Una entrevista con Neil Gaiman

¿Qué poderes divinos te gustaría poseer?

Me gustaría poder estirar el tiempo. Querría que los días fueran mucho más elásticos, y me encantaría poder apoyarme en una semana y empujar las paredes un poquito y que, de repente, aparecieran unos diecinueve días más para rellenar el espacio.

Nunca tengo tiempo suficiente, y al final siempre me encuentro queriendo hacer cosas para las que no tengo tiempo. Son muchas las cosas que me gustaría hacer y que me veo obligado a aplazar, o entre las que me veo obligado a elegir, cuando lo que yo quiero es poder hacerlas todas.

¿Cuál es tu atracción de carretera favorita?

La Casa de la Roca de American Gods es un lugar real. La mayoría de la gente cree que me la he inventado, pero en realidad me limité a rebajarla un poco para que la gente se la creyera. Porque el hecho de que un lugar exista no implica necesariamente que sea verosímil. Así que no describí la orquesta robótica de 120 piezas y otras muchas cosas.

Recuerdo que, la primera vez que visité la Casa de la Roca, pensé: «No me lo puedo creer». Y cuando volví por segunda vez, seguía sin poder creérmela. Luego tuve que volver para que los de Entertainment Weekly me sacaran una foto junto al carrusel más grande del mundo.

Fue la sesión de fotos más estrepitosa a la que me he sometido nunca, porque en esa sala suben el volumen de los instrumentos mecánicos para que la gente siga circulando. En realidad no quieren que te detengas mucho tiempo en el carrusel más grande del mundo.

La sesión de fotos duró varias horas y el fotógrafo se comunicaba conmigo exclusivamente a través de gestos. Se tocaba la barbilla y señalaba hacia arriba para indicarme que alzara un poco la vista.

¿Cómo supiste de su existencia?

Como la mayoría de este tipo de atracciones, se anuncian con carteles en las carreteras. Los carteles empiezan a unos 500 kilómetros de distancia, pero dan a entender que están a la vuelta de la esquina. Había visto un montón de carteles de LA CASA DE LA ROCA, y pensé que la tenía muy cerca de casa, pero al final descubrí que estaba a 400 kilómetros.

Por otro lado, lo de Rock City, que también aparece en American Gods, es peor, porque vi el primer cartel de VISITE ROCK CITY, LA MARAVILLA DEL MUNDO cuando circulaba por las carreteras de montaña de Kentucky o Tennessee, no lo recuerdo bien, y de nuevo di por sentado que estaría a la vuelta de la esquina; al final el trayecto duró la mayor parte del día.

Y luego, además, como no hay manera de encontrarla una vez que estás allí, me pasé de largo. Así que di la vuelta, me di un paseo por el lugar y decidí incluirla en el libro.

¿Cuál ha sido tu viaje en avión más extraño?

El problema de los viajes en avión es que acabas mezclándolos todos. Recuerdo uno que no fue necesariamente el más extraño, pero sucedió algo que no me había ocurrido nunca antes y que no me ha vuelto a ocurrir después.

Me acababan de traer un gran vaso de zumo de manzana y el avión cogió una turbulencia y cayó varios centenares de pies. No nos importó, porque llevábamos puestos los cinturones de seguridad, pero el zumo de manzana salió disparado del vaso. Éste se quedó en su sitio, pero el contenido salió catapultado hacia arriba lentamente, dibujando un arco increíblemente elegante por toda la cabina, y fue a parar al regazo de un ejecutivo que estaba como medio avión más allá.

Iba con Dave McKean, en una gira de promoción de Mr. Punch, y nos hicimos los locos. Al menos todos sabían que nosotros no lo habíamos tirado; fue el zumo de manzana el que saltó en pos de su libertad.

¿Cuál es tu truco con monedas favorito?

Mi truco favorito es uno que hice cuando empecé a trabajar en American Gods. Tenía un cuaderno grande, una estilográfica y un ejemplar de Modern Coin Magic, de Bobo.

Empecé a probar y me pasé varios días practicando diversos trucos porque sabía que Sombra iba a ser aficionado a los juegos de manos con monedas y quería poder escribir sobre ello de forma razonablemente convincente. Nunca había hecho trucos de magia, pero decidí que debía aprender.

Un día, en un viaje en tren hasta San Diego, había una niña de diez años que viajaba con su madre. Llevábamos tres días en el tren y ya nos conocíamos todos, y se me ocurrió hacer desaparecer una moneda para después sacársela de la oreja. Seguramente nadie le había hecho nunca un truco como aquél, y al ver la expresión de su cara empecé a entender por qué algunas personas se hacen magos.

