Capítulo 5

¿Tienes novia?, pensó sorprendida por la libre desviación de su cerebro. Mmm, bueno, a ella no le debería importar si él tenía novia… En todo caso a la novia sí. Pero su código moral no permitía tocamientos con alguien que ya estuviera cazado. Sus gruesos y largos dedos no llevaban ninguna alianza, así que…

—¿Tienes novio, Cleo?

—¿Yo? —preguntó estupefacta.

Él la miraba con ojos azules oscurecidos, misteriosos y… desafiantes. ¿Por qué el desafío ante una pregunta de ese tipo?

—Sí, tú.

—Eh… no. No… oficialmente —pero ¿qué estaba haciendo? Claro que no tenía novio. Se aburría de los hombres enseguida y el sexo no le parecía nada del otro mundo… Pero reconocer que en ese momento tenía menos vida sexual que su camaleón le avergonzaba. Quería demostrarle a Lion que no era una solterona mojigata.

Lion fijó sus ojos en la taza roja de café que ahora bebía, y empezó a darle vueltas entre las manos. Cleo se fijó en que hacía fuerza con los dedos, como si quisiera reventar la vasija colorada.

—Aclárame eso de que «no oficialmente».

—Bueno… Es un amigo de la comisaría. Es… —¿Quién era? ¿El bueno de Timi? No, ni hablar. Necesitaba a alguien que pudiera competir con Lion… Que rabiara si alguna vez lo veía. Ah… Magnus—. Se llama Magnus. No estamos saliendo… No de manera…

—Ya, oficial. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Que no podéis decir que folláis de vez en cuando?

Cleo se echó hacia atrás y levantó las cejas hasta casi juntárselas con el nacimiento del pelo.

—Guau… —murmuró—; ese comentario está fuera de su jurisdicción, señor. Lo que yo haga con Magnus no debe de importarle.

—Te equivocas —levantó la mirada y la traspasó con ella—. Durante tu instrucción y lo que dure resolver esta misión, agente Connelly, estaré al mando de todo. No pienso dejar ningún cabo suelto. Desde hoy, no te verás más con Magnus —prohibió tajantemente—. No necesitas distracciones.

—¿Puedes ordenarme eso? —Sus ojos verdes lanzaban llamas.

—Hay jugadores de BDSM por todas partes. El mundo es un pañuelo y no pienso arriesgarme a que alguien te vea con otro tío que no sea yo. Debemos empezar ya con nuestros papeles.

—¿Leslie pasó por lo mismo?

—Sí.

—¿Estaba saliendo con alguien? —preguntó interesada.

—No —miró su reloj de muñeca—. Tengo todo el día organizado así que, por favor, utiliza este tiempo en solventar dudas. Debes de tener muchas…

—Unas cuantas, sí. Por ejemplo, sobre Leslie. Si la tienen secuestrada y le sacan sangre pueden averiguar que es agente federal y podrían matarla.

Lion negó con la cabeza.

—No es posible. Cuando Leslie entró en la misión, todos los datos reales sobre Leslie Connelly fueron anulados de la base de datos. Se le creó una nueva identidad en todos los sentidos. Incluso cambiamos sus pruebas de ADN. Intentamos proteger a nuestros infiltrados.

—Ya… ¿Conmigo habéis hecho lo mismo?

—Sí. Por ahora Cleo Connelly no es hija de padres irlandeses, sino hija adoptada de una familia texana. Trabaja en una galería de arte en Chicago y es una chica deliciosa y… muy tímida. No deberás hablar mucho.

¿Que no hablara mucho? Pero si no se callaba ni debajo del agua.

—La misión va a ser un fracaso. —Bufó ella retirándose el flequillo largo de los ojos. Hacía poco que se había escalado el pelo y tenía una melena de color vino tinto, rica y llena de cuerpo. Pero aunque el peluquero le había intentado recortar el flequillo, ella se había negado. Se lo peinaba un poco hacia un lado y solucionado—. Si no puedo hablar, me ahogaré.

