Aquella primera noche se rompió con un brillante amanecer.
Shuya Nanahara levantó la mirada y observó cómo el cielo azul se iba tornando blanco a través de la enramada. Las ramas y las hojas de los robles, las camelias, algunas especies de bayas y otras clases de árboles tejían una intrincada red en torno a ellos, y les permitían ocultarse a la perfección.
Shuya se percató de algunas cosas mientras volvía a estudiar el mapa. La isla tenía efectivamente una forma como de almendra, más o menos. Había colinas que se elevaban hacia los extremos sur y norte de la isla. Ellos se encontraban ahora en la cara sur de las montañas septentrionales, en las estribaciones, hacia el oeste. De acuerdo con las coordenadas del mapa, era muy probable que se encontraran en el sector C-4. Además del contorno de la isla, el mapa contaba con algunos detalles, y se señalaba la zona residencial y otras casas (indicadas con puntos de color azul claro), otros edificios distintos (no había muchos, además de los símbolos que indicaban una clínica, un parque de bomberos y un faro… y luego, también el ayuntamiento y una cooperativa de pescadores), y las carreteras, las pequeñas y las grandes, que le permitieron comprobar dónde estaba cada casa de acuerdo con las posiciones de las formaciones orográficas, las carreteras y las casas dispersas.
Por la noche, en cuanto alcanzaron suficiente altura en la colina, Shuya había confirmado que el mapa representaba bastante fielmente la isla. Los perfiles de otras islas, grandes y pequeñas, se veían dispersos por el oscuro océano… y como Sakamochi había dicho, casi exactamente al oeste de la isla, se veía la silueta de lo que parecía ser una patrullera con las luces apagadas.
Inmediatamente al oeste de donde se encontraban Shuya y Noriko, el bosque acababa abruptamente y se cortaba con una empinada ladera. Había una pequeña llanura abajo y, un poco más allá, continuaba la ladera hasta descender al océano. Había una diminuta choza con el suelo elevado, en medio de la llanura por la que habían pasado la noche anterior. Al ver las ruinas de un arco sintoísta de madera, como a diez metros de la choza, Shuya dio por supuesto que era el antiguo templo, que también estaba marcado en el mapa. La puerta principal estaba abierta, y no había nadie dentro.
Tomando la misma decisión que había adoptado respecto a otras casas, Shuya se negó a esconderse en aquel templo. Puede que hubiera gente allí… y dado que solo había una entrada, se verían cazados en cuanto aparecieran por la puerta.
Shuya optó por un lugar en la espesura, rodeado de arbustos, relativamente cerca del mar, donde pudieran tumbarse y descansar. Más arriba, en la colina, los arbustos parecían más espesos, pero pensó que eso también atraería a otros, y en caso de que se toparan con otro que resultara ser un enemigo, pensó que sería mejor estar en un lugar no tan empinado, donde resultara más fácil correr. Después de todo, Noriko tenía la pierna herida.
Shuya se sentó y se recostó contra un árbol que apenas tenía diez centímetros de anchura, Noriko se acomodó justo a su lado y se apoyó en el árbol, con la pierna herida estirada. Estaban completamente exhaustos. Noriko cerró lentamente los ojos.
Shuya comentó con Noriko las posibilidades que tenían, pero no llegaron a nada concreto.
Primero pensó en buscar un bote para escapar de la isla. Pero inmediatamente se dio cuenta de lo ridículo e inútil que sería. Había patrulleras en mar abierto y además…
Shuya, lentamente, se buscó el cuello y tocó la gélida superficie de «aquella cosa». Casi se había acostumbrado a la sensación, pero aquello resultaba pesado, como si fuera su ineludible destino asfixiando su existencia.
Sí: el collar.
Si desde la escuela se transmitía una señal especial, la bomba en el interior del collar explotaría. De acuerdo con las reglas del juego, eso le ocurriría a cualquiera que fuera localizado en una zona prohibida, pero naturalmente lo mismo se le aplicaría a todos los que intentaran escapar por mar. En realidad, aquellos collares convertían a las patrulleras marinas en una prevención innecesaria. Aunque consiguieran encontrar un bote, sería imposible escapar mientras tuvieran aquellos collares en el cuello.
