Aunque ya había pasado más de media hora desde que le habían disparado en la espalda tres veces, y aunque había perdido una enorme cantidad de sangre por culpa del dardo que la había herido en la pierna, Takako Chigusa aún estaba viva. Mitsuko Souma había desaparecido, pero a Takako eso ahora le traía absolutamente sin cuidado.
Se encontraba medio adormilada, como en un sueño. Su familia… su padre, su madre y su hermana pequeña le estaban diciendo adiós con la mano, en la puerta de su casa.
Diría que su hermana Ayako, que era dos años menor que ella, estaba llorando. Le decía: «Adiós, Takako, adiós…». Su padre, tan guapo (de quien Takako había heredado la mayor parte de sus facciones) y su madre (cuyo aspecto había heredado más Ayako), ambos permanecían en silencio, con una mirada muy triste. Y Hanako, la perra, la mascota de la casa, tenía la cabeza gacha y movía el rabo. Takako había acogido y cuidado a Hanako, una perrita muy lista, desde que era una cachorrita.
«Oh, mierda —pensó Takako en sueños—, qué mal. Solo he vivido quince años. Oye, Ayako, cuida de mamá y de papá, ¿vale? Eres un desastre, así que aprende de tu hermanita mayor un poco, ¿eh?».
Luego vio entre nieblas a Kahoru Kitazawa. Su única y verdadera amiga íntima, aquella chica bajita con la que había compartido todo desde hacía siete años.
«Hora de despedirse, Kahoru. Tú eras la que decía que nada, ni siquiera el demonio, podía atemorizarte si hacías todo lo que estaba en tu mano. Yo no tengo miedo. Pero de todos modos es una puta mierda, morirse sola, así…».
Parecía como si Kahoru estuviera gritando. Pero ya no podía oírla bien. Parecía que decía: «¿Y él? ¿Dónde está él?».
¿Él?
Entonces el escenario cambió y se desplazó al vestuario del equipo de atletismo. Sabía que era el verano de su segundo año porque aquellas instalaciones habían sido demolidas el otoño anterior y reemplazadas por un nuevo club de atletismo.
«Eh, esto no es un sueño. Está ocurriendo de verdad. Esto…».
Un antiguo compañero de equipo. Tenía su moderno corte de pelo delante de ella y llevaba una camiseta blanca con la expresión «JoDT!»., y unos pantalones de chándal verdes con rayas negras. Unos ojos burlones, pero cariñosos. Era el tío por el que había estado colgada. Era muy bueno en carreras de vallas. Ahora estaba concentrado en darse un masaje en la rodilla que se había lesionado un poco antes. No había nadie por allí. Takako le dijo: «Tienes una novia muy guapa. Hacéis una pareja fenomenal. (Ah… bueno, cuando se trata de él, me convierto en una chica del montón. Qué patética soy)».
«¿Ah, sí? —dijo levantando la cara y sonriendo—. Tú eres más guapa que ella».
Takako sonrió pero se sintió un poco rara. Estaba contenta de oírlo alabar su aspecto por primera vez, pero el hecho de que pudiera decirle a otra chica que era más guapa que su novia también indicaba lo fuerte que era su relación con ella.
«¿No tienes novio, Takako?»., le preguntó sonriendo.
La escena cambió de nuevo.
Ahora estaba en el parque, pero todo lo veía como muy cerca del suelo.
«Oh, todo esto debe de ser de mi infancia. Debo de estar en segundo o tercero de primaria».
Hiroki Sugimura estaba llorando delante de ella. No era tan alto como ahora. De hecho, en aquel entonces Takako era más alta. Un abusón le había robado su tebeo nuevo al chiquillo.
«Vamos, los chicos no lloran. No seas tan blandengue. Sé fuerte, vamos. Nuestra perrita acaba de tener cachorritos. ¿Quieres verlos?».
«Vale». Hiroki se secó las lágrimas y se marcharon juntos.
Ahora que lo pensaba, Hiroki comenzó a estudiar artes marciales al año siguiente. También dio un estirón por aquel entonces y al final acabó siendo más alto que ella.
Hasta el final de primaria, estuvieron viéndose. En cierta ocasión, cuando ella parecía preocupada, Hiroki le preguntó: «¿Qué pasa, Takako? ¿Algo va mal?».
Takako se lo pensó un poco y luego le dijo lo que le rondaba la cabeza.
«Hola, Hiroki. ¿Tú qué harías si alguien te dijera que le gustas?».
«Humm… No sé, nunca me ha pasado eso».
«¿No estás colgado por nadie?».
«Humm… No. En este momento no», dijo Hiroki.
Entonces, Takako pensó: «Vaya, así que ni siquiera estoy en la lista de Hiroki…».
Bueno da igual. «Ah, ya. Bueno, seguro que buscarías a alguien a quien contárselo».
«Soy demasiado gallina. No creo».
La escena cambió de nuevo. Era la escuela de secundaria otra vez. Habían coincidido en la misma clase de segundo. Estaban hablando el primer día de clase. En un momento dado, Hiroki dijo: «Y resulta que me he enterado de que hay un chico muy solicitado en el equipo de atletismo». Aunque él no lo había dicho directamente, dejaba traslucir que ella tenía un lío con la estrella del equipo de atletismo.
«¿Quién te lo ha dicho?».
