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En la alcoba del piso interior, Beth cerró el grifo de la ducha, y mientras buscaba una toalla, su nuevo anillo de compromiso resbaló sobre la repisa de mármol.
—Oh, eso no está bien. Nada bien… —Cerró la mano, pensando que había tenido suerte de que Wrath estuviera en el piso de arriba supervisando los preparativos para la ceremonia. Aunque quizá aquel sonido se había escuchado en el primer piso.
Se preparó antes de mirar hacia abajo, convencida de haber roto el rubí o de haberle quitado un trozo. Pero estaba en perfecto estado.
Tendría que acostumbrarse a usar aquel anillo, para no andar dándole golpes a cada instante.
Ojalá todas las cosas de la vida a las que iba a tener que acostumbrarse fueran igual de difíciles, pensó irónicamente. El novio te desliza un pedrusco de incalculable valor en el dedo. ¡Qué cosa tan molesta!
Tuvo que reírse mientras se secaba. Wrath le había puesto aquella sortija con mucho orgullo. Le había dicho que era un obsequio de alguien a quien conocería esa noche.
En su boda.
Dejó de secarse durante un segundo.
¡Dios, esa palabra! Boda. ¿Quién hubiera pensado que ella…?
Alguien golpeó suavemente la puerta de la habitación.
—Hola, Beth. ¿Estás ahí? —La desconocida voz femenina sonó amortiguada.
Beth se puso la bata de Wrath y se dirigió hacia allí, pero no abrió la puerta.
—¿Sí?
—Soy Wellsie. La shellan de Tohr. He pensado que te gustaría que alguien te ayudara a prepararte para esta noche, y te he traído un vestido de ceremonia, por si no tienes ninguno. Está bien, la verdad es que soy la típica hembra chismosa, Y estaba muerta de curiosidad por conocerte.
Beth abrió la puerta.
—Guau.
Wellsie no tenía nada de típica. Cabello rojo incandescente, rostro de diosa grecorromana y un aura de total autodominio. Su vestido azul intenso resaltaba su colorido como un cielo otoñal cubierto de hojas secas.
—Ah, ¡hola! —dijo Beth.
—¡Hola! —Los ojos color jerez de Wellsie eran astutos sin ser fríos, especialmente cuando comenzó a sonreír—. Eres preciosa. ¡Con razón Wrath ha caído con semejante fuerza!
—¿Quieres pasar?
Wellsie entró en la habitación, arrastrando consigo una caja larga y plana y una bolsa grande. Tenía un aire de superioridad, pero, por alguna razón, no parecía autoritaria.
—Tohr casi no me cuenta lo que estaba sucediendo. Él y Wrath no están en su mejor momento.
—¿Por qué?
Wellsie puso los ojos en blanco, cerró la puerta desde el otro lado de la habitación y descargó la caja sobre la mesa.
—Los machos como ellos siempre están llenos de resentimiento, y cada poco tiempo sienten deseos de matarse. Es inevitable. Tohr no quiso decirme la causa de su desacuerdo, pero puedo imaginarlo. Honor, valor en el campo de batalla o nosotras, sus hembras. —Wellsie abrió la caja, dejando al descubierto unos pliegues de satén rojo—. Nuestros muchachos tienen buena intención, pero de vez en cuando pueden explotar de furia y decir algo estúpido. —Se volvió e sonrió—. Ya es suficiente de hablar de ellos. ¿Estás lista para esto?
Normalmente, Beth era reticente con los extraños. Pero sintió que merecía la pena confiar en aquella mujer de conversación franca y ojos sagaces.
—¡Quizá no! —rio Beth—. Es decir, conozco a Wrath desde hace muy poco, pero siento que es adecuado para mí. Lo siento con las entrañas. No con la mente.
—Yo sentí lo mismo por Tohr. —El rostro de Wellsie se suavizó—. En cuanto lo vi supe que no tenía escapatoria, Distraídamente se llevó la mano al estómago.
Está embarazada, pensó Beth.
—¿Cuándo nacerá?
Wellsie se ruborizó, pero pareció ser más de ansiedad que de alegría.
—Falta mucho. Un año. Si es que puedo conservarlo. —Se inclinó y sacó el traje—. ¿Te gustaría probártelo? Somos casi de la misma talla.
El vestido era una auténtica antigüedad, con pedrería negra sobre encaje en el corpiño y los pliegues de la falda cayendo en una verdadera cascada. El satén rojo llameaba a la luz de las velas, conservando el brillo en la profundidad de sus pliegues.
—Es… espectacular. —Beth extendió las manos y acarició la tela.
—Mi madre lo mandó a hacer para mí. Me desposé con él hace casi doscientos años. Podemos eliminar el corsé si quieres, pero he traído las enaguas. Son tan divertidas… Y si no te gusta o tienes planeado ponerte algo diferente, no me sentiré ofendida en lo más mínimo.
—¿Estás loca? ¿Crees que voy a rechazar semejante maravilla para casarme en pantalones cortos?
Beth recogió el vestido y se metió en el baño casi corriendo. Ponerse el traje de noche fue como remontarse al pasado, y cuando volvió a la alcoba no podía parar de alisar la falda. El corpiño le quedaba un poco justo, pero no le importaba siempre que no llenara completamente de aire los pulmones.
—Estás magnífica —dijo Wellsie.
—Sí, porque esto es lo más hermoso que jamás me he puesto. ¿Puedes ayudarme con los últimos botones de la espalda?
Los dedos de Wellsie actuaron hábil y rápidamente. Cuando terminó, inclinó la cabeza hacia un lado y juntó las manos.
—Le haces justicia. El conjunto de rojo y, negro hacen un juego perfecto con tu cabello. Wrath va a desmayarse cuando te vea.
