Capítulo 8

Leslie abrazó a Nick con alegría y lo invitó a pasar. No iba a reflejar lo angustiada y lo dolida que estaba con la actitud de Markus, pues debían ocuparse de cosas más importantes, como, por ejemplo, la seguridad y el bienestar de todos.

Nick seguía siendo arrebatador. Llevaba su rubio cabello tan despeinado como siempre; conjuntaba a la perfección con sus ojos ambarinos, parecidos a los de un tigre. Llevaba una camiseta blanca de algodón y unos tejanos largos y rotos con unas deportivas blancas.

—Me alegra mucho verte —dijo Leslie, que lo invitó a entrar con una sonrisa de oreja a oreja.

Nick miró alrededor y silbó, impresionado.

—Me dijeron que tu casa era espectacular, Connelly. No iban desencaminados.

—Gracias. Invertí el regalo de un buen amigo para conseguirla —reconoció con una mirada agradecida.

Nick había cobrado el cheque de dos millones de dólares por ser ganador del torneo DS; y lo había dividido en cuatro partes iguales entre sus amigos: Lion, Cleo, ella y, por supuesto, para él mismo.

Con ese dinero, Leslie había comprado la casa y unas cuantas chucherías que le encantaban. Era un increíble empujón para iniciar su nueva vida y aprovechar la excedencia lo mejor posible.

—No sé qué decirte, Nick…

—No me digas nada —contestó él dejando la bolsa sobre la mesa—. Te lo merecías. Creo que nos lo merecíamos todos. Un año en la piel de otro te cambia por completo y hace que pierdas muchas cosas. Cuesta de digerir —aseguró frotándose la nuca—. Los quinientos mil cubren esos costes, ¿no crees?

—Ayudan —concedió ella, que estudió sus gestos y su actitud. Leslie conocía la turbulenta historia de Nick y de su exmujer. ¿Habrían arreglado ya sus diferencias? Le encantaría preguntarle sobre ello, pero todavía no era el momento—. Supongo que Cleo y Lion te han informado de todo.

Nick asintió y no hizo falta decir nada más.

—Absolutamente de todo. El ruso tiene una hija de la que tú te haces cargo. A él lo están buscando los superiores y tú estás en un buen lío. Yuri Vasíliev ha escapado de la cárcel y todo apunta a que se vengará de lo que le hicisteis a su padre. Y a mí me encantan los líos. —Dio una palmada y se frotó las manos—. Os puedo echar un cable —dijo seguro de sí mismo—. He traído mis chismes para poder controlar los movimientos de ese hijo de puta de Venger. Necesitaré un tiempo para conectarlo a los satélites y ripear el programa oficial del FBI y de la CIA para reconocimientos faciales. Pero, una vez que lo tenga, lo ficharemos.

—El problema no es él —los interrumpió Markus, que apareció como si fuera un dios omnipresente. Entró en el salón con la caja de herramientas—. El verdadero problema es su cuadrilla. Venger no vendrá personalmente a buscarnos. Su banda sí.

Nick miró a Markus de arriba abajo. El ruso se estaba convirtiendo en leyenda, y ahora lo tenía frente a sus narices.

—Si es el sucesor de Robert Hanssen… —bromeó Nick, en referencia al nombre de otro doble agente ruso que había pasado a la historia.

—Lébedev. —Markus se acercó a Nick y le ofreció la mano.

—Summers. —Nick la aceptó y se presentó—. Tío…, me ascenderían a jefe superior si te delatara. Es una tentación muy grande, no creas que no me lo estoy pensando —reconoció.

Markus miró a Leslie sin tenerlas todas consigo. Ella se encogió de hombros, como si estuviera dispuesta a venderlo.

—Es para pensarlo, ¿verdad? —recalcó la chica bromeando con Nick—. Lo entregamos y se acabaron los problemas.

—Para vosotros empezarían —los advirtió Markus.

Leslie y Nick se echaron a reír.

—Joder, es una broma —aclaró Nick.

—Este hombre no tiene sentido del humor, Summers —dijo Leslie, que se sentó cómodamente en una silla—. Deberías saberlo. No cuentes chistes ni chascarrillos ni anécdotas de las tuyas, porque tienes ante ti al señor Alatriste. Tiene miedo de sonreír, porque, al parecer, cada vez que lo hace, la luz de un hada se apaga.

