45

Con un leve sobresalto, Noriko abrió los ojos. Eran ya más de las siete de la tarde. Observó el techo de la sala, ya a oscuras. Luego miró a Shuya, que estaba a su lado.

Este se levantó de la silla y le retiró la toalla empapada de la frente. La tocó. Igual que cuando lo había comprobado la última vez, la fiebre casi había desaparecido. Shuya sintió un enorme alivio. Genial. De verdad.

—Shuya. —La voz de Noriko todavía era soñolienta—. ¿Qué hora es?

—Las siete pasadas. Has dormido bien.

—Yo…

Shuya sonrió.

—Se te ha ido la fiebre. Shogo dijo que probablemente no sería septicemia. Solo fue un mal resfriado. Probablemente por agotamiento.

—Ya —dijo Noriko, asintiendo lentamente como si ella también estuviera bastante aliviada. Luego se volvió hacia Shuya—. Siento haberos causado tantos problemas.

—¿De qué estás hablando? —dijo Shuya con un gesto de incomprensión—. Tú no tienes ninguna culpa en absoluto. —Y luego le preguntó—: ¿Quieres comer algo? Tenemos arroz.

Noriko abrió mucho los ojos:

—¿Arroz?

—Sí, espera un momento. Shogo ha cocinado un poco.

Y salió de la sala.

Shogo estaba sentado en una silla junto a la ventana, cerca de la puerta de la cocina. Las últimas luces del atardecer —más como sombras azules, casi de tonos índigo— entraban por la ventana, pero Shogo estaba sentado prácticamente en la más completa oscuridad.

—¿Se ha despertado Noriko?

Shuya asintió.

—¿Y la fiebre?

—Está bien. Parece que ya no tiene.

Shogo le dedicó un leve gesto de asentimiento y luego se incorporó, sujetando la recortada entre las manos, como siempre. Levantó la tapa de la cazuela que estaba al fuego. Shuya y Shogo ya habían comido su ración de arroz y de sopa de miso. La sustancia de la sopa de miso procedió de algunas verduras raras que crecían en la parte trasera de la clínica.

—¿Se ha enfriado el arroz? —preguntó Shuya.

Shogo le contestó brevemente:

—Espera cinco o diez minutos. Yo se lo llevaré.

—Gracias. —Shuya regresó a la sala de reconocimientos. Se sentó junto a la cama y le confirmó a Noriko la buena noticia—. Espera un poquito. Shogo te va a traer un poco de arroz de verdad.

Noriko hizo un gesto de agradecimiento. Luego le preguntó:

—¿Aquí hay baño?

—Ah, sí. Ahí fuera.

Shuya ayudó a Noriko a salir de la cama. Sujetándola con el brazo, le mostró dónde se encontraba el baño, fuera de la salita. La muchacha todavía titubeaba al andar, pero definitivamente se había recuperado del terrible estado en el que se encontraba horas antes.

Shuya ayudó a Noriko a volver a la cama después. Cuando la chica se sentó en el borde de la cama, Shuya le rodeó los hombros con una manta, del mismo modo que la señorita Anno había hecho con él en la Casa de Caridad cuando era un muchacho.

—Cuando hayas comido algo —dijo Shuya mientras unía las puntas de la manta—, podrás dormir otro poco. Vamos a tener que abandonar este lugar hacia las once de la noche.

Noriko miró fijamente a Shuya. Sus ojos todavía parecían un poco desenfocados.

—¿Quieres decir que…?

Shuya se lo confirmó.

—Sí, a las once se convertirá en zona prohibida.

Era parte del comunicado que Sakamochi había efectuado a las seis de la tarde. También quedaban prohibidas las zonas G-1 a las siete e I-3 a las nueve. Eso incluía el extremo suroeste y la cara septentrional de la zona montañosa del sur. Dado que resultaba muy difícil asegurar exactamente dónde acababan y empezaban los límites de las zonas prohibidas, toda la orilla suroeste de la isla quedaba fuera del área de seguridad.