—Todos los gastos de la misión van a cargo del FBI. Todo. Desde hoteles, hasta viajes, dietas y compras personales… Todo nos lo subvencionan.

—¡Viva el FBI! En el cuerpo de Policía solo te pagan el café de la oficina.

—Vaya, lo siento… —dijo con una sonrisa.

—Sí, ya veo cómo lo sientes… Vale, entiendo que al infiltrarme me protegéis con una nueva identidad.

—Siguiente pregunta. —Se levantó y recogió los platos vacíos del desayuno y las tazas que ya se habían utilizado. Abrió el lavavajillas y colocó las cosas en su sitio.

Cleo no se lo podía creer y estuvo tentada de correr a por su iPhone y hacerle una foto al tío bueno que estaba poniendo su lavavajillas en calzoncillos. Ah, sería la envidia de Facebook. Pero no lo haría, obvio.

—Bien… ¿Qué mueve a los participantes a apuntarse a un torneo de esa índole?

—Diversión. Solo diversión. Ellos no lo ven como tú. Tú te lo pasarás bien teniendo sexo vainilla con Magnus —murmuró—. Ellos disfrutan teniendo sexo más picante.

—¿Vainilla? —¿Con Magnus? Estaba loco. Pero se había creído la trola.

—Es como se conoce a la mayoría de personas que hacen el amor a lo clásico.

—Oh, por Dios… Lion, no te muevas ahora.

Cleo se levantó y cogió a Ringo, que estaba inmóvil y camuflado en los calzoncillos de Lion. Lo había sacado del terrario nada más levantarse y, mientras ella leía, Ringo pululaba por la cocina.

Rozó sus prietas nalgas con los dedos y una corriente eléctrica recorrió su mano hasta su hombro.

Lion se giró y frunció el ceño.

—¿Me estás metiendo mano?

Cleo, roja como un tomate, le enseñó a Ringo, que disfrutaba cobijado entre las palmas calientes de su dueña.

—Le gusta mucho mezclarse con la gente… Es una manía. Como un pequeño trastorno.

Lion estudió al bicho verde que la joven trataba con tanto cariño.

—¿Tú también tienes lagartos?

—Es un camaleón.

—Lo que sea. Joder, mira que es feo.

—No digas eso delante de él. Lo entiende todo —le reprendió.

Lion se echó a reír.

—Leslie también tiene. Ahora se los cuida una compañera del FBI… Se nota que sois hermanas.

—Nos encantan. Tenemos un pequeño camaleón tatuado en nuestro cuerpo, ¿sabes? Ella lo tiene en el interior del muslo izquierdo, y yo…

—¿En el derecho? —fijó su mirada en sus muslos.

—Sí. Nos gustan desde pequeñas. Y son seres muy sensibles y divertidos…

—Es un reptil —contestó incrédulo—. Es de sangre fría.

—Como tú —espetó dándose la vuelta y dejando a Ringo en su adorado ficus.

Cuando lo enfrentó de nuevo, se aclaró la garganta y cruzándose de brazos le preguntó:

—En las reglas del torneo no indican si los ganadores reciben algún tipo de remuneración por ser mejor amo y mejor sumisa.

—Hay un premio. Dos millones de dólares.

—Do… —se atragantó—. ¡¿Dos millones de dólares?! —gritó con voz de pito.

—Sí.

—Vaya, ahora sí que entiendo por qué participan.

—El premio es muy atractivo. Pero la gente del BDSM, los que de verdad lo aman y entienden lo que es, no están ahí por el dinero. Para ellos ya es un premio poder participar y jugar a sus juegos favoritos. Erigirse como Amo y sumisa ganadores, al margen de los millones, les da una satisfacción casi espiritual. Es un honor para ellos.

Lion hablaba con respeto sobre los practicantes del BDSM. Ella no sabía nada sobre ellos, pero él, al parecer, entendía qué les movía. ¿Se habría infiltrado más de la cuenta?