Nunca he llegado a convertirme en un mago, claro, pero conozco a los Penn, Tellers y Derren Browns de este mundo, que son todos muy, muy buena gente y que me siguen la corriente y me tratan como si fuera uno de ellos aunque saben perfectamente que en realidad no lo soy.

¿Y tu estafador o tu estafa favoritos?

Ponzi, el creador del esquema Ponzi. La gente cree que es ridículo que alguien intente venderte el puente de Brooklyn o, en Inglaterra el puente de Londres, o en Francia la Torre Eiffel.

Ponzi vendió la Torre Eiffel visitando a los principales chatarreros de Francia y haciéndose pasar por un representante del gobierno francés, explicándoles que la Torre Eiffel ya no era segura y que iban a desmontarla, pero que necesitaban a alguien que pudiera gestionar el desmantelamiento de la torre y toda la chatarra que eso iba a generar. También les dio a entender que el gobierno francés le estaría tan agradecido a quien se hiciera cargo de ello que probablemente le otorgarían toda clase de condecoraciones al que aceptara el reto. Luego se reunió con ellos por separado y les explicó que la puja se haría a través de una plica, para evitar favoritismos y chanchullos. Así que cada uno se fue a preparar su puja, y Ponzi contactó personalmente con cada uno de los interesados y les dijo que aceptaba sobornos. Y cada uno de ellos le entregó una considerable suma de dinero para poder comprar la Torre Eiffel. Ésa, creo, sigue siendo mi estafa favorita.

¿Te lo pasaste bien pergeñando las estafas que aparecen en American Gods?

Me lo pasé muy bien, aunque tengo que admitir que resultó bastante desconcertante. Hay una, la del señor Wednesday con las tarjetas de crédito, que me pareció que se podía poner en práctica y la oscurecí un poco, para que el lector no pudiera averiguar exactamente cómo se hacía.

Pero me siento muy orgulloso de la estafa del buzón para los depósitos nocturnos. Ésa sí que me la inventé, y pensé que era muy divertida hasta que, hace unos dieciocho meses o así, sonó el teléfono y un periodista canadiense me informó de que un fan del libro lo había puesto en práctica y estaba ahora en busca y captura. Se había llevado 30.000 dólares de los comerciantes de una localidad.

Normalmente uno no espera que un lector diga: «Mira, este no es solo un libro fantástico, sino que además es un manual de cómo hacerse rico al instante». Porque lo más probable es que acaben dando con sus huesos en la cárcel, que creo que es donde acabó aquel lector.

¿Hay algún mito que te gustaría desterrar?

Llevo un diario en www.neilgaiman.com, y una de las razones que me llevó a escribirlo, aparte de lo increíblemente útil que resulta tener un canal de comunicación directo con mis lectores, fue que cuando me presentaba en una firma de libros la gente esperaba que fuera como los personajes de mis ficciones. Me pasaba sobre todo con el Sandman.

Llegaba a las firmas y veía la decepción en los rostros de la gente, que se esperaba a un tipo alto, pálido, guapo y muy enfermizo. Esperaban oírme hablar como un poeta gnómico, en pentámetros yámbicos o en triolets o algo por el estilo.

Me gusta el blog porque me sirve para desterrar ese tipo de mitos. Seguramente no es fácil imaginarse a alguien como un atractivo personaje gótico después de leer un post en el que cuenta que se ha tenido que poner a limpiar vómitos de gato a las tres de la mañana.

Han pasado ya algunos años desde la publicación de American Gods. ¿Te gustaría decir algo sobre la novela?

American Gods tuvo muy buena acogida. No me esperaba que obtuviera tantos premios, especialmente el Hugo, el Nebula y el Bram Stoker; aquello fue increíble. Y los norteamericanos fueron especialmente amables. En realidad, nadie me dijo eso de «¿cómo te atreves, siendo inglés, a escribir sobre Estados Unidos?», que era lo que en realidad me esperaba.

Sucede algo muy divertido con algunos pasajes que hay hacia la mitad del libro, en los que la gente habla como se habla en Minnesota o en Wisconsin: de vez en cuando hay gente de Nueva York o de Los Ángeles que me reprocha el que se me hayan colado algunos anglicismos, más que nada porque en realidad no son en absoluto conscientes de cómo habla la gente en otras regiones de Estados Unidos.

Revisado abril 2013