ENTRADA 40
Esta noche he vuelto a beber mucho. Ahora, mientras escribo esto, tengo una resaca de espanto, pero es un justo precio a mis excesos, supongo. Nunca había sido un gran bebedor, ni mucho menos, pero desde que todo este infierno comenzó le he pegado tal meneo a mi mueble-bar que está casi en las últimas. Supongo que es mejor así.
Hace un montón de noches que no soy capaz de dormir bien. La tensión, la ansiedad, el ruido monótono e inmisericorde, constante, de esas cosas ahí fuera, forman un cóctel demasiado fuerte para mi mente. He pensado en tomar algún tipo de pastillas para dormir, pero me da miedo el sueño inducido químicamente. Si esas cosas se las arreglasen para entrar mientras estoy bajo los efectos de un par de pastillas de Valium, ni me enteraría. Sería un plato calentito y dormido puesto en bandeja de plata delante de ellos. Así que Valium no, gracias.
También he pensado en poner un poco de música para no oír sus golpes y gemidos, pero si la pongo lo suficientemente alta para que enmascare sus ruidos, lo único que voy a conseguir es atraer a docenas, cientos de ellos delante de mi puerta. Como un jodido flautista de Hamelin, pero con esas cosas. No me parece buena idea. Me he puesto los cascos del MP3 un rato, pero no he aguantado con ellos ni cinco minutos. Cada dos por tres me parecía sentir como el portalón de acero cedía y ellos subían las escaleras, buscándome. Me he arrancado los cascos tres o cuatro veces mientras me sentaba en la cama, temblando, agarrado a una pistola que ni siquiera estoy seguro de saber usar. Dios, el alcohol, la tensión y la falta de sueño me están volviendo un paranoico. Tengo que tomar una determinación acerca de qué hacer, si no quiero volverme loco.
Entre ayer y hoy han pasado tres cosas, una buena, una regular y una mala. La buena es que estaba trasteando con la radio de onda ultracorta, saltando de un dial a otro, como llevo haciéndolo desde hace varios días, y sin captar ninguna emisión, cuando de repente he cogido una señal. Es débil, llena de estática y con interferencias, pero es una voz humana, de eso no cabe la menor duda. Cuando la he recibido he pegado un bote de alegría y le he pegado tal achuchón a Lúculo que éste se ha pasado todo el día mirándome acusadoramente. Parece algún tipo de emisora militar, emitiendo partes breves de noticias y recomendaciones. Por lo visto, las Islas Canarias aún aguantan y el gobierno y la Familia Real están allí refugiadas. He oído un mensaje del Rey, pero no he entendido casi absolutamente nada de lo que ha dicho, por culpa de las interferencias, pero era él, no me cabe la menor duda.
En resumen, vienen a decir que las Canarias están hasta los topes de gente proveniente de la Península, que el combustible, los alimentos y el agua comienzan a escasear en las Islas así que recomiendan NO dirigirse allí. Unidades de la Armada desviarán cualquier buque o aeronave que intente llegar hasta ellos. Que grandísimos hijos de puta. Son como los supervivientes del Titanic que estaban en los botes y que golpeaban con los remos a los que, desde el agua, trataban de subir a bordo de ellos. Están en su precioso y seguro bote y tienen miedo de que si nos subimos demasiados, éste vuelque y se hunda. Así que, en resumidas cuentas, educada, pero firmemente, nos mandan a tomar por el culo. Que nos busquemos la vida, vamos. Sé que no son buenas noticias, pero el saber que no soy el último superviviente de la faz de la Tierra me llena de un inmenso alivio. Además, que les den morcilla. Si Canarias es segura, eso significa que tiene que haber más sitios seguros. Más sitios con gente, con comida, conversación, calor y agua caliente (¡¡Dios, mataría por un buen baño!!).
Las 52 fuerzas provinciales, reducidas después a 40, han tenido que ser refundidas en 4 grandes unidades, con su fuerza extremadamente limitada. Las bajas han sido espantosas (el pobre chaval envuelto en un plástico en mi porche, podría dar buena fe de ello), y las deserciones y las unidades «perdidas» se cuentan por docenas. Únicamente están capacitadas para defender unos cuantos Puntos Seguros, que, de algún modo, se las están ingeniando para sobrevivir, aunque no se sabe por cuanto tiempo (hasta el momento que se les acabe la ultima bala, supongo). El panorama es absolutamente desolador, pero es algo, al fin y al cabo.
La noticia regular es que hoy he vuelto a oír disparos. Han sonado en dirección suroeste, en la zona entre el centro y la carretera de La Coruña. Ha sido cerca del alba, una serie de disparos cortos, como de arma pequeña y después una serie de hipidos rápidos que juraría que son de algún tipo de rifle de asalto. Han durado cerca de media hora y de repente, han cesado de manera brusca. O bien ya no les queda contra quien disparar… O ya no queda ninguno de los tiradores. Vaya mierda.
La noticia mala es que no se nada del imbécil de mi vecino desde hace casi veinticuatro horas. Por más que le llamo por encima de la tapia, no atiende a mis llamadas. Tiene un perro, un mestizo feo y malo como el diablo, que ha sido enemigo jurado de Lúculo desde que lo trajo a su casa y que siempre está rondando cerca de la tapia, supongo que con la esperanza de que mi gato resbale y caiga. Sin embargo, hace apenas una hora he oído unos gañidos horribles que salían desde el interior de la casa. Parecía como si alguien estuviese asesinando al pobre bicho. Después, ha cesado. Ahora, hace un rato, me he vuelto a asomar a la tapia. No veo nada, ni al perro ni a su dueño. Nadie atiende mis llamadas. Solo los montones de tablones, correctamente apilados en el patio trasero de Miguel, son testigos de lo que sea que esté pasando. Y mucho me temo que a mí no me va a gustar. Tengo que estar preparado. Joder.