Veintiocho

Mediodía. Step, vestido con un suéter y un par de pantalones cortos, entra en la cocina para desayunar.

—Buenos días, Maria.

—Buenos días.

Maria deja de inmediato de lavar los platos. Sabe que a Step le molesta el ruido recién levantado. Step saca del fuego la cafetera y el cacito de la leche y se sienta en la mesa justo en el momento en que empieza a sonar el timbre. Parece enloquecido. Step se lleva la mano a la frente.

—Pero quién co…

Maria corre hacia la puerta con pasitos veloces.

—¿Quién es?

—¡Soy Pollo! ¿Me abre, por favor?

Maria, recordando el día anterior, se vuelve hacia Step con aire interrogativo. Step asiente con la cabeza. Maria abre la puerta. Pollo entra corriendo. Se detiene delante de Step, mientras este se sirve un café.

—¡Oh, Step, no sabes qué mito! ¡Fabuloso, guay!

Step enarca las cejas.

—¿Me has traído los sándwiches?

—No, no te los traigo más, visto que no los sabes apreciar. Mira.

Le enseña Il Messaggero.

—El periódico lo tengo ya —levanta de la mesa La Repubblica—, me lo ha traído Maria. Por cierto, ni siquiera la has saludado.

Pollo se vuelve hacia ella impaciente.

—Buenos días, Maria. —Acto seguido, abre el periódico y lo pone sobre la mesa—. ¿Has visto? ¡Mira qué foto tan impresionante! Un mito… Sales en el periódico…

Step pone la mano sobre la página de las noticias de Roma. Es cierto. Ahí está. En la moto, con Babi detrás, haciendo el caballito delante de los fotógrafos. Perfectamente reconocibles: menos mal que los han fotografiado por delante. La matrícula no se ve; de no ser así, estarían metidos en un buen lío. Todo un artículo. Las carreras, los nombres de algunos detenidos, la sorpresa de la policía, la descripción de su huida…

—¿Has leído? ¡Eres un mito, Step! ¡Ahora eres famoso! Coño, ojalá hubieran escrito sobre mí un artículo así.

Step le sonríe.

—Tú no sabes hacer el caballito como yo. La verdad es que es una bonita foto. ¿Has visto lo bien que ha salido Babi?

Pollo asiente a su pesar. Babi no es lo que se dice su ideal de mujer. Step levanta el periódico con las dos manos y contempla extasiado la fotografía.

—¡Desde luego, no se puede negar que mi moto es preciosa! —exclama mientras se pregunta si Babi habrá visto ya aquella foto. Seguro que no—. Pollo, me tienes que acompañar a un sitio. Ten, bebe un poco de café mientras me ducho.

Step se marcha. Pollo ocupa su asiento. Mira la foto. Empieza a releer el artículo. Coge la taza y se la lleva a la boca. ¡Qué asco! Es cierto: Step toma el café sin azúcar. La voz de su amigo le llega desde la ducha, atenuada por el ruido del agua.

—¿A qué hora cierran las tiendas?

Pollo echa la tercera cucharita de azúcar en el café. Después mira el reloj.

—En menos de una hora.

—Joder, tenemos que darnos prisa.

Pollo prueba el café. Ahora sí que está bueno. Se enciende un cigarrillo. Step aparece en la puerta. Lleva puesto un albornoz y se frota enérgicamente el pelo con una toalla pequeña. Se acerca a Pollo y mira de nuevo la foto.

—¿Qué efecto hace ser el amigo de un mito?

—Bah, no exageres.

Step le coge la taza de las manos y bebe un sorbo de café.

—¡Qué porquería! ¿Cómo puedes bebértelo tan dulce? ¡Es terrible! ¡Ahora entiendo por qué estás tan gordo! ¿Cuántas cucharitas has echado?

—Yo no estoy gordo. Sólo lo parezco.

—Oh, Pollo, ahora que tienes novia tienes que volver al gimnasio, fumar menos, hacer dieta. ¡Mira que si no ésa te deja! Las mujeres son tremendas, te abandonas un poco y estás acabado. Ahora, además, después de esta foto, como mínimo tendrás que salir también tú en el periódico.

—Mira que yo ya he salido en el periódico, y antes que tú, además. Con los irreductibles. Tengo un primer plano de miedo con una banda en la frente y los brazos en alto, como un auténtico «jefe de la curva».

—No entiendes nada, el hincha ya no está de moda. Lo que va hoy es el matón, el gamberro… Lo ves, de hecho han escrito el artículo sobre mí. ¿Crees que puedo pedir algo de dinero a Il Messaggero? Abuso de imagen, ¿no?

