33
Cuarenta y cinco minutos más tarde, Butch se paró a la entrada de la cocina y miró a Marissa que hablaba con Mary y John. Los tres se inclinaban sobre un diagrama explicativo de las agencias de servicios de los humanos del estado de Nueva York. Mary las había tomado como ejemplo para explicarle a Marissa cómo funcionaban las cosas entre los humanos, y John se había unido como voluntario.
Pobre muchacho, pensó Butch. El chaval había pasado por las peores situaciones. Nacido en el cuarto de baño de una estación de autobuses. Recogido por un portero y entregado a un orfanato católico. Más tarde, en una casa con unos padres adoptivos que no hicieron ni una mierda por él después de que Nuestra Señora redujera su programa asistencial. Y lo peor: expulsado del colegio a los dieciséis años. Sacado del sistema. En la miseria mientras se ganaba la vida como ayudante de camarero en el centro de la ciudad. Tenía suerte de estar vivo.
Y Marissa estaba decidida a ayudar a otros chavales como él.
Se puso a escucharla con atención mientras exponía a los otros sus ideas. Su voz había cambiado. Ahora era más profunda. Más directa. Más segura. Sus ojos brillaban y sus preguntas eran cada vez más agudas e interesantes. Era, lo notó, increíblemente lista y le iba a ir muy bien con ese asunto.
Dios, él la amaba. Y quería ser lo que ella necesitaba. Lo que ella se merecía.
Y como si fuera un eco, Butch oyó pasos y olió el tabaco turco de V.
—Wrath está esperando, poli.
Miró a su mujer por un largo momento.
—Vamos.
Marissa lo llamó.
—¿Butch? Me gustaría conocer tu opinión sobre la organización de una fuerza de policía. —Señaló el diagrama—. Puedo prever un montón de escenarios en los que vamos a necesitar intervenciones de las fuerzas de la Ley. Wrath va a tener que empezar a considerar la formación de alguna clase de guardia armada.
—Lo que quieras, nena. —Memorizó su rostro—. Dame algo de tiempo para pensarlo, ¿de acuerdo?
Ella asintió, sonrió de una manera distraída y volvió al trabajo.
Incapaz de resistirse, Butch se volvió y la tocó en el hombro. Cuando Marissa lo miró, la besó en la boca y le susurró:
—Te amo.
Los ojos de ella flamearon, la besó otra vez y luego se fue. Esperaba que su regresión ancestral saliera bien. Lo esperaba de todo corazón.
Él y Vishous subieron al estudio y encontraron vacío el aristocrático salón francés. Wrath estaba de pie frente al fuego, un brazo apoyado en la repisa de la chimenea. Parecía muy concentrado en sus pensamientos.
—¿Mi lord? —dijo V—. ¿Es un buen momento?
—Sí. —El Rey les hizo señas de que entraran, el diamante negro de su anillo brillando en el dedo del medio—. Cerrad las puertas.
—¿Te importa si consigo un poco más de refuerzos? —V señaló hacia el vestíbulo—. Quiero que esté Rhage aquí para contener al poli.
—Bien. —Al salir Vishous, Wrath miró a Butch con tal intensidad que los ojos eran como antorchas llameantes detrás de sus gafas de sol—. No esperaba que la Virgen Escribana nos dejara hacer esto.
—Me alegra que así sea.
—¿Entiendes lo que esto significa? Va a dolerte mucho y podrías acabar como un vegetal.
—V me hizo la revelación completa. Estoy bien.
—Lo que vas a saber, lo sabrás por ti mismo —murmuró Wrath con aprobación—. Eres muy valiente.
—¿Qué otras opciones tengo? Ninguna.
Se oyó el chasquido de las puertas al cerrarse y Butch miró a través del estudio. Rhage tenía el pelo húmedo y estaba vestido con unos vaqueros desteñidos, una chaqueta negra, y zapatos. No llevaba calcetines e, irracionalmente, Butch se dio cuenta de que incluso los pies del fulano eran magníficos. Sí, cero nudillos peludos, cero asquerosa calvicie. El bastardo era perfecto de arriba abajo.
—Hombre, poli —dijo el hermano—. ¿Realmente vas a hacer esto?
Cuando Butch asintió, Vishous se le adelantó y empezó a quitarse el guante.
—Quítate la camisa, compañero.
Butch se desnudó hasta la cintura y tiró su Turnbull & Asser al sofá.
—¿Puedo dejarme la cruz?