Noriko hundió la mirada hacia sus rodillas y se tocó la frente bajo el flequillo.

—He estado durmiendo como una idiota.

Shuya alargó el brazo y tocó a Noriko en el hombro.

—No digas tonterías. Lo mejor que has podido hacer es dormir. Y necesitas descansar aún más. Tranquila.

Pero Noriko levantó la mirada y le preguntó:

—Aparte de Kaori… ¿Ha muerto… alguien más?

Shuya hizo una mueca de desagrado. Y luego asintió:

—Takako, Sho y Kazushi.

De acuerdo con el comunicado de Sakamochi, los cuatro habían muerto durante las seis horas posteriores al mediodía. Ya solo quedaban veintiún estudiantes. Solo habían transcurrido dieciocho horas desde que comenzara el juego, y la clase B del tercer curso del instituto de Shiroiwa ya se había visto reducida a la mitad.

«Y una cosa más —había dicho Sakamochi con un incomprensible entusiasmo—, Sho Tsukioka cayó por encontrarse en una zona prohibida. Así que andad con ojo».

Sakamochi no dijo dónde había muerto Sho, y Shuya no recordaba haber escuchado ninguna gran explosión por la tarde. Al mismo tiempo, no se imaginaba ninguna razón por la que Sakamochi les hubiera mentido al respecto. Aquel muchacho, tan grande y de aspecto tan tosco, que actuaba de aquel modo tan extraño y afeminado, Zuki, del clan Kiriyama, había sido cazado en una zona prohibida. El resultado: su cabeza había saltado por los aires. Excepto su mandamás, todo el clan Kiriyama había desaparecido.

Shuya pensó en decírselo a Noriko, pero después de ver lo angustiada que parecía, decidió no hacerlo. Dudaba que compartir cualquier información sobre el hecho de que a un muchacho le hubieran volado la cabeza tuviera efectos favorables en la recuperación de Noriko.

—Entiendo… —dijo la chica calmadamente, y luego añadió—: Gracias por esto… —y comenzó a quitarse el abrigo que Shuya le había prestado.

—Quédatelo.

—No, ya estoy bien.

Shuya cogió su abrigo y volvió a colocar la manta por encima de los hombros de Noriko.

Shogo no tardó en llegar. Como un camarero, traía una bandeja redonda llena de cuencos sobre la palma de una sola mano. El vapor se elevaba de los boles. Mientras depositaba la bandeja, dijo:

—Aquí tiene, señora.

Shuya dijo entre risas:

—Vaya, ¿así que tiene servicio de habitaciones…?

—Bueno, la comida no es exactamente un lujo. Sin embargo, espero que esté bien. —Shogo dejó la bandeja sobre la cama y le acercó los cuencos.

Noriko observó uno y preguntó:

—¿Sopa?

Oui, madame —contestó Shogo en un francés que a Shuya le pareció muy formal y natural.

—Gracias —dijo Noriko al tiempo que cogía la cuchara. Se llevó el cuenco a los labios y dio un sorbito—. Está deliciosa —y exclamó—: ¡Tiene huevo!

Shuya miró entonces a Shogo.

—Es el menú especial del día, señora.

—¿Dónde lo has encontrado? —preguntó Shuya. Toda la comida fresca de la nevera estaba podrida, probablemente porque el Gobierno había desplazado a los civiles hacía bastante tiempo. El resto de las casas seguramente estaban en las mismas condiciones.

Shogo miró de reojo a Shuya y sonrió.

—Encontré una casa en la que había una gallina. Parecía que no le habían dado de comer desde hacía días y estaba muy débil.

Shuya protestó:

—Cuando tú y yo comimos la sopa, no noté los huevos…

Shogo levantó las cejas.

—Solo encontré uno, lo siento. Soy más amable con las chicas. Soy así.

Shuya ahogó unas risillas.

