12

En la parte norte de la isla, en el punto contrario en el que se encontraba Kazuo rodeado de los cadáveres de sus compañeros de clase, un elevado acantilado se asomaba sobre el mar. Seguramente tenía más de veinte metros de altura. En lo alto del acantilado había una pequeña explanada, coronada con hierba y maleza. Las olas se estrellaban contra el acantilado y explotaban convirtiéndose en niebla que se esparcía con el viento cálido.

Sakura Ogawa (la estudiante número 4) y Kazuhiko Yamamoto (el estudiante número 21) estaban sentados al borde de aquel acantilado. Tenían las piernas colgando. Sakura tenía cogida dulcemente la mano de Kazuhiko.

Sus mochilas, sus bolsas de viaje y las brújulas estaban dispersas a su alrededor. Justo cuando Kazuo les había ordenado a los otros reunirse en el extremo sur de la isla, Sakura había garabateado «en la punta norte» en el trozo de papel. Había escrito aquellas palabras (justo después de «Nos mataremos») y le había pasado el mensaje a Kazuhiko. Al menos habían tenido suerte y habían quedado en un lugar distinto del escogido por Kazuo. A pesar de las circunstancias, tenían la fortuna de poder disfrutar de algún tiempo solos. Del cinturón de Kazuhiko colgaba un Colt 357 Magnum, pero ya sabía que no iba a utilizarlo.

—Qué calma… —murmuró Sakura. En su bonito perfil, adornado con su pelo, bastante corto para tratarse de una chica, y su amplia frente, parecía esbozarse una sonrisa. Era alta, así que tenía una figura esbelta, y estaba sentada con la espalda muy recta, como siempre. Kazuhiko acababa de llegar. Se habían abrazado. El cuerpo de Sakura tembló ligeramente, como un pajarillo herido.

—Sí, es verdad… —dijo Kazuhiko.

Aparte del puente de su nariz, que era ligeramente ancho, el chico resultaba bastante bien parecido. Apartó la mirada para contemplar el panorama. El mar oscuro se extendía bajo la luz de la luna, con los negros perfiles de las islas dispersos aquí y allá, y a lo lejos, tierra firme. Las luces brillaban resplandecientes en las islas y en lo que parecía ser el Honshu de tierra firme en la distancia. Era poco antes de las tres y media de la madrugada. Allí donde aquellas luces parecían flotar en la oscuridad, la gente dormía tranquilamente en sus camas. O quizá había jóvenes como él, estudiando hasta altas horas de la noche para los exámenes de ingreso en la universidad. No parecía que todo aquello estuviera muy lejos, pero en esos momentos resultaba lejano e imposible, fuera de su alcance…

Kazuhiko confirmó la existencia de un pequeño punto negro situado aproximadamente a doscientos metros mar adentro. Parecía que podría ser uno de aquellos barcos que había mencionado Sakamochi «que matarán a cualquiera que intente escapar por mar». Aunque el Mar Interior de Seto siempre estaba muy frecuentado por el tráfico naval, incluso por la noche, no había pasado ni un solo barco con las luces encendidas. El Gobierno había prohibido cualquier tráfico marítimo por allí.

Empezaba a hacer frío. Kazuhiko apartó la mirada de aquel punto negro. Había visto los cadáveres de Mayumi Tendo y de Yoshio Akamatsu cuando salió de la escuela. También había oído el sonido de los disparos en la distancia antes de llegar al acantilado. El juego había comenzado, y continuaría hasta el final. Él y Sakura ya se habían dado cuenta de aquello, y ya no parecía importarles siquiera.

—Muchas gracias por esto… —Sakura estaba mirando un pequeño ramito de flores que tenía en la mano. En su camino hacia el norte, Kazuhiko había encontrado algunas flores, como de tréboles, y las había cogido. Al final de los largos y delgados tallos, los pequeños pétalos se arracimaban como los pompones de una animadora. No era precisamente la colección de flores más impresionante del mundo, pero era todo lo que había podido encontrar.

