Mientras tanto, una conversación

Dingdong.

—¿Señorita Cuervo?

—Sí.

—¿Es usted Samantha Cuervo Negro?

—Sí.

—¿Le importaría que le hiciéramos unas preguntas?

—Pues sí. La verdad es que sí me importa.

—No hay razón para ponerse así, señorita.

—¿Son ustedes policías? ¿Quiénes son?

—Me llamo Ciudad. Y aquí mi colega es el señor Carretera. Estamos investigando la desaparición de dos de nuestros socios.

—¿Cómo se llamaban?

—¿Perdone?

—Dígame sus nombres. Quiero saber cómo se llamaban sus socios. Díganme sus nombres y quizá pueda ayudarles.

—Muy bien. Se trata del señor Piedra y el señor Madera. ¿Tendría la amabilidad de contestar ahora a nuestras preguntas?

—¿Qué pasa, que ustedes ven cosas y se ponen nombres, no? «¡Oh! Usted será el señor Acera y él el señor Alfombra, saluden al señor Avión».

—Muy graciosa, señorita. Primera pregunta: ¿ha visto usted a este hombre? Aquí tiene. Puede coger la fotografía.

—¡Vaya! De frente y de perfil, con números abajo… y grande. Pero es mono. ¿Qué ha hecho?

—Estuvo involucrado en el robo de una sucursal bancaria en una pequeña ciudad, era el conductor, hace algunos años. Sus dos compinches decidieron quedarse con todo el botín y pasar de él, así que se enfadó y fue a por ellos. Estuvo a punto de matarlos con sus propias manos. El estado hizo un pacto con los dos: testificaron en su contra a cambio de una sentencia condicional, pero a Sombra le cayeron seis años, de los cuales cumplió tres. Si quiere que le diga la verdad, creo que a esta clase de gente habría que encerrarla y tirar la llave.

—Es la primera vez que oigo a alguien decir eso en la vida real. Al menos en voz alta.

—¿Decir qué, señorita Cuervo?

—«Botín». No es una palabra de uso frecuente. Quizás en el cine sí, pero no en la vida real.

—Esto no es una película, señorita Cuervo.

—Cuervo Negro. Es señorita Cuervo Negro. Mis amigos me llaman Sam.

—Muy bien, Sam. Ahora dime si conoces a este hombre…

—Pero ustedes no son mis amigos. Diríjanse a mí como señorita Cuervo Negro.

—Escúcheme bien, señorita repipi…

—Tranquilo, señor Carretera. Aquí Sam… perdón, quiero decir, la señorita Cuervo Negro quiere ayudarnos. Es una ciudadana respetuosa con la ley.

—Señorita, sabemos que usted ayudó a Sombra. Se les ha visto juntos en un Chevy Nova blanco. La recogió en la carretera. La invitó a cenar. ¿Dijo algo que pueda ayudarnos en la investigación? Dos de nuestros mejores hombres han desaparecido.

—Nunca he visto a este hombre.

—Sí que lo ha visto. Por favor no cometa el error de pensar que somos estúpidos. No lo somos.

—Hum. Conozco a un montón de gente. Quizá lo conocí y ya me he olvidado.

—Señorita, le aseguro que le conviene colaborar.

—O de lo contrario… ¿no tendrán más remedio que presentarme a sus amigos el señor Empulguera y el señor Pentotal?

—Señorita, se lo está poniendo usted muy difícil.

—Vaya. Lo siento mucho. ¿Alguna cosa más? Porque voy a decirles adiós y a cerrar la puerta y me imagino que ustedes se subirán al señor Coche y se marcharán.

—Tomamos nota de su falta de cooperación, señorita.

—Muy bien, adiós.

Clic.

—Sam, ¿quién llamaba a la puerta?

—Nadie importante.