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Algunos días duran una eternidad, pensaría Phury mucho después. Y cuando el sol cae, todavía no han terminado.
Esa noche, cuando se abrieron las persianas, Phury se sentó en un sofá estilizado en el estudio de Wrath y observó a Zsadist. Los otros hermanos estaban tan callados como él.
Z acababa de arrojar otra bomba en lo que ya era una zona de desastre. Primero había sido Tohr, Wellsie y esa otra muchacha. Ahora esto.
—¡Por Dios, Z…! —Wrath se frotó los ojos y sacudió la cabeza—. ¿No se te ocurrió mencionar esto antes?
—Teníamos otras cosas de las que ocuparnos. Además, voy a encontrarme con el restrictor a solas, sin importar lo que vosotros digáis. Es algo que no voy a discutir.
—Z, hombre… no puedo dejar que lo hagas.
Phury se preparó para la reacción de su gemelo. Al igual que los demás. Todos estaban exhaustos pero, conociendo a Z, tendría suficiente energía para armar un escándalo.
Sin embargo, su hermano sólo se encogió de hombros.
—El restrictor me quiere a mí y yo quiero encargarme de él. Por Bella. Por Tohr. Además, ¿qué hay de la muchacha que tiene como rehén? No puedo dejar de ir, e ir con refuerzos es imposible.
—Hermano, estarías cavando tu tumba.
—Entonces voy a tratar de hacer el mayor daño posible antes de que me saque de este mundo.
Wrath cruzó los brazos sobre el pecho.
—No, Z, no puedo dejar que te vayas.
—Matarán a esa muchacha.
—Hay otra manera de solucionar esto. Sólo tenemos que encontrarla.
Hubo un segundo de silencio, luego Z dijo:
—Quiero que todo el mundo salga para poder hablar con Wrath. Excepto tú, Phury. Quédate.
Butch, Vishous y Rhage se miraron los unos a los otros y luego miraron al rey. Cuando Wrath asintió con la cabeza, se marcharon.
Z cerró al salir ellos y se quedó apoyado contra la puerta.
—No puedes detenerme. Voy a ahvenge a mi shellan. Voy a ahvenge a la shellan de Tohr. No tienes manera de impedírmelo. Es mi derecho como guerrero.
Wrath soltó una maldición.
—No estás casado con ella.
—No necesito una ceremonia para saber que ella es mi shellan.
—Z…
—¿Y qué pasa con Tohr? ¿Estás diciendo que él no es mi hermano? Porque tú estuviste ahí la noche que ingresé a la Hermandad de la Daga Negra. Tú sabes que Tohrment es carne de mi carne ahora. También tengo derecho a vengarlo a él.
Wrath se recostó en la silla y su peso hizo que la madera protestara.
—Por Dios, Zsadist, no estoy diciendo que no puedas ir. Sólo que no quiero que vayas solo.
Phury miraba a uno y otro alternativamente. Nunca había visto a Zsadist tan calmado. Su hermano estaba tan concentrado que parecía de piedra, con la mirada llena de determinación. Si todo el asunto no fuese tan horrible, su actitud sería admirable. Cuánto había cambiado.
—Yo no puse las reglas de ese encuentro —dijo Z.
—Si vas solo, terminarás muerto.
—Bueno… creo que estoy listo para salir del partido.
Phury sintió que la piel se le estiraba.
—¿Cómo dices? —siseó Wrath.
Z se alejó de la puerta y atravesó el exquisito salón de estilo francés. Se detuvo frente al fuego y las llamas iluminaron su cara desfigurada.
—Estoy listo para terminar con todo.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Quiero irme así y quiero llevarme conmigo a ese restrictor. Quiero una mierda heroica. Volar en llamas con mi enemigo.
Wrath se quedó boquiabierto.
—¿Me estás pidiendo que autorice tu suicidio?
Z negó con la cabeza.
—No, porque a menos que me encadenes, no hay manera de que me impidas presentarme en ese teatro esta noche. Lo que te estoy pidiendo es que te asegures de que nadie más salga herido. Quiero que les ordenes a los demás, en especial a él —miró intencionalmente a Phury—, que no se metan.
