27
Bella miró fijamente la cara de Zsadist mientras él atravesaba la habitación con ella en sus brazos. Tenía los ojos entornados, de manera que sólo se veían un par de ranuras que brillaban con avidez erótica. Cuando la puso sobre la cama, se quedó mirando su cuerpo y ella pensó que parecía que fuera a comérsela viva.
Pero se limitó a quedarse quieto junto a ella.
—Arquea la espalda, por favor —le ordenó al cabo de unos instantes.
Bueno… no era lo que ella esperaba.
—Arquea la espalda, Bella.
Sintiéndose extrañamente expuesta, Bella hizo lo que él le pedía y se apoyó sobre la cabeza hasta levantar el cuerpo del colchón. Mientras se movía sobre la cama, observó la parte delantera del pantalón de Zsadist. El pene erecto se sacudió poderosamente y la idea de que pronto estaría dentro de ella la ayudó a complacerlo.
Zsadist se agachó y rozó con los nudillos uno de los pezones de Bella.
—Quiero sentirlo dentro de mi boca.
Bella sintió una deliciosa oleada de deseo.
—Entonces, bésame…
—Sshh. —Los nudillos de Zsadist bajaron entre sus senos hasta llegar al vientre. Se detuvieron en el ombligo. Luego trazó un pequeño círculo con el índice alrededor del ombligo y paró.
—No te detengas —gimió ella.
No se detuvo. Siguió bajando hasta rozar la parte superior del pubis. Bella se mordió el labio y miró el cuerpo de Zsadist, ese inmenso cuerpo de guerrero, con todos esos músculos. ¡Dios… realmente se estaba preparando para recibirlo!
—Zsadist…
—Quiero seguir bajando, Bella. Y no voy a poder detenerme. —Con la mano que tenía libre, Zsadist se tocó los labios, como si se estuviera imaginando lo que vendría—. ¿Estás preparada para dejarme hacerlo?
—Sí…
Zsadist se pasó los dedos por la cicatriz de la boca, mientras acariciaba la parte exterior de la vagina de Bella.
—Quisiera tener algo más bonito que ofrecerte. Porque sé que vas a ser perfecta. Lo sé.
Bella detestó el sentimiento de vergüenza que ocultaba ese cumplido.
—Yo creo que tú eres…
—Tienes una última oportunidad para decirme que no, Bella. Si no lo haces en este momento, voy a apropiarme de ti. Sin consideraciones. Y no creo que pueda hacerlo con mucha gentileza.
Bella abrió los brazos como si se le ofreciera. Zsadist asintió con la cabeza, como si tuvieran una especie de acuerdo, y se dirigió al extremo inferior de la cama.
—Abre las piernas. Quiero verte.
Bella se estremeció con nerviosismo.
Zsadist negó con la cabeza.
—Demasiado tarde, Bella. Ya es… demasiado tarde. Enséñamelo…
Bella dobló lentamente una rodilla y se fue abriendo poco a poco.
La cara de Zsadist pareció derretirse y toda la brusquedad y la tensión de tantos años lo abandonaron.
—Oh… por Dios… —susurró—. Eres… hermosa.
Apoyándose en los brazos, Zsadist se agachó sobre la cama, con los ojos fijos en las partes íntimas de Bella, como si nunca hubiese visto algo parecido. Cuando llegó a la altura de la vagina, unas manos grandes subieron por la parte interior de sus muslos y fueron abriéndolos un poco más.
Pero luego frunció el ceño y levantó la vista para mirarla a la cara.
—Espera, se supone que debo besarte antes en la boca, ¿no? Me refiero a que los hombres por lo general empiezan por arriba y luego van bajando, ¿no?
¡Qué pregunta tan extraña… como si nunca antes hubiese hecho esto!
Antes de que ella pudiera responder, Zsadist comenzó a retirarse, así que ella se sentó y le agarró la cara con las manos.
—Puedes hacerme lo que quieras.
Los ojos de Zsadist brillaron y se mantuvo en esa posición por una fracción de segundo.
