47

Cuando Zsadist se despertó, su primer impulso fue sentarse. ¡Muy mala idea! El hombro protestó y le produjo un dolor tan agudo que volvió a desmayarse.

Segundo intento.

Esta vez, al despertarse, al menos se acordó de lo que no debía hacer. Giró lentamente la cabeza, en lugar de tratar de ponerse en posición vertical. ¿Dónde demonios estaba? El lugar parecía algo así como una habitación de huéspedes y un cuarto de hospital al mismo tiempo… Havers. Estaba en la clínica de Havers.

Y había alguien sentado entre las sombras, al otro lado de la habitación.

—¿Bella? —dijo con voz ronca.

—Lo siento. —Butch se inclinó hacia delante y entró en la zona de luz—. Sólo soy yo.

—¿Dónde está Bella? —¡Dios casi no tenía voz!—. ¿Está bien?

—Ella está bien.

—¿Dónde… dónde está?

—Está… Bueno, se va a ir de la ciudad, Z. De hecho, creo que ya se ha marchado.

Zsadist cerró los ojos y contempló brevemente las ventajas de volverse a desmayar.

No podía culparla por querer marcharse. ¡Por Dios, los trances que había tenido que pasar! Entre otras, tener que matar a ese restrictor. Era mejor que ella se alejara de Caldwell.

Aunque a él le doliera todo por tener que perderla.

Zsadist se aclaró la garganta.

—¿Y Phury? ¿Está…?

—En el cuarto de al lado. Muy magullado, pero bien. Los dos lleváis un par de días fuera de combate.

—¿Y Tohr?

—Nadie tiene idea ni de su paradero. Es como si se hubiese evaporado. —El policía resopló suavemente—. Se supone que John se va a quedar en la mansión, pero no hemos podido sacarlo del centro de entrenamiento. Duerme en la oficina de Tohr. ¿Hay algo más que quieras saber? —Al ver que Z negaba con la cabeza, el policía se puso de pie—. Ahora te dejaré solo. Pensé que te sentirías mejor si sabías cómo estaban las cosas.

—Gracias… Butch.

Los ojos del policía brillaron cuando escuchó su nombre y Z se dio cuenta de que nunca antes lo había pronunciado.

—De nada —dijo el humano—. Ha sido un placer.

Cuando la puerta se cerró, Zsadist se sentó. La cabeza le daba vueltas, pero de todas formas se arrancó los electrodos del pecho y el sensor que tenía en el dedo índice. Enseguida estalló un estruendo de alarmas y Zsadist las silenció, empujando el panel de monitores que estaba junto a la cama. La maraña de cables se desconectó de la pared, mientras que todo el andamiaje caía al suelo y al cabo de un instante se restablecía el silencio.

Hizo una mueca de dolor cuando al arrancarse el catéter y luego miró el suero que tenía en el antebrazo. Estaba a punto de arrancárselo también, pero pensó que sería mejor no hacerlo. Sólo Dios sabía qué le estaban inyectando. Tal vez lo necesitaba.

Se puso de pie y sintió que su cuerpo era una masa informe y fofa debajo de la piel. El atril del que colgaba el suero le sirvió de bastón, y apoyado en él salió al corredor. Cuando comenzó a caminar hacia la habitación de al lado, varias enfermeras llegaron corriendo desde distintas direcciones. Él se las quitó de encima y abrió la primera puerta que encontró.

Phury estaba acostado en una cama inmensa y tenía cables y tubos por todas partes, como si fuera el panel de control de una central telefónica.

Enseguida giró la cabeza.

—Z… ¿qué haces levantado?

—Joderle la vida al equipo médico. —Cerró la puerta y comenzó a caminar hacia la cama—. De hecho, son bastante rápidos.

—No deberías estar…

—Cállate y hazte a un lado.

Phury puso cara de asombro, pero se deslizó hacia el borde de la cama, mientras Z se dejaba caer sobre el colchón. Se recostó sobre las almohadas y los dos dejaron escapar un suspiro idéntico.

Z se frotó los ojos.

—Estás horrible sin todo ese pelo, ¿sabes?

—Pues tú estás igual. Ahora que sabes lo horrible que eres… ¿Te dejarás crecer el pelo?

—No. Mis días de reina de belleza ya se acabaron.

Phury se rió entre dientes. Luego hubo un largo silencio.

Entretanto, Zsadist no dejaba de recordar lo que había sentido cuando entró en ese cobertizo y vio a Phury encadenado a la mesa, sin pelo, con la cara destrozada. Haber tenido que presenciar el sufrimiento de su gemelo había sido… horrible.

Z carraspeó.