—¿Se sabe ya cuál será la ruta de este nuevo torneo?

—A los seleccionados nos enviarán una invitación privada con el lugar de inicio de los juegos. Esto es como una gincana. Sabemos dónde empieza pero no sabremos dónde acabará.

—En las reglas del juego he leído que se impondrán castigos a aquellas parejas que pierdan en los duelos. Los Hombres lagarto, los Monos y todos los demás… jugarán con el amo o la sumisa de la pareja… ¿Eso no es obligarles a hacer algo que no quieren? ¿No es eso un abuso?

El agente se apoyó en la encimera y sonrió comprensivo.

—No se le obliga a nadie a hacer nada en contra de su voluntad. Esa es la realidad de Dragones & Mazmorras DS. El juego es sano, justo y muy respetuoso. Las Criaturas son amos que esta vez jugarán ese rol, pero no quiere decir que sean malvados. Si te das cuenta, las parejas protagonistas siempre pueden elegir qué hacer. El rol siempre les da segundas elecciones, incluso cuando ya han perdido. Una pareja puede aceptar el castigo de las Criaturas si se ha decidido por consenso entre ambos. Si no es así, la pareja siempre puede abandonar y finalizar su participación antes de caer en gang bangs o en otro tipo de actividades más multitudinarias y duras. Pero te sorprenderá ver que muchos querrán jugar con las Criaturas, porque para ellos se trata de un juego sexual donde no hay pecado, excepto el de no disfrutar. Todo dependerá de la personalidad del amo y la sumisa.

—Pero he leído que los Amos criaturas son muy crueles. ¿Como un hombre o mujer sumiso se entrega a alguien que le hará daño?

—Piensa que si se entregan a ello, es porque lo desean. Podrás ver a gente gritar, y te parecerá que lo están pasando verdaderamente mal. Pero en realidad lo disfrutan. Están en su propia fantasía. La sumisión y la dominación son roles sexuales y espirituales, y Dragones & Mazmorras DS es una película. Y todos los participantes están en su salsa.

—Entiendo… Creo. Tengo la idea del BDSM como algo malo y oscuro. Es normal que tenga reservas, ¿no? —Ella misma se estaba defendiendo de las nulas críticas de Lion.

Él se cruzó de brazos y colocó su pierna derecha por delante de la izquierda.

—¿Tiene más preguntas, señorita?

—¿Qué es Toril?

Lion sonrió abiertamente y Cleo tuvo que parpadear para dejar de mirarlo. ¿Le rodeaba un halo de luz?

—Toril es un planeta ficticio de los escenarios de los Reinos Olvidados. Los juegos de rol de Dragones y Mazmorras se escenifican en planetas y tierras de los Reinos Olvidados y de WarCraft. Sea cual sea la ruta que sigamos, los escenarios que nos preparen estarán inspirados en ellos. Toril significa la cuna de la vida.

—Hay palabras del informe y del dossier que no entiendo.

—Lo solucionaremos. Te he traído un par de cositas para que te documentes.

—Podría pedirle a Marisa que me prestara esos libros eróticos que están tan de moda ahora…

Lion resopló y clavó los ojos en el techo.

—No vas a leer eso.

—Pero habla de BDSM, ¿no? Todo el mundo se lo ha leído.

—Nena… El BDSM auténtico es otra cosa. Lo suyo son juegos de amos y esclavas vainilla.

Cleo parpadeó. ¿Nena? La había llamado nena… Vaya. El agente estaba perdiendo sus formas; y Lion salía a la superficie.

—Pues es un bestseller.

—Los leí, ¿crees que no? Pero son libros que pueden confundir a la gente. El protagonista estaba loco y traumatizado porque su madre le apagaba las colillas en el pecho y decidió meterse en el BDSM. Y ella pretende salvarle y sacarlo de ahí. Pues adivina.

—¿Qué?

