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Durante el banquete de bodas, Butch no se excedió con el alcohol. No le resultó muy difícil. Estaba demasiado ocupado disfrutando de la compañía de Marissa.

Y también observando a Beth con su nuevo esposo.

¡Dios, estaba tan feliz…! Y ese vampiro de apariencia cruel al que se había unido tenía la misma expresión de felicidad. No podía soltarla, ni dejar de mirarla. Durante toda la noche, la tuvo sentada sobre el regazo en la mesa, alimentándola de su mano mientras le acariciaba el cuello.

Cuando la fiesta empezó a decaer, Marissa se levantó.

—Tengo que regresar con mi hermano. Está esperándome para cenar.

Seguramente por eso no había comido nada.

Butch frunció el ceño, no quería que se fuera.

—¿Cuándo regresarás?

—¿Mañana por la noche?

¡Maldición, toda una vida!. Apartó su servilleta.

—Bien, aquí estaré. Esperándote. —Por Dios, hablando de sometimiento, pensó.

Marissa se despidió de los comensales y desapareció. Butch alcanzó su copa de vino y trató de fingir que no le temblaba la mano. Al asunto de la sangre y los colmillos, ya casi se había acostumbrado. Pero aquello de las desapariciones iba a llevarle algo más de tiempo.

Diez minutos después, se dio cuenta de que estaba solo en la mesa.

No tenía el más mínimo interés en volver a su casa. En el transcurso de un día se las había ingeniado para arrinconar su vida real, para apartarla a un rincón de su mente. Y como si fuera un aparato averiado, no tenía ganas de examinarlo, repararlo y usarlo de nuevo.

Miró a su alrededor, pensando en las personas que hasta hacía poco tiempo habían ocupado los asientos, ahora vacíos. Él era un extraño en su mundo. Un entrometido. Aunque, en realidad, ser un individuo extraño no resultaba nada nuevo para él. Los otros policías eran buenos tipos, pero nunca habían sido más que compañeros de trabajo, incluido José. Nunca había sido invitado a cenar a casa de los Cruz. Mientras miraba los platos vacíos y las copas de vino medio llenas, se dio cuenta de que no tenía a donde ir. No había ningún lugar en el que quisiera estar. El aislamiento nunca lo había molestado antes. Al contrario, le había hecho sentirse más seguro y protegido. Pero ahora no dejaba de parecerle extraño que estar solo no fuera lo mejor del mundo.

—Oye, detective. Vamos al Screamer’s. ¿Quieres ir?

—Butch alzó la vista al umbral de la puerta. Vishous estaba en el pasillo con Rhage y Phury detrás de él. Los vampiros parecían expectantes, como si sinceramente quisieran que los acompañara.

Butch se encontró de pronto sonriendo abiertamente, como el chico nuevo que, después de todo, no iba a tener que sentarse solo en el comedor.

—Sí, me vendrá bien divertirme un poco.

Al levantarse, se preguntó si debía ponerse algo más informal. Los hermanos se habían cambiado y se habían puesto sus vestimentas de cuero, pero él se resistía a dejar el traje. Le encantaba. ¡A la mierda! Le gustaba esa ropa y claro que iba a usarla. Aunque no fuera muy adecuada a su personalidad.

Butch se abotonó la chaqueta, alisándola sobre el pecho, comprobó que el pañuelo aún estuviera perfectamente doblado.

—Vamos, detective, estás estupendo —dijo Rhage con una sonrisa ardiente—. Y me muero por un poco de compañía, ¿me entiendes?

—Si, ya lo imaginaba. —Butch rodeó la mesa—. Pero tengo que advertiros, chicos. Algunos tipos a quienes encerré les gusta ir a Screamer’s. Puede ponerse feo.

Rhage le dio unas palmaditas en la espalda.

—¿Por qué crees que queremos que vayas?

—Diablos, sí. —V sonrió, calándose bien su gorra de los Red Sox—. Una pelea es lo mejor para terminar la noche.

Butch puso los ojos en blanco y luego miró a Phury con expresión seria.

—¿Dónde está tu muchacho?

Phury se irguió.

—Z no vendrá.

Bien.

Butch no tenía problema en salir con los otros. Estaba seguro de que si hubieran querido matarlo, ya estaría bajo tierra. Pero ese sujeto… Zsadist… tenía todo el aspecto de perder fácilmente la cabeza. Y si eso sucedía, prefería no estar a su alcance Aunque había que reconocer que cantaba como los ángeles.