—No debería haber abusado de ti todo este tiempo.

La cama se sacudió, como si Phury hubiese girado abruptamente la cabeza.

—¿Qué?

—Cuando quería… sentir dolor. No debería haberte obligado a golpearme.

Phury no contestó nada y Z se volvió para mirarlo, justo cuando su gemelo se tapaba los ojos con las manos.

—Fui muy cruel al obligarte a ello —dijo Z, en medio de la tensión que se respiraba entre ellos.

—Detestaba hacerte eso.

—Lo sé y también lo sabía cuando te hacía golpearme hasta sangrar. Y que me alimentara de tu sufrimiento es la parte más cruel de todo el asunto. Nunca más te volveré a pedir que lo hagas.

Phury respiró hondo.

—Prefería hacerlo yo a que lo hiciera otro. Así que, cuando lo necesites, avísame. Yo lo haré.

—¡Por Dios, Phury…!

—¿Qué? Es la única forma que tengo de cuidarte. La única forma de tocarte.

Ahora fue Z el que se cubrió con el antebrazo los ojos llenos de lágrimas. Tuvo que toser un par de veces antes de poder hablar.

—Mira, deja ya esa manía de salvarme, hermano mío, ¿vale? Eso ya se acabó. Fin. Es hora de que te liberes de esa carga.

No hubo ninguna respuesta, así que Z volvió a mirar a Phury… justo cuando le corría una lágrima por la mejilla.

—¡Ah… demonios! —murmuró Z.

—Sí. ¡A la mierda! —Otra lágrima salió de los ojos de Phury—. ¡Maldición! ¡Debo de tener una fuga o algo así!

—Muy bien, prepárate.

Phury se restregó la cara con las palmas de las manos.

—¿Por qué?

—Porque… creo que voy a tratar de abrazarte.

Phury dejó caer las manos, mientras miraba a su hermano con una expresión de desconcierto.

Sintiéndose como un completo idiota, Z se acercó a su gemelo.

—Levanta la cabeza, maldición. —Phury levantó el cuello y Z deslizó el brazo por debajo. Los dos se quedaron inmóviles, en esa posición tan extraña—. Fue mucho más fácil cuando estabas desmayado en la parte de atrás de esa camioneta, ¿sabes?

—¿Eras tú?

—¿Creíste que era Papá Noel o algo así?

Z sintió que se le erizaba el vello por todas partes. ¡Esa situación era realmente extraña! ¿Qué diablos estaba haciendo?

—Pensé que eras un ángel —dijo Phury en voz baja, mientras recostaba otra vez la cabeza sobre el brazo de Z—. Cuando comenzaste a cantarme, creí que me estabas acompañando en mi camino al Ocaso.

—No soy ningún ángel. —Zsadist estiró la mano y acarició la mejilla de Phury, secándole las lágrimas. Luego le cerró los párpados con los dedos.

—Estoy cansado —murmuró Phury—. Tan… cansado…

Z miró la cara de su gemelo y pensó que en realidad lo hacía por primera vez. Los moratones ya estaban sanando, la hinchazón estaba cediendo y la herida que él mismo se había hecho estaba comenzando a cerrarse. Pero ahora sobresalían los rastros del cansancio y la tensión, así que su aspecto no había mejorado gran cosa.

—Estás cansado desde hace siglos, Phury. Es hora de que te liberes de mí.

—No creas que puedo.

Zsadist tomó aire.

—La noche en que me raptaron y me separaron de la familia… No, no me mires, por favor. Estamos demasiado… cerca. No puedo respirar si me miras… Por Dios, sólo cierra los ojos, ¿vale? —Z volvió a toser y trató de aclararse la voz para poder seguir hablando, a pesar de que sentía la garganta cerrada—. Esa noche, no fue culpa tuya que no te raptaran a ti. Y tú no puedes tratar de compensar el hecho de que tuviste suerte y yo no. Quiero que dejes de preocuparte por mí.

Phury soltó el aire con dificultad.

—¿Tienes… tienes alguna idea de lo que sentí cuando te vi en esa celda, desnudo y encadenado, y… cuando supe lo que esa mujer te había hecho durante tanto tiempo?

—Phury…

—Lo sé todo, Z. Sé todo lo que te pasó. Lo escuché de boca de hombres que… habían estado allí. Antes de que supiera que eras tú, ya había oído rumores.

Zsadist tragó saliva, aunque sintió un ataque de asco.

—Siempre tuve la esperanza de que no lo supieras. Recé para que tú…

—Así que tienes que entender por qué muero por ti todos los días. Tu dolor es mío.

—No, no lo es. Júrame que dejarás esto.