—Los amos y las sumisas no quieren que nadie les salve. Les gusta lo que hacen, les gusta su mundo. Y no responde a ningún tipo de psicopatía, ni paranoia, ni trastorno obsesivo compulsivo… Por eliminación y por mayoría, hay muchos más desequilibrados vainillas que miembros de BDSM. Hay muchos más locos que hacen el amor a lo clásico y con ternura, que amos y sumisas. Hay gente que se excita si les lames los pezones y gente que se corre si se los muerdes. Pero unos y otros sienten placer. El dolor puede ser placer, y eso lo saben los DS.

—Hablas como si fueras uno de ellos.

Los ojos de Lion se oscurecieron, las comisuras de sus deliciosos labios se alzaron, y su rostro mostró un mundo lleno de pecado y lujuria.

—Soy uno de ellos, Cleo. Soy Amo desde que cumplí los veinte y me di cuenta de que me gustaba más el sexo más duro y de control que el convencional. Que me dieran esta misión fue mera casualidad.

***

Cleo abrió la boca de golpe.

—¡¿Qué?!

—Vas a jugar conmigo, así que mejor te digo ya cuáles son mis gustos sexuales, ¿no te parece? —Intentó ponerle un tono cómico al asunto, pero Cleo no se reía.

¿Lion era un amo? ¿Un amo de verdad? La cabeza pensante de la joven empezó a carburar y a hilar ideas y sospechas que no le gustaron nada.

—A ver… —fijó los ojos verdes en el dibujo impreso en el cuello de su superior—. ¿Qué significa el tatuaje que llevas en el cuello? —Estaba asustada y a la vez, se sentía femenina delante de él. Como si él pudiera evaluarla y ella seducirlo. Qué sensación más extraña…

—Significa «amo».

Cleo se abrazó a sí misma y empezó a caminar de un lado al otro.

—¿Por qué siento como si esto fuera una encerrona, Romano?

Él se encogió de hombros y sus ojos se cubrieron de humor. Cleo le llamaba Romano cuando estaba nerviosa y cabreada.

—No lo es.

—¿Quién introdujo a Leslie y a Clint en las artes de la dominación?

—Un dominante que da clases de BDSM en Nueva York. Yo se lo recomendé.

Cleo apretó los labios.

—¿Y por qué debes de ser tú quién me inicie a mí? ¿Por qué debo acatar esta decisión? No somos los mejores amigos, aunque nos conozcamos desde hace años. ¿Por qué me has elegido a mí como tu sumisa? Podrías entrar con otra.

Esta vez fue Lion quien dibujó una línea de frustración con su boca.

—¿Prefieres que sea un dómine quien tenga que tocarte y hacer que te excites? ¿Quién tenga que azotarte y…?

Cleo se estremeció.

—Es igual de incómodo que me lo hagas tú. Incluso puede que más —protestó ella.

—Leslie utilizó a una domina mujer. Clint accedió porque prefería que fuera una tía quien lo azotara. Tu hermana no quería que fuera un desconocido quien le metiera mano. Así que intentó sentirse más cómoda con una mujer. Y Susi hizo un trabajo excelente con ambos. Los preparó a la perfección.

Cleo miró hacia otro lado. ¿Susi?

—Cleo, mírame. —Ella no lo hizo. Rebelde y desafiante, sí señor—. Lo he decidido así porque Leslie no querría que tú te pusieras en manos de un amo que no conocieras. Ella sabe que yo cuidaré de ti. Y yo, de algún modo, me siento responsable de lo que te suceda.

—Vete a la mierda, Lion. No eres mi hermano mayor, ¿sabes? Si quiero que otro amo me enseñe lo que es el BDSM, estoy en mi derecho de escogerlo. Pero tú has decidido por mí y me has obligado a acatar tu decisión.

—¿Insinúas que me rechazas?

—¿Y tú me estás diciendo a mí que eres un amo de verdad? ¿Amo y agente especial del FBI?

—Sí. Una cosa no va reñida con la otra —gruñó entre dientes.

