21

Beth dejó el bolso sobre la mesa de la entrada, saludó a Boo y entró en el baño. Miró la ducha, pero no tenía ganas de darse un baño. Aunque a su tenso cuerpo le hubiera venido estupendamente pasar un buen rato bajo el agua caliente, le encantaba el olor persistente de Wrath sobre su piel. Era un perfume maravilloso, erótico, una oscura fragancia. Algo que nunca antes había experimentado, algo que jamás podría olvidar.

Abrió el grifo, se lavó, se sentía exquisitamente sensible y algo dolorida entre las piernas, aunque no le importaba el dolor. Wrath podía hacerle el amor con esa furia siempre que quisiera. Él era…

Su mente no pudo encontrar la palabra adecuada. Tan sólo una imagen suya penetrándola, sus colosales hombros y su pecho cubiertos de sudor, contraídos mientras se entregaba. Mientras la marcaba como suya.

Eso es, al menos, lo que le había parecido. Sintió como si hubiera sido dominada y marcada por un hombre. Poseída.

Y quería experimentarlo de nuevo. Ya.

Pero movió la cabeza, pensando que el sexo sin protección tenía que acabar. Ya era malo que lo hubiera hecho dos veces. La próxima vez tendría irás cuidado.

Antes de salir del baño, miró su reflejo en el espejo y se detuvo en seco. Se acercó a examinarse más detenidamente la cara.

Su aspecto era el mismo que por la mañana, pero se sentía como si fuera una extraña.

Abrió la boca e inspeccionó los dientes. Cuando tocó los dos caninos delanteros, como era de esperar, le dolieron.

Santo cielo, ¿quién era ella?, y ¿Qué era?

Pensó en Wrath, obligándose a alejarse de ella, con su cuerpo medio desnudo en tensión y sus músculos como si fueran a atravesar su piel. Al mostrar sus dientes, le pareció que los colmillos eran más largos que cuando los vio por primera vez. Como si hubieran crecido.

Su hermoso rostro se había contorsionado de agonía. ¿Era eso lo que le esperaba a ella?

Oyó un golpe seco en la otra habitación, como si alguien estuviera tocando en la ventana. Escuchó a Boo dar un maullido de bienvenida.

Beth asomó la cabeza cautelosamente.

Había alguien junto a la puerta del patio. Alguien de gran envergadura.

—¿Wrath? —Corrió a abrir la puerta antes de cerciorarse bien.

Cuando vio la figura que se encontraba al otro lado, deseó haber sido más cuidadosa.

No era Wrath, aunque aquel hombre se le parecía un poco. Cabello negro corto. Rostro cruel. Ojos de un color azul oscuro intenso. Cuero por todas partes.

En el rostro del desconocido apareció una expresión de sorpresa al mirarla fijamente, pero pareció sobreponerse de inmediato.

—¿Beth? —Tenía una voz profunda, pero amistosa, y al sonreír, brillaron unos colmillos.

Ella ni siquiera se sobresaltó.

Maldición, ya se estaba acostumbrando a ese extraño mundo.

—Soy Tohrment, un amigo de Wrath. —El tipo le tendió la mano—. Puedes llamarme Tohr. —Ella le dio un apretón, sin saber muy bien qué debía decir—. Estoy aquí para protegerte. Estaré fuera si necesitas algo.

El hombre… vampiro —mierda, lo que fuera— se dio la vuelta y, se dirigió a la mesa de picnic.

—Espera —dijo ella. ¿Por qué no…?—. Pasa, por favor.

Él se encogió de hombros.

—Está bien.

Cuando cruzó el umbral, Boo maulló con fuerza y lanzó un zarpazo a las pesadas botas del hombre. Ambos se saludaron como viejos amigos, y cuando el vampiro se enderezó, su chaqueta de cuero se abrió, dejando entrever unas dagas como las de Wrath. Y seguramente sus bolsillos también estarían repletos del tipo de armas que Butch le había incautado a Wrath.

—¿Quieres algo de beber? —dijo ella. No sangre. Por favor, no digas sangre.

Él le sonrió abiertamente, como si supiera lo que estaba pensando.

—¿Tienes cerveza?

¿Cerveza? ¿Bebía cerveza?

—Ah, claro. Creo que sí. —Desapareció en la cocina.

Trajo dos Sam Adams. Ella también necesitaba beber algo en ese momento. Después de todo, era anfitriona de un vampiro. Su padre había sido un vampiro. Su amante era un vampiro.

Echó hacia atrás la botella y bebió un buen trago. Tohrment rio sordamente.

—¿Una larga noche?

—No te lo puedes ni imaginar —replicó ella, limpiándose la boca.

—Tal vez sí. —El vampiro se sentó en el sillón, su enorme cuerpo desbordaba por todos lados, haciendo parecer pequeño el respaldo—. Me alegro de conocerte por fin. Tu padre hablaba mucho de ti.

—¿De verdad?

—Estaba muy orgulloso de ti. Y tienes que saber… que se mantuvo lejos para protegerte, no porque no te amara.

—Eso es lo que me ha dicho Fritz. Y Wrath también.

—¿Has hecho buenas migas con él?

—¿Con Wrath?

—Sí.

Sintió que sus mejillas se ruborizaban, y se dirigió a la cocina para que él no viera su reacción. Cogió una bolsa de galletas de la parte superior de la nevera y puso algunas en un plato.