—No puedo.

Z cerró los ojos. Mientras estaban acostados uno al lado del otro, deseaba implorar perdón por todas las cosas horribles que había hecho desde que Phury lo había rescatado… y quería insultar a su gemelo por ser tan condenadamente heroico. Pero, sobre todo, quería devolverle todos esos años perdidos. Su hermano se merecía mucho más de lo que la vida le había dado.

—Bueno, no me estás dando ninguna alternativa.

Phury levantó abruptamente la cabeza del brazo de Z.

—Si te matas…

—Lo único que quiero es dejar de causarte tantas preocupaciones.

Z presintió que Phury se desmoronaba completamente.

—¡Ay… por favor…!

—Pero no sé si podré hacerlo, la verdad. Tú sabes que mis instintos… se han alimentado sólo de rabia. Probablemente siempre voy a ser impulsivo.

—¡Déjalo ya!

—A veces pienso que si me esfuerzo… Pero no, no creo que resulte. ¡Mierda, no lo sé! Probablemente no sea posible.

—¡Yo te ayudaré!

Z negó con la cabeza.

—No. No quiero ayuda. Esto es algo que tengo que hacer solo.

Se quedaron en silencio durante un rato.

—Se me está durmiendo el brazo —dijo Z.

Phury levantó la cabeza y Zsadist sacó el brazo, pero no se movió de donde estaba.

‡ ‡ ‡

Antes de irse, Bella fue hasta la habitación que le habían dado a Zsadist. Había retrasado su viaje durante varios días, pero se decía así misma que no era porque estuviera esperando a que Zsadist se recuperara, lo cual era mentira.

La puerta estaba entreabierta, así que golpeó en el marco. Se preguntaba qué diría Zsadist si ella entraba sin más. Probablemente nada.

—Siga —dijo una voz femenina.

Bella entró al cuarto. La cama estaba vacía y todo el equipo de control médico estaba tirado en el suelo. Una enfermera se dedicaba a recoger los pedazos y echarlos en un cubo de basura. Era evidente que Zsadist ya estaba levantado y andaba por ahí.

La enfermera sonrió.

—¿Lo está buscando? Está en el cuarto de al lado, con su hermano.

—Gracias.

Bella pasó a la habitación de al lado y golpeó suavemente. Cuando vio que no obtenía ninguna respuesta, entró.

Los dos vampiros estaban acostados de lado, espalda contra espalda, tan juntos que parecía que sus columnas estuviesen pegadas. Tenían los brazos y las piernas doblados en la misma posición, con la barbilla contra el pecho. Bella se los imaginó así dentro del vientre de su madre, descansando, sin saber todos los horrores que los esperaban en el mundo exterior.

Era extraño pensar que su sangre corría por las venas de los dos. Era su único legado para ellos, la única cosa que estaba dejando atrás.

De manera inesperada, Zsadist abrió los ojos. Bella se sorprendió tanto con el brillo dorado de sus ojos, que dio un salto.

—Bella… —Zsadist trató de agarrarla—. Bella…

La mujer dio un paso atrás.

—He venido a despedirme.

Cuando él dejó caer el brazo, ella desvió la mirada.

—¿Adónde vas? —preguntó—. ¿A un lugar seguro?

—Sí. —Se iba al sur, a Charleston, en Carolina del Sur, donde vivían unos parientes lejanos, que estaban encantados de acogerla—. Será un nuevo comienzo para mí. Una nueva vida.

—Bien. Eso está bien.

Bella cerró los ojos. Una sola vez… le habría gustado sentir un poco de arrepentimiento en la voz de Zsadist aunque fuera una sola vez, ahora que ella se estaba marchando. Pero, claro, después pensó que, como eso era la despedida, al menos ya no tendría que sufrir más decepciones.

—Fuiste muy valiente —dijo Zsadist—. Te debo la vida. Y también la de él. Eres tan… valiente…

Claro que no. Bella estaba a punto de desmoronarse totalmente.

—Espero que Phury y tú os recuperéis pronto. Sí, espero que…

Se produjo un largo silencio. Luego Bella miró por última vez la cara de Zsadist. En ese momento supo que, aunque llegara a casarse algún día, ningún hombre podría ocupar en su corazón el lugar de Zsadist.

Y a pesar de lo poco romántico que sonaba, eso era una desgracia absoluta. Claro, se suponía que ella superaría la sensación de pérdida y todo eso. Pero la verdad era que lo amaba y que no iban a terminar juntos, de manera que lo único que deseaba hacer era echarse en una cama, apagar las luces y quedarse allí, inerte… durante un siglo.

