[1] La descripción que hace Carroll del problema de ajedrez que subyace en la acción del libro es exacta. No me explico las manifestaciones que Sidney Williams y Falconer Madan hacen en la página 48 de su A Handbook of the Literature of the Rev. C. L. Dodgson, según las cuales no se hace «ningún intento» por llevar a cabo un jaque mate normal. El mate final es completamente ortodoxo. Es cierto, sin embargo, como señala el propio Carroll, que las rojas y las blancas no alternan sus jugadas adecuadamente, y que algunas de las «jugadas» consignadas por Carroll no están representadas por movimientos efectivos de las piezas en el tablero (por ejemplo, las «jugadas» primera, tercera, novena y décima de Alicia, y los enroques de las reinas).
La más grave transgresión de las reglas del ajedrez acontece hacia el final del problema, cuando el Rey Blanco es colocado en posición de jaque por parte de la Reina Roja sin que ninguno de los dos bandos se dé cuenta. «Apenas hay una jugada con sentido, desde el punto de vista del ajedrez», dice el señor Madan. Es cierto que ambos bandos desarrollan un juego extremadamente descuidado; pero ¿qué otra cosa cabía esperar de las insensatas criaturas de detrás del espejo? Hay dos momentos en que la Reina Blanca deja escapar la ocasión de dar jaque mate y en otro en que huye del Caballero Rojo cuando podía haberlo capturado. Sin embargo, estos dos fallos están en consonancia con su carácter distraído.
Teniendo en cuenta las tremendas dificultades que supone ensamblar una partida de ajedrez con una fantasía disparatada, Carroll realiza un trabajo notable. Por ejemplo, en ningún momento intercambia Alicia palabras con una pieza que no esté en una casilla contigua a la suya. Las reinas andan presurosas de un lado para otro, mientras que sus maridos permanecen relativamente inmóviles e impotentes, igual que en las partidas de verdad. Las excentricidades del Caballero Blanco encajan admirablemente con la excéntrica manera de moverse de los caballos; incluso la tendencia de los Caballeros a caerse de sus caballos, por un lado o por el otro, sugiere el movimiento del caballo, consistente en dos casillas en una dirección, y otra hacia la derecha o hacia la izquierda. A fin de ayudar al lector a integrar las jugadas de ajedrez en el relato, he consignado cada jugada en el texto, en el instante preciso en que se produce.
Las filas de casillas del gigantesco tablero están separadas unas de otras por arroyos. Las columnas están divididas por setos. A lo largo del problema, Alicia avanza por la columna de Dama, salvo en la jugada final, en que (como reina) captura a la Reina Roja y da jaque mate al adormilado Rey Rojo. Resulta divertido observar que es la Reina Roja la que convence a Alicia de que avance por su columna hasta la octava casilla. Con este consejo, la Reina se protege a sí misma, ya que las blancas tienen de entrada un fácil aunque poco elegante jaque mate en tres jugadas. El Caballero Blanco da jaque en C3C. Si el Rey Rojo mueve a 6D o 5D, las blancas pueden dar mate con la reina en 3AD. La única alternativa que tiene el Rey Rojo es mover a 4R. La Reina Blanca entonces da jaque en 5AD, obligando al Rey Rojo a mover a 3R. La Reina da mate entonces en 6D. Esto requiere, naturalmente, una capacidad de concentración que no poseen ni el caballero ni la Reina.
Se han hecho intentos de elaborar una mejor secuencia de jugadas de ajedrez que se adecue mejor al relato, y al mismo tiempo tenga en cuenta todas las reglas del juego. El más ambicioso de estos intentos que conozco se encuentra en la British Chess Magazine, mayo de 1970 (vol. 30, pág. 181). Donald M. Liddell expone una partida entera, iniciándola con la apertura Bird y terminándola con un mate efectuado por Alicia al llegar a la octava casilla, ¡en la jugada 66! La elección de apertura es apropiada, ya que ningún maestro de ajedrez ha tenido un estilo de juego más hilarante y excéntrico que el inglés H. E. Bird. No he logrado averiguar si Donald Liddell tiene algún parentesco con los Liddell.
En la Edad Media y en el Renacimiento se jugaban partidas de ajedrez con piezas humanas sobre campos enormes (véase Gargantúa y Pantagruel), de Rabelais, libro 5.°, capítulos XXIV y XXV); pero no conozco ningún intento anterior al de Carroll de basar un relato en piezas animadas de ajedrez. Posteriormente se ha hecho muchas veces; sobre todo por parte de escritores de ciencia-ficción. Un ejemplo reciente es el precioso relato de Poul Anderson, The Immortal Game (Fantasy and Science Fiction, febrero 1954).
Por muchas razones, las piezas de ajedrez son especialmente adecuadas para el segundo libro de Alicia. Complementan el juego de cartas del primer libro, permitiendo volver a los reyes y las reinas; la pérdida de las jotas está más que subsanada por la adquisición de los caballeros. Los desconcertantes cambios de Alicia de tamaño que acontecen en el primer libro son sustituidos por cambios igualmente desconcertantes de lugar, ocasionados, como es natural, por los movimientos de las piezas de ajedrez en el tablero. Por una feliz coincidencia, el ajedrez encaja también maravillosamente con el motivo de las imágenes en espejo. No sólo las torres, los alfiles y los caballos están por pares, sino que la disposición asimétrica de las piezas de cada jugador, al inicio de la partida (asimétrica por las posiciones del rey y de la reina), es el reflejo exacto en espejo de las piezas de su oponente. Por último, el carácter insensato de la partida de ajedrez se ajusta a la lógica insensata del mundo del espejo.
[Como se ha podido ver, en ajedrez, «caballo» es en inglés «knight», «caballero». Por razones obvias, en adelante lo traduciremos por «caballero».] <<
[2] Aunque la mayoría de las amiguitas de Carroll perdieron contacto con él (o él con ellas) después de su adolescencia, el triste presentimiento de estos versos resultó infundado. Entre los más hermosos tributos que se le han rendido a Carroll están los recuerdos que Alicia expresó de él años más tarde. <<
[3] Estas palabras citadas entre comillas son las últimas de Alicia en el País de las Maravillas. <<
[4] La palabra utilizada aquí en inglés es «pleasance», que era también el segundo nombre de Alicia Liddell. <<