La única salida para ellos era atacar a Sakamochi en la escuela e inhabilitar los collares. Pero el sector G-7, donde estaba emplazada la escuela, se había declarado zona prohibida en cuanto había empezado el juego, así que era imposible acercarse allí. Además, sus posiciones estaban siendo monitorizadas constantemente.
Estuvo pensando en todo aquello mientras la mañana comenzaba a clarear. Sería peligroso para ellos moverse a la luz del día. Pensó que, para desplazarse, debían esperar otra vez a que se hiciera de noche.
Pero ahí también había un problema: el límite temporal. «Si en el transcurso de veinticuatro horas no muere nadie…». La última vez que Shuya vio a un muerto fue cuando salió de la escuela, lo cual debió de ser unas tres o cuatro horas antes. Si todos conseguían sobrevivir durante lo que quedaba del día y la noche, en poco más de veinte horas todo el mundo moriría. Y aunque intentaran escapar por algún medio, al anochecer podría ser ya demasiado tarde para hacer nada. Irónicamente, el hecho de que sus compañeros fueran muriendo implicaba que los estudiantes que quedaban sobrevivirían aún algún tiempo. Los vivos compraban tiempo con la muerte de los demás. Shuya intentó quitarse aquella idea de la cabeza.
Estaban atrapados.
Shuya siguió pensando que… si al menos se encontrara con Shinji Mimura. Con todo lo que sabía y toda la experiencia que tenía, un tío como Shinji podría dar con una solución a su situación.
Aún se arrepentía de no haberse arriesgado a esperar a Shinji después del ataque de Yoshio Akamatsu. «No sé si hice lo correcto. ¿Me habrían atacado si me hubiera quedado? A lo mejor Yoshio Akamatsu había sido el único, la excepción…».
No… eso no tenía por qué ser verdad. Podría haber un montón de enemigos. Y, para empezar, era imposible determinar quién era tu enemigo. ¿Quién era todavía normal y quién no lo era ya? «Pero… a lo mejor somos nosotros los únicos que no estamos siendo normales… ¿Estaremos locos?».
Le pareció que acabaría perdiendo la cabeza.
«Bueno, al final, no tenemos más remedio que quedarnos sentados aquí y ver qué pasa. Pero ¿encontraremos alguna solución? Si no sacamos nada en claro, podemos esperar hasta la noche e intentar buscar a Shinji Mimura… Pero a lo mejor ni siquiera podemos hacer eso». Aunque la isla era bastante pequeña, con un diámetro de seis kilómetros, encontrar a alguien en esas condiciones no sería fácil.
«Además… supongamos que por un golpe de suerte (menuda expresión) acabamos dando con Shinji, o nos quedamos nosotros dos solos, y de algún modo nos las arreglamos para escapar: en ese caso, seríamos considerados fugitivos. A menos que emigráramos a algún sitio, pasaríamos el resto de nuestras vidas como fugitivos.
Y al final, un día, acabaríamos siendo asesinados por un agente gubernamental en algún callejón solitario, y abandonarían nuestros cadáveres en un basurero para que las ratas devoraran nuestros dedos…
»Al final, lo mejor sería volverse loco».
Shuya pensó en Yoshitoki Kuninobu. Lamentaba enormemente su muerte, pero a lo mejor había tenido más suerte que él. Al menos él no tenía que sufrir aquella locura, aquella situación que parecía absolutamente desesperada.
«Lo mejor que podríamos hacer sería suicidarnos. ¿Estaría Noriko de acuerdo con esta idea?».
Shuya la miró de reojo y observó por primera vez en su vida el perfil de Noriko a la sosegada luz del amanecer.