Luego se abalanzó sobre ella, recostándola de nuevo sobre la cama. Le metió la lengua en la boca y las manos entre el pelo, empujándola, levantándola, moviéndole la cabeza. El deseo de Zsadist era feroz: la necesidad de aparearse de un guerrero de sangre ardiente. Iba a poseerla con toda su fuerza y ella se sentiría agotada cuando él terminara. Agotada y absolutamente dichosa. Bella se moría de ganas de copular con él.
De repente, Zsadist se detuvo y se alejó de la boca de Bella. Tenía la respiración agitada y un rubor en las mejillas. La miró a los ojos.
Y luego le sonrió.
Bella quedó tan sorprendida que no supo qué hacer. Nunca antes había visto esa expresión en la cara de Zsadist y, como tenía el labio superior levantado, no se veía la cicatriz; sólo asomaban sus dientes y sus colmillos brillantes.
—Me gusta esto —dijo—. Tú debajo de mí… Es delicioso. Eres suave y tibia. ¿Te parece que peso mucho? Ven, déjame…
Cuando Zsadist se levantó sobre los brazos, su pene erecto quedó contra la vagina de Bella y entonces la sonrisa se desvaneció de su cara. Era como si no le hubiese gustado la sensación, pero ¿cómo podía ser posible? Estaba excitado. Bella podía sentir que tenía una erección.
Cambió de posición con un movimiento rápido, de manera que las piernas de ella quedaron cerradas, atrapadas entre las rodillas de él. Bella no podía entender qué había ocurrido, pero fuera lo que fuese, no había sido bueno.
—Es delicioso tenerte sobre mí —dijo Bella para distraerlo—. Excepto por una cosa.
—¿Qué?
—Te has detenido.
Él se le echó encima enseguida y buscó el cuello de Bella con su boca. Mientras le mordisqueaba la piel, ella echó la cabeza hacia atrás sobre la almohada, para dejar expuesta su garganta. Agarrándolo de la parte posterior de la cabeza, lo empujó hacia su vena.
—Ah, sí… —gimió, con la esperanza de que él se alimentara de ella.
Zsadist hizo un sonido que significaba no, pero antes de que ella pudiera protestar por la negativa, ya estaba besándole la clavícula.
—Quiero besarte los senos —dijo con la boca sobre la piel de Bella.
—Hazlo.
—Antes debes saber algo.
—¿Qué?
Zsadist levantó la cabeza.
—La noche que llegaste… cuando te bañé… hice un enorme esfuerzo para no mirarte. Realmente lo hice. Te tapé con una toalla aunque estabas entre el agua.
—Eso fue muy gentil…
—Pero cuando te saqué de la bañera… vi tus senos. —Puso una de sus manos sobre el pecho de Bella—. No pude evitarlo. Lo juro. Traté de respetar tu intimidad, pero tú estabas… No pude contener mis ojos. Tenías los pezones duros por el frío. Tan pequeños y sonrosados. Hermosos.
Zsadist acarició la punta dura de un pecho con el pulgar, mientras ella se derretía.
—Está bien —balbuceó Bella.
—No, no estuvo bien. Tú estabas indefensa y no estuvo bien que te mirara.
—No, tú…
Zsadist se movió y su miembro erecto hizo presión contra la parte superior de los muslos de Bella.
—Sucedió esto.
—¿Qué suced…? Ah, ¿te excitaste?
Zsadist apretó la boca.
—Sí. No pude evitarlo.
Bella sonrió.
—Pero no hiciste nada, ¿cierto?
—No.
—Entonces, está bien. —Bella arqueó la espalda y observó los ojos de Zsadist, clavados en sus senos—. Bésame, Zsadist. Justo donde estás mirando. Ahora.
Zsadist abrió los labios y su lengua se posó sobre el pecho de Bella. Cuando la besó y chupó la parte interna de los pezones, fue muy dulce y tierno. Primero les dio un tirón y luego trazó un lánguido círculo alrededor, para volverlos a chupar después… mientras le acariciaba con las manos la cintura, las caderas y las piernas.
¡Qué ironía que le preocupara no poder hacerlo con suavidad! No sólo no fue brutal sino que mientras la chupaba y cerraba los ojos para saborearla, tenía una actitud de absoluta adoración, como si estuviera en medio de un trance.