Shogo regresó a la cocina y trajo té. Shuya y él se tomaron un té mientras Noriko se terminaba su comida. El té desprendía una suave dulzura y un aroma nostálgico y agradable.

—Maldita sea —gruñó Shuya—. Es como si todo fuera genial, los tres aquí sentados así…

Shogo sonrió y dijo:

—Luego haré un poco de café. ¿Tú prefieres té, Noriko?

Con la cuchara todavía en la boca, Noriko sonrió y asintió.

—Oye, Shogo… —Shuya tenía algo que decirle. Por supuesto, el hecho era que todavía se encontraban en aquel juego mortal, pero ahora que parecía que Noriko se estaba recuperando, empezaba a sentirse un poco sentimental—. Un día los tres tomaremos juntos un té. Estaremos en el porche de una casa y disfrutaremos de los cerezos en flor.

Aquello parecía bastante improbable. Sin embargo, Shogo hizo una mueca de humorístico desprecio y dijo:

—Vaya, yo creía que eras un rocker. Hablas como un abuelo.

—Ya lo sé. No eres el primero que me lo dice.

Shogo se rio para sus adentros. Shuya se rio de buena gana, y también Noriko.

Cuando esta se terminó la cena, dijo:

—Gracias.

Shogo recogió los cuencos y señaló la taza de té de Shuya, que ya había terminado.

—Shogo —dijo Noriko—, ahora me encuentro totalmente bien. Muchas gracias, de verdad. Siento mucho los problemas que os he causado.

Shogo sonrió y contestó.

De rien, pero parece que el antibiótico no era necesario.

—No. Ya sé que suena un poco raro, pero creo que me hizo sentir lo suficientemente segura para poder dormir.

Shogo sonrió de nuevo.

—Bueno, podías tener septicemia. En cualquier caso, deberías descansar un poco más. Tranquila. —Luego Shogo se dirigió a Shuya—: ¿Te importa si yo también duermo un poco?

Shuya estuvo de acuerdo.

—¿Estás cansado?

—No, no mucho, pero es mejor dormir cuando se puede. Una vez que salgamos de aquí, me quedaré despierto toda la noche. ¿De acuerdo?

—Sí, vale.

Shogo hizo un gesto de asentimiento, cogió la bandeja y se la llevó al pasillo.

—Shogo, deberías dormir aquí —dijo Noriko, señalando la otra cama de la salita de reconocimiento.

Shogo se volvió desde la puerta y sonrió como si estuviera diciendo «No, gracias».

—No quiero entrometerme entre vosotros dos. Dormiré en el sofá de esa habitación. —E indicó la salita de espera con la cabeza, y añadió—: Por favor, sed considerados con los vecinos si os enrolláis.

En la penumbra de la habitación, Shuya pudo ver cómo Noriko se ponía como un tomate.

Shogo abandonó la estancia. Al otro lado de la puerta entornada, Shuya oyó cómo iba a la cocina y luego pasaba a la sala de espera. Todo quedó en silencio.

Noriko esbozó una sonrisa y dijo:

—Shogo es muy divertido.

Fuera por la comida o por cualquier otra razón, su rostro parecía más animado.

—Sí… —Shuya sonrió también—. Hasta ahora nunca había hablado con él, pero me recuerda un poco a Shinji.

No se parecían físicamente en absoluto, pero el modo directo de hablar de Shogo y su capacidad para mantener el sentido del humor a pesar de todo le recordaba un poco a El Tercer Hombre. Por no mencionar que era la viva imagen de todo lo contrario al buen estudiante y, sin embargo, se las arreglaba para ser increíblemente inteligente y digno de confianza.

Noriko estaba de acuerdo.

—¿Sabes?, tienes razón. Totalmente… —luego murmuró—: Me pregunto dónde estará Shinji.

Shuya inspiró profundamente. Se había estado preguntando si habría algún modo de ponerse en contacto con él, pero dadas las condiciones en que se encontraba Noriko, no podía permitirse el lujo de intentar nada.