Markus la miró de reojo, atónito con su sentido del humor.

—Vaya… —Nick miró a uno y a otro, como si inhalara en el ambiente el olor a sexo entre ellos—. Lo bueno de este momento tan tenso entre vosotros es que no hace falta que me deis explicaciones. Verás, Lébedev —Nick abrió la bolsa que llevaba y sacó un portátil militar de color negro—, no sé si te han hablado de mí.

—Lo sé todo sobre ti —asintió él—. Hago los deberes. Me han dicho que eres un excelente agente…, muy sumiso.

Nick entrecerró los ojos ambarinos.

—El mejor. Sería tu puto esclavo si fueras una mujer y me pisaras los huevos con un tacón de veinte centímetros —bromeó—. Pero, como eres un hombre, tengo el deber de informarte de que si me tocas mucho los cojones, te cortaré la polla, ¿de acuerdo? Y me importará bien poco que seas una máquina de matar a lo Rambo. Ningún hombre es inmortal si le vacían los huevos.

Lébedev se echó a reír, para sorpresa de ambos.

Leslie no se lo podía creer. Al parecer, Markus consideraba que lo de Nick era un chiste, cuando para ella había sido una amenaza en toda regla.

—Eso ha sido gracioso —dijo mirando a Nick con mejores ojos. No le caía mal.

—Entonces nos llevaremos bien. —Nick sacó un disco duro, un lector de tarjetas, otro portátil y un camuflador de IP—. Tardaré un rato hasta que tengamos todo el barrio Francés monitorizado. Hasta entonces —miró a Markus y le hizo ojitos—, id buscando unas buenas ropas para esta noche.

—¿Para esta noche? ¿Qué pasa esta noche? —preguntó Leslie.

—Hoy recibí un mensaje de la Reina de las Arañas. Hace cuatro días, los finalistas y la élite de BDSM del torneo de Dragones y Mazmorras DS llegaron a Nueva Orleans para disfrutar de la semana de vacaciones que, con todos los gastos pagados, les regalaba la organización en agradecimiento por su participación y esfuerzo. Muchos de los que asistirán al evento de esta noche hablarán sobre lo ocurrido en las islas, pues no tenían ni idea de que tras los inversores y patrocinadores del torneo se encontraba un perfil masoquista y sectario, gente que hacía negocio con el tráfico de drogas y de personas. Los miembros de BDSM más influyentes quieren dar su opinión y reunirse para aclarar todo lo sucedido, pedir disculpas y demostrar su inocencia mediante una recaudación de fondos para un refugio de niños pobres aquí en Nueva Orleans. Para ello, hoy por la noche celebran en el Temptations de Bourbon Street una fiesta BDSM.

—¿Una recaudación de fondos mediante el BDSM? —preguntó Markus, que estaba a punto de echarse a reír.

—No te imaginas la de millonarios que están dispuestos a pagar una barbaridad solo por ver como dos mujeres se azotan la una a la otra y después hacen un cunnilingus —aseguró Nick.

—¿Y crees que estoy aquí para irme de fiesta? —preguntó Markus con tono amenazante. Aquel tipo rubio estaba loco.

—No —dijo Leslie mirando a Nick con interés—. Creo que Nick, en realidad, piensa que Yuri puede estar ahí.

—No sería tan gilipollas de asistir —caviló Markus.

—Yuri es un tipo egocéntrico y poco cuidadoso —explicó Nick—. Pero el evento de esta noche le da la posibilidad de camuflarse. El tema es «el verdugo». Todos irán con máscaras de piel y ocultarán sus identidades.

—Exacto. Es un sadomasoquista y un asesino —apoyó Leslie, cruzada de brazos, asintiendo con interés—, además de un arrogante ególatra que se cree el ombligo del mundo. Un tipo como él tendría la desfachatez de presentarse esta noche solo para reírse de nosotros.