—Quiero que sepas algo —dijo Bella—. Tú me dijiste que algún día me iba a despertar y lamentaría haber estado contigo. Bueno, es cierto. Pero no por lo que pueda decir la glymera. —Bella cruzó los brazos sobre el pecho—. Después de haber sido marginada por la alta sociedad una vez, ya no le temo a la aristocracia y me habría sentido orgullosa… de estar a tu lado. Pero, sí, lamento haber estado contigo.

Porque dejarlo era horriblemente duro. Peor que todo lo que había pasado en poder del restrictor.

A fin de cuentas, habría sido mejor no saber qué se estaba perdiendo.

Sin decir nada más, Bella dio media vuelta y salió de la habitación.

‡ ‡ ‡

Mientras el amanecer comenzaba a pintar el paisaje, Butch entró en la guarida, se quitó el abrigo y se sentó en el sofá de cuero. El canal de deportes estaba en silencio, pero Late Registration, de Kanye West, resonaba por todas partes.

De pronto apareció V en la puerta de la cocina. Obviamente, acababa de regresar de una noche de cacería: estaba sin camisa, tenía un ojo negro y todavía llevaba puestos los pantalones de cuero y las botas de combate.

—¿Cómo estás? —preguntó Butch, mientras observaba otro moretón que comenzaba a aparecer en el hombro de su compañero de casa.

—No mejor que tú. Estás hecho un asco, policía.

—Así es. —Butch dejó caer la cabeza hacia atrás. Le había parecido que, mientras el resto de los hermanos salían a hacer su trabajo, lo mejor que podía hacer era quedarse con Z. Pero estaba agotado, aunque lo único que había hecho era sentarse en una silla durante tres días seguidos.

—Aquí tengo algo que te va a animar.

Butch negó con la cabeza tan pronto vio frente a sus ojos una copa de vino.

—Tú sabes que no tomo vino.

—Pruébalo.

—No, lo que necesito es una ducha y luego algo más sustancioso. —Butch apoyó las manos sobre las rodillas y comenzó a levantarse.

Vishous se interpuso en su camino.

—Necesitas esto. Créeme.

Butch volvió a sentarse, mientras tomaba la copa. Olfateó el vino. Bebió un poco.

—No está mal. Un poco espeso, pero no está mal. ¿Es un merlot?

—No exactamente.

Echó la cabeza hacia atrás y tragó, muy serio. El vino tenía un sabor fuerte, que le quemaba las entrañas al bajar hacia el estómago y eso hizo que se sintiera un poco mareado. Entonces se preguntó cuándo había sido la última vez que había comido algo.

Cuando se tomó el último sorbo, frunció el ceño. Vishous lo observaba muy de cerca.

—¿Pasa algo? —Puso la copa sobre la mesa y levantó una ceja.

—No… no, todo está bien. Ahora todo estará bien.

Butch pensó en los problemas de su compañero.

—Oye, quería preguntarte por tus visiones. ¿Siguen sin volver?

—Bueno, acabo de tener una hace diez minutos. Así que tal vez han regresado.

—Eso sería genial. No me gusta verte tan preocupado.

—Tú sí que eres genial, policía. ¿Lo sabías? —Vishous sonrió y se pasó una mano por el pelo. Cuando dejó caer el brazo, Butch alcanzó a ver la muñeca del guerrero. En la parte interna había una herida reciente. Como si se la hubiera hecho hacía sólo unos minutos.

Butch miró la copa. Una horrible sospecha lo hizo fijar los ojos nuevamente en la muñeca de su compañero de casa.

—¡Por… Dios! V, ¿qué… qué has hecho? —Se puso de pie en cuanto sintió el primer espasmo en el estómago—. ¡Ay, Dios… Vishous!

Corrió al baño para vomitar, pero no le dio tiempo a llegar tan lejos. En cuanto entró en la habitación, V lo empujó y lo tumbó sobre la cama. Cuando Butch comenzó a tener arcadas, Vishous lo acostó de espaldas y le empujó la barbilla hacia atrás con la base de la mano, para mantenerle la boca cerrada.

—No opongas resistencia —dijo V con tono áspero—. Mantenla adentro. Tienes que mantenerla adentro.

Butch sintió que el estómago se le revolvía y se atragantó con lo que le subió hasta la garganta. Aterrorizado, con náuseas y sin poder respirar, le dio un empellón al pesado cuerpo que lo tenía inmovilizado y logró desplazar a Vishous hacia un lado. Pero antes de que pudiera soltarse totalmente, V lo agarró desde atrás y volvió a ponerle una mano en la mandíbula para cerrarle la boca.

