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Mary colocó la fuente vacía junto al fregadero y le pasó a Rhage una bandeja para que la ayudara a recoger las sobras. Ahora que la fiesta había terminado, todos echaban una mano.

—Me alegra mucho —dijo cuando salieron al recibidor—, que Wellsie y Tohr hayan acogido a John. Me hubiera encantado verlo esta noche, pero me hace feliz saber que está en buenas manos.

—Tohr me dijo que el pobre chico es incapaz de salir de la cama, está demasiado exhausto. Lo único que hace es dormir y comer. Oye, a propósito, creo que tienes razón. Es posible que a Phury le guste Bella. Pasó mucho tiempo mirándola. Nunca lo había visto haciendo algo parecido.

—Pero después de lo que dijiste sobre…

Pasaron junto a la escalera grande y se abrió una puerta oculta debajo de ella. Zsadist salió de allí. Tenía la cara deformada, la camiseta deportiva hecha jirones. Había sangre sobre él.

—Pero… ¡Mierda! —murmuró Rhage.

El hermano pasó junto a ellos. Sus vidriosos ojos negros no los vieron. Su leve sonrisa de satisfacción parecía totalmente fuera de lugar, como si hubiera comido opíparamente, o se hubiese dado un festín de sexo, en lugar de haber recibido una paliza. Subió la escalera lentamente. No podía doblar una de las piernas.

—Será mejor que vaya a ver a Phury. —Rhage le entregó la bandeja a Mary y le dio un beso—. Quizá tarde un poco.

—¿Qué tiene que ver Phury…? Oh… Dios.

—Quizá no tuvo otra opción, Mary.

—Bueno… tómate el tiempo que necesites.

Pero antes de llegar al pasadizo, apareció Phury, vestido con ropa deportiva. Parecía tan agotado como Zsadist, pero no tenía ninguna marca. Nada, sólo los nudillos magullados y agrietados. Y había manchas de sangre sobre su pecho.

—Hola, hermano —dijo Rhage.

Phury miró a su alrededor y pareció sorprendido por encontrarse allí.

Rhage se paró frente a él.

—¿Hermano?

Enfocó los cansados ojos.

—Hola.

—¿Quieres ir arriba? ¿Prefieres quedarte aquí un poco?

—Ah, no. Estoy bien. —Posó los ojos en Mary. Apartó la mirada—. Yo, eh, estoy bien. Sí. De veras. ¿Ya terminó la fiesta?

Rhage tomó la bolsa. La camisa rosa de Phury salía de ella, atascando el cierre.

—Vamos, subamos juntos.

—Debes quedarte con tu hembra.

—Ella lo entiende. Subamos juntos, hermano.

Phury asintió, cabizbajo.

—Sí, está bien. Prefiero no estar solo en este momento.

‡ ‡ ‡

Cuando Rhage regresó finalmente a la habitación, sabía que Mary estaría dormida, así que cerró la puerta con cuidado.

Había una vela ardiendo sobre la mesilla de noche, y vio que la cama estaba completamente desordenada. Mary había tirado al suelo el edredón y desparramado las almohadas. Estaba acostada boca arriba, con un adorable camisón de color crema enrollado alrededor de la cintura y los muslos.

Nunca la había visto vestida de seda, y sabía que se había puesto ese camisón porque quería que esa noche fuera especial. Su visión lo excitó, y aunque la vibración le quemaba, se arrodilló junto a la cama. Necesitaba estar cerca de ella.

No sabía cómo lograba Phury mantener el control, especialmente en noches como esa. El amor del hermano había querido sangrar, había exigido dolor y castigo. Y Phury hizo lo que se le había pedido, aceptando la terrible ceremonia. Z sin duda estaría durmiendo después de la paliza. Phury se retorcería de angustia durante días.

Era un buen macho, leal, fuerte, consagrado a Z. Pero expiar la culpa de lo que le había sucedido a Z lo estaba matando.

Dios, ¿cómo podía alguien soportar la obligación de golpear a la persona que amaba porque eso era lo que esa persona quería?

—Hueles bien —murmuró Mary, acercándose, acurrucada, y mirándolo—. A cafetería elegante.

—Es el humo rojo. Phury fumó una cosa muy fuerte, pero no puedo culparlo. —Rhage le tomó la mano y frunció el ceño—. Tienes fiebre otra vez.