—¡Por Dios! —murmuró, mientras se movía hacia el otro seno—. No me imaginé que esto fuera así.
—¿A qué… te refieres?
—Podría pasarme toda la vida lamiéndote.
Bella le agarró la cabeza con las manos y lo atrajo hacia ella. Y aunque le costó un poco de trabajo, logró separar las piernas y sacar una, de manera que Zsadist quedó casi metido entre sus muslos. Bella se moría por sentirlo excitado, pero él volvió a levantarse.
Cuando se echó hacia atrás, ella protestó, pero luego le metió las manos entre los muslos y comenzó a bajar por la parte interna de las piernas. Entonces ella abrió las piernas y el colchón comenzó a sacudirse bajo el peso de su cuerpo.
Era el cuerpo de Zsadist, que estaba temblando, mientras la contemplaba.
—Eres tan delicada… y resplandeces.
La primera vez que le pasó el dedo por la vagina, Bella sintió que se desmayaba. Como soltó un gemido ronco, Zsadist la miró enseguida a los ojos y maldijo:
—¡Maldición, no sé qué estoy haciendo! Estoy tratando de tener cuidado…
Bella le agarró la mano antes de que pudiera retirarla.
—Más…
Zsadist pareció dudar por un momento. Luego volvió a tocarla.
—Eres perfecta. ¡Y, Dios, eres tan suave! Necesito saber…
Zsadist se agachó y Bella sintió la presión de sus hombros. Luego sintió una caricia aterciopelada.
Eran los labios de Zsadist.
Esta vez, cuando ella se sacudió sobre la cama y pronunció su nombre, Zsadist sólo volvió a besarla y luego la lamió. Levantó la cabeza y tragó saliva, soltó un gruñido de éxtasis que provocó que a Bella se le paralizara el corazón dentro del pecho. Se miraron a los ojos.
—¡Ay… Santa Virgen Escribana… eres deliciosa! —dijo Zsadist y volvió a besarla allá abajo.
El vampiro se estiró sobre la cama, metiendo los brazos por debajo de las rodillas de Bella, y llenó totalmente el espacio entre sus muslos… Con infinita calma, como un hombre que no va a ir a ninguna parte durante un buen rato. Su respiración era caliente y entrecortada, su boca parecía ávida y desesperada. Zsadist la exploró con compulsión erótica, lamiéndola y acariciándola con la lengua y chupándola con los labios.
Cuando las caderas de Bella volvieron a sacudirse, Zsadist le puso un brazo sobre el estómago y la mantuvo en su lugar. Al sentir que volvía a estremecerse, se detuvo, sin levantar la cabeza.
—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca, y sus palabras vibraron entre lo más íntimo del cuerpo de Bella.
—Por favor… —Fue lo único que se le ocurrió decir a ella.
Zsadist se retiró un poco y lo único que Bella pudo hacer fue mirar sus labios húmedos y pensar en dónde habían estado.
—Bella, no creo que pueda detenerme. Siento este… rugido en mi mente que me obliga a mantener la boca sobre ti. ¿Cómo puedo hacer que esto… sea agradable para ti?
—Haz que… déjame llegar —dijo ella con voz ronca.
Zsadist parpadeó, como si ella lo hubiese sorprendido.
—¿Cómo puedo hacer que llegues al orgasmo?
—Sólo sigue haciendo lo que estás haciendo. Pero más deprisa.
Zsadist entendió rápidamente y fue implacable cuando descubrió lo que podía hacer para que ella alcanzara el orgasmo. La fue empujando con fuerza, observándola, mientras ella se deshacía una y otra vez… muchas veces. Era como si él se alimentara del placer de ella y su hambre fuese insaciable.
Finalmente, cuando Zsadist levantó la cabeza, Bella estaba agotada.
Él la miró con gesto solemne y dijo:
—Gracias.
—¡Por Dios… soy yo la que tiene que dar las gracias!
Zsadist negó con la cabeza.
—Permitiste que un animal entrara en la parte más hermosa de ti. Estoy inmensamente agradecido.