—Él es…, es… cómo describirlo. —Trató de pensar una buena respuesta.

—De hecho, creo que lo sé.

Ella regresó y le ofreció el plato.

—¿Quieres?

—Galletas de avena con pasas —dijo él, cogiendo tres Mis favoritas.

—¿Sabes? Pensaba que los vampiros sólo bebían sangre.

—No. Contiene nutrientes necesarios, pero también necesitamos alimento.

—¿Y qué hay del ajo?

—Trae un poco. —Se recostó en el sillón, masticando alegremente—. Me encanta en las tostadas con un poco de aceite de oliva.

Cielos. Aquel individuo le estaba resultando casi simpático. No, eso no podía ser. Con sus penetrantes ojos examinaba continuamente las ventanas y la puerta de cristal, como si es tuviera vigilando los alrededores. Ella supo, sin lugar a dudas, que si veía algo que no le gustaba se levantaría de aquel sillón en una milésima de segundo. Y no sería para revisar las cerraduras, sino para atacar.

Se llevó otra galleta a la boca.

Por lo menos su presencia la relajaba… hasta cierto punto.

—No eres como Wrath —dejó escapar ella.

—Nadie es como Wrath.

—Sí, —mordió su propia galleta, y se sentó en el futón.

—Él es una fuerza de la naturaleza —dijo Tohr, inclinando la botella para beber—. Es letal, sobre eso no hay duda. Pero no existe nadie que pueda protegerte mejor que él, suponiendo que decida hacerlo. Aunque yo creo que ya lo ha decidido.

—¿Cómo sabes eso? —susurró ella, preguntándose qué le habría contado Wrath.

Tohr carraspeó, el rubor le cubrió las mejillas.

—Él te ha marcado.

Ella frunció el ceño, bajando la cabeza para mirarse.

—Lo huelo —dijo Tohr—. La advertencia impregna tu cuerpo.

—¿Advertencia?

—Como si fueras su shellan.

—¿Su qué?

—Su compañera. Ese olor en tu piel envía una poderosa señal a otros machos.

Entonces ella estaba en lo cierto sobre las relaciones sexuales que habían tenido y su significado.

Eso no debería complacerme tanto como me complace, pensó.

—No te importa, ¿o sí? —dijo Tohr—. Ser suya.

No quería responder a eso. Por una parte quería ser de Wrath, pero, por otra, se sentía mucho más segura estando como siempre había estado. Sola.

—¿Tú tienes una? —preguntó—. ¿Una compañera?

La cara del vampiro se iluminó con devoción.

—Se llama Wellsie. Nos comprometieron antes de nuestra transición. Fue una verdadera suerte que nos enamoráramos. La verdad es que si la hubiera conocido en la calle, la habría escogido a ella. Ha sido una cuestión del destino, ¿no crees?

—A veces, también funciona para nosotros —murmuró ella.

—Sí. Algunos machos toman más de una shellan, pero yo no puedo imaginar estar con otra hembra. Evidentemente, esa es la razón por la que Wrath me ha elegido a mí.

Ella enarcó una ceja.

—¿Perdón?

—Los otros hermanos tienen hembras de las que beben, pero no tienen lazos emocionales. Nada evitaría que ellos… —Se detuvo y, mordió otra galleta—. Bueno, dado que eres…

—¿Soy qué?

Se dio cuenta de que apenas se conocía a sí misma, y en ese tema estaba dispuesta incluso a recibir sugerencias de extraños.

—Hermosa. Wrath no ha querido ponerte en manos de ningún otro, porque si se sintieran tentados a propasarse contigo, surgirían graves problemas. —Tohr se encogió de hombros—. Bueno, y un par de hermanos son realmente peligrosos. No se te ocurriría dejar a una hembra sola con ellos, y mucho menos a una por la que sintieras algo.

Ella no estaba segura de querer conocer a ninguno de los hermanos.

Espera un minuto, pensó.

—¿Wrath ya tiene una shellan? —preguntó.

Tohr terminó su cerveza.

—Creo que es mejor que hables con él sobre ese tema.

Aquello no era precisamente un no.

Un enfermizo sentimiento de desilusión se instaló en su pecho.

Volvió a la cocina.

Maldición. Sentía demasiado afecto por Wrath. Se habían acostado dos veces, y su cabeza ya era un caos.

Esto va a dolerme, pensó mientras abría otra cerveza.

Cuando las cosas se pusieran difíciles entre ellos, iba a dolerle como el diablo. A pesar de convertirse en vampiro.

Oh, por Dios.

—¿Más galletas? —dijo en voz alta.

—Me encantaría.

—¿Cerveza?

—No, es suficiente, gracias.

Ella trajo la bolsa de la cocina. Guardaron silencio mientras acababan todas las galletas, incluyendo los pedazos que quedaban en el fondo.

—¿Tienes algo más de comer? —preguntó él.

Ella se levantó, sintiendo un poco de hambre también.

—Veré qué puedo encontrar.

—¿Tienes televisión por cable? —dijo señalando con la cabeza el televisor.

Ella le arrojó el mando.

—Claro que sí. Y si mal no recuerdo, esta noche hay una maratón de Godzilla por la TBS.

—Estupendo —dijo el vampiro, estirando las piernas—. Siempre me pongo del lado del monstruo.

Ella le sonrió.

—Yo también.