—¿Lo sabe el subdirector? ¿Lo saben tus superiores?

—No.

—¿Por qué no se lo has dicho?

—Porque a nadie le importa. A los demás solo les debe importar mi competencia como agente federal. Mis gustos sexuales no deberían incumbir a nadie más que a mí.

—Y a mí… Ahora también lo sé yo.

—Quiero que seas mi pareja en esta misión. ¿Demasiado para ti, agente?

Cleo entreabrió los labios sin saber qué decir. Lion era un provocador, pero sabía perfectamente que, por mucho que la empujara, ella no se echaría atrás en su determinación de continuar con el caso. No era solo las drogas y el tráfico de personas. Se trataba de su hermana.

—Pero estás en un caso de BDSM… Y te han elegido a ti como agente al cargo.

—Mera casualidad. Me han elegido por mi perfil, no porque sepan que me gusta dar cachetes.

Cleo apretó los labios y bajó la mirada. «Quiere intimidarme el muy cretino».

—Entonces… Esta misión te va como anillo al dedo, ¿verdad, Lion? —preguntó con inquina.

—Sí.

—¿Lo sabía mi hermana?

—Tanto Clint como ella.

—¿Cómo se lo tomaron?

—Sorprendidos al principio. Pero luego lo agradecieron, porque les pude ayudar en muchas cosas.

«Muchas cosas». Lo que implicaba esas palabras sería material de estudio. Ahora debía decidir si quería a Lion como amo y jefe o solo como jefe.

—¿Sigues pensándote si me quieres o no?

—¡Pues claro! —murmuró rabiosa—. Esto no es fácil para mí… Eres… Eres Lion. El niño que me tiraba del pelo, me quitaba las muñecas, me apartaba de los juegos y se reía de mí porque no tenía tetas. Y ahora quieres que…

—Cleo. —La cortó con frialdad. Sus ojos azules destilaban resentimiento—. Si es demasiado para ti, lo solucionaremos. Pero eso no cambia el hecho de que entres en el torneo como mi pareja. Serás mi pareja sí o sí, no hay debate en esto. Aun así, es un acto de irresponsabilidad no aceptar trabajar conmigo en tu instrucción. Debemos ser una pareja perfecta; y si no conoces mis gustos y mi forma de ser, no podrás aceptar mi comportamiento como amo en el rol y podemos confundir a la gente. Pero es tu decisión, y a mí no me gusta imponer mi presencia a nadie. —Se encogió de hombros, pasándose la mano por la cabeza—. Ve a cambiarte. Te llevaré a un sitio en el que puedas empezar tu entrenamiento.

Cleo dio un respingo y echó los hombros hacia atrás.

—¿Ahora mismo?

—Ahora. —Ordenó con dureza—. Vamos a buscarte a un amo. Tienes que familiarizarte ya con el ambiente. Sube y ponte algo con capucha, que cubra parte de tu rostro.

Cleo le obedeció y pasó por su lado, mirándole de reojo. Lion estaba muy enfadado. Se le notaba en la pose: los músculos tensos, los hombros alzados, la mandíbula apretada…

Un punto a su favor. Lion, como agente al cargo, podía ordenarle que acatara su ley, de lo contrario se consideraría un acto de rebeldía y la retirarían inmediatamente del caso. Pero no lo hacía. Le estaba dando la posibilidad de elegir; a su manera, claro.

No tenía ni idea de amos y dominantes. Del BDSM solo conocía lo que la cultura popular decía: que era oscuro y pervertido. Y ahora, Lion la iba a llevar a un sitio en el que empezar su instrucción.

Estaba aterrorizada.

¿Quién se suponía que le iba a enseñar?

***

Desde la calle Tchoupitoulas, bordearon el río y dejaron de largo el Irish Channel.

Lion conducía en silencio.