—Sí, si al menos estuviera con nosotros…

Con Shinji y Shogo de su lado, Shuya pensaba que ninguno de ellos sería abatido. Y si Hiroki Sugimura estuviera con ellos, ya no tendrían nada que temer y serían invencibles.

—Todavía me acuerdo del partido entre clases —dijo Noriko mirando al techo—. No este año, sino el pasado. La final. Shinji estaba solo contra la clase D, que tenían cuatro estudiantes en el equipo de baloncesto del insti. Nuestra clase estaba treinta puntos abajo, pero entonces llegaste tú de tu partido de béisbol, y juntos empezasteis una increíble remontada.

—Sí —asintió Shuya. Se dio cuenta de que Noriko empezaba a mostrarse más habladora. Era una buena señal—. Eso fue lo que pasó…

—Yo estaba allí, animando. Cuando ganamos, Yukie estaba saltando y gritando.

—Sí…

Shuya también se acordaba, porque Noriko, que siempre había sido muy reservada, estaba dando gritos y animando a voces. Yoshitoki Kuninobu estaba apartado de Noriko y las demás. Shuya vio a Yoshitoki, saltando, agitando las manos y haciendo la señal del demonio. Eran gestos muy tímidos, pero aquella demostración de apoyo de Yoshitoki conmovió a Shuya más que todo el griterío de Noriko y el resto de las chicas.

«Yoshitoki…».

Shuya se volvió para mirar a Noriko, y entonces se dio cuenta de que estaba llorando. Alargó la mano hacia ella, cogiéndola del hombro, y le preguntó:

—¿Qué ocurre?

—Oh… —dijo entre callados hipidos Noriko—, me había prometido que no lloraría, pero… entonces he pensado en lo maravillosa que era nuestra clase…

Shuya asintió. Puede que fueran los últimos vestigios de la fiebre o quizá se debiera a los medicamentos, pero Noriko parecía estar en un estado de hipersensibilidad emocional. Le sujetó el hombro con la mano hasta que dejó de llorar.

Al final, Noriko dijo:

—Lo siento… —Se enjugó las lágrimas y luego añadió—: No te lo dije porque podía acabar molestándote…

—¿A qué te refieres?

Noriko miró a Shuya a los ojos.

—¿Sabías que había un montón de chicas colgadas por ti?

El tema de conversación resultó tan inesperado que Shuya no pudo evitar una mueca de sorpresa.

—¿De qué estás hablando?

Pero Noriko continuaba, con el rostro mortalmente serio.

—Megumi… y Yukiko también, creo.

Shuya inclinó la cabeza como si estuviera confuso. Megumi Eto y Yukiko Kitano. Dos de las estudiantes que ya no estaban participando en el juego.

—Ellas. —¿Sería adecuado hablar de ellas en pasado?—. ¿Qué les pasaba a esas dos chicas?

Noriko levantó la mirada hacia Shuya y dijo calladamente:

—Las dos estaban coladas por ti.

El rostro de Shuya se quedó petrificado. Titubeó un poco y luego añadió:

—¿De verdad?

—Ajá —dijo Noriko, apartando la mirada de Shuya, y asintió—. Entre las chicas sabemos esas cosas. Solo quería que pensaras con cariño en ellas. —Y añadió—: La verdad es que no sé si debería decirte eso ahora, dada mi propia situación…

Shuya se representó un tanto turbiamente los rostros de Megumi Eto y Yukiko Kitano. No fue más que una imagen muy vaga. Como unos leves trazos de ambas.

—Vaya… —resopló. Y luego dijo—: Ojalá me lo hubieras dicho después de salir de aquí.

—Lo siento. ¿Te ha sorprendido?

—Sí… un poco.

Noriko volvió a inclinar la cabeza.

—Pero pensé que debías saberlo, por si moría.

Shuya levantó la mirada. Se apretó la muñeca izquierda con la otra mano.