—No solo para desafiaros y marcar el barrio Francés —aclaró Nick—. Yuri es un hedonista. Se debe a sus placeres por encima del deber. Vosotros no le escuchasteis hablar cuando le cortó la cabeza a Thelma —Nick tenía constantes pesadillas con ello—. Se cree un semidios o algo parecido. Cree que su labor es divina. De aquí a dos días se encontrará con el Mago, ¿verdad? No creo que se resista, que desaproveche el viaje para pasearse antes por el Temptations, para saciar su apetito de sexo y dolor.

—No puede ser tan estúpido de dejarse ver —gruñó Markus, rabioso—. Sabe que podemos estar ahí y reconocerle.

—Es vanidoso. Puede que ni siquiera se plantee esa posibilidad. Es Venger, ¿recuerdas? —señaló Leslie—. El terror del Amo del Calabozo y el villano por antonomasia. Yuri se cree su papel de maligno y dominante. Hay muchas mujeres que se mostrarán en el club de striptease, dispuestas a jugar con un amo que las adiestre. Para muchas será su primera vez. Yuri irá en busca de su víctima, porque, en su interior, no deja de ser un maldito sociópata maltratador y machista. No deja de tener serios problemas mentales y no distingue entre la realidad y la ficción. Pongo la mano en el fuego: esta noche Yuri Vasíliev estará entre los invitados. Y, de paso, seguro que intentará obtener información sobre nosotros.

—Lo dicho —recordó Nick—. Buscad un buen atrezo. ¿Tenéis máscaras de piel y látex?

—Sí —contestó ella. Las había guardado de recuerdo; era de las pocas cosas que había mandado traer de su piso de Washington.

—Ah, por cierto —Nick miró a Markus y le guiñó un ojo—, me encanta el Sazerac, y ya que estoy aquí para ayudarte a salvar el culo de tu novia y de tu hija…

—Leslie no es mi novia.

—¡Yo no soy su novia! —exclamó ella, sin perder ni un detalle de lo rápido que había negado el mohicano tal posibilidad.

—Ya, bueno, lo que vosotros digáis. —Nick no le dio importancia a su negación. De hecho no la creyó. ¿Cómo iba a hacerlo cuando la tensión entre ellos le ponía cachondo hasta a él?—. En fin, Lébedev… Agradecería que me trajeras una copita de esa bebida criolla que se gastan aquí. Seguro que conoces esta casa mucho mejor que yo y que sabes dónde guarda Leslie sus platos fuertes —dijo con retintín.

—¿Eres bueno desencriptando información y bases de datos?

—Soy el puto amo —aseguró Nick.

—Yo también. Pero necesito a alguien más que haga particiones conmigo. Te traigo el Sazerac si me consigues descifrar los nombres de todos los correos intercambiados desde la cárcel entre Yuri, Aldo y el Drakon. Sé que el Mago espera citarse con Yuri, pero ahí tiene que haber más de lo que veo. Hay movimientos de cuentas anónimas e ingresos de grandes cantidades de dinero. Quiero saber de dónde vienen y adónde van.

—¿Dónde está la dificultad? —preguntó mirando a Markus como si todo eso fuera un juego.

El ruso no sabía por dónde coger a ese hombre, así que se levantó medio sonriendo y fue a ponerle una copa de Sazerac.

Definitivamente, Nick Summers le caía bien.

—Voy a por tu Sazerac.

Cuando desapareció de su vista, Leslie le dijo a Nick:

—Te acabas de convertir en mi héroe —admitió mirándolo maravillada al comprobar que Markus le obedecía.

—¿Por qué? —Nick encendió sus portátiles y enchufó uno a uno los dispositivos de rastreo.

—Nadie le habla así a Markus.

—No entiendo por qué.

—Porque es… un poco arisco. Y es…, en fin, es Markus: el anticristo.

—¿Arisco? ¿Lo dices porque parece que le hayan pillado la polla con unas pinzas?

Ella se echó a reír.

—Justamente por eso.

—Bueno…, hay que recordarle que es norteamericano. No ruso. Su cara de matón no se estila. Intimida, eso sí. Pero no se estila. Y, de todas maneras, a mí me cae bien. Estoy de su parte —aseguró sin atisbo de duda.

—¿Estás de su parte?

—Sí. Soy un gran fan de El vengador. Markus me recuerda a él. Y creo en sus motivos para hacer lo que hace. —Nick no dejó de mirar ni un segundo la pantalla de su portátil—. Lo admiro por tener carácter suficiente como para ir en contra del sistema.