Era la primera vez que Cleo se subía en su coche, y se maravilló de lo limpio que estaba y lo bien que olía… Los asientos eran de piel negra; la consola tenía aparatos llenos de luces de última generación y el interior era amplio y muy cómodo. No había ninguna pegatina, ni peluchito ni ambientador en forma de dibujo animado a la vista. Su Jeep era exclusivo, serio y recto como él. Pero, a la vez, era cómodo y seguro.

—Estás enfadado —le dijo Cleo mirando por la ventana opaca el ferry que llegaba hasta Gretna.

Lion la observó con los ojos azules oscuros entrecerrados. Su cabeza estaba cubierta por una sudadera violeta, y el contraste con los mechones de pelo rojo que acariciaban sus mejillas y los ojos verdes claros y rasgados era cautivador. No llevaba nada de maquillaje y, aun así, su belleza natural era sexy y gatuna.

¿Enfadado? No tenía ni idea. Lion tenía tanta frustración en ese momento que no sabía cómo decirle a esa chica que era tonta por no elegirlo. No iba a permitir, bajo ninguna circunstancia, que otro que no fuera él le enseñara lo que era el BDSM. Él quería hacerlo. Por eso mismo, en cuanto el subdirector le dijo que estaban pensando en Cleo Connelly para infiltrarla, él se ofreció inmediatamente a ser su partenaire. No se sentía bien si se imaginaba a alguien atando, o fustigando a la pequeña Cleo… Esa chica debía entrar amablemente en el mundo de la sumisión y la dominación. Y para ello, lo mejor era ponerse en las manos de alguien en quien pudiese confiar.

Leslie no le perdonaría que hubiera dejado a su hermana en manos de otro. Por eso él se haría cargo.

Pero ahora, el hada testaruda tenía miedo de él y se sentía insegura, lo que propiciaba su necesidad de estar con otro y no tener que intimar con él. No obstante, el éxito de la misión. Dependía entre otras cosas del papel que desempeñara Cleo, y aunque la joven estaba siendo irresponsable, él no lo sería; el mejor amo para Cleo se llamaba Lion Romano.

Y se acabó.

Ella se daría cuenta inmediatamente.

Pasaron de largo el vecindario de Saint Thomas y se metieron de lleno en el Barrio Francés, o French Quarter, como allí se conocía.

Siempre que patrullaba esa zona, Cleo se imaginaba Nueva Orleans en el pasado. Sus calles todavía tenía ese espíritu que hablaba de hombres ricos y criollos, de esclavitud y prostitución, del misterio de la brujería y el vudú. Por algo se consideraba la ciudad del pecado en la antigua América, ¿no?

Bourbon, Ursulines, Charles… eran algunos de los nombres de su calles, las cuales evocaban lo clásico y lo poético de antaño. Caminitos en los que antes las prostitutas no eran tan jovencitas como ahora, al contrario: eran mujeres experimentadas, no como las niñas que trabajaban de forma burda las esquinas en la actualidad.

Y aun así, aunque el Barrio Francés todavía pecaba, uno no dejaba de admirarlo y verse abducido por el olor a azaleas de sus patios, por los balcones de hierro forjado de sus antiguas casas; por los colores de las fachadas y la música del saxo a ritmo de jazz.

El Barrio Francés tenía algo mágico que gritaba por la supervivencia.

—No. No lo estoy —contestó Lion finalmente.

—¿Que no estás qué?

—Tu pregunta…

—Ah, vaya… —Fingió que se asombraba—. ¿Contestas después de diez minutos? —preguntó aburrida—. Ni siquiera me acuerdo de lo que te he preguntado.

—Me has preguntado que si estoy enfadado. Mi respuesta es no —le habló como si fuera una niña pequeña.

—Ya, claro… ¿Entiendes al menos mi reacción? —Seguía mirando a través de la ventana. El sol hacía que el río Misisipi brillara como si estuviese cubierto por diamantes.

—Entiendo que tus nuevos superiores te han dado unas directrices y que tú te quieres saltar la principal a la torera. Luego: tendré que dar una valoración al FBI de tu trabajo y por ahora no estás facilitando las cosas. Me siento un poco decepcionado. Leslie nunca…

Cleo lo encaró ofendida.