—Mantenla… adentro —gruñó V, mientras forcejeaban en la cama.

Butch sintió que una pierna gigante le pasaba por encima y le atrapaba los muslos. La táctica funcionó, pues ya no pudo moverse más, aunque siguió forcejeando.

Los espasmos y las náuseas se intensificaron hasta que Butch pensó que se le iban a salir los ojos. Luego notó una explosión en sus entrañas y una lluvia de chispas que empezaron a correr por su cuerpo… chispas que le producían primero un cosquilleo… luego un zumbido. Se quedó quieto, mientras intentaba soportarlo.

V lo soltó y le quitó la mano de la boca, aunque siguió sujetándolo con un brazo por encima del pecho.

—Así… No te resistas. Sólo respira. Lo estás haciendo bien.

El zumbido parecía ir en aumento y se estaba convirtiendo en algo parecido a la excitación sexual, pero no exactamente… No, definitivamente no era una sensación erótica, pero su cuerpo no captaba la diferencia. Butch sintió que el pene se le endurecía y la erección hizo presión contra sus pantalones; también tenía mucho calor. Butch arqueó la espalda y se le escapó un gemido.

—Sigue así —le dijo V al oído—. No opongas resistencia. Déjala fluir a través de ti.

Butch percibió que sus caderas se movían de manera involuntaria y volvió a gemir. Se sentía tan caliente como si fuera el centro del sol, tenía la piel increíblemente sensible y de repente se quedó ciego… Y luego el zumbido de sus entrañas pasó a su corazón. En segundos, todas sus venas se encendieron como si estuvieran llenas de gasolina y todo su interior se convirtió en una red de llamas, que cada vez ardía más y más. Se cubrió de sudor, mientras su cuerpo giraba y se sacudía. Echó la cabeza hacia atrás, contra el hombro de Vishous. Unos gruñidos roncos brotaron de su boca.

—Me… voy… a morir.

La voz de V le contestó enseguida, sin perder ni un instante.

—Te vas a quedar conmigo, amigo. Sigue respirando. Esto no va a durar mucho más.

Justo cuando Butch pensó que ya no podría soportar más ese infierno, un orgasmo gigantesco se apoderó de él. Vishous lo sujetó para que no se hiciera daño durante los espasmos. Mientras, recitaba algo en lengua antigua. Y luego todo terminó. La tormenta pasó.

Jadeando y muy débil, Butch se estremeció. V se levantó de la cama y lo cubrió con una manta.

—¿Por qué…? —preguntó Butch, como si estuviera borracho—. ¿Por qué, V?

Vishous se acercó y lo miró de frente. Los dos ojos de diamante del hermano estaban brillando… hasta que de pronto el izquierdo se volvió todo negro y la pupila creció hasta que el iris y la parte blanca se convirtieron en un agujero infinito.

—El porqué… no lo sé. Pero vi que debías beber de mi sangre. O morirías. —V estiró una mano y acarició el pelo de Butch—. Duerme. Te sentirás mejor cuando caiga la noche, porque ya estás a salvo.

—¿Esto habría podido… matarme? —Suponía que sí. En realidad, durante todo el tiempo había pensado que iba a morirse.

—No te la habría dado si no hubiera estado seguro de que sobrevivirías. Ahora, cierra los ojos. Déjate llevar, ¿vale? —Vishous se dirigió a la puerta, pero luego se detuvo en el umbral.

Cuando el hermano miró hacia atrás, Butch sintió la sensación más extraña… una especie de vínculo se había establecido entre ellos, algo más tangible que el aire que separaba sus cuerpos. Forjado en el horno del que él acababa de salir, profundo como la sangre de sus venas… una conexión milagrosa.

«Hermano mío», pensó Butch.

—No voy a permitir que te pase nada, policía.

Y Butch supo que eso era absolutamente cierto, aunque en realidad no le gustaba que lo hubiese engañado de esa manera. Claro que, si él hubiese sabido lo que había en la copa, nunca se lo habría tragado.

—¿En qué me convierte esto? —preguntó Butch en voz baja.

—En nada que no fueras antes. Todavía eres sólo un humano.

Butch suspiró aliviado.

—Escucha, hermano, hazme un favor. No vuelvas a hacer algo como esto, creo que tengo derecho a decidir lo que quiero hacer… —Luego sonrió—. Y todavía no somos pareja.

V soltó una carcajada.

—Ahora duérmete, amigo. Más tarde podrás vengarte.

—Lo haré.

Cuando la inmensa espalda del hermano desapareció por el corredor, Butch cerró los ojos.

Todavía eres sólo un humano… Sólo… un… humano.

Luego, el sueño se apoderó de él.