36
Wrath se levantó de la cama y se puso unos pantalones de cuero limpios y una camiseta negra. Beth dormía profundamente a su lado. Cuando la besó, ella se revolvió.
—Voy al primer piso —dijo él, acariciándole la mejilla—. Pero no saldré de casa.
Ella asintió, le rozó la palma de la mano con los labios, y se hundió de nuevo en el descanso reparador que tanto necesitaba.
Wrath se colocó las gafas de sol, descorrió el cerrojo de la puerta y se dirigió a las escaleras. Sabía que mostraba una estúpida sonrisa de satisfacción en el rostro y que sus hermanos se burlarían de él.
¿Pero qué demonios le importaba? Iba a tener una verdadera shellan, una compañera. Y ellos podían besarle el culo.
Empujó el cuadro y pasó al salón. No pudo creer lo que vio.
Marissa, con un vaporoso vestido color crema, y el policía ante ella, acariciando su cara, evidentemente embelesado. Por toda la estancia flotaba el delicioso aroma del sexo.
En aquel momento, Rhage irrumpió en la habitación con la daga desenvainada. Evidentemente, el hermano estaba listo para destripar al humano por tocar a la que él suponía que era la shellan de Wrath.
—¡Quita las manos…!
Wrath dio un salto hacia delante.
—¡Rhage! ¡Espera!
El hermano se detuvo en seco mientras Butch y Marissa miraban alrededor con aspecto desconcertado.
Rhage sonrió y arrojó la daga al otro lado de la habitación, hacia Wrath.
—Adelante, mi señor. Merece la muerte por ponerle las manos encima, ¿pero no podemos jugar con él un poco? Wrath atrapó el cuchillo.
—Regresa a la mesa, Hollywood.
—¡Ah, vamos! Sabes que es mejor con público. Wrath sonrió con afectación.
—Otra vez será, hermano. Ahora déjanos.
Le devolvió la daga y Rhage se apresuró a enfundarla antes de marcharse.
—Eres un verdadero aguafiestas, ¿lo sabías? ¡Un maldito aguafiestas de mierda!
Wrath dirigió la mirada a Marissa y el detective. Para ser justos, tenía que aprobar la forma en que el humano había utilizado su cuerpo para protegerla.
A lo mejor, aquel tipo era algo más que un buen contrincante.
Butch miró ferozmente al sospechoso y extendió los brazos, tratando de rodear a Marissa. Ella se negó a permanecer detrás de él y se hizo a un lado, pasando hacia delante.
¿Estaba protegiéndolo a él?
El detective la sujetó por uno de sus delicados brazos, pero ella se resistió.
‡ ‡ ‡
Cuando el asesino de cabello negro estuvo a su altura, ella se dirigió a él resueltamente en un idioma que Butch no reconoció. Ella se acaloraba a medida que avanzaba la discusión, y el hombre gesticulaba mucho. Pero gradualmente Marissa se fue tranquilizando. Luego, el hombre apoyó una mano sobre el hombro de la mujer y se volvió a mirar a Butch.
Santo Dios, el cuello de aquel hombre mostraba una herida abierta en un lado, como si algo lo hubiera mordido.
Le preguntó algo a Marissa, que respondió vacilante, pero él le hizo repetir las palabras en un tono más fuerte.
—Que así sea —dijo aquel bastardo, sonriendo ligeramente. Marissa se movió hasta colocarse junto a Butch. Lo miró y se sonrojó.
Algo había sido decidido. Algo…
‡ ‡ ‡
Con un rápido movimiento, el vampiro aferró la garganta de Butch.
Marissa gritó:
—¡Wrath!
—Mierda, otra vez no, pensó Butch mientras forcejeaba.
—Ella parece interesada en ti —dijo el asesino al oído de Butch—. Así que te permitiré seguir respirando. Pero hazle daño y te desollaré vivo.
Marissa le hablaba con rapidez en aquella lengua desconocida, y no le cabía duda de que lo estaba maldiciendo.
—¿Me has comprendido? —preguntó Wrath.
Butch entrecerró los ojos, dirigiéndolos hacia el rostro del vampiro.
—Ella no tiene nada que temer de mí.
—Que así sea.
—En cambio tú, esa es otra historia.
El hombre lo soltó. Alisó la camisa de Butch, y le mostró una amplia sonrisa.