—Leslie no está aquí, ¿verdad? —La intención con la que lo dijo no era la de ofenderlo, pero por el modo que tuvo Lion de agarrar el volante se dio cuenta de que lo había vuelto a hacer. Sin embargo, él la ofendía comparándola con su hermana. Y todo el mundo sabía que las comparaciones eran odiosas—. Puedo aprender lo mismo con otro amo. No eres el mejor del mundo, Lion.

—Eso es algo que no sabrás hasta que pruebes a otro antes que a mí y veas las diferencias.

—A lo mejor lo que veo me gusta mucho más. A lo mejor —entrecerró los ojos verdes y estudió su perfil, elegante como el de una pantera—…, me gusta tanto que no necesito probar nada más. Podría incluso entrar en el juego sin que tengas que ser tú mi acompañante.

La mirada de Lion estaba llena de sarcasmo. Detuvo el coche en la famosa calle de los piratas, Bourbon Street, donde los hermanos Lafitte celebraban la consecución de los botines robados y tenían sexo hasta quedar inconscientes.

Lion apoyó el brazo sobre el respaldo del asiento de Cleo y acercó su nariz a la de ella para decirle:

—A lo mejor eres rubia, mides un metro ochenta y estás para mojar pan… Pero ambos sabemos que no eres así.

Ella parpadeó.

—Lo vuelves a hacer. Esa es Leslie, no soy yo —dijo en voz baja y seria.

Lion la miró fijamente, repasando su atuendo y admirando los pómulos altos y la boca rosada de aquella valiente mujer inconsciente que no sabía que él cuidaría de ella mejor que nadie; que no sabía que ella era muchísimo más hermosa y especial que su espectacular hermana. Al menos, para él.

—Baja del coche —le ordenó.

Cleo no tardó ni un segundo en obedecer. O salía de ahí… O… No sabía lo que iba a pasar, pero de repente se hacía difícil respirar ahí adentro. Como el fuego que se come el oxígeno, así era Lion.

—¿Qué hacemos en Bourbon?

—Voy a presentarte a unos amigos.

De fondo se escuchaba una comparsa fúnebre, la muerte de un ser querido. Pronto desfilarían por ahí todos sus familiares, con el féretro a hombros, mientras caminaban al ritmo de una melancólica trompeta; y luego regresarían al ritmo alegre del jazz. Cleo no estaba de humor para pararse y sentir respeto y pena por ellos.

Lion se acercó a una antigua casa que estaba franqueada por dos pubs de copas, uno de ellos era el Lafitte’s Blacksmith shop. Por la mañana, bajo la luz del sol, todos los pubs, clubes, restaurantes y locales que invadían las catorce calles del French Quarter, parecían inocentes: lugares en los que la gente de todas las edades podían tomarse algo en sus terracitas y ver corretear a los niños alrededor. Pero Cleo y Lion, nativos de esa tierra e hijos de esa ciudad, sabía que por la noche todo se transformaba.

Cleo observó el timbre de botones metálicos y plateados. ¿Qué hacían ahí?

—¿Sí?

—Traigo un botín —dijo Lion.

Hubo un silencio corto en el interfono y después la puerta de la entrada se abrió.

—¿A qué viene eso? ¿«Traigo un botín»? —repitió Cleo asombrada.

—No pienso exponerte en los clubes nocturnos populares del barrio. Este es un local secreto donde se practica el BDSM; y solo algunos saben su contraseña. «Traigo un botín» es la contraseña.

Ella abrió la boca al tiempo que Lion subía las escaleras hasta la primera planta. ¿Un club clandestino? ¿Por qué estaba tan emocionada?

—Este club existe desde hace al menos un siglo. Lo fundó una familia criolla de Nueva Orleans y ha pasado de generación en generación. —Se detuvieron frente a una puerta de madera roja.