«Es lo que se dice por ahí. ¿Cómo va la cosa?».
«Imposible —dijo ella—. Tiene novia. ¿Y tú? ¿Todavía no tienes novia?».
«Déjame en paz».
Takako seguía soñando… «Siempre estábamos a punto de salir. Ambos sentíamos algo por el otro pero… ¿o solo me lo estoy imaginando? Al menos, me gustabas. Es decir… era diferente de lo que sentía por mi compañero de equipo en atletismo. ¿Entiendes lo que te quiero decir?».
El rostro de Hiroki se le apareció. Estaba llorando.
—Takako, no te mueras.
«Vamos, tío, compórtate como un hombre. Los chicos no lloran. Ya eres mayor, pero no has hecho muchos progresos».
Aquello estaba ocurriendo por la gracia de Dios. Takako recuperó el conocimiento otra vez y abrió los ojos.
Hiroki Sugimura estaba mirándola de cerca, envuelto en la cálida luz de la tarde. Detrás de él, veía las copas de los árboles y, entre ellos, fragmentos de cielo azul formaban complejas formas como las del test de Rorschach.
La primera cosa de la que se dio cuenta fue que Hiroki no estaba llorando.
Entonces empezó a divagar…
—¿Cómo has…?
Mientras intentaba formar palabras con los labios, sintió como si estuviera intentando abrir a la fuerza una puerta oxidada. Se dio cuenta de que no iba a vivir mucho más.
—¿Cómo has… llegado aquí?
Todo lo que dijo Hiroki fue:
—Ya ves.
Se arrodilló a su lado y le levantó con cuidado la cabeza. Takako se había caído de bruces, pero por alguna razón estaba boca arriba. La palma de su mano izquierda (su mano izquierda… no, toda su parte izquierda estaba como adormecida, de un modo que no podía sentir nada; puede que fuera por el golpe que Kazushi Niida le había dado en esa parte de la cabeza) sintió un hormigueo bajo la piel… ¿la había llevado Hiroki allí?
Entonces, Hiroki le preguntó bajito:
—¿Quién ha sido?
Era una información importante.
—Mitsuko —respondió Takako. Ni siquiera se acordó para nada de Kazushi Niida—. Ten cuidado.
Hiroki asintió. Y luego dijo:
—Lo siento.
Takako no lo entendió. Miró fijamente a Hiroki.
—Me quedé escondido al salir de la escuela, esperándote… —dijo Hiroki, y apretó fuerte los labios, como si no quisiera continuar—. Pero entonces regresó Yoshio. Me… me distraje medio segundo. Y entonces tú saliste corriendo a toda velocidad… y te perdí. Corrí detrás de ti, llamándote, pero ya estabas demasiado lejos para entonces.
«Oh, no…»., pensó Takako. Así que era verdad. Después de que ella se internara corriendo en los bosques, creyó oír una voz lejana. Pero iba corriendo tan frenética que pensó que era solo su imaginación… Y si no lo era, entonces significaba que había alguien tras ella… así que continuó corriendo a toda velocidad.
«Oh…».
Hiroki la había esperado. Exactamente como había imaginado, él había estado esperándola, arriesgando su vida. Y cuando dijo «Ya ves», probablemente quiso decir que había estado buscándola durante todo este tiempo.
Aquellos pensamientos le hicieron entrar ganas de llorar.
Pero en vez de llorar, hizo todo lo posible por esbozar una sonrisa.
—¿De verdad? Gracias… —Takako sabía que ya no podría hablar mucho más. Intentó imaginar qué podría ser lo mejor que podría decir, pero entonces se le cruzó una extraña pregunta y se esforzó por dejarla salir.
—¿Estás colgado por alguien?
Las cejas de Hiroki se fruncieron, y entonces dijo cariñosamente:
—Sí.
—No me digas que soy yo.
Aún con una mirada triste, Hiroki sonrió débilmente.
—No, no, claro.
—Bueno, entonces…
Takako inspiró profundamente. Sentía como si un veneno se fuera esparciendo por todo su cuerpo, extrañamente frío y al mismo tiempo increíblemente ardiendo.
—¿Puedes… solo… abrazarme fuerte? Pronto se habrá acabado todo…
Hiroki apretó los labios y la levantó, abrazando con fuerza su cuerpo con ambos brazos. Su cabeza estuvo a punto de caer hacia atrás, pero él la sujetó.
Takako supo que aún podía decir una cosa más.
—Tienes que sobrevivir, Hiroki.
«Dios mío, déjame decir una cosa más, una más…».
Takako miró fijamente a los ojos a Hiroki y sonrió.
—Te has convertido en todo un muchachote.
—Y… tú eres la chica con más clase del mundo.
Takako sonrió un poco. Quería darle las gracias, pero ya no tenía aliento. Solo se quedó mirando a los ojos a Hiroki. Estaba agradecida. Al menos no iba a morir sola. La última persona con la que iba a estar cuando todo acabara sería Hiroki. Y estaba agradecida por ello. De verdad que sí.
«Kahoru… gracias, te oí…».
Takako Chigusa se quedó así, tal y como estaba, abrazada a Hiroki, hasta que murió aproximadamente dos minutos después. Sus ojos permanecieron abiertos. Hiroki Sugimura sujetó su cuerpo inánime y sin vida, y lloró amargamente.
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