Kazuhiko hizo todo lo posible por sonreír.

—Oh, no tiene importancia…

Sakura bajó la mirada hacia su ramito de flores, y al final dijo:

—Parece que nunca podremos volver a casa juntos. No podremos pasear juntos por la ciudad, ni comer helados ni hacer nada más ya…

—Bueno…

Sakura interrumpió a Kazuhiko.

—Es una tontería resistirse. Debería haberlo sabido. Mi padre estaba contra el Gobierno, y entonces un día…

Por su mano, Kazuhiko supo que Sakura estaba temblando.

—Y entonces un día vino la policía y lo mataron. Ninguna explicación, nada. Simplemente llegaron y, sin decir ni una palabra, le dispararon y lo mataron. Todavía puedo recordarlo claramente. Nosotras estábamos en la cocina. Yo todavía era pequeña. Estaba sentada a la mesa. Mi madre me abrazó fuerte. Luego crecí y siempre comí en esa mesa.

Sakura se volvió hacia Kazuhiko.

—No sirve de nada resistirse.

Era la primera vez que le contaba lo del asesinato de su padre, aunque ya llevaban saliendo dos años. La primera vez que se acostaron, hacía solo un mes, en casa de Sakura, ella ni siquiera lo había mencionado.

Kazuhiko sentía que tenía que decirle algo, pero todo lo que se le ocurría le resultaba extraordinariamente manido.

—Uf… eso tuvo que ser duro.

Pero Sakura esbozó una sonrisa.

—Eres muy amable, Kazuhiko. Muy amable. Eso es lo que me gusta de ti.

—Tú también me gustas a mí. Te quiero mucho.

Si no fuera tan torpe con las palabras, Kazuhiko podría haber dicho muchas más cosas. Mucho sobre lo que los gestos, las palabras, sus delicados modales o su alma pura e inmaculada significaban para él. Y, en resumen, podría haberle dicho lo importante que era Sakura para él. Pero no fue capaz de expresarlo. Solo era un estudiante de tercero en el instituto, y… peor aún: la redacción era una de sus asignaturas pendientes.

—Bueno. —Sakura cerró los ojos e inspiró profundamente, como si sintiera cierto alivio. Luego soltó el aire.

—Lo único que quería era asegurarme de que te vería. —Y añadió—: Van a suceder cosas horribles. No… ya han empezado. Ayer mismo éramos todos amigos… y ahora vamos a matarnos los unos a los otros.

Al expresar aquello con palabras, volvió a estremecerse y de nuevo Kazuhiko lo supo por el temblor de su mano.

Sakura le dedicó una leve sonrisa que denotaba temor y la terrible ironía del destino que les esperaba.

—No puedo con esto.

Por supuesto que no. Sakura era muy buena. Kazuhiko no conocía a nadie mejor.

—Además —añadió Sakura—, no vamos a poder regresar juntos. Aunque por algún milagro uno de los dos pudiera salvarse, ya nunca más volveríamos a estar juntos. Incluso aunque… aunque yo lograra sobrevivir, no podría soportar la vida sin ti. Así que…

Sakura se detuvo. Kazuhiko comprendió adónde quería llegar. «Así que me voy a quitar la vida aquí. Antes de que nadie lo haga. Delante de ti».

Pero, en vez de concluir lo que quería decir, añadió:

—Sin embargo, tú tienes que vivir.

Kazuhiko sonrió tristemente, luego le apretó fuerte la mano y negó con la cabeza.

—Ni hablar, me voy contigo. Aunque lograra sobrevivir, no podría soportar la vida sin ti. No me dejes solo.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Sakura cuando apartó la mirada de Kazuhiko. Enjugándose los ojos con la mano izquierda, con la que sostenía el ramito de flores de trébol, dijo de repente:

—¿Viste el ultimo capítulo de Esta noche, en el mismo lugar, que ponen todos los jueves por la noche a las nueve?

