[1] En el decenio de 1770 hubo una enconada rivalidad entre el compositor anglo-germano Georg Friedrich Händel , y el compositor italiano Giovanni Battista Bononcini. Hohn Byrom, autor de himnos y profesor de taquigrafía del siglo XVIII, describe así la controversia:
Unos dicen que, al lado de Bononcini,
Mynheer Händel es un babieca;
otros que, comparado con Händel,
aquél no aguanta una vela.
Extraña toda esta diferencia resulta
entre Patachún y Patachunta.
No se sabe si la poesía infantil sobre los hermanos Patachunta hacía referencia originalmente a esta famosa batalla musical, o si Byrom tomó el último verso de una poesía más antigua (véase el Oxford Dictionary of Nursery Rhymes 1952, preparado por Iona y Peter Opie, pág. 418). <<
[2] Patachún y Patachunta son lo que los geómetras llaman «enantiomorfos» formas idénticas en espejo. Que Carroll pretendía esto nos lo sugiere vivamente la palabra favorita de Patachún: «al revés», y el hecho de extender la mano derecha uno y la izquierda el otro, para estrechar las de Alicia. El dibujo de Tenniel de los dos enantiomorfos pertrechados para el combate, de pie en posturas idénticas, indica que imaginaba a los gemelos de la misma manera. Obsérvese cómo la posición de los dedos de la mano derecha de Patachunta (¿o es Patachún?; la collera se la había puesto Chun, pero el cazo le señala como Chunta) se corresponde exactamente con la de los dedos de la izquierda de su hermano. <<
[3] Esta obra maestra del disparate está en el metro del Dream of Eugene Aram, de Thomas Hood; pero sólo satiriza el estilo del poema de Hood. Como advertencia contra la tendencia a encontrar demasiados simbolismos intencionados en los libros de Alicia, conviene recordar que cuando Carroll entregó el manuscrito de este poema a Tenniel para que lo ilustrase, le brindó al artista la posibilidad de dibujar un carpintero, una mariposa o un baronet. Cada una de estas palabras encajaba con la disposición de la rima, y Carroll no tenía ninguna preferencia en lo que se refiere al disparate. Tenniel eligió el carpintero. El gorro en forma de caja de papel que Tenniel ha puesto en la cabeza del carpintero no se lo ponen ya los carpinteros. Sin embargo, los operarios de las prensas de periódicos los siguen usando bastante: los confeccionan ellos mismos, plegando una hoja en blanco de imprimir, y los llevan para no mancharse el pelo de tinta. J. B. Priestley ha escrito un artículo divertido sobre «La Morsa y el Carpintero» (New Statesman, 10 de agosto de 1957, pág. 168) en el que interpreta las dos figuras como arquetipos de dos clases de políticos. <<
[4] Cabbages and Kings es el título del primer libro de O. Henry. Los primeros cuatro versos de esta estrofa son los más conocidos y más frecuentemente citados del poema. En «The Adventure of the Mad Tea Party», el último relato de The Adventures of Ellery Queen, estos versos son un elemento importante del curioso método detectivesco para sacarle una confesión al asesino. <<
[5] Para la opereta Alicia, de Savile Clarke, Carroll añadió una estrofa más:
El Carpintero dejó de llorar:
la Morsa dejó de gemir:
acabaron con las ostras
y se echaron a dormir:
y de su astucia y crueldad
el castigo recibir.
Una vez dormidos la Morsa y el Carpintero, salen a escena los espectros de las ostras, a cantar y bailar y castigar a los durmientes pateándoles el pecho. Carroll (y al parecer los espectadores coincidían con él) consideraba que esto aportaba un final más eficaz al episodio, y también aplacaba un poco a los espectadores simpatizantes con las ostras.
El espectro de la primera ostra baila una mazurca y canta:
El Carpintero duerme pringado de mantequilla;
¡el vinagre y la pimienta le salpican la barbilla!
que las ostras te acunen, como es derecho,
¡y si no, nos sentaremos sobre tu pecho!
¡Sobre tu pecho! ¡Sobre tu pecho!
¡Lo más sencillo es sentarnos sobre tu pecho!
El espectro de la segunda ostra baila un baile marinero llamado horn-pipe, y canta:
¡Oh, doliente, Morsa, tus lágrimas son vergonzosas!
Más glotona eres de ostras que los niños de compota.
Quieres a las Ostras para hacer la comida apetitosa.
¡Perdona, Morsa perversa, por patearte el pecho!
¡Por patearte el pecho! ¡Por patearte el pecho!
¡Perdona, Morsa perversa, por patearte el pecho!
(Tomo todas estas estrofas de las notas de Roger Green en The Diarios of Lewis Carroll, vol. II, págs. 446-447.) <<
[6] Alicia se siente perpleja porque se enfrenta aquí con el tradicional dilema ético de tener que elegir entre juzgar a una persona por sus actos o por sus intenciones. <<
[7] Esta famosa y frecuentemente citada discusión del sueño del Rey Rojo (el monarca está roncando en la casilla inmediata a la derecha de la que en este momento ocupa Alicia) sume a la pobre Alicia en las severas aguas metafísicas. Los hermanos Patachunta y Patachún defienden el punto de vista del obispo Berkeley, según el cual todos los objetos materiales, incluidos nosotros mismos, son sólo «especies de cosas» en la mente de Dios. Alicia adopta la postura del sentido común de Samuel Johnson, quien suponía que refutaba a Berkeley dándole un puntapié a un piedra grande. «Es una discusión muy instructiva desde el punto de vista filosófico», comentó Bertrand Russell, hablando del sueño del Rey Rojo en una intervención radiofónica sobre Alicia. «Pero si no estuviese explicada humorísticamente, la encontraríamos demasiado dolorosa.»
El tema berkeliano preocupaba a Carroll como preocupa a todos los platónicos. Las dos aventuras de Alicia son sueños, y en Sylvie and Bruno el narrador va y viene misteriosamente entre el mundo real y el de los sueños. «Así que, o bien he estado soñando con Sylvie», se dice a sí mismo al principio de la novela, «y ésta es la realidad, o bien he estado realmente con Sylvie, ¡y esto es un sueño! Me pregunto si es la vida misma un sueño». En A través del espejo, Carroll vuelve a abordar la cuestión en el primer párrafo del capítulo VIII, en las líneas finales del libro, y en el último verso del poema final.
Hay aquí, en los sueños paralelos de Alicia y del Rey Rojo, una extraña especie de petición de principio. Alicia sueña con el Rey Rojo, el cual está soñando con Alicia, que a su vez sueña con el Rey Rojo, y así sucesivamente, como dos espejos frente a frente, o como esa absurda caricatura de Saúl Steinberg en la que una señora gorda pinta el retrato de una señora delgada que está pintando el retrato de una señora gorda que pinta el retrato de una señora delgada, y así sucesivamente, cada vez más adentro de los dos lienzos (cfr. Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, cap. VI, nota 8; cap. XII, nota 4). <<
[7a] [En inglés dice «rattle», «carraca» o «serpiente de cascabel», Carroll juega con estos dos significados]. Como explica en su carta el lector H. P. Young de Nueva Zelanda, en la ilustración de la página anterior se ve que la carraca nueva no es lo que hoy se entiende por esa palabra. Se trata de uno de esos artilugios hechos con una tira de madera que golpetea al hacerla girar. Tales «carracas» son bastante frágiles y se rompen con facilidad. <<