa esposa en el futuro… No, una maravillosa mujer. No, ya eres una mujer maravillosa ahora mismo, en realidad. Eso es lo que he pensado desde siempre».

Cogió el vaso, levantó la cabeza y bebió. La herida del cuello le dolió mientras tragaba e hizo una mueca de desagrado. Pero se la bebió toda.

—Puede que sea pedir demasiado —dijo, devolviéndole el vaso—, pero creo que debería beber mucha más. Y también… ¿tienes algún tipo de analgésico? Cualquier cosa. Eso me ayudará.

Yukie asintió.

—Claro. Iré a coger algo.

Shuya se secó los labios y luego dijo:

—Es increíble que tus amigas me hayan acogido aquí. Quiero decir… podría ser un enemigo.

Yukie hizo un gesto de desaprobación.

—No podíamos dejar que una persona muriera. Además… —miró fijamente a Shuya a los ojos y sonrió juguetona—, eras tú, Shuya. Yo tengo alguna influencia sobre estas chicas, así que las convencí a todas para que te subiéramos aquí.

¿Significaba eso que ella también había pensado que había algo especial entre ellos desde aquellos tiempos en la escuela de primaria?

Shuya intentó averiguar algo más.

—Lo cual significa que alguna de ellas no estaba muy convencida. Lo sabía.

—Bueno, venga. Dadas las circunstancias… —Yukie apartó la mirada—. No te lo tomes a mal. Todo el mundo está un poco nervioso.

—Claro —asintió Shuya—. Lo sé.

—Pero yo las convencí. —Volvió a levantar la mirada y sonrió—. Así que deberías estar agradecido.

Shuya iba a confirmarle que lo estaba cuando notó que Yukie, que hasta ese momento había estado sonriendo, se encontraba por alguna razón ahora al borde de las lágrimas.

Lo miró fijamente y dijo:

—Estaba horriblemente preocupada. Pensé que te morías, Shuya.

Este no pudo menos que sorprenderse, y se quedó mirándola.

—De verdad, no habría sabido qué hacer si te hubieras muerto. —Su voz parecía quebrarse con un sollozo—. ¿Comprendes lo que estoy diciendo? ¿Entiendes por qué te tenía que salvar a toda costa?

Shuya la miró fijamente, deteniéndose en sus ojos anegados en lágrimas, y asintió con lentitud. Luego pensó: «Joder… No me puedo creer lo popular que soy…».

Por supuesto, todo aquello podía ser simplemente el resultado psicológico del confinamiento al que estaban sometidos. Dadas las circunstancias, probablemente todos morirían pronto… No, según las reglas, iban a morir sí o sí. Shuya nunca había oído que nadie más hubiera sobrevivido al maldito Programa, aparte del ganador, y ahora que los supervivientes eran cada vez menos, a lo mejor un chico que te gustaba «un poco» porque habías tenido alguna conversación en un rincón del gimnasio en primaria podía convertirse en alguien por el que «morirías».

No, probablemente ese no era el caso. Yukie no podría haberse enfrentado a todas sus amigas a no ser que realmente le importara. Además, ¿en quién sino él podría confiar?

—Comprendo. Gracias… —dijo.

Yukie se secó las lágrimas con la palma de la mano. Y luego le dijo:

—Dime. Preguntaste por Noriko y Shogo. Dijiste «nosotros». ¿Significa eso que estabas con ellos?

Shuya asintió.

Yukie frunció el ceño.

—Entiendo lo de Noriko, pero no me digas que realmente estabas con Shogo.

Shuya sabía adónde quería llegar.

—Shogo no es un mal chico —dijo—. Me salvó la vida. Noriko y yo sobrevivimos gracias a él. Estoy seguro de que está protegiendo a Noriko en estos momentos… Hay algo más urgente… —añadió con un arrebato de entusiasmo—. Lo había olvidado. Podemos salvarnos, Yukie.

—¿Salvarnos?

Shuya asintió con convicción.

—Shogo va a salvarnos. Sabe cómo salir de aquí.

Yukie abrió los ojos como platos.

—¿De verdad? ¿De verdad? ¿Y cómo?

Shuya se petrificó de repente. Shogo le había asegurado que no se lo diría hasta el final.

Bien pensado, Shuya no tenía nada que pudiera justificar su aseveración. Confiaba en Shogo, pero no estaba seguro de que su explicación pudiera persuadir a Yukie, que no había estado con él. Tal y como el propio Shogo constantemente le recordaba, Yukie podría sospechar que este estaba utilizándolo a él y a los demás.

Shuya decidió, sin embargo, explicárselo todo a Yukie desde el principio.