—Sí, no se derretirá. Bueno, no mucho, al menos. —V metió el guante en el bolsillo trasero de su pantalón, después se desató el cinturón negro y se lo pasó a Rhage—. Quiero que le pongas esta cosa en la boca y la mantengas ahí para que no se rompa los dientes. No hagas ningún contacto con él. De todas maneras te vas a quemar estando tan cerca.
Rhage retrocedió hasta ponerse detrás de Butch. Un golpecito en la puerta lo interrumpió todo.
La voz de Marissa se coló a través de las puertas de madera.
—¿Butch? ¿Wrath? —Volvió a golpear. Más fuerte—. ¿Mi lord? ¿Hay alguien ahí?
Wrath alzó una ceja a Butch.
—Déjame hablar con ella —replicó.
Cuando Wrath dejó que se abrieran las puertas, Marissa irrumpió en la habitación. Le echó un vistazo a la mano sin guante de V y al pecho desnudo de Butch, y se puso blanca como la nieve.
—¿Qué le estáis haciendo?
Butch caminó hacia ella.
—Vamos a averiguar si tengo algo de tu especie dentro de mí.
Marissa se quedó con la boca abierta. Luego se giró hacia Wrath.
—Diles que no. Diles que no pueden hacer esto. Diles…
—Es su decisión, Marissa.
—¡Lo matará!
—Marissa —dijo Butch—, vale la pena correr el riesgo.
Ella se enfrentó a él, la mirada vidriosa por la furia, tan brillante como la luz. Hubo una pausa. Después le cruzó la cara con una bofetada.
—Esto es por no preocuparte por ti. —Sin tomarse un respiro, lo abofeteó otra vez, otro estampido resonante—. Y esto es por no decirme lo que estás haciendo.
El dolor ardió en su pecho y latió al ritmo de su corazón.
—Muchachos, ¿podéis darnos un minuto? —dijo suavemente, sin apartar los ojos de su pálido rostro.
Cuando los hermanos desaparecieron, Butch trató de cogerle las manos, pero ella se echó atrás y cruzó los brazos.
—Marissa… ésta es la única salida que puedo ver.
—¿Salida de qué?
—Hay una oportunidad de que yo pueda ser el que tú necesitas, que sea…
—¿Quién necesito yo que seas tú? ¡Te necesito a ti mismo! ¡Y te necesito vivo!
—Esto no va a matarme.
—Oh, ¿ya lo has hecho antes, para estar tan seguro? Eso me tranquiliza mucho.
—Tengo que hacerlo.
—No lo hagas…
—Marissa —chasqueó la lengua—. ¿Quieres ponerte en mi lugar? Suponte que me amas pero que yo tengo que estar con otra persona, alimentarme de otra persona, mientras tú no puedes hacer nada, mes tras mes, año tras año. ¿Quieres pensar en eso? Es como saber que vas a morir primero y dejarme solo. ¿Quieres ser una ciudadana de segunda en el mundo en que yo vivo?
—¿Estás diciendo que para ti sería mejor estar muerto que conmigo?
—Ya te lo he dicho, esto no va a matarme…
—¿Y qué vendrá después? ¿Crees que no soy capaz de seguir tu lógica? Si descubres que desciendes de vampiros, ¿me dirás que no vas a intentar algo verdaderamente estúpido?
—Yo te amo mucho…
—¡Maldita sea! Si me amaras, no te harías esto a ti mismo. Si me amaras… —La voz de Marissa se quebró—. Si me amaras…
Las lágrimas manaron de sus ojos. De un tirón, ella le apretó las manos sobre su cara y tembló. Entera.
—Nena… todo va a salir bien. —Gracias a Dios, dejó que la rodeara con sus brazos—. Nena…
—Estoy furiosa contigo —dijo contra su pecho—. Eres un tonto arrogante y orgulloso que me rompe el corazón.
—Sólo soy un hombre que quiere cuidar a su mujer.
—Como te he dicho… un maldito tonto. Y prometiste que me protegerías y que no me dejarías nunca.
—Lo siento de verdad, quería contártelo todo cuando ya hubiera pasado. —Le alzó el rostro y le secó las lágrimas—. Simplemente piensa en el futuro. Tengo treinta y siete años y he llevado una vida de bebedor y fumador. Podría morir en diez años, ¿quién sabe?
—Y si mueres ahora, me habré perdido una década. Quiero esos años contigo.
—Pero yo quiero siglos. Eones. Y quiero que dejes de alimentarte de… Rehvenge.