Leslie lo comprendía. Ella también lo admiraba. No aceptaba sus formas, pero admiraba su valor.

—Ya veo… ¿Tú también crees que uno debe tomarse la ley por su mano?

—No. Creo que, si la ley no lleva a cabo su trabajo y es frágil, otros deben hacer el trabajo que ella no hace. Hay castigos y castigos; condenas y condenas. Lo que le hicieron a Markus —dijo Nick, que negó con la cabeza— no tiene perdón ni reinserción. ¿O tú crees que sí? Yo no creo que meterlos en la cárcel después de haber hecho lo que hacen sea un castigo para ellos. Al contrario, ahí dentro están como en casa, ¿sabes? Tienen televisión, comida gratis, libros, cama para dormir, duchas, patio de recreo, gimnasio… Es casi como una maldita broma de mal gusto. Y, aun así, mira a Yuri Vasíliev: ya está fuera. ¿Y alguien ha ido tras él? No. No están yendo tras él —aseguró, anonadado—. Todos van tras Markus. Van en busca del vengador y no del mafioso. ¿Crees que tiene algún sentido?

Leslie ya no creía en nada. Nick tenía razón. Nada parecía tener sentido.

—Ya no sé qué pensar. Creía tener unos códigos, pero… —A través de la ventana vio a Milenka que nadaba a sus anchas en la piscina bajo la atenta supervisión de Tim, que de vez en cuando miraba hacia la casa, esperando recibir noticias de la persona que había llamado al timbre.

Entonces pensó que ella misma estaba violando todos los protocolos al ocultarle información al director jefe del FBI. Spurs la echaría del cuerpo si se enteraba de que Markus Lébedev estaba en su casa. Y, peor aún, si averiguaba que se acostaba con él.

—Tú también estás de su parte, Leslie. Por eso lo tienes oculto en tu casa, y eso ya me da un motivo más para creer en él.

—¿Así que te gusta el Sazerac? —preguntó para cambiar de tema. Al darse cuenta de que ya no había marcha atrás para ella, se sintió nerviosa. Estaba involucrada con el ruso hasta las cejas.

Nick afirmó con la cabeza.

—Sí, antes lo bebía mucho con mi familia política. Son de Luisiana, ¿sabes?

—¿Los sigues viendo?

Nick negó con la cabeza; un semblante fugaz de vergüenza cruzó su peculiar mirada.

—No. ¿El ruso me va a traer mi bebida? —preguntó de golpe, queriendo evitar su tema personal.

—Claro. ¿Necesitas algo más? —preguntó, interesada por la labor de Nick.

—No. De esto ya me encargo yo… ¿Tenéis asegurado vuestro perímetro?

—Sí. Lion y Markus se han encargado de ello.

—Perfecto. Tú asegúrate de decirle a la niña de la piscina que no puede tocar nada de lo que hay en esta zona. En cuanto vea botoncitos brillantes va a desear meter sus deditos por aquí.

Ella sonrió, enternecida.

—Ahora la aviso.

Recordó que Nick tenía una hija y que le había sido muy difícil separarse de ella. Se llamaba Cindy y tenía dos añitos; seguramente, sería tan movida y curiosa como Milenka.

Sophia, la exmujer de Nick, había recibido la custodia y había pedido que Nick se alejara de la cría cuando malinterpretó la actitud dominante de su marido en la cama por la de un agresor sexual con problemas de personalidad.

Lo que ella no sabía era que Nick se estaba preparando para infiltrarse en un caso de amos y sumisos y que también le gustaba interpretar el papel en su vida real. Solo había querido jugar con su mujer, y se había encontrado con una sonada negativa y una denuncia.

Sophia se asustó y le pidió el divorcio. Sin embargo, seis meses después, pasado el tiempo, pensó que tal vez se hubiera equivocado. Entonces intentó recuperar a su marido, con una actitud valiente y decidida. Se metió en el torneo, aquel del que su marido hablaba a sus espaldas, en foros. Encontró un ama que la adiestrara para estar a la altura. Sophia adoptó el papel de Sophiestication, una sumisa obediente. Así esperaba demostrarle a Nick que lo quería y que le echaba de menos, y que ahora entendía sus necesidades, y que ella también estaba dispuesta a experimentarlas con él, sin miedos y con la mente abierta. Pero el torneo de Dragones y Mazmorras DS tuvo un desenlace trágico. A él lo hirieron y a Sophia la secuestraron para venderla a los amos masoquistas que operaban en línea. Por suerte, Sophia y las demás fueron liberadas. Nick se recuperó de sus heridas.