—Mira, por favor, eso ni lo pienses. Estaremos juntos hasta el final. Vamos a salir de esta.

Noriko se asustó un poco ante la repentina intensidad de Shuya.

—Lo siento.

—Oye…

—¿Qué?

—La verdad es que yo también sé de alguien que estaba colado por ti.

Ahora fue Noriko la que miró a Shuya boquiabierta y con los ojos como platos.

—¿En serio? ¿Por mí? —lo dijo inocentemente, pero la expresión de su rostro se desvaneció rápido. Shuya vio la difusa luz de la ventana reflejada como un oscuro rectángulo en sus pupilas. Noriko le preguntó—: ¿Era un compañero de clase?

Shuya negó con la cabeza. Mientras recordaba aquella amable mirada, pensó: «Mierda, qué agradable y hermoso habría sido estar agobiados por un triángulo romántico en el que estuviera envuelto un amigo de toda la vida. Pero eso ya nunca sucederá. No, señor. Sencillamente, no ocurrirá».

—No.

Noriko pareció un tanto aliviada cuando bajó la mirada y se quedó observando las rodillas bajo su falda, y murmuró:

—Entiendo… —Luego levantó la mirada y dijo—: ¿Y quién podía ser? Yo no pertenecía a clubes ni a equipos. Y no tenía amigos en otras clases.

Shuya negó con la cabeza.

—Ahora no te lo diré. Lo haré cuando salgamos de aquí.

Noriko pareció un poco escéptica sobre aquel asunto, pero no siguió con el tema.

Después de permanecer en silencio durante un rato, Shuya se quedó mirando el techo. Aunque se suponía que era obligatorio el orden y la higiene en la clínica, la luz del fluorescente que colgaba del techo estaba llena de polvo y las luces no funcionaban. No podían encenderlas aunque quisieran.

—Megumi-san —dijo Shuya, añadiendo el educado «san» a su nombre. Los chicos pueden ser así de volubles—. Y Yukiko-san. Si es verdad, ¿qué les atraería de mí?

Ya casi estaban totalmente a oscuras, pero Noriko parecía estar sonriendo un poco.

—¿Te importa si te digo mi opinión?

—Claro que no.

Noriko inclinó la cabeza.

—Todo.

Shuya empezó a reírse contenidamente y negó con la cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—Eso es lo que pasa cuando estás enamorado de alguien —Noriko de repente pareció ponerse seria—. ¿No es eso lo que sentías por aquella chica?

Shuya pensó en el rostro de Kazumi Shintani. Meditó sobre ello. Dudó, pero creyó que debía ser sincero.

—Sí, algo así.

—Si no fuera así, no sería verdad —dijo Noriko, como si se estuviera divirtiendo. Dejó escapar una risa callada.

—¿Qué?

—Estoy celosa. Incluso en esta situación, sigue siendo difícil.

Shuya intentó vislumbrar su rostro, apenas discernible ya en la total oscuridad, y dudó si debía decírselo, pero al final decidió que tenía que ser sincero con ella.

—Entiendo perfectamente a ese chico que estaba colgado por ti.

Noriko levantó la mirada. Puede que sus cejas bien definidas temblaran un poco en la oscuridad. Sus labios parecían formar una sonrisa levemente melancólica.

—Eres muy guapa —dijo Shuya.

—Es agradable oírlo, aunque no sea cierto.

—Pero lo es.

—¿Puedo pedirte un favor?

Shuya abrió mucho los ojos, como si le estuviera respondiendo: «Sí, ¿qué quieres?»., pero no estaba seguro de que Noriko hubiera visto su gesto. Ella se inclinó entonces hacia delante, y ligera y cariñosamente, puso sus manos en los brazos de Shuya, apoyando la cabeza en su hombro. Su melena rozó la mejilla y la oreja de Shuya.

Se quedaron así en silencio, durante un buen rato, hasta que la oscuridad que había al otro lado de la ventana pareció iluminarse con la luz de la luna.

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