Kazuhiko asintió. Era una serie de la cadena de televisión nacional DBS, producida por la Televisión Nacional de la República del Gran Oriente Asiático, pero era bastante buena, y durante años estuvo entre las series más vistas de la tele.

—Sí, claro, la vi. Tú querías que la viera.

—Sí, quería que la vieras. Así que estaba pensando…

Mientras hablaba, Kazuhiko pensaba: «Así es exactamente como hemos hablado siempre. Siempre sobre cosas muy normales y triviales, pero así éramos felices. Sakura quiere que sigamos así para siempre».

Aquel pensamiento de repente hizo que quisiera llorar.

—Bueno, me pareció bien que los dos protagonistas acabaran juntos. Se supone que así tenía que ser. Pero no estoy tan segura respecto a Mizue, la novia de Miki, la que interpretaba Anna Kitagawa. ¿Cómo es posible que Mizue renunciara al chico que le gustaba? Yo desde luego habría ido tras él.

Kazuhiko sonrió.

—Sabía que dirías eso.

Sakura se rio tímidamente.

—No puedo ocultarte nada. —Luego dijo alegremente—: Aún me acuerdo cuando empezamos a ser compañeros de clase en secundaria. Eras muy alto y muy guapo, claro, pero lo que realmente me acabó de rendir es que pensé: «Vaya, este chico sí que me entiende. Sabe lo que pienso en el fondo del fondo de mí corazón».

—No sé muy bien cómo decir esto, pero… —Kazuhiko se mordió un poco la lengua y se lo pensó durante unos instantes, y luego aseguró—: Creo que yo sentí lo mismo.

Lo dijo bastante bien.

Luego se inclinó un poquito hacia Sakura. Con las manos aún entrelazadas, Kazuhiko la rodeó por el hombro.

Así se abrazaron y besaron. ¿Fueron solo unos segundos? ¿Fue un minuto? ¿O fue toda una eternidad?

En cualquier caso, el beso se acabó. Oyeron un crujido de ramas y hojarasca a sus espaldas. Sintieron que había alguien entre los arbustos, detrás de ellos. Aquella era su señal: viajeros, al tren. El tren va a partir, así que lo mejor es que suban y se acomoden.

Ya no tenían nada que decirse. Podrían haber luchado contra el intruso. Kazuhiko podría haber cogido su pistola y haberla utilizado contra la persona que estaba tras ellos. Pero Sakura no quería que lo hiciera. Lo que quería era dejar este mundo en paz, antes de verse arrebatados por aquella horrible masacre. Nada era más importante para él que ella. No había lugar para contemplaciones y dudas. Si aquello era lo que su delicado espíritu deseaba, así sería, y él la seguiría hasta el final. Si hubiera sido más elocuente, podría haber descrito sus sentimientos con una frase del tipo: «Voy a morir por tu honor».

Sus dos cuerpos bailaron en el aire frente al acantilado, sus manos aún aferradas la una a la otra, con el oscuro mar debajo.

Yukie Utsumi (la estudiante número 2) asomó la cabeza un poco entre los arbustos. Contuvo el aliento y los observó. De ningún modo tenía intención de hacer daño a nadie, así que no tenía ni idea de que el ruido que había hecho era la señal de su partida. Simplemente se sorprendió al ver a la pareja número uno de la clase desapareciendo detrás del herboso acantilado. El ruido de las olas que salpicaban y bañaban calladamente la cara rocosa del acantilado continuaba inmutable, y los pequeños tréboles de Sakura continuaban allí, sobre la hierba.

Y cuando Haruka Tanizawa (la estudiante número 12) se acercó a ella por la espalda y le preguntó «¿Qué pasa, Yukie?»., esta solo pudo quedarse allí de pie, inmóvil, temblando.

QUEDAN 32 ESTUDIANTES