De camino a la puerta principal, Butch murmuró:

—¡Vaya juego de cuerdas vocales que lleva en la garganta de ese hijo de perra! ¡Hermosa la maldita voz!

Los hermanos asintieron, y Rhage pasó uno de sus enormes brazos alrededor de los hombros de Phury. Este agachó la cabeza durante un instante, como si cargara algo muy pesado y se sintiera muy cansado.

Salieron y se dirigieron a un Escalade ESV negro. Las luces parpadearon cuando fue accionada la apertura automática.

—¡Oh, maldición! He olvidado algo. —Butch se detuvo en seco. Los vampiros también se pararon y lo miraron—. ¡Os he engañado!

Corrió alrededor del vehículo. Phury y Rhage también echaron a correr tras él, maldiciéndolo. En el otro lado, empezaron a discutir, pero él ya tenía la mano en la puerta, Y no tenía intención de moverse.

—¡Los humanos van detrás!

—¡Sobre el capó!

—Escuchad, chupasangres, he ganado…

—¡Voy a pegarle un mordisco!

La risa de Vishous resonó en la espesa noche mientras se deslizaba al volante. Su primer movimiento fue encender el estéreo a un volumen tan alto que el coche entero comenzó a moverse.

Era la canción Hipnotize de BIG's.

Butch estaba seguro de que podían oírla hasta en Montreal.

—Maldición, hermano —dijo Rhage, entrando a la parte de atrás.

—¿Es nuevo el equipo?

—Postraos ante mí, caballeros. —V encendió un cigarrillo liado a mano. Cerró la tapa del encendedor de oro—. Y puede que os deje jugar con los mandos.

Eso casi merecería un beso en el trasero.

Los faros se encendieron. Zsadist apareció iluminado por las luces. Phury abrió la puerta de inmediato y le hizo sitio.

—¿Has decidido acompañarnos?

Zsadist le lanzó a Butch una mirada malévola al entrar en la parte de atrás, pero Butch no se lo tomó como algo personal. El vampiro tampoco parecía muy contento de ver a los otros.

V dio marcha atrás y arrancó.

La conversación se mantuvo a pesar de la música, pero la atmósfera había cambiado. Pero era lógico, considerando que ahora llevaban una bomba de relojería viva en el coche.

Butch se volvió a mirar a Zsadist. Sus ojos negros parecían soltar chispas. La sonrisa en la cara del vampiro estaba ansiosa de pecado y preparada para el mal.

‡ ‡ ‡

Havers dejó su tenedor cuando Marissa entró en el comedor.

Se había preocupado al no verla en la mesa, pero no se atrevió a ir a buscarla a su habitación. En su actual estado mental, no habría llevado muy bien su ausencia.

—Perdona mi tardanza —dijo ella, besándolo en la mejilla. Se acomodó en la silla como un pajarillo, arreglándose el vestido y a sí misma con gracia—. Espero que podamos hablar.

¿Qué era ese olor que exhalaba?, se preguntó él.

—Este cordero parece exquisito —murmuró ella cuando Karolyn le puso delante el plato.

Loción de afeitar. Su hermana olía a loción de afeitar. Había estado con un macho.

—¿Dónde has pasado la noche? —preguntó. Ella vaciló.

—En casa de Darius.

Él puso su servilleta sobre la mesa y se levantó. Su cólera era tan intensa, que, curiosamente, lo había dejado entumecido.

—Havers, ¿por qué te marchas?

—Como puedes ver ya he terminado de cenar. Te deseo un buen descanso, hermana.

Ella le agarró la mano.

—¿Por qué no te quedas?

—Tengo un asunto urgente que atender.

—Seguramente podrá esperar.

—No.

Havers se dirigió al vestíbulo, sintiéndose orgulloso de haber controlado su ira. Reunió valor, y se desmaterializó. Cuando tomó forma de nuevo, sintió un escalofrío. Algunas zonas del centro de la ciudad eran asquerosas. Verdaderamente asquerosas.

El callejón que había escogido estaba justo al lado de Screamer’s. Había oído a alguno de los vampiros civiles que había tratado que los hermanos frecuentaban aquel lugar.