Le contó cómo se había visto atacado por Yoshio Akamatsu apenas había comenzado el juego, cómo había estado con Noriko desde entonces, cómo había peleado con Tatsumichi Oki y cómo, cuando Kyoichi Motobuchi amenazó con dispararle, Shogo le salvó la vida. Shuya le explicó que los tres habían estado juntos desde ese momento, y que Shogo, el superviviente del Programa del último año, tenía un plan para huir. También le contó a Yukie lo de la fiebre de Noriko y cómo habían ido a la clínica, donde vieron a Hiroki Sugimura, quien les dijo que Mitsuko Souma era muy peligrosa. Luego le contó cómo habían sufrido el ataque de Kazuo Kiriyama mientras iban de un sitio a otro.

—¿Y entonces Tatsumichi…? —Cuando acabó, Yukie volvió al asunto de Tatsumichi por alguna razón—. ¿Fue un accidente?

—Eso es. Fue como te lo he contado —contestó, frunciendo el ceño y mirándola fijamente—. ¿Por qué?

Yukie hizo un gesto de duda.

—Por nada —dijo. Y cambió de tema—. Siento ser tan brusca, pero no puedo confiar así de repente en Shogo. Me refiero a ese asunto de que hay un modo de salir de aquí.

Shuya todavía no había comprendido por qué Yukie le había preguntado por Tatsumichi, pero se imaginó que no podía ser muy importante, así que lo dejó pasar y aceptó su escepticismo.

—No te culpo. Aunque creo que podemos confiar en Shogo. Es difícil de explicar, pero es buena gente. —Movió su mano herida con un gesto de impaciencia, como si no pudiera explicarlo—. Lo entenderías si estuvieras con él.

Pensativa, Yukie se puso un dedo en la barbilla.

—De acuerdo. Es probable que sea una buena idea escucharlo. En fin, no creo que tengamos ninguna otra opción.

Shuya la miró.

—¿Qué estabais planeando hacer?

Yukie se encogió de hombros.

—Mi opinión era que no había solución. Estábamos simplemente discutiendo si sería mejor intentar escapar o quedarnos aquí un poco más. Pero no habíamos tomado ninguna decisión todavía.

Shuya entonces se dio cuenta de que había olvidado preguntarle por una cuestión importante.

—¿Cómo conseguisteis reuniros… las seis?

—Oh —exclamó Yukie—. Regresé a la escuela y las fui llamando.

Shuya no pudo menos que sorprenderse.

—¿Cuándo?

—Tuvo que ser justo después de que Noriko y tú huyerais. Además, vi a Kazushi Niida correr. En realidad quería regresar a tiempo para ponerme en contacto contigo, pero, en fin, el caso es que vi… a aquellos dos muertos justo delante de la entrada del colegio.

Shuya levantó la ceja.

—Yoshio estaba solo inconsciente, ¿no?

Yukie no lo sabía.

—No pude acercarme a comprobarlo, pero en aquel momento me pareció que estaba muerto. Tenía una flecha clavada en la nuca.

—Entonces Kazushi…

Yukie asintió.

—Me parece que sí.

En ese momento, Shuya le preguntó:

—¿No te dio miedo que hubiera otros como Yoshio?

—Claro, eso se me pasó por la cabeza, pero no se me ocurría mejor opción que formar un grupo. Así que me dirigí a los bosques que había enfrente del campo de deporte. Me imaginé que si me escondía allí, no me verían. Y si me veían, entonces… mala suerte.

Shuya estaba profundamente conmovido. Él había tenido que cuidar de Noriko, que estaba herida, pero, aparte de eso, había abandonado a los demás y se había largado de allí. Hiroki Sugimura también había esperado a Takako Chigusa, pero él era un chico, y además era un experto en artes marciales.

—Vaya, estoy asombrado, delegada.

Yukie sonrió.

—Así que a Noriko la llamas por su nombre y a mí, «delegada», ¿eh?

Shuya no supo qué decir.

—Oh, bueno…

—No te preocupes, está bien.

Una sonrisa iluminó su rostro. Luego añadió con una cierta melancolía:

—Luego salió Yuka Nakagawa y la llamé.

—¿La convenciste así de fácil? No me entiendas mal: creo que tienes muy buena reputación y es sencillo que otras personas confíen en ti.

—Oh, bueno… —asintió Yukie—. En realidad no regresé sola. Al principio estaba aterrorizada, pero tenía claro que simplemente tenía que volver, y en el camino de regreso, tuve muchísima suerte y me encontré con Haruka. Ya sabes que ella y yo somos muy buenas amigas.

Shuya lo sabía. Haruka Tanizawa y Yukie estaban las dos en el equipo de voleibol.

—Hablé con Haruka. Cuando le dije que deberíamos volver, al principio se resistió un poco, pero teníamos armas. Yo tenía una pistola en mi mochila. Cuando Yuka nos escuchó a las dos, confió en nosotras.

—Pero… en fin, en este juego, uno no tiene necesariamente que confiar en dos personas que anden juntas…

Yukie asintió.