Zsadist se alejó un poco, pero todavía tenía en las mejillas el rubor de la excitación. Y su miembro seguía erecto y presionando.
Bella le tendió los brazos.
—¿Adónde vas? No hemos terminado.
Al ver que él vacilaba, ella se acordó. Se dio la vuelta para quedar sobre el vientre y se puso a cuatro patas, sin ninguna vergüenza. Pero Zsadist no se movió, así que ella lo miró. Había cerrado los ojos como si estuviera sufriendo y eso la confundió.
—Sé que sólo lo haces de esta manera —dijo Bella con voz suave—. Eso fue lo que me dijiste. Para mí está bien. De verdad. —Hubo un largo silencio—. Zsadist, quiero terminar lo que empezamos. Quiero conocerte… de esta manera.
Zsadist se restregó la cara. Bella pensó que se iba a marchar, pero luego se movió para ubicarse detrás de ella. La tomó de las caderas con suavidad y luego la empujó hacia un lado, de modo que la hembra quedó de espaldas.
—Pero tú sólo…
—No contigo —dijo con voz ronca—. Contigo no quiero hacerlo así.
Bella abrió las piernas, lista para él, pero Zsadist se limitó a sentarse sobre los talones. Luego se estremeció.
—Déjame traer un condón —dijo.
—¿Por qué? No estoy en mi periodo de fertilidad, así que no necesitas condón. Y quiero que… termines.
Zsadist frunció el ceño sobre sus ojos oscuros.
—Zsadist… no ha sido suficiente para mí. Quiero estar plenamente contigo.
Bella estaba a punto de levantarse para atraerlo hacia ella, cuando él se levantó y se llevó las manos a la parte delantera de su pantalón. Se desató con torpeza el cordón y luego se lo bajó, dejando al descubierto sus partes íntimas.
Bella tragó saliva.
El pene erecto de Zsadist era enorme. Una exageración de la naturaleza, perfectamente hermosa y sólida como una piedra.
¡Por Dios Santo! ¿No sería demasiado grande para ella?
Las manos le temblaron cuando acomodó el pantalón debajo de los testículos. Luego se inclinó sobre el cuerpo de Bella y se colocó a la altura debida.
Cuando ella estiró la mano para acariciarlo, Zsadist se echó hacia atrás.
—¡No! —Al ver que ella se asustaba, Zsadist lanzó una maldición—. Lo siento… Mira, sólo déjame a mí.
Zsadist movió las caderas hacia delante y Bella sintió la cabeza del pene, redonda y ardiente, contra su vagina. Luego metió la mano por debajo de una las rodillas de Bella, le levantó la pierna y comenzó a hacer presión hacia adentro, poco a poco. Mientras que el cuerpo de Zsadist se cubría de sudor, un extraño aroma llegó hasta la nariz de Bella. Por un momento se preguntó si…
No, Zsadist no podía estar enamorándose de ella. No era su naturaleza.
—¡Por Dios… eres muy estrecha! —dijo con voz quebrada—. ¡Ay… Bella, no quiero desgarrarte!
—Sigue empujando. Con suavidad.
Bella sintió cómo su cuerpo parecía rebelarse contra la presión y el ensanchamiento. A pesar de que estaba dispuesta a recibirlo, Zsadist constituía una invasión, pero la verdad era que le encantaba lo que estaba sintiendo, en especial cuando él dejó escapar el aire que tenía en el pecho y se estremeció. Una vez que estuvo totalmente dentro, Zsadist abrió la boca y los colmillos se le alargaron, por el placer que estaba sintiendo.
Bella le acarició los hombros, sintiendo sus músculos y el calor que despedían.
—¿Está bien así? —preguntó Zsadist, con los dientes apretados.
Bella le plantó un beso en el cuello y movió las caderas. Él siseó.
—Hazme el amor —dijo ella.
Zsadist gimió y comenzó a moverse sobre ella como si fuera una ola gigante, mientras que su grueso pene la acariciaba por dentro.