Al examinar la multitud humana que trataba de entrar, comprendió la razón. Era una manada agresiva que apestaba a lujuria y a depravación. A la altura de las escasas exigencias que tenían los hermanos a la hora de buscar compañía.

Havers hizo ademán de apoyarse en el edificio, pero lo pensó mejor. Los ladrillos estaban sucios y húmedos. Examinó todo el callejón. Tarde o temprano, encontraría lo que estaba buscando. O lo que estaba buscando lo encontraría a él.

‡ ‡ ‡

El señor X cerró con llave la puerta delantera y se perdió en la noche. Le complacía la forma en que había transcurrido la ceremonia. Billy se había quedado impresionado, por decirlo con palabras suaves, pero había aceptado llevar la iniciación hasta el final. Sobre todo cuando supo que o lo hacía o terminaría Muerto sobre la mesa.

Dios, la expresión en la cara de Billy cuando había visto al Omega no tenía precio. Nadie esperaba que el mal tuviera semejante aspecto. Bueno, por lo menos hasta que la mirada del Omega caía sobre uno. Entonces alcanzaba a saborear su propia muerte.

Cuando todo terminó, el señor X había cargado a Billy hasta la casa, y Riddle se encontraba descansando en la habitación de invitados. Aunque, en aquel momento, estaba vomitando, y ese malestar duraría al menos dos horas, mientras la sangre del Omega sustituía a la que había estado circulando por las venas de Billy durante sus dieciocho años de vida. Riddle también tenía una herida en el pecho, un profundo corte desde la garganta hasta el esternón, que había sido cerrado por la yema del dedo del Omega. Eso le dolería mucho hasta la mañana siguiente. Sin embargo, por la noche estaría lo suficientemente fuerte para salir.

El señor X montó en el Hummer y se dirigió al sur. Había ordenado a uno de los escuadrones principales que cubriera el área del centro de la ciudad, y quería observarlos en acción. Detestaba admitirlo, pero quizás el señor O tuviera razón en cuanto a la motivación. Además, necesitaba ver cómo funcionaba el grupo en una situación de combate. Con la desaparición del señor M, estaba barajando la idea de que Riddle se sumara a sus filas, pero quería tener una idea de la dinámica actual del escuadrón antes de tomar cualquier decisión.

También necesitaba ver cómo respondía Billy. Como le había entrenado en artes Marciales, el señor X confiaba en sus habilidades para la lucha. Pero no estaba seguro de cómo reaccionaría ante su primer asesinato. El señor X sospechaba que sentiría una gran emoción, pero no podía asegurarlo. Deseaba fervientemente que Riddle le hiciera sentirse orgulloso.

El señor X sonrió, corrigiéndose. Deseaba que el señor R le hiciera sentirse orgulloso.

Havers estaba empezando a sentir una gran inquietud. Los humanos que merodeaban por el callejón no representaban amenaza alguna para él, pero no podía soportar sus vicios. En la parte de atrás, dos de ellos estaban besuqueándose, o quizás algo peor, y otro estaba fumando crack. Entre los gemidos y el nauseabundo olor, Havers estaba deseando volver a casa.

—¿Qué tenemos aquí? Un sofisticado.

Havers retrocedió encogiéndose. La hembra humana que se detuvo ante él estaba vestida para el sexo, con un estrecho top cubriéndole el pecho y una falda tan corta que apenas le tapaba la entrepierna.

Un reclamo vivo para una implantación fálica. Se le puso la carne de gallina.

—¿Andas buscando compañía? —preguntó ella, pasándose la mano por el vientre y luego por el grasiento cabello corto.

—No, gracias. —Retrocedió unos pasos, adentrándose en el callejón—. Muchas gracias, pero no.

—Y también es un caballero.

¡Santo cielo! Ella iba a tocarlo. Levantó las manos, introduciéndose cada vez más en el callejón. La música se Hizo más fuerte, como si alguien hubiera abierto la puerta trasera del local.

—Por favor, vete —dijo mientras a su alrededor retumbaba una horrible canción cargada de obscenidades.

De repente, la mujer palideció y escapó corriendo como si acabara de cometer algún delito.

—¿Qué diablos estás haciendo tú aquí? —La voz masculina detrás de él sonó oscura y desagradable.

Havers se dio la vuelta lentamente. Su corazón empezó a latir con fuerza.

—Zsadist.