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De regreso a la mansión, en el Escalade todos iban eufóricos y llenos de energía. Rhage hablaba por los codos, como era usual. Wrath se reía con él. V intervenía de vez en cuando en la conversación. Y entre todos se intercambiaban bromas y pullas. Como hacen los hermanos.
Butch sabía que esa vuelta a casa, así como la ceremonia previa, eran de especial significación para la Hermandad. Y, aunque en ese momento no pudiera compartir su alegría, estaba contento por ellos.
Aparcaron delante de la mansión. Las puertas estaban abiertas de par en par. La Hermandad marchó en semicírculo detrás de Butch. Los cánticos comenzaron de nuevo, y los hermanos avanzaron en medio de grandes aplausos a través del vestíbulo, pintado con los colores del arco iris. Los doggen los aguardaban, y delante de los sirvientes estaban las tres hembras del complejo, vestidas con trajes que cortaban el aliento. Beth llevaba el vestido color sangre con el que se había casado, Mary iba de azul y Bella llevaba un resplandeciente vestido plateado.
Eran tantas las ansias con las que Butch esperaba que Marissa estuviera allí que fue incapaz de mirar a las shellan y sintió un terrible dolor en el pecho. Iba a ser un desesperado y pensativo tránsito hasta el Hueco. De repente, el mar de cuerpos se abrió y…
Marissa apareció con un traje color crema; resplandecía, y Butch se preguntó si los rayos de sol no se habrían condensado en él. Y el cántico se detuvo mientras ella avanzaba. Confuso e incapaz de comprender su presencia, sin embargo, Butch quería abrazarla.
Ella se hincó de rodillas delante de él, el vestido flotando a su alrededor, en grandes olas de satén.
La voz de Marissa sonó fuerte por la emoción mientras agachaba la cabeza.
—Te ofrezco, guerrero, esta prenda de buena suerte para cuando estés en la batalla. —Alzó las manos y en sus palmas había una trenza de su cabello, atada en cada punta con cintas azules—. Me enorgullecería que la llevaras contigo siempre. Es un orgullo para mí que mi… hellren trabaje al servicio de mi raza. Si tú todavía… quisieras tenerme.
Completamente desarmado por el gesto, Butch se arrodilló a su vez y le levantó con delicadeza el tembloroso mentón. Mientras ella se secaba las lágrimas, él cogió la trenza y la pegó contra su corazón.
—Claro que quiero tenerte —exclamó él—. Pero ¿por qué has cambiado de opinión?
Ella miró a las tres hembras de la casa. Luego con voz igualmente calmada, dijo:
—Hablé con algunas amigas. O mejor dicho, ellas hablaron conmigo.
—Marissa… —Fue todo lo que él pudo decir.
Como su voz parecía que se había secado, él la besó, y mientras se abrazaban, se escuchó un gran aplauso.
—Me apena haber sido débil —le murmuró ella al oído—. Beth, Mary y Bella fueron a verme. No me complace mucho que seas un guerrero, egoístamente, claro. Nunca dejaré de preocuparme por ti. Pero ellas confían en sus machos, aunque también temen por ellos. Además… yo creo que tú me amas. Y creo que no me dejarás si puedes ayudarme. Yo… yo creo que te cuidarás y te frenarás si el mal amenaza con abrumarte. Si ellas pueden controlar su miedo, yo también puedo.
Él la estrechó aún con más fuerza.
—Me cuidaré, lo juro. Lo juro.
Permanecieron abrazados durante un rato largo. Después Butch alzó la cabeza y miró a Wrath, que tenía a Beth en sus brazos.
—Entonces, hermano —dijo Butch—. ¿Tienes un cuchillo y un poco de sal? Es hora de concluir cierto apareamiento, ¿no te parece?
Fritz se adelantó con el mismo cántaro y el mismo tazón que habían usado en la ceremonia de Wrath y Beth. Y en la de Rhage y Mary. Y en la de Zsadist y Bella.
Butch miró a los ojos azul claro de su shellan, y musitó:
—La oscuridad jamás se adueñará de mí… porque yo te tengo a ti. Luz de mi vida, Marissa. Eso es lo que tú eres, la luz de mi vida.