—¡Ay, Dios…! —Zsadist dejó caer la cabeza sobre el cuello de Bella. A medida que el ritmo de sus movimientos se intensificaba y la respiración se aceleraba, le dijo al oído—: Bella… estoy asustado… pero no puedo… parar…
Luego soltó un rugido, se levantó apoyándose en los brazos y dejó que sus caderas se moviesen libremente, mientras que, con cada embestida, iba empujando a Bella hacia la parte superior de la cama. Entonces ella se agarró de sus muñecas, para mantenerse firme. Mientras él empujaba, ella podía sentir que estaba otra vez cerca del orgasmo y, cuanto más rápido era el ritmo, más cerca se sentía.
El éxtasis partió de la vagina, pero luego se extendió por todo su cuerpo. La sensación duró una eternidad y las contracciones de sus músculos internos se aferraron a la parte de él que la había penetrado.
Cuando recuperó la conciencia, Bella se dio cuenta de que Zsadist estaba quieto, totalmente paralizado sobre ella. Parpadeó para aclararse los ojos llenos de lágrimas y lo miró a la cara. Los afilados ángulos de su rostro mostraban una tensión que se extendía por todo su cuerpo.
—¿Estás bien? —preguntó con voz profunda—. Gritaste. Muy fuerte.
Bella le tocó la cara.
—No fue un grito de dolor.
—Gracias a Dios. —Zsadist aflojó los hombros y soltó el aire—. No soportaría la idea de hacerte daño.
La besó con ternura. Luego sacó su pene del cuerpo de Bella, se levantó de la cama y, mientras se subía el pantaloncito de deporte, se dirigió al baño y cerró la puerta.
Bella frunció el ceño. No estaba segura de que Zsadist hubiera alcanzado el orgasmo. Cuando se retiró, su pene todavía parecía totalmente erecto.
Salió de la cama y miró hacia abajo. Cuando vio que no tenía nada escurriéndole por los muslos, tomó la bata y fue tras él, sin molestarse en llamar.
Zsadist tenía los brazos sobre el lavamanos y la cabeza agachada. Respiraba con dificultad y parecía estar ardiendo de fiebre. Tenía la piel pegajosa y parecía extrañamente rígido.
—¿Qué sucede, nalla? —dijo con voz ronca.
Bella se detuvo en seco, pues no estaba segura de haber oído bien. Pero le había dicho… Mi amor. Le había dicho «mi amor».
—¿Por qué no…? —Bella no sabía cómo decirlo—. ¿Por qué paraste antes de…?
Al ver que Zsadist sólo sacudía la cabeza con gesto negativo, Bella se le acercó y lo giró, para poder verlo de frente. A través del pantaloncillo pudo ver que el pene seguía palpitando, todavía dolorosamente rígido. De hecho parecía como si le doliera todo el cuerpo.
—Déjame aliviarte —dijo Bella y estiró las manos.
Zsadist dio un paso atrás, hasta quedar contra la pared de mármol, entre la ducha y el lavamanos.
—No, Bella… no lo hagas…
Bella se recogió la bata y comenzó a arrodillarse frente a él.
—¡No! —Zsadist la agarró para evitarlo.
Bella lo miró directamente a los ojos y puso las manos en la cinturilla del pantalón.
—Déjame hacerlo por ti.
Zsadist le agarró las manos y se las apretó hasta causarle dolor.
—Quiero hacerlo, Zsadist —dijo ella con firmeza—. Deja que yo me encargue.
Se produjo un largo silencio y ella empleó el tiempo en evaluar la cantidad de dolor, deseo y temor que mostraban los ojos de Zsadist. Luego se estremeció. No podía creer la conclusión a la que parecía estar llegando, pero tenía la impresión de que Zsadist nunca se había permitido tener un orgasmo. ¿O estaría sacando conclusiones apresuradas?
En todo caso, no podía preguntárselo. Zsadist estaba tambaleándose al borde de un abismo y si ella decía o hacía algo equivocado, saldría huyendo de la habitación.
—Zsadist, no te voy a hacer daño. Y puedes mantener el control de la situación, si quieres. Pararemos si no te sientes bien. Puedes confiar en mí.
Pasó un buen rato antes de que Zsadist comenzara a aflojar las manos. Finalmente la soltó y la alejó de su cuerpo. Luego se bajó el pantaloncillo con nerviosismo.