Leslie sabía por Cleo que Sophia quería recuperar a su marido y que estaba decidida a obtener su perdón.

Pero ya no sabía nada más. No tenía ni idea de cómo les iba.

¿Se habían reconciliado, o acaso Nick ya no quería darle ninguna oportunidad a la osada Sophia?

¿Lo sabría Cleo? Nick nunca hablaba de eso con sus compañeros. Solo Lion había conocido su calvario. Y Cleo lo supo después de encontrarse accidentalmente con Sophia en el avión que se dirigía a las Islas Vírgenes, donde tuvo lugar el torneo.

Leslie se llevaba muy bien con él, pero nunca hubiera imaginado que tras la dócil y buena fachada de Nick se ocultara una historia tan rocambolesca como esa. Y no quería imaginarse por lo que Nick había pasado después de que su propia esposa lo denunciara por malos tratos. Los policías y los agentes hacían el vacío inmediato a los maltratadores con placa.

Ardía en deseos de preguntarle un montón de cosas: «¿Echaba de menos a su hija?», «¿Tenía intención de perdonar a su mujer?», «¿Qué sería capaz de exculpar por amor?»… Eran tantas cosas que hacía esfuerzos por retener su lengua.

Pero nunca había sido una entrometida.

Si Nick quería hablar de ello, ya lo haría cuando se sintiera cómodo.

Y, si no, ¿para qué estaba Cleo, que se enteraba de todo?

***

Comieron todos juntos en la mesa del jardín.

Milenka enseguida quiso conocer a Nick y no dudó en hablar con él. Como Nick tenía una hija pequeña, su maña con los pequeños era palpable. Estaba encantado con ella, y Milenka lo estaba con el pendiente dorado en forma de serpiente que atravesaba el lóbulo de Nick. No dejaba de mirarlo y de toquetearlo; al final, acabó con la oreja roja.

Markus sentía celos y miedo a la vez. Celos por que Nick se había ganado la confianza de Milenka en un abrir y cerrar de ojos. Miedo por que no sabría lo que hacer si la cría se acercaba a él y le pedía que la subiera sobre sus piernas como había hecho con Nick. Tenía ese camaleón de peluche colgado de una mano, y con la otra lo acariciaba.

Era tan bonita… «¿Cómo es posible que haya hecho algo tan espectacular como Milenka?», se preguntaba.

Lion y Cleo llegaron más tarde. Ella explicó que había estado hablando con Magnus, su mejor amigo y capitán de la comisaría de Nueva Orleans. Le había pedido que hicieran guardias por las zonas de Tchoupitoulas y que le avisaran en cuanto vieran cosas raras, como coches ocupados aparcados o gente que no conocieran en el barrio. Además, había pedido un par de coches patrulla para vigilar la calle Bourbon y controlar el Temptations, no fuera a ser que esa misma noche necesitaran ayuda policial.

El guapísimo Magnus obedecía las órdenes de Cleo. Él era su jefe en jerarquía, pero seguía sintiendo cosas por Cleo, aunque ella dejara bien claro que estaba enamorada de Lion.

Por su parte, Tim intentaba llamar la atención de Leslie; le servía todos los platos, las bebidas y estaba continuamente pendiente de ella. Hablaba con ella y le hacía sonreír, pero la sonrisa de Leslie no llegaba a alcanzar sus deslumbrantes ojos.

Markus los observaba con disimulo. Tim no tenía ninguna posibilidad con ella, era ridículo imaginar siquiera que Leslie se enamorara de él. El policía era un muñeco en manos de Les, se lo comería con patatas en un visto y no visto. Aunque, al parecer, Tim deseaba que se lo comiera.