—¿Estás segura de querer prestármelo? —No quería mancharlo.
—Los vestidos deben ser usados. Y ese traje no lo ha llevado nadie desde 1814. —Wellsie consultó su reloj de diamantes—. Voy al piso de arriba para ver cómo van los preparativos. Es muy probable que Fritz necesite ayuda. Los hermanos saben muy bien cómo comer, pero su habilidad en la cocina, a veces, resulta deplorable. Se podría pensar que serían mejores con el cuchillo, considerando la forma como se ganan la vida.
Beth se dio la vuelta.
—Échame una mano para desabrochar todo esto y te acompañaré.
Después de ayudarla a quitarse el vestido, Wellsie vaciló.
—Escucha, Beth…, me alegro por ti. De verdad que me alegro. Pero pienso que debo ser sincera. Tener a uno de estos machos como compañero no es fácil. Espero que me llames si necesitas alguien con quien desahogarte.
—Gracias —dijo Beth, pensando que seguramente lo haría. Sin duda, Wellsie le podía dar buenos consejos. Aquella mujer daba la sensación de tenerlo todo bajo control en su propia vida, y parecía muy… competente.
Wellsie sonrió.
—Y quizá yo también pueda llamarte de vez en cuando. Dios, he esperado mucho para tener alguien con quien hablar y que pueda comprenderme.
—Ninguno de los otros hermanos tiene esposa, ¿no es cierto?
—Tú y yo somos las únicas, querida. Beth sonrió.
—Entonces será mejor que nos mantengamos unidas.
‡ ‡ ‡
Wrath se dirigió al piso superior, preguntándose en dónde se encontrarían sus compañeros. Tocó en la puerta de una de las habitaciones de huéspedes, y Butch respondió. El humano estaba secándose el cabello con una toalla. Tenía otra anudada alrededor de la cintura.
—¿Sabes dónde está V? —preguntó Wrath.
—Si, se está afeitando. —El policía asintió por encima del hombro y se apartó hacia un lado.
—¿Me necesitas, jefe? —preguntó y en voz alta desde el baño.
Wrath, se rio entre dientes.
—Vaya, que escena tan tierna.
El «vete a la mierda» le llegó por ambas partes, al tiempo que Vishous entraba a la habitación, en calzoncillos. Sus mejillas estaban cubiertas de espuma de afeitar y deslizaba una cuchilla pasada de moda a través de su mandíbula. Tenía ambas manos descubiertas.
Por Dios. La mano izquierda de y estaba al aire libre, con sus tatuajes sagrados presagiando graves consecuencias a cualquiera que entrara en contacto con ella. Wrath se preguntó si el humano tenía alguna idea de a qué se estaba exponiendo.
—Escucha, —dijo Wrath—, hay un pequeño problema que necesito resolver antes de desposarme.
Generalmente trabajaba solo, pero si iba a encargarse de Billy Riddle, quería que Vishous lo ayudara. Los humanos no se desintegraban necesariamente cuando uno los apuñalaba, pero su hermano podía ocuparse del cuerpo con su mano izquierda. Un momento de trabajo y, ese cadáver sería éter.
V sonrió abiertamente.
—Dame cinco minutos y estoy listo.
—Trato hecho. —Wrath pudo sentir los ojos de Butch sobre él. Era evidente que el policía quería saber de qué se trataba—. No querrás enredarte en esto, detective. En especial teniendo en cuenta tu vocación.
—Estoy fuera del cuerpo. Sólo para que lo sepáis.
Interesante, pensó Wrath.
—¿Te importaría decirme por qué?
—Le fracturé la nariz a un sospechoso.
—¿En una pelea?
—Durante el interrogatorio. Aquello no era ninguna sorpresa.
—¿Y por qué hiciste algo así?
—Trató de violar a tu futura esposa, vampiro. No sentí ningún deseo de ser amable cuando dijo que ella le rogó que lo hiciera.
Wrath sintió un rugido asomar a su garganta. El sonido fue como un ser vivo brotando de sus entrañas.
—Billy Riddle.
—¿Beth te habló de esa sabandija?
Wrath se precipitó hacia la puerta.
—Muévete V —dijo bruscamente.
Cuando llegó al piso inferior, sintió la presencia de Beth y la encontró atravesando el cuadro. Se dirigió hacia ella y la rodeó con sus brazos, apretándola con fuerza. La vengaría antes de la ceremonia. No se merecía menos de su hellren.
—¿Estás bien? —le susurró ella.
Él asintió contra su cabello y luego vio a la shellan de Tohr.
—Hola, Wellsie. Te agradezco que hayas venido.
La hembra sonrió.
—Pensaba que ella necesitaría algo de apoyo.
—Y me alegra que estés aquí. —Se alejó de Beth el tiempo suficiente para besar la mano de Wellsie.
Vishous entró dando grandes zancadas, armado hasta los dientes.
—Wrath, ¿ya nos vamos?
—¿Adónde vas? —preguntó Beth.
—Necesito encargarme de algo. —Le recorrió el brazo con las manos—. Los otros hermanos se quedarán aquí para ayudar con los preparativos. La ceremonia empezará a medianoche, y yo estaré de vuelta antes.
Pareció como si ella quisiera discutir, pero luego miró a Wellsie. Algo pareció suceder entre las dos hembras.
—Cuídate —dijo Beth finalmente—. Por favor.
—No te preocupes. —La besó larga y lentamente—. Te amo, leelan.
—¿Qué significa esa palabra?
—Algo muy parecido a «lo que más quiero».
Recogió su chaqueta de una silla y le dio otro beso en los labios antes de salir.