—Está remitiendo. Me siento mucho mejor. —Le besó la muñeca—. ¿Cómo está Phury?

—Es terrible.

—¿Zsadist lo obliga a hacer eso a menudo?

—No. No sé qué pudo suceder esta noche.

—Lo siento mucho por ambos. Pero más por Phury.

Sonrió, adorándola por la forma en que se preocupaba por sus hermanos.

Mary se incorporó lentamente, moviendo las piernas de forma que quedaron colgando de la cama. Su camisón tenía un corpiño de encaje, y a través de la trama podía verle los senos. Sintió que los muslos se le tensaban, y cerró los ojos.

Era un infierno querer estar con ella y temer lo que su cuerpo pudiera hacer. Y ni siquiera estaba pensando en sexo. Necesitaba abrazarla, pero no se atrevía.

Mary llevó las manos a la cara de Rhage. Cuando le pasó el pulgar por la boca, sus labios se abrieron involuntariamente. Era una subversiva invitación que ella aceptó. Se inclinó y lo besó, penetrándolo con la lengua, tomando lo que él sabía que no debía ofrecer.

—Sabes bien.

Había fumado un poco con Phury, sabiendo que regresaría a ella, con la esperanza de que el relajante lo apaciguara un poco. No quería que se repitiese lo que había pasado en la sala de billar.

—Te quiero, Rhage. —Se movió, abriendo las piernas, atrayéndole hacia su cuerpo.

El vampiro no pudo contener una explosión de energía, que se apoderó de todo su cuerpo. Tomó aire y se recostó.

—Escucha, Mary…

Ella sonrió y se sacó el camisón por encima de la cabeza, arrojándolo al suelo. La visión de su piel desnuda a la luz de la vela lo paralizó. No podía moverse.

—Ámame, Rhage. —Le tomó las manos y se las llevó a los senos. Aunque se dijo que no debía tocarla, él le puso las palmas sobre los pechos y frotó suavemente los pezones con los pulgares. Ella arqueó la espalda—. Así, así.

Rhage se inclinó hasta su cuello, lamiéndole la carótida. Se moría por beber de ella, en especial porque mantenía la cabeza inmóvil, como si también lo deseara. No es que necesitara alimentarse. Quería llevarla en su cuerpo, en su sangre. Quería ser sustentado por ella, vivir de ella. Deseó que ella pudiera hacerle lo mismo.

Mary lo abrazó por los hombros y empujó, tratando de tumbarlo sobre el colchón. La dejó hacerlo, confiando en que Dios lo ayudara. Ahora ella estaba debajo de él, despidiendo el aroma de la excitación que sentía.

Rhage cerró los ojos. No podía rechazarla. No podía detener el arrebato que surgía de su interior. La besó y rezó.

Algo no iba bien, pensó Mary.

Rhage permanecía fuera de su alcance. Cuando quiso quitarle la camisa, él no la dejó tocarle los botones. Cuando trató de tocar su pene rígido, él retiró las caderas. Incluso cuando le chupaba los senos y le pasaba la mano entre las piernas, era como si le estuviera haciendo el amor desde la distancia.

—Rhage… —Se interrumpió cuando sintió los labios del hombre en el ombligo—. Rhage, ¿qué pasa?

Sus grandes manos le separaron las piernas, y acercó su boca a la base de los muslos. La mordisqueó, jugando con los colmillos, con delicadeza, sin herirla.

—Rhage, para un minuto.

Él colocó la boca sobre su sexo, tirando con los labios, succionando, moviéndose de arriba abajo, saboreando. Ella levantó la cabeza.

Otro segundo y estaría totalmente perdida.

Agarrando su rubio pelo, lo apartó con fuerza.

Los ojos del vampiro brillaron con energía sexual mientras respiraba por los lustrosos labios abiertos. Deliberadamente, tomó su labio inferior con los dientes y lo chupó. Luego se pasó la lengua lentamente por el labio superior.

Ella cerró los ojos, excitándose, derritiéndose.

—¿Cuál es el problema? —preguntó al fin Mary con voz ronca.

—No sabía que hubiera uno. —Le rozó la vagina con los nudillos, frotando la sensible piel—. ¿No te gusta esto?

—Por supuesto que sí.

Rhage empezó a mover el pulgar en círculos.

—Entonces déjame que siga.