Tenía unas cejas bien definidas, unas suaves pestañas enmarcaban sus ojos cerrados, una bonita nariz chata y labios carnosos. Era una chica muy guapa. Ahora entendía por qué Yoshitoki estaba colgado por ella.
Tenía un poco de tierra en la cara y el pelo enmarañado, de una longitud que le sobrepasaba un poco los hombros. Y… por supuesto, el collar. Aquel llamativo collar plateado rodeaba su cuello como si fuera una esclava de la antigüedad.
Aquel maldito juego estaba acabando con todos sus atractivos.
De pronto, Shuya sintió que fluía por todo su cuerpo una increíble furia. Y con la ira, volvió en sí.
«No vamos a perder. Sobreviviremos. Y no solo eso, vamos a luchar. Y no será un ataque de un inútil. Me han lanzado una buena pelota y les voy a dar con todo el bate de béisbol en la cara».
Noriko abrió los ojos. Sus miradas se encontraron y quedaron fijas. Entonces Noriko dijo calladamente:
—¿Qué pasa? ¿Algo va mal…?
—Nada… Bueno, estaba pensando.
Shuya se sintió un tanto cohibido, porque Noriko lo había pillado mirándola, así que solo protestó:
—Ya sé que suena un poco extraño, pero espero que no estés pensando en suicidarte.
Noriko miró al suelo; su rostro dejaba traslucir dudas y esbozó un gesto que podría llamarse sonrisa. Luego dijo:
—¡Ni hablar! Aunque…
—¿Aunque qué?
Noriko se lo pensó unos momentos y luego dijo:
—A lo mejor me suicidaría si fuéramos los últimos que quedáramos con vida. Así al menos tú podrías…
Atónito, Shuya negó con la cabeza. Lo hizo con todas sus fuerzas. Había mencionado la idea solo por decir algo, al azar. No esperaba que le contestara eso.
—No digas tonterías. Ni siquiera lo pienses. Mira, tú y yo vamos a estar juntos hasta el final. Y no importa nada más. ¿Vale?
Noriko sonrió un poco, le ofreció la mano y cogió la de Shuya.
—Gracias —dijo.
—Mira, vamos a conseguirlo. Ni se te ocurra pensar en morir.
Noriko volvió a sonreír un poco. Y luego dijo:
—Entonces, ¿no te has rendido, Shuya?
Él levantó el mentón con bastante decisión.
—Por supuesto que no.
—Siempre estuve segura de eso, porque tú tienes esa fuerza positiva —dijo Noriko.
—¿Fuerza positiva?
Noriko sonrió.
—No sé cómo expresarlo, pero tienes una actitud positiva en la vida. Como ahora mismo, que estás totalmente decidido a vivir. Y… —Aún mantenía aquella débil sonrisa en su rostro cuando lo miró directamente a los ojos—. Eso es lo que de verdad me gusta de ti.
Shuya sintió una punzada de vergüenza y contestó:
—Eso es porque soy un idiota. —Y luego añadió—: Aunque pudiéramos escapar, ¿sabes?, eso no tendría mucha importancia para mí, porque no tengo padres. Pero tú… pero tú no podrías volver a ver a tu madre, a tu padre… o a tu hermano. ¿Podrías vivir con eso?
Noriko volvió a sonreírle otra vez.
—Podría vivir con eso… Ya me he hecho a la idea, desde que… comenzó este juego. —Luego se detuvo, y añadió—: ¿Y tú?
—¿A qué te refieres?
—No podrías volver a verla más…
Shuya dudó. Era verdad, Noriko lo conocía muy bien. Como ella misma había dicho: «Te he estado observando desde hace mucho tiempo».
Shuya habría mentido si hubiera dicho que no le importaba. Había estado colado por Kazumi Shintani durante todo aquel tiempo. La idea de no volver a verla era…
Pero Shuya se quitó la idea de la cabeza.
—Bueno, no tiene mucha importancia.
Pensó añadir: «Es un idilio de una sola dirección», pero fue interrumpido por el repentino graznido de la voz de Sakamochi resonando en el aire.
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