Marissa cerró los ojos y meneó la cabeza.
—Ya te he dicho que no hay nada romántico…
—Por tu parte. ¿Pero puedes asegurarme honestamente que él no te desea?
Cuando ella no contestó, él se ratificó en lo dicho.
—Es lo que creía. Y no lo culpo, pero no me gusta eso. Incluso aunque… mierda, probablemente deberías estar con alguien como él, alguien de tu especie.
—Butch, ya no me importa la glymera. Me he apartado de esa vida, ¿y sabes qué? Ha sido mejor. De hecho, debería agradecerle a Havers que me haya obligado a ser independiente. Me ha hecho un gran favor.
—Sí, bueno, no quiero ofenderte, pero a mí aún me apetece darle una patada en el culo.
Lo estrechó con más fuerza.
—¿Qué van a hacer ellos si tienes algo de nuestra raza dentro de ti?
—Hablaremos de eso más tarde.
—No. No me dejarás fuera de esto. ¿Quieres hacerlo por nosotros? Entonces yo tengo un voto, maldita sea. Hablemos de ello. Ahora.
Butch agitó una mano en el aire para alentarse a sí mismo.
—Intentarán hacerme la transición, si quiero.
La boca de Marissa se abrió lentamente.
—¿Cómo?
—V dice que puede hacerlo.
—¿Cómo?
—No sé. Aún no hemos hablado de eso.
Ella lo miró durante un largo rato. Después de un momento en silencio, Marissa añadió:
—Has roto tu promesa al mantenerme al margen de todo esto.
—Yo… Lo he hecho sin querer. —Se puso la mano sobre el corazón—. Pero te juro, Marissa, que voy a seguir contigo cualquiera que sea el resultado de esto. Jamás tuve la intención de hacer la transición sin contártelo primero. Te lo juro.
—Yo no quiero perderte.
—No quiero que me pierdas.
Ella miró a la puerta y el silencio se expandió por la habitación hasta, podría jurarlo, volverse tangible contra su piel como niebla fría.
Por fin, Marissa dijo:
—Si vas a hacer la regresión, quiero quedarme.
Butch soltó el aliento.
—Vamos allí, necesito abrazarte.
La atrajo hacia sí y envolvió su cuerpo con los brazos de ella. Los hombros de Marissa estaban rígidos pero sus brazos se le aferraron a la cintura. Con fuerza.
—¿Butch?
—¿Sí?
—Siento haberte abofeteado.
Él dejó caer la cabeza sobre su cuello.
—Me lo merecía.
Presionó sus labios sobre la piel de ella y respiró en profundidad, tratando de conservar su perfume no sólo dentro de sus pulmones sino también en su sangre. Cuando se echó para atrás, miró la vena que corría por el cuello de Marissa y pensó: «Oh, Dios… por favor, déjame ser algo más de lo que soy».
—Bueno, adelante —dijo ella.
La besó y Wrath, V y Rhage regresaron.
—¿Vamos a hacerlo? —preguntó Vishous.
—Sí, vamos.
Butch cerró las puertas y luego él y V fueron hasta la chimenea.
Cuando Rhage se movió detrás de él y fue a meterle el cinturón en la boca, Butch miró a Marissa.
—Está bien, nena. Te amo.
Marissa miró a Wrath. Como el Rey leía la mente, se acercó a ella, preparado para sostenerla si flaqueaba.
V se acercó tanto que sus pechos casi se tocaban. Con cuidado, colocó la cruz para que colgara por la espalda de Butch.
—¿Estás listo para empezar, poli?
Butch asintió, sintiéndose más seguro con el cinturón entre los dientes. Se preparó y V alzó un brazo.
Cuando la palma de la mano de su compañero aterrizó en su pecho desnudo, sintió un peso caliente. Butch frunció el ceño. ¿Esto era todo? Aterrorizar a Marissa por nada…
Miró hacia abajo y entonces se puso muy nervioso. La mano de V refulgía en su pecho.
—Relájate, por favor, mi hombre —dijo V y lentamente movió su palma en un círculo, justo encima del corazón de Butch—. Simplemente respira hondo. Cuanto más calmado estés, mejor para ti.
Divertida elección de palabras. Exactamente lo que Butch le había dicho a Marissa cuando él…
Desechó ese pensamiento y trató de relajarse. Sin lograrlo.
—Vamos a respirar juntos durante un minuto, poli. Eso es. Dentro y fuera. Respira conmigo. Sí, bien. Tenemos todo el tiempo del mundo.