Butch frunció el ceño.
Dios, había algo sumamente extraño en los dientes de aquel individuo.
—¿Dónde está Beth? —exigió saber Butch.
—Está a salvo. Y en perfecto estado.
—No será gracias a ti.
—Únicamente gracias a mí.
—Entonces, me temo que no compartimos la misma opinión. Quiero verla por mí mismo.
—Más tarde. Y sólo si ella quiere verte.
Butch se encolerizó, Y aquel bastardo pareció sentir una oleada en su cuerpo.
—Ten cuidado, detective. Ahora estás en mi mundo.
—Sí, a la mierda contigo, amigo.
El policía estaba a punto de abrir la boca cuando sintió que algo le sujetaba el brazo. Bajó la vista. El miedo brillaba en los ojos de Marissa.
—¡Wrath, por favor! —susurró—. No lo hagas. El sospechoso asintió.
—Debes ser más amable, y quédate con ella —dijo el hombre. Su voz se suavizó al mirar a Marissa—. Es feliz en tu compañía, y se merece esa felicidad. Ya hablaremos de Beth más tarde.
‡ ‡ ‡
El señor X llevó a Billy de vuelta a su casa, después de haber pasado varias horas recorriendo la ciudad en el coche, hablando. El pasado de Billy era perfecto, y no sólo a causa de su carácter violento. Su padre era exactamente la clase de modelo masculino preferido del señor X. Un lunático con complejo de Dios. Había sido jugador de fútbol americano. Era corpulento, agresivo y competitivo, y había ridiculizado a Billy desde su nacimiento.
Cualquier cosa que su hijo hacía era un desastre. Pero lo que más le gustaba al señor X era la historia de la muerte de la madre de Billy. La mujer se había caído en la piscina después de haber bebido demasiado, y Billy la había encontrado flotando boca abajo. La sacó del agua e intentó reanimarla antes de llamar al 911. Tan pronto como se llevaron el cuerpo al depósito con una etiqueta en un dedo del pie, el distinguido senador del gran estado de Nueva York sugirió que su hijo la había asesinado. Evidentemente, Billy tendría que haber llamado primero a la ambulancia en lugar de ponerse a hacer de médico.
El señor X no cuestionaba los méritos del matricidio. Pero, en el caso de Billy, el muchacho había recibido entrenamiento como socorrista, realmente había intentado salvar a la mujer.
—Odio esta casa —murmuró Riddle, mirando las paredes, las columnas y los ventanales hermosamente iluminados.
—Es una pena que estés en lista de espera. La universidad te habría sacado de aquí.
—Sí, bueno, pude haber entrado en una o dos. Si él no me hubiera obligado a presentarme solamente a la de Ivies.
—¿Y qué piensas hacer?
Billy se encogió de hombros.
—Él quiere que me vaya de aquí, que consiga un empleo. Es sólo que… no sé adónde ir.
—Dime una cosa, Billy, ¿tienes novia? —Él esbozó una ligera sonrisa.
—Un par.
Seguramente era cierto, porque era bastante agraciado.
—¿Alguien en especial?
Los ojos de Billy parpadearon.
—Están bien como diversión, pero no me dejan en paz. Me llaman a todas horas, queriendo saber dónde estoy, qué hago. Exigen demasiado, salvo, eh…
—¿Tú qué? —Billy entrecerró los ojos—. Vamos, hijo. No hay, nada que no puedas contarme.
—Yo, eh, me gustan más cuando son difíciles de conseguir… —Se aclaró la garganta—. De hecho, me gusta cuando tratan de escapar.
—¿Te gusta atraparlas?
—Me gusta forzarlas. ¿Entiende?
El señor X asintió, pensando que había otro voto a favor de Riddle. Sin ataduras a una familia, sin ataduras a una novia, y con una disfunción sexual que sería curada durante la ceremonia de iniciación.
Riddle empuñó el picaporte de la puerta.
—En todo caso, gracias, sensei. Esto ha sido fabuloso.
—Billy.
Riddle hizo una pausa, mirando hacia atrás con curiosidad.
—¿Sí, sensei?
—¿Quieres venir a trabajar conmigo?
Los ojos de Riddle chispearon.
—¿Quiere decir en la academia?
—Algo así. Déjame hablarte un poco de lo que tendrías que hacer, y luego puedes pensarlo con calma.