Wrath se quitó las gafas oscuras y se volvió a frotar los ojos. Cuando levantó la vista, sus pálidos iris verdes resplandecían y las pupilas parecían un par de reflectores en medio de su cara.
—Ha habido demasiadas muertes en la Hermandad. No lo hagas.
—Tengo que hacerlo. Lo voy a hacer. Así que ordénales a los demás que se mantengan alejados.
Hubo un largo y tenso silencio. Luego Wrath respondió lo único que podía responder:
—Entonces, que así sea.
Con el plan que conduciría a la muerte de Z en marcha, Phury se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas. Pensó en el sabor de la sangre de Bella y en ese gusto tan especial que había detectado su lengua.
—Lo siento.
Cuando notó que Wrath y Z se volvían a mirarlo, se dio cuenta de que debía haber pensado en voz alta. Entonces se puso de pie.
—Lo siento, ¿os importa que me vaya?
Zsadist frunció el ceño.
—Espera. Necesito algo de ti.
Phury miró a su hermano gemelo a la cara y recorrió con los ojos la cicatriz que se la partía en dos, fijándose como nunca antes en los detalles.
—Habla.
—Prométeme que no dejarás la Hermandad después de que me vaya. —Z señaló a Wrath—. Y quiero que lo jures sobre su anillo.
—¿Por qué?
—Sólo hazlo.
Phury frunció el ceño.
—¿Por qué?
—No quiero que estés solo.
Phury miró a Z durante un largo e intenso rato, pensando en el camino que habían seguido sus vidas. Realmente arrastraban una maldición, pero desconocía totalmente el porqué. Tal vez sólo era mala suerte, aunque le habría gustado pensar que existía una razón.
Una lógica… pensar que todo esto tenía una lógica era mejor que pensar que sólo era el resultado de un destino caprichoso que había decidido acabar con ellos.
—Bebí de ella —dijo de repente—. Bella. Anoche, cuando fui a la clínica de Havers, bebí de la sangre de Bella. ¿Todavía quieres dejarme bajo la protección de alguien?
Zsadist cerró los ojos. Una ola de tristeza brotó de su cuerpo y atravesó la habitación como un viento helado.
—Me alegra que lo hayas hecho. Ahora, ¿me darás tu palabra?
—Vamos, Z…
—Lo único que quiero es tener tu promesa. Nada más.
—Claro. Como quieras.
Z respiró aliviado.
Phury fue hasta donde estaba Wrath, se arrodilló sobre una pierna y se acercó al anillo del rey. Luego dijo en lengua antigua:
—Permaneceré en la Hermandad mientras siga respirando. Ofrezco esta promesa con humildad y espero que sea agradable a tus oídos, mi señor.
—Aceptada —contestó Wrath—. Tiende tus labios hacia mi anillo y sella tus palabras con tu honor.
Phury besó el diamante negro del rey y se levantó.
—Ahora, si ya hemos terminado con la representación, tengo que irme.
Cuando llegó a la puerta, se detuvo y miró hacia atrás, fijando los ojos en la cara de Wrath.
—¿Alguna vez te he dicho lo honrado que me siento por haber tenido la oportunidad de servirte?
Wrath retrocedió un poco.
—Ah, no, pero…
—Realmente ha sido un honor. —Al ver que el rey entornaba los ojos, Phury sonrió—. Un gran honor.
Phury salió y se alegró de encontrarse con Vishous y Butch a la salida del estudio.
—Hola, chicos. —Le dio una palmadita en el hombro a cada uno—. Sois una pareja muy especial, ¿lo sabíais? El genio de la casa y un tiburón humano. ¿Quién lo habría pensado? —Al ver que los dos lo miraban con extrañeza, preguntó—: ¿Rhage se ha ido a su habitación?
Cuando Butch y Vishous asintieron, se encaminó hacia allá y llamó a la puerta. Rhage abrió y Phury sonrió, al tiempo que le ponía la mano en el cuello y decía:
—Hola, hermano.
Debió de hacer una pausa un poco larga, porque Rhage lo miró con suspicacia.
—¿Qué sucede, Phury?
—Nada. —Dejó caer la mano—. Sólo pasaba por aquí. Cuida a tu mujer, ¿me oyes? Tienes mucha suerte… eres un tipo con mucha suerte. Nos vemos.