Butch cerró los ojos y se concentró en la apaciguadora sensación que inundaba su pecho. El calor. El movimiento rotatorio.
—Allá vamos, poli. Estás haciéndolo muy bien. Te sientes mejor, ¿verdad? Más relajado.
La rotación se hizo cada vez más lenta y más lenta. Y la respiración de Butch fue más profunda y tranquila. El corazón empezó a latirle muy despacio, intervalos cada vez más y más largos entre latido y latido. Y todo el tiempo con la voz de V… sus perezosas palabras seduciéndolo, entrando a su cerebro, extasiándolo.
—Bueno, Butch. Mírame. Muéstrame esos ojos tuyos.
Butch alzó fatigosamente los párpados y vaciló cuando vio la cara de V.
Luego se puso tenso. La pupila del ojo derecho de V se dilató hasta que no había más que oscuridad. Nada blanco. Sin iris. Qué diablos…
—No pasa nada, todo está bien, Butch. No te preocupes por lo que estás viendo. Simplemente mira dentro de mí. Vamos, ya. Mira dentro de mí, Butch. Siente mi mano en tu pecho. Bien… ahora quiero que caigas dentro de mí. Déjate ir. Cae… dentro… de… mí.
Butch se concentró en la oscuridad y miró la palma que se movía sobre su corazón. Por el rabillo del ojo, vio que la mano brillante estaba sobre él, pero le importó un carajo. Estaba dando traspiés en el más maravilloso y apacible camino, en medio de un amable viaje a través del tenue aire, cayendo dentro de Vishous…
Hundiéndose en un vacío…
De oscuridad…
‡ ‡ ‡
El Señor X se despertó y se pasó la mano por el pecho, alrededor de sus heridas. Se sintió satisfecho con lo rápido que se estaba curando, aunque aún no había recuperado su fuerza habitual.
Alzó la cabeza con cuidado y miró a lo que alguna vez había sido un cómodo refugio nuclear. Ahora que la Sociedad Restrictiva ocupaba la casa, la habitación no tenía más que las cuatro paredes con unas cuantas alfombras desteñidas y cortinajes marchitos.
Van pasó frente a la cocina vacía y frenó en seco.
—Estás despierto. Jesús, pensé que iba a tener que cavar una tumba en el patio.
El Señor X tosió un poco.
—Tráeme mi portátil.
Cuando Van le llevó el aparato, el Señor X se levantó por sí mismo aunque tuvo que recostarse contra la pared. Del menú de arranque del Windows XP, entró a Mis Documentos y abrió un archivo de texto titulado «Notas estratégicas». Se desplazó hacia abajo hasta el encabezado marcado «Julio» y revisó varias entradas hechas hacía nueve meses. Una por cada día, desde que había sido Capataz por primera vez. Desde que valía una mierda.
A medida que buscaba, se dio cuenta de que Van revoloteaba a su alrededor.
—Tenemos un nuevo objetivo, tú y yo —dijo el Señor X ausentemente.
—¿Ah, sí?
—Ese humano que vimos anoche. Tenemos que encontrarlo. —X se interesó por las notas del día 17 del mes, pero no tenían lo que quería—. Vamos a buscar y a encontrar a ese humano, y vamos a eliminarlo. Encontrarlo… y eliminarlo.
El tipo tenía que morir, de modo que la mala interpretación de la situación del Señor X se convirtiera en realidad y el Omega nunca se enterara de que su troyano humano no había sido asesinado por los hermanos.
De modo que el asesinato del hombre tendría que ser ejecutado por otro restrictor. Después de la contienda de esta tarde, el Señor X no podía arriesgarse otra vez. No pasaría por el apuro de sufrir otra herida grave.
Julio… julio… quizá se había equivocado de mes, pero podría jurar que había sido por esa época cuando un poli parecido al humano se había presentado en la Academia de Artes Marciales de Caldwell, los antiguos cuarteles generales de la Sociedad… ah… sí. Útil que hubiera conservado ese archivo. Y también el hecho de que tuviera los datos del fulano.
El Señor X habló en voz alta.
—Su nombre es Brian O’Neal. Placa del Departamento de Policía de Caldwell número ocho cinco dos. Vivía en los apartamentos Cornwell pero estoy seguro de que se mudó. Nacido en el hospital de Boston, Massachusetts, hijo del señor Edward y la señora Odell O’Neal.
El Señor X miró a Van y sonrió levemente.
—¿Cuánto te apuestas a que sus padres todavía viven en Boston?