Varias veces, Markus tuvo ganas de agarrarlo de la camiseta y de sacarlo a la calle, como quien retira la basura de su casa. Tim le cargaba. Seguro que era un buen tipo, pero le cargaba. Y lo único que deseaba era hundirle los ojos en la cabeza cuando miraba a Leslie de aquel modo tan meloso.

El chico estaba enamorado. Markus desconocía la historia que ambos tenían. Pero estaba enamorado hasta el tuétano.

En aquella mesa se reunían personas con diferentes vínculos, pero todos tenían uno en común: la amistad. Eran como una familia improvisada. Se pasaban los panes, las aceiteras y las jarras de agua y cerveza. Bromeaban y reían, y cuando había que hablar de cosas más serias, se escuchaban con respeto los unos a los otros.

Markus no era de hablar demasiado. Pero, aunque intentaba negarlo, le encantaba estar ahí. Agradecía que, de alguna manera, le hicieran sentir parte de aquello, que le dejaran entrar.

Leslie había tenido razón. No sabía cómo relacionarse. En Rusia, siempre fueron Dina y él, y no se encargaron de ampliar sus círculos por miedo a involucrar a nadie más en sus conflictos y en sus dobles vidas. Se había enclaustrado tanto en su mundo como agente y en su infiltración que se había olvidado de lo que era conectar con los demás de un modo auténtico y natural.

Además, quien más y quien menos en esa casa estaba ahí para ayudarle. Todos le protegían. Saberlo hizo que se sintiera extrañamente arropado. Y eternamente agradecido. Él tenía mucho que ganar. En cambio, los demás tenían mucho que perder si se relacionaban con un agente perseguido por organizaciones gubernamentales de varios países. Pero ahí estaban.

¿Por qué lo hacían?

Quero agua.

Una diminuta mano se posó sobre su rodilla desnuda. Era caliente e inofensiva, tan pequeña que Markus tuvo ganas de arrullarla con la suya y protegerla para siempre.

Tragó saliva y miró a esa niña, de inmensos ojos amatista, que le pedía un vasito de agua. ¿Cuándo se había bajado de las faldas de Nick?

Summers lo miraba por debajo de su gorra de beisbol roja y sonreía indolente. Leslie hizo lo propio y miró la jarra de agua que estaba vacía.

Quero agua —repitió Milenka dando golpecitos en la pierna de Markus.

El ruso tragó saliva. Su hija le estaba tocando. Después de cuatro años, sentía el contacto de su pequeña, y solo ese pequeño roce le llenó de calor y de anhelo.

Ni siquiera supo reaccionar, de tan bloqueado como estaba.

—¿Quieres agua, cielo? —Leslie se levantó de la mesa, decidida a sacar del apuro a Markus—. Yo te doy.

Milenka se giró hacia Leslie y asintió con la cabeza, mirando tímidamente a Markus. Entrelazó los dedos con ella y hundió la carita en Pascal.

Nick entrecerró los ojos y fulminó a Markus con la mirada. ¿Sería posible que Markus no hiciera caso a su hija? ¿Qué tuviera miedo de tocarla?

—El señor Markus no sabe hablar, ¿a que no? —preguntó la cría, ya en la cocina. Iba vestida con un bañador negro con el dibujo de Betty Boo estampado y un tul rosa digno de una maravillosa princesa.

Leslie negó con la cabeza y le sirvió un vaso de agua fría.

—El señor Markus solo está triste —le confesó.

—¿Por qué? —preguntó Milenka—. ¿Ha perdido sus zapatos? Yo un día he perdido mis zapatos y lloré muncho.

Leslie no pudo más que sonreír y enamorarse más aún de esa cría. Se arrodilló en el suelo y abrazó a Milenka con fuerza. Era tan tierna. Se merecía que la quisiesen tanto que no comprendía por qué Markus no podía hablar con ella. ¿Por qué no la quería? ¿Por qué no las quería?

—Yo te compraré unos zapatos nuevos —le susurró al oído.

—Y al señor Markus también —dijo ella—. Así será feliz.

—Dudo mucho que el señor Markus sea feliz con unos zapatos nuevos, vida. Pero espero que pronto encontremos eso que le haga sonreír. ¿Me ayudarás a buscarlo?

Milenka afirmó con energía, sonriente y alegre por tener una misión conjunta con Leslie.

—Sí. Lo encontraré —se juró la niña.