—¿Una familia de amos?

—No —Lion sonrió como un pirata—. Una familia de amas.

—¿Son mujeres? ¿Las dueñas son mujeres?

—Es posible que las conozcas —le advirtió—. Cúbrete el rostro con la capucha y ponte esto —se sacó la gorra Billabong negra que llevaba y se la colocó por debajo de la capucha, metiéndole parte de los mechones rojos por dentro y por detrás de las orejas. Lion se detuvo en sus lóbulos y los acarició con parsimonia—. Tienes las orejas muy pequeñitas…

—Agente Romano… —murmuró Cleo con las mejillas rojas, inmóvil, recibiendo gustosa esa caricia.

—¿Hum?

—¿Qué está haciendo?

Lion sonrió y sacó las manos.

—Me ocupo de que nadie te reconozca.

Sí. Y también le magreaba las orejas. Cosa que a ella la ponía a mil. Buah, tenía los pezones de punta. Desvió la mirada a ver si se marcaban a través de la sudadera. Pero no. Menos mal.

—Cuando mires, no alces mucho la cabeza, ¿de acuerdo?

La puerta se abrió, y ante ellos apareció una mujer de color a la que Cleo le costaba reconocer. Vestía con pantalones de pitillo rojos, un top negro y unos zapatos de tacón del mismo color, y tan altos que daban vértigo. Sus ojos eran azules, efecto de las lentillas de color que llevaba.

—Mira lo que ha traído la marea… —dijo con una enorme sonrisa invitándoles a pasar.

—Nina —la saludó Lion. Puso la mano en la parte baja de la cintura de Cleo y la precedió hasta el interior del local.

—Ha pasado mucho tiempo, King.

Él asintió de acuerdo a su afirmación y Cleo levantó las orejas como un felino que captara la amenaza alrededor. ¿Por qué se sentía amenazada por esa mujer?

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó Nina.

—Lo de siempre —contestó escueto—. Tráeme a tres.

La mujer parpadeó con sorpresa, asintió y pareció comprender sus prisas. Caminó a través del pasillo blanco decorado con cuadros de antiguos fundadores, meneando las caderas de un lado al otro y taconeando con brío. Se detuvo ante una caja que collada a la pared. La abrió, y entre veinte llaves diferentes escogió una dorada con una cinta negra colgando.

—Toda tuya. —Nina le dio la llave y miró con curiosidad a Cleo.

Lion la alejó de su escrutinio y se dirigieron de nuevo a la puerta de la calle. El club estaba en el subterráneo y era un lugar que todo el mundo desconocía.

—¿Ya nos vamos? —preguntó Cleo bajando las escaleras—. Esa mujer te ha llamado King —se mofó como si fuera ridículo.

—Es mi nick. El nombre que uso en el foro.

—¿Como un pseudónimo?

—Sí.

Ella bajó las escaleras de dos en dos. King…

—¿Nina conoce el foro rol de Dragones y Mazmorras DS?

—No lo creo. El foro rol y el torneo hace poco que existen. No más de dos años. Además, es un foro muy selectivo. Pero si tu pregunta se refiere a si la veremos en el torneo… La respuesta es no. Nina y sus hermanas solo regentan este club. No les interesa nada más.

Vaya… Mientras bajaban a lo que parecía ser un sótano, Cleo se preguntó hasta qué punto Lion conocía a la familia de amas. Y como la curiosidad mató al gato, dejó de pensar en ello.

Lion la llevaba a un reino oculto entre las sombras, un inframundo que ella ignoraba. Y la sensación era parecida a la que tuvo cuando era niña y descubrió a su padre disfrazado de reno, dejando regalos bajo el árbol de Navidad.

Conclusión: Santa por supuesto que existía, pero lo de los renos era un montaje.

Tal vez, en ese momento descubriría que no solo existían el sexo y el amor convencional; podría haber algo más tras la puerta que estaban abriendo.

¿Le gustaría lo que iba a encontrar?