CAPÍTULO XII

¿Quién lo ha soñado?

—Su Roja Majestad no debería ronronear tan fuerte —dijo Alicia, frotándose los ojos, y hablándole a la gatita respetuosamente, aunque con cierta severidad—. ¡Me has despertado de un sueño precioso! Y has estado conmigo, Kitty… por el mundo del Espejo. ¿Lo sabías, cariño?

Una costumbre molestísima de los gatitos (Alicia lo había comentado anteriormente) es que, les digas lo que les digas, siempre ronronean. «¡Ojalá ronroneasen para decir "sí" y maullasen para decir "no", o tuvieran alguna regla por el estilo —había dicho Alicia—, de manera que se pudiera mantener una conversación! Pero ¿cómo se va a poder hablar con una persona que siempre dice lo mismo?»

En esta ocasión, la gatita volvió a ronronear; y fue imposible saber si quería decir que «sí» o que «no».

Así que Alicia buscó entre las piezas de ajedrez que había sobre la mesa, hasta que encontró a la Reina Roja: entonces se arrodilló en la alfombra de la chimenea, y puso a la gatita y a la Reina frente a frente. «¡A ver, Kitty! —exclamó, palmoteando triunfalmente—. ¡Confiesa que te habías convertido en ella!»

(«Pero no la quiso mirar —contó cuando explicaba lo ocurrido a su hermana—: volvió la cabeza hacia otro lado, y fingió no verla; pero parecía un poco avergonzada de sí misma; así que creo que debió de ser ella la Reina Roja.»)

—¡Ponte un poco más derecha, cariño! —gritó Alicia con una risa divertida—. Y haz una reverencia mientras piensas lo que… lo que… vas a ronronear. ¡Ahorra tiempo, recuerda! —y la levantó y le dio un besito, «en honor a haber sido una Reina Roja».

—¡Campanilla, chiquitina! —prosiguió, mirando por encima del hombro a la Gatita Blanca que aún seguía soportando pacientemente su aseo—, ¿cuándo terminará Dinah con vuestra Blanca Majestad? Esa debe de ser la razón por la que iba tan desarreglada en mi sueño… ¡Dinah! ¿Sabes que estás fregoteando a una Reina Blanca? ¡La verdad es que eres de lo más irrespetuosa!

—¿Y en qué se había convertido Dinah? —siguió charlando, mientras se tumbaba cómodamente, con un codo en la alfombra y la barbilla en la mano, para observar a las gatitas—. Dime, Dinah, ¿te habías convertido en Tentetieso? Creo que sí…, pero será mejor que no se lo digas a tus amigas todavía, porque aún no estoy segura.

«A propósito, Kitty, si hubieses estado efectivamente conmigo en mi sueño, hay algo con lo que habrías disfrutado: ¡me han recitado montones de poesías, todas sobre peces! Mañana por la mañana recibirás una atención real. Mientras desayunes, te recitaré "La Morsa y el Carpintero"; ¡así podrás imaginar que son ostras lo que estás tomando, cariño!

«A ver, Kitty, pensemos ahora quién lo ha soñado todo. Se trata de una cuestión muy seria, así que no debes seguir lamiéndote la zarpa sin parar… ¡como si Dinah no te hubiese lavado esta mañana! Veamos, Kitty, ha tenido que ser o el Rey Rojo o yo. Él formaba parte de mi sueño, desde luego…, pero por otro lado, ¡yo formaba parte de su sueño también! ¿Fue el Rey Rojo, Kitty? Tú eras su esposa, cariño, así que deberías saberlo. ¡Desde luego, tu zarpa puede esperar!» —pero la exasperante gatita se limitó a empezar con la otra zarpa, y fingió no haber oído la pregunta.

¿Quién creéis vosotros que lo soñó?