El pene erecto llenó el espacio que mediaba entre ellos.
—Sólo cógelo —dijo con voz quebrada.
—A ti. Te voy a coger a ti.
Cuando Bella envolvió el pene con sus manos, Zsadist dejó escapar un gemido y echó la cabeza hacia atrás. ¡Por Dios, estaba duro! Duro como el acero, pero rodeado de una piel tan suave como la de sus labios.
—Eres…
—Sshhh —la interrumpió él—. Nada de… charla. No puedo… No puedo hablar.
Zsadist comenzó a mecerse mientras ella lo apretaba. Primero lentamente y luego cada vez más rápido. Tomó la cara de Bella entre sus manos y la besó, luego su cuerpo tomó el control y comenzó a sacudirse como un loco. Ella se movía cada vez más deprisa mientras Zsadist ejecutaba esa vieja danza masculina. Cada vez más deprisa… hacia delante y hacia atrás…
Pero después de un rato pareció estancarse. Estaba haciendo un gran esfuerzo, tenía los músculos del cuello tan tensos que parecían a punto de salirse de la piel y el cuerpo estaba cubierto de sudor. Pero no parecía poder encontrar el alivio buscado.
Zsadist se detuvo, jadeando.
—Esto no va a funcionar.
—Tranquilo, relájate. Relájate y déjate ir…
—No. Necesito… —Zsadist tomó una de las manos de Bella y la puso sobre sus testículos—. Aprieta. Aprieta con fuerza.
Bella lo miró con expresión de alarma.
—¿Qué? No te quiero hacer daño…
Zsadist puso su mano sobre la de ella, como si fuera un guante de hierro, y comenzó a retorcerse los testículos hasta que soltó un alarido. Luego le agarró la otra muñeca y le mantuvo la mano sobre el pene.
Bella trató de zafarse para suspender el sufrimiento que él mismo se estaba causando, pero Zsadist comenzó a moverse de nuevo. Y cuanto más trataba de soltarlo Bella, más le apretaba él la mano sobre ese lugar tan sensible de la anatomía masculina. Ella no podía creerlo, estaba horrorizada, pensando en el dolor que él debía de estar sintiendo…
Zsadist gritó como loco y su grito rebotó contra las paredes de mármol del baño, hasta que Bella estuvo segura de que todo el mundo en la mansión lo había escuchado. Luego sintió las poderosas embestidas de su eyaculación, ardientes chorros que le empaparon las manos y la parte delantera de la bata.
Inmediatamente después, Zsadist se desplomó sobre los hombros de Bella y ella recibió todo el peso de su cuerpo. Respiraba como un tren de carga y todos sus músculos temblaban de manera espasmódica. Cuando por fin le soltó la mano, Bella tuvo que despegarla de sus testículos.
Bella estaba helada mientras sostenía el peso de Zsadist.
Algo horrible acababa de brotar entre ellos, una cierta perversión sexual que cruzaba la línea que hay entre el placer y el dolor. Y aunque le parecía cruel, la verdad era que quería salir corriendo. Quería escapar de la terrible certeza de que le había hecho daño a Zsadist porque él la había obligado y que sólo así había llegado al orgasmo.
Sin embargo, en ese momento se oyó una especie de gemido. O al menos eso parecía.
Contuvo la respiración y escuchó atentamente. Otra vez ese sonido, como un sollozo, y Bella sintió que Zsadist se estremecía.
¡Por Dios! Estaba llorando…
Bella lo envolvió entre sus brazos y se recordó que él no había pedido las torturas que había recibido. Tampoco había elegido libremente los efectos posteriores de todo lo que había sufrido.
Trató de levantarle la cabeza para besarlo, pero él no se dejó y enterró la cabeza entre su pelo. Bella lo acunó y lo consoló, mientras él trataba de ocultar que estaba llorando. Después de un rato, Zsadist se levantó y se restregó la cara con las manos. Evitó la mirada de Bella, mientras estiraba la mano y abría la ducha.
Le quitó la bata con un movimiento rápido y luego la enrolló y la tiró al cubo de la basura.