—Sí, eso resultó ser cierto.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, decidimos que no aceptaríamos chicos. Lo siento. Lo discutimos y decidimos que los chicos podían causarnos problemas, así que a ellos no los avisamos y los dejamos ir. Y luego estaba Fumiyo… —Yukie se detuvo. Fumiyo Fujiyoshi (la estudiante número 18) había muerto antes de salir: la había matado Sakamochi clavándole una daga en la frente—. Después de ella venía Chisato. Así que ya éramos cinco. También llamamos a Kaori Minami pero…

Shuya completó la frase.

—Huyó.

—Sí, así es.

Shuya se dio cuenta de que no le había dicho que la había visto morir. Pensó en decírselo, pero al final prefirió no hacerlo. Ahora que Hirono Shimizu, la asesina de Kaori, también estaba muerta, ya no tenía ninguna importancia, y aparte, no eran unos recuerdos agradables. Y además, por muy horrible que pareciera, no podía permitirse el lujo de perder más tiempo hablando de los muertos.

—¿Y entonces Yoshimi reaccionó igual que Kaori?

Shuya pronunció el nombre de la estudiante con el último número de la clase, Yoshimi Yahagi, junto con el de Kaori, y de repente sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Nombres de compañeras muertas. «Las dos. Las. Dos. Joder». El rostro sonriente del hombre de negro se le apareció de repente a Shuya en su pensamiento. Fue solo un instante. «Eh, vaya, Shuya. ¿Así que todavía estás vivo? Eres un tipo duro…».

—Bueno. —Yukie apartó la mirada de Shuya y frunció los labios. Lo observó de reojo—. Eso fue diferente…

—¿Cómo?

Yukie inspiró profundamente.

—Yo propuse que la llamáramos, pero algunas de las chicas protestaron. Ya sabes que Yoshimi era amiga de Mitsuko. Las chicas no confiaban en esas dos.

Shuya permaneció en silencio.

—Ahora está muerta —añadió Yukie, apartando la mirada—. La dejamos morir.

—No, estás equivocada —replicó Shuya, y la muchacha se volvió hacia él—. No podías hacer nada. No es culpa de nadie.

Sabía que sus palabras no eran muy convincentes, pero era lo único que podía decir.

Yukie sonrió tristemente y suspiró.

—Eres muy amable. Siempre has sido igual de encantador.

Ambos se fueron quedando callados poco a poco, pero Shuya tenía algo que decir todavía:

—Deberías haber llamado a Shinji. —Así el grupo de Yukie podría haber contado al menos con Shinji Mimura, que estaba al final de la lista de estudiantes—. En él se podía confiar.

Yukie suspiró de nuevo.

—Yo también lo creía, pero Shinji no tenía muy buena reputación… entre las chicas. Ya sabes, era una especie de playboy. Y su inteligencia resultaba un poco intimidatoria. ¿Sabes eso que hizo cuando hirieron a Noriko en la clase? Una de las chicas dijo que podría haber sido calculado, como si tuviera un plan con otras ideas…

Fue la misma explicación que le dio Shogo cuando él sugirió ir a buscar a Shinji.

—Antes de que pudiéramos decidir nada, Shinji ya se había ido. —Yukie se encogió de hombros—. En cualquier caso, decidimos no contar con chicos. Así que tampoco llamamos a Kazuhiko.

Kazuhiko Yamamoto, que salía con Sakura Ogawa, era amable y nada pretencioso, a pesar de su atractivo, y por tanto era muy popular entre las chicas. Sin embargo, el grupo de Yukie también se había negado a ponerse en contacto también con él. Y dada semejante resolución, era evidente que acabaría produciéndose alguna fricción cuando se planteara la necesidad de trasladar a Shuya al faro.

Shuya se dio cuenta de que Yukie solo había narrado cómo se habían juntado cinco de ellas. No había mencionado a Yuko Sakaki (la estudiante número 9)

—¿Y qué pasa con Yuko? No la has mencionado.

Yukie hizo un gesto de asentimiento y se volvió para mirar a Shuya.

—Eso también fue una casualidad. Vinimos aquí ayer por la mañana. Un bonito castillo, ¿no te parece? La pasada noche, creo que eran alrededor de las ocho, Yuko simplemente se presentó aquí. Estaba aterrorizada.

Yukie se detuvo como si tuviera algo más que decir. Shuya estaba a punto de preguntarle qué le pasaba, pero ella prosiguió:

—En fin, todo el mundo sabe cómo es Yuko. Así que eso no era un problema.

Y con eso se acababa la historia. Shuya pensó en preguntarle algo más sobre Yuko Sakaki, pero decidió no hacerlo. Si había estado sola hasta la noche pasada, puede que se hubiera topado con algo horrible. Quizá había sobrevivido a algún ataque o había visto a compañeros matándose unos a otros, o se había tropezado con un cadáver destrozado tras un combate.

