5

Cuando Butch O’Neal aparcó el Escalade en el patio, ya había amanecido. Mientras se bajaba, alcanzó a oír la música de G-Unit retumbando en la Guarida, así que supo que su compañero de casa ya había llegado. V no podía vivir sin su música rap; era como el aire para él. Decía que los acordes del bajo y la percusión le ayudaban a mantener bajo control la intrusión de los pensamientos de los demás.

Butch fue hasta la puerta y marcó una clave. Se oyó una cerradura que se abría y entró en un vestíbulo en el que marcó otro código para entrar. Los vampiros eran expertos en el sistema de las puertas dobles. De esa manera uno nunca tenía que preocuparse porque alguien pudiera inundar la casa con la luz del sol, pues una de las puertas siempre estaba cerrada.

La caseta de vigilancia, conocida como la Guarida, no era muy lujosa; sólo tenía un salón, una cocina y dos habitaciones con baño. Pero a él le gustaba, y le gustaba el vampiro con el que vivía. Él y su compañero estaban tan unidos como… bueno, hermanos.

Cuando entró en el salón, los sofás de cuero negro estaban vacíos, pero el televisor de plasma estaba encendido, sintonizado en un canal deportivo, y por todas partes se sentía el olor a chocolate del humo rojo. Así que Phury debía de estar en la casa, o acababa de salir.

—Hola, Lucy —gritó Butch.

Los dos hermanos salieron del fondo. Todavía estaban vestidos con su ropa de combate y los pantalones de cuero y las botas hacían que parecieran exactamente lo que eran: unos asesinos.

—Pareces cansado, policía —dijo Vishous.

—En realidad, me siento agotado.

Butch clavó los ojos en el porro que Phury tenía en la boca. Aunque había dejado atrás los días en que se drogaba, esa noche estuvo a punto de recaer y tuvo que hacer grandes esfuerzos para contenerse y no pedirle una calada a su amigo. Ya tenía dos adicciones, así que estaba bastante ocupado.

Sí, beber escocés y perseguir a una vampira que no lo deseaba parecía ser lo único para lo que tenía tiempo. Además, no había razón para alterar un sistema que funcionaba. La pena de amor lo hacía beber, y cuando estaba ebrio extrañaba todavía más a Marissa, así que entonces quería tomarse otra copa… Y así sucesivamente. Un perverso círculo vicioso, que incluso hacía girar la habitación.

—¿Has hablado con Z? —preguntó Phury.

Butch se quitó el abrigo de cachemir y lo colgó en el armario.

—Sí. No le ha gustado nada lo que le he dicho, pero en fin…

—¿Se va a mantener lejos de la casa?

—Eso creo. Bueno, suponiendo que no haya quemado todo el lugar después de echarme. Cuando me fui, tenía esa curiosa luz en sus ojos. Ya sabes, ésa que hace que a uno le entre pánico.

Phury se pasó una mano por su magnífica melena. El cabello le caía sobre los hombros, rubio rojizo, con reflejos marrones. Sin la melena ya era un tipo apuesto, pero con esa melena era… Sí, el hermano era guapo de verdad. Butch no era del otro equipo, pero se daba cuenta de que Phury era mucho más guapo que muchas mujeres. También se vestía mejor que la mayoría de las damas, cuando no llevaba su ropa de trabajo.

Butch se dijo que si el tipo no peleaba como un coloso muchos pensarían que era afeminado.

Phury tomó aire.

—Gracias por encargarte de…

De pronto sonó un teléfono, desde un escritorio lleno de ordenadores.

—Una llamada externa —murmuró V, mientras se acercaba a su puesto informático.

Vishous era el genio de la informática dentro de la Hermandad, en realidad, era el genio en todo, y era el encargado de las comunicaciones y la seguridad dentro del complejo. Lo controlaba todo desde sus Cuatro Juguetes, como llamaba a su cuarteto de ordenadores.

Juguetes… sí, claro. Butch no sabía nada de informática, pero si esos aparatos eran juguetes, entonces también estaban en el Pentágono, al mando de todo.

Mientras V esperaba que la llamada saltara al contestador, Butch le lanzó una mirada a Phury.

—¿Has visto mi nuevo traje de Marc Jacobs?

—¿Ya lo han traído?

—Sí, Fritz lo trajo esta mañana. Ha quedado perfecto.

—¡Grandioso!

Enseguida se dirigieron a la habitación y Butch soltó una carcajada. Al igual que Phury, era un metrosexual amante de los trapos. Era gracioso pensar que, cuando era policía, la ropa no le importaba un pito. Pero ahora que estaba con los hermanos, había entrado al mundo de la alta costura, y le fascinaba.

Phury estaba acariciando los metros de fino paño de lana negra que estaban colgados de una percha y suspirando de manera apropiada, cuando V entró en la habitación.

—Bella está viva.

Butch y Phury volvieron la cabeza enseguida y la tela cayó al suelo, formando un montoncito.

—Esta noche capturaron a un civil en el callejón detrás de ZeroSum y lo llevaron a un lugar en el bosque, con el propósito de alimentar a Bella. Él la vio. Habló con ella. Se las arregló para ayudarlo a escapar.

—Dime que el tipo es capaz de encontrar otra vez el lugar —dijo Butch con la respiración entrecortada, consciente de que le costaba trabajo respirar. Y no era el único que se había puesto alerta. Phury parecía tan conmovido que no era capaz de hablar.

—Sí. Dejó marcas en el camino, pues se fue desmaterializando cada ciento cincuenta metros hasta que llegó a la carretera 22. En este momento me está enviando por correo electrónico la ruta marcada en un mapa. Un tipo inteligente, ese civil.