—Espera, me gusta esa bata…
—Te compraré una nueva.
Luego Zsadist la empujó hacia la ducha. Cuando sintió que ella se resistía, la levantó como una pluma y la metió debajo del chorro de agua y comenzó a enjabonarle las manos de manera frenética.
—Zsadist, espera. —Bella trató de soltarse, pero él la agarró con más fuerza—. No estoy sucia… Zsadist, déjalo. No necesito que me laves porque tú…
Zsadist cerró los ojos.
—Por favor… tengo que hacerlo. No te puedo dejar toda… llena de esa porquería.
—Zsadist —dijo ella con voz firme—. Mírame. —Cuando él la miró, dijo—: No es necesario.
—No sé qué otra cosa hacer.
—Regresa a la cama conmigo. —Bella cerró la llave—. Abrázame. Déjame abrazarte. Eso es lo único que tienes que hacer.
Y, francamente, ella también lo necesitaba, pues estaba muy conmovida.
Bella se envolvió en una toalla y llevó a Zsadist hacia la habitación. Tras meterse juntos debajo de las mantas, lo abrazó, pero ella estaba tan rígida como él. Había pensado que la intimidad ayudaría, pero no funcionó.
Después de un largo rato, la voz de Zsadist atravesó la oscuridad.
—Si yo hubiese sabido que tenía que ser así, nunca habría permitido que pasara.
Bella levantó la cara para mirarlo.
—¿Es la primera vez que has tenido una eyaculación?
El silencio no la sorprendió. Lo que la sorprendió fue que él respondiera después de un rato.
—Sí.
—¿Nunca te habías… masturbado? —susurró Bella, aunque ya conocía la respuesta. ¡Por Dios… lo que debían de haber sido todos esos años como esclavo de sangre! Todos esos abusos… Bella sintió ganas de llorar, pero sabía que eso haría que él se sintiera más incómodo.
Zsadist respiró hondo.
—No me gusta tocarme ahí. Francamente, detesto el hecho de que esa cosa haya estado dentro de ti. Quisiera que estuvieras ahora mismo en la bañera, rodeada de desinfectante.
—Me ha encantado estar contigo. Estoy feliz de que hayamos estado juntos. —Lo que le había resultado difícil fue lo que pasó después—. Pero acerca de lo que sucedió en el baño…
—No quiero que seas parte de eso. No quiero que me hagas eso, para que termines… toda cubierta de esa porquería.
—Me gustó producirte un orgasmo. Sólo que… te quiero mucho para hacerte daño. Tal vez podríamos tratar de…
Zsadist se incorporó.
—Lo siento… Tengo que… Tengo que ir a ver a V. Tengo trabajo que hacer.
Bella le agarró del brazo.
—¿Qué pasaría si te dijera que creo que eres hermoso?
—Pensaría que me tienes lástima y me enfurecería.
—No te tengo lástima. Quisiera que hubieras eyaculado dentro de mí y creo que eres fabuloso cuando estás excitado. Tienes un pene grueso y largo y me moría de ganas de tocarlo. Todavía quiero hacerlo. Y quiero tenerte dentro de mi boca. ¿Qué te parecería eso?
Zsadist se zafó y se puso de pie. Se vistió rápidamente y dijo:
—Si necesitas adornar lo que pasó para poder soportarlo, está bien. Pero la verdad es que te estás engañando. Muy pronto vas a darte cuenta de que sigues siendo una mujer muy valiosa. Y entonces lamentarás haber estado conmigo.
—No, no lo haré.
—Espera y verás.
Zsadist salió de la habitación, antes de que ella pudiera encontrar la respuesta apropiada para eso.
Bella cruzó los brazos sobre el pecho y se hundió en un sentimiento de frustración. Luego arrojó lejos las mantas. ¡Maldición, este cuarto estaba hirviendo! O tal vez estaba tan agotada que su química interna se había alterado totalmente.
Como no se sentía capaz de quedarse en la cama, se vistió y salió al corredor de las estatuas. No sabía adónde iba, pero le daba igual… Sólo quería soltar todo el calor que se acumulaba en su cuerpo.