Phury se dirigió a su habitación, deseando que Tohr estuviera allí… Ojalá supieran dónde estaba. Mientras lamentaba lo que le había pasado a Tohr, preparó sus armas y se las puso; luego revisó el pasillo. Podía oír a la Hermandad hablando en el estudio de Wrath.
Para evitar encontrárselos, se desmaterializó y reapareció frente a la habitación que estaba junto a la de Zsadist. Después de cerrar la puerta, se dirigió al baño y encendió la luz. Luego se quedó mirando su imagen en el espejo.
Desenfundó una de sus dagas, se agarró un mechón de pelo, le acercó la hoja y lo cortó de un tajo. Hizo lo mismo una y otra vez, hasta que todas las ondas rojas, rubias y marrones de su melena fueron cayendo al suelo y le cubrieron las botas. Cuando se dejó sólo un par de centímetros de pelo alrededor de toda la cabeza, agarró un envase de crema de afeitar, se embadurnó la cabeza y sacó una cuchilla de debajo del lavamanos.
Se rapó por completo, se limpió el cuero cabelludo con una toalla y se sacudió la camisa. El cuello le picaba porque todavía tenía restos de pelo sobre la piel. Sentía la cabeza más ligera. Se pasó una mano por la calva, y luego se acercó al espejo y se miró atentamente.
Tomó otra vez la daga y la apuntó hacia su frente.
La mano le tembló cuando se enterró el cuchillo y lo fue bajando por todo el centro de su cara, terminando con una curva en forma de S sobre el labio superior. La sangre empezó a brotar y a escurrir por su rostro. Luego Phury lo limpió todo con una toalla.
‡ ‡ ‡
Zsadist se preparó con cuidado. Cuando terminó de ponerse las armas encima, salió del vestidor. La habitación estaba a oscuras y la atravesó más por costumbre que guiado por sus ojos, mientras se dirigía al pozo de luz que salía del baño. Fue hasta el lavamanos, abrió la llave y se agachó hacia el chorro de agua para recoger un poco entre las manos. Se echó agua en la cara y se restregó los ojos. Bebió un poco de la que le quedaba entre las palmas.
Cuando se iba a secar, sintió que Phury había entrado a la habitación y se estaba acercando, aunque no podía verlo.
—Phury… iba a ir a buscarte antes de marcharme.
Con una toalla bajo la barbilla, Z miró su reflejo en el espejo y se fijó en sus nuevos ojos amarillos. Reflexionó sobre el recorrido de su vida y pensó que la mayor parte de ella había sido una mierda. Pero había habido dos cosas valiosas. Una mujer. Y un hombre.
—Te quiero —dijo con voz ronca y se dio cuenta de que era la primera vez que le decía esas palabras a su gemelo—. Sólo quería decírtelo.
Phury se paró detrás de él.
Al ver el reflejo de su gemelo, Z retrocedió aterrado. Sin pelo. Con una cicatriz que le partía la cara en dos. Los ojos fijos y sin vida.
—¡Ay, Virgen Santa! —exclamó Z—. ¿Qué demonios has hecho…?
—Yo también te quiero, hermano mío. —Phury levantó su arma. Llevaba en la mano una jeringuilla hipodérmica de las que el médico había dejado para Bella—. Y tú tienes que vivir.
Zsadist dio media vuelta al mismo tiempo que su gemelo bajó el brazo. La aguja alcanzó a Z en el cuello y enseguida sintió cómo el chorro de morfina entraba en su yugular. Gritando, se agarró de los hombros de Phury. Pero cuando la droga hizo efecto, se desmadejó y sintió cómo lo acostaban en el suelo.
Phury se arrodilló junto a él y le acarició la cara.
—Siempre has sido la única razón de mi vida. Si mueres, no me queda nada. Estoy totalmente perdido. Y a ti te necesitan aquí.
Zsadist trató de agarrar a su hermano, pero no pudo ni levantar los brazos cuando Phury se puso de pie.
—Dios, Z, siempre pensé que esta tragedia nuestra se acabaría algún día. Pero sigue y sigue, ¿no?
Zsadist perdió totalmente la conciencia, mientras oía cómo las botas de su hermano salían de la habitación.