Butch corrió al salón y se dirigió al armario para tomar su abrigo y las llaves del Escalade. No se había quitado la pistolera, así que todavía tenía la Glock bajo el brazo.

Pero V se interpuso entre él y la puerta.

—¿Adónde vas, hombre?

—¿Todavía no te ha llegado ese mapa?

—Un momento.

Butch miró con furia a su compañero de casa.

—Tú no puedes ir durante el día. Yo sí. ¿Por qué demonios tenemos que esperar?

—Policía —dijo V con voz más suave—, esto es un asunto de la Hermandad. Tú no entras en esto.

Butch se detuvo. Ah, claro, otra vez excluido.

Por supuesto, él podía hacer trabajos marginales, un poco de investigación en el escenario del crimen, poner a trabajar su materia gris en problemas tácticos. Pero cuando se iniciaba el combate, los hermanos siempre lo mantenían lejos del campo de batalla.

—¡Maldición, V…!

—No. Tú no vas a meterte en esto. Olvídalo.

‡ ‡ ‡

Pasaron dos horas antes de que Phury tuviera suficiente información para ir hasta la habitación de su gemelo. Pensó que no tenía sentido despertar a Zsadist hasta que no hubieran localizado el lugar donde se encontraba Bella, y habían tardado más de lo que pensaban en descubrirlo.

Al ver que no había respuesta después de golpear en la puerta, entró. La habitación estaba tan fría como un congelador.

—¿Zsadist?

Z yacía sobre un par de mantas dobladas que había en el fondo, y estaba enrollado como un ovillo para proteger su cuerpo desnudo del frío de la habitación. Había una cama suntuosa a no más de tres metros de él, pero nunca había sido usada. Z siempre dormía en el suelo, no importaba dónde viviera.

Phury se acercó y se arrodilló junto a su gemelo. No tenía intención de tocarlo, pues sabía que si lo hacía Z reaccionaría violentamente.

«¡Por Dios!», pensó Phury. Al verlo dormido, con toda su rabia contenida, Z parecía casi frágil.

¡Diablos, olvidemos lo de «casi»! Zsadist siempre había sido endemoniadamente delgado, pero ahora, sin embargo, sólo era un puñado de huesos y venas grandes. ¿Qué le había pasado? Recordaba perfectamente que durante el rythe de Rhage, todos habían estado desnudos en la Tumba, y Z ciertamente no estaba como un esqueleto. Y eso había sido hacía sólo seis semanas.

Justo antes del secuestro de Bella…

—¿Zsadist? ¡Despierta, hermano!

Z se agitó y abrió lentamente los ojos negros. Por lo general se despertaba rápidamente al oír el menor ruido, pero estaba un poco torpe debido a que se había alimentado.

—La han encontrado —dijo Phury—. Han encontrado a Bella. Esta mañana estaba viva.

Z parpadeó un par de veces, como si no estuviera seguro de no estar soñando. Luego levantó el torso del jergón. Los aros de sus tetillas reflejaron la luz del corredor; se pasó las manos por la cara.

—¿Qué has dicho? —preguntó con voz ronca.

—Tenemos una pista sobre el paradero de Bella. Y confirmación de que está viva.

Z se puso más alerta y su conciencia se movía como un tren que va ganando velocidad y fuerza. Cada segundo que pasaba aumentaba su potencia, esa perversa vitalidad, hasta que la debilidad desapareció por completo.

—¿Dónde está? —preguntó.

—En una cabaña, en el bosque. Un vampiro civil logró escapar porque ella le ayudó.

Z se puso de pie enseguida y aterrizó en el piso de un salto.

—¿Cómo puedo llegar hasta allí?

—El vampiro que escapó le envió a V las coordenadas. Pero…

Z se dirigió a su armario.

—Consígueme un mapa.

—Es mediodía, hermano.

Z se detuvo. Lanzó a Phury una mirada de hielo.

—Entonces que vaya el policía. Que vaya Butch.

—Tohr no lo dejará…

—¡A la mierda! Que vaya el humano.

—Zsadist… para, por favor. Piensa. Butch no tendría ningún respaldo y puede haber varios restrictores en el lugar. ¿Quieres que Bella termine muerta en un torpe intento de rescate?

—El policía se sabe defender.

—Es bueno, pero sólo es un humano. No lo podemos enviar allí.

Z enseñó los colmillos.

—Tal vez lo que más le preocupa a Tohr es que el tipo termine clavado a una mesa y cuente todo lo que sabe sobre nosotros.

—Vamos, Z, Butch sabe muchas cosas. Sabe mucho sobre nosotros. Así que, claro, eso también tiene que ver.

—Pero si ella ayudó a escapar a un prisionero, ¿qué diablos crees que le estarán haciendo esos restrictores en este momento?

—Si varios de nosotros vamos al atardecer, es más probable que la rescatemos viva. Tú lo sabes. Tenemos que esperar.

Z se quedó inmóvil, desnudo, respirando con dificultad, mirando a su gemelo con odio. Cuando finalmente habló, su voz fue un gruñido de furia.

—Que Tohr le ruegue a Dios que todavía esté viva cuando la encuentre esta noche. O le arrancaré la cabeza, sin importar que sea un hermano.

Phury desvió la mirada hacia la calavera que yacía en el suelo y pensó que Z ya había demostrado su habilidad para decapitar.

—¿Me has oído, hermano? —preguntó bruscamente.

Phury asintió con la cabeza. ¡Maldición, tenía un mal presentimiento! Algo le decía que todo iba a salir muy mal…