Shuya asintió para sí varias veces.

—Ya, lo entiendo.

—Hay una cosa que no pillo —dijo Yukie—. No es nada del otro mundo, pero Hiroki decía que necesitaba ver a Kayoko Kotohiki, ¿no? ¿Y fue por eso por lo que no se unió a vuestro grupo?

Shuya estaba preocupado por él desde que le había contado toda la situación a Yukie. Hiroki todavía estaba vivo, y también Kayoko Kotohiki. ¿Habría conseguido encontrarla?

—Tenía que verla. Me pregunto por qué.

Shuya parecía no comprender.

—No se lo preguntamos. Tenía mucha prisa. Nosotras también teníamos que buscar…

Mientras hablaba, Shuya no pudo evitar preguntarse: «¿Conseguiría Hiroki encontrar a Kayoko Kotohiki? Y si lo logró, entonces…».

La voz de Shogo regresó entonces a su mente: «Este sonido es tu billete para salir de aquí. Si lo escuchas y acudes, puedes subirte a nuestro tren».

Shuya abrió los ojos como platos y exclamó:

—¡El canto del pájaro!

—¿Qué?

Shuya se volvió hacia la chica.

—Sé cómo podemos reunimos con Noriko y Shogo.

—¿Ah, sí?

Shuya asintió y luego intentó moverse. Ya se lo explicaría más tarde.

—Tengo que ponerme en contacto con él cuanto antes. Así que tengo que irme.

—Espera —Yukie lo detuvo—. Necesitas descansar.

—No puedo. Cuanto más tiempo pierda…

—He dicho que esperes. Deberías escuchar a la chica que está enamorada de ti. —Y consiguió decirlo ruborizándose solo un poco—. Te trajimos aquí porque, aunque consiguieras despertarte, no serías capaz de moverte. Este repentino estallido de energía atemorizará a las chicas…

Los ojos de Shuya se entrecerraron. Pero la verdad era que aquello tenía sentido. Probablemente por eso las otras chicas habían permitido que metieran a Shuya en el faro y que Yukie se quedara a solas con él.

—En cualquier caso, tú quédate ahí un rato. Les contaré todo lo que me has dicho. Insistiré en que tú y Shogo sois de fiar y las convenceré. Y por lo que respecta a ponerte en contacto con él y Noriko, no puedo permitirte que lo hagas solo. Es demasiado peligroso. Lo hablaré con las chicas también. Así que tú simplemente quédate aquí. —Luego le preguntó—: ¿Puedes comer?

—Sí.

En realidad, estaba muerto de hambre. Estaba preocupado por Noriko y Shogo, pero también creía que debía comer algo primero. Eso ayudaría al sistema inmunológico a luchar contra las infecciones que pudieran haber provocado las heridas de bala.

—Si pudieras darme algo de comer, te lo agradecería mucho. Me siento un poco débil.

Yukie sonrió.

—Estamos preparando la comida en estos momentos. Te traeré algo. Creo que es un estofado o algo así. ¿Te viene bien?

—¿Estofado?

—Sí, este sitio estaba lleno de comida, aunque todo estaba enlatado. Pero encontramos agua y carbón para quemar, así que podemos cocinar.

—Asombroso. Es genial.

Yukie se apartó de la cama. Avanzó hacia la puerta y dijo:

—De verdad, lo siento mucho, pero voy a tener que cerrar la puerta con llave.

—¿Eh?

—Lo siento. Algunas chicas están aterrorizadas. Así que, por favor, simplemente espera aquí —dijo Yukie.

Sonrió cariñosamente mientras abría la puerta y salió. Las dos coletas danzaron como las colas de algún misterioso animal, y Shuya entrevió el cañón de una pistola en su espalda, remetida en la cintura de la falda.

Se produjo un sonido metálico tras la puerta. Debía de ser la cerradura al girar. ¿Significaba eso que lo iban a tener encarcelado?

Shuya se las arregló para incorporarse un poco en la cama, apoyándose en el codo, y miró por la ventana que había sobre la cabecera. La ventana estaba sellada con planchas de madera, y solo se filtraba alguna luz por los resquicios y las ranuras. Aquello se había hecho para mantener alejados a los intrusos… pero ahora también servía perfectamente para mantenerlo allí encerrado.

Los dedos de su mano izquierda, casi paralizados, instintivamente parecieron formar los acordes en una guitarra sobre la manta. Los acordes de aquella famosa canción que tocaba aquel hombre en el orfanato, el que le dio su guitarra. «El rock de la cárcel»…

Shuya inspiró profundamente y se recostó en la cama. Aquel ligero movimiento fue suficiente para que un agudo dolor le punzara la herida del costado.

QUEDAN 14 ESTUDIANTES