Antes de que pudiera inclinar la cabeza y usar de nuevo la lengua, ella apretó las piernas lo más que pudo alrededor de su mano.

—¿Por qué no puedo tocarte? —preguntó la joven.

—Nos estamos tocando, ¿no?

No podía estar más excitada.

—No, tú me tocas, pero yo a ti no.

Trató de apartarse de él y sentarse, pero Rhage estiró rápidamente la mano libre. La palma fue a parar a su pecho, empujándola de vuelta a la cama.

—No he terminado —dijo él en un profundo gruñido.

—Quiero tocar tu cuerpo.

Los ojos de Rhage emitieron un destello. Pero luego, en un instante, el brillo desapareció y una rápida emoción se reflejó en su cara. ¿Miedo? No podría decirlo, porque él bajó la cabeza. Le besó la parte superior del muslo, acariciándolo con la mejilla, la mandíbula, la boca.

—No hay nada como tu calor, tu sabor, tu suavidad. Déjame darte placer, Mary.

Las palabras le causaron un escalofrío. Ya las había escuchado antes. Al principio.

Los labios pasaron al interior de la vagina, más cerca de la meta.

—No, para, Rhage. —Se detuvo—. El sexo unilateral no me gusta. No quiero que me prestes un servicio. Quiero estar contigo.

Él apretó los labios y bajó de la cama con un ágil movimiento. ¿Iba a dejarla?

Pero sólo se arrodilló en el suelo, con los brazos aferrados al colchón y la cabeza colgando de los hombros. Recuperaba fuerzas.

Ella estiró una pierna y le tocó el antebrazo con el pie.

—No me digas que vas a decir que no —murmuró.

Rhage levantó la cabeza y la miró. Visto desde arriba, sus ojos eran sólo ranuras en la cara, emitiendo brillantes rayos de luz azul.

Mary arqueó el cuerpo y movió la pierna, permitiéndole una pequeña visión de lo que deseaba tanto.

Contuvo la respiración.

En un poderoso y fluido movimiento, Rhage dio un tremendo salto sobre ella y aterrizó entre sus piernas. Se desabrochó los pantalones y…

«Oh, gracias, Dios», se dijo Mary.

Se corrió de inmediato, gloriosamente aferrada al miembro con todo su cuerpo. Cuando pasó la tormenta, lo sintió agitándose sobre ella, dentro de ella. Estaba a punto de decirle que dejara de lado su autocontrol, cuando se dio cuenta de que ese no era el problema. Estaba sufriendo una especie de ataque, cada músculo de su cuerpo saltaba en violentos espasmos.

—¡Rhage! —lo miró a la cara.

Sus ojos emitían un brillo blanco.

En un intento por calmarlo, le frotó la espalda con las manos, y sintió algo raro sobre su piel. Parecía diferente, como si tuviera escamas, o estrías. Era rugosa.

—Rhage, hay algo en tu…

Él se apartó de un salto y se dirigió directamente hacia la puerta.

—¿Adónde vas? —Tomó el camisón y se lo puso al tiempo que salía tras él.

En el pasillo, Rhage se detuvo para recolocarse el pantalón, y Mary casi soltó un grito. El tatuaje estaba vivo. La cosa se había levantado de su espalda, el dibujo proyectaba sombras.

Y se movía, aunque Rhage estaba inmóvil. El gran dragón se revolvió como si la mirara, con la cabeza y los ojos fijos en ella mientras su cuerpo hacía ondulaciones. Parecía buscar una salida.

—¡Rhage!

Él escapó corriendo como una bala, bajó al recibidor y desapareció por la puerta oculta bajo la escalera.

‡ ‡ ‡

El vampiro no paró de correr hasta que estuvo en el corazón del centro de entrenamiento. Cuando llegó al vestuario, abrió las puertas y entró en la ducha colectiva. Abriendo una de las boquillas, se deslizó por las baldosas y se sentó bajo un chorro de agua fría.

Todo era terriblemente claro. Las vibraciones. El zumbido. Siempre cerca de Mary, especialmente si ella estaba excitada.

Dios, no sabía cómo no se le había ocurrido antes. Quizá sólo quería evitar la verdad.

Estar con Mary era diferente porque… él no era el único que quería hacer el amor con ella.

La bestia también la deseaba.

La bestia quería salir para poder poseerla.