Step va a vestirse. Pollo acaba de beberse el café. Luego se levanta y se pasa la mano por la barriga. Step tiene razón. A partir del lunes volverá al gimnasio. A saber por qué la gente dejará todo para los lunes.

Pollo está en la avenida Angelico, sentado sobre su moto parada y apoyada sobre el soporte lateral. Step monta al vuelo detrás de él.

—Vamos ya… Ve despacio, Pollo, que lo he puesto entre los dos.

—¿Cuánto te ha costado?

—Veintidós euros.

—Caramba. ¿Adónde tenemos que ir ahora?

—A la plaza Jacini.

—¿Para qué?

—Babi vive allí.

—¡Vaya! ¿Y no la habías visto nunca?

—Jamás.

—Qué extraña es la vida, ¿verdad?

—¿Por qué?

—Bueno, primero no la ves nunca y luego empiezas a toparte con ella todos los días.

—Sí, extraña.

—Aún más extraña si después de empezar a verla todos los días le haces incluso regalitos.

Step da una palmada fuerte en el cuello desnudo de Pollo.

—¡Ay!

—¿Has acabado? Pareces uno de esos taxistas coñazos que no dejan de hablar mientras te llevan a un sitio y te hacen un montón de preguntas. Sólo te falta la radio emitiendo graznidos para ser idéntico.

Pollo se pone a conducir alegremente e imita la radio de los taxistas.

—Csss plaza Jacini para Pollo 40, plaza Jacini para Pollo 40.

Step le da otra palmada. Luego empieza a abofetearlo con la palma de la mano abierta en la cara, en las mejillas, en la frente. Pollo sigue imitando la radio del taxi a grito pelado.

—Plaza Jacini a Pollo 40, plaza Jacini a Pollo 40.

Sin dejar de reírse y gritar, avanzan en zigzag en medio del tráfico obligando a frenar a los coches con los que se van cruzando. Se aproximan a un verdadero taxi. Pollo chilla dentro de la ventanilla:

—¡Plaza Jacini a Pollo 40!

El taxista se sobresalta pero no dice nada. La moto se aleja. El taxista alza la mano señalándolos y sacudiendo la cabeza. Se entiende perfectamente que su ídolo, como mucho, puede ser Sordi, De Niro no, desde luego. Step y Pollo pasan junto a una policía. Casi llegan a rozarla, sonriéndole, tocándole el borde de la falda. Pollo le saca incluso la lengua. Ella ni siquiera hace ademán de anotar la matrícula. ¿Qué podría escribir sobre la multa? El código de la circulación no castiga los intentos de ligue, aunque sean tan groseros como aquellos.

—¡Plaza Jacini a Pollo 40, hemos llegado!

La moto de Pollo frena con estruendo delante de la barra del edificio de Babi.

Step saluda al portero, quien le devuelve el saludo y lo deja pasar. La moto sube por la pendiente. El portero mira a aquellos dos energúmenos ligeramente perplejo. Pollo se vuelve hacia Step.

—Por lo visto ya has estado aquí, el portero te ha reconocido.

—Nunca. Los porteros son todos iguales, basta con que los saludes para que te dejen pasar. Párate y espera aquí.

Step baja de la moto.

Pollo da gas y la apaga.

—Date prisa, la cosa esa del pago sigue en marcha…

—El taxímetro.

—Vale, comoquiera que se llame. Muévete. Si no me voy.

Step encuentra el nombre en el telefonillo y llama.

—¿Quién es?

—Tengo que entregar un paquete para Babi.

—Primer piso.

Step sube. Una criada gorda lo espera en la puerta.

—Buenos días, tenga, he de dejar esto para Babi. Tenga cuidado, que se estropea.

Una voz llega hasta ellos desde el final del pasillo.

—¿Quién es, Rina?

—Un chico que trae una cosa para Babi.

Raffaella se acerca mirando al muchacho que hay en la puerta. Ancho de hombros, pelo corto, esa sonrisa. Lo ha visto antes, pero no recuerda dónde.

—Buenos días, señora. ¿Cómo está? He traído esto para Babi, es una tontería. ¿Se lo puede dar cuando vuelva del colegio?

Raffaella sigue sonriendo. Luego, de golpe, cae en la cuenta. Deja de sonreír.

—Tú eres el que golpeó al señor Accado. Eres Stefano Mancini.

Step se queda sorprendido.

—No sabía que fuera tan famoso.

—De hecho no lo eres. Eres solo un sinvergüenza. ¿Tus padres saben lo que ha pasado?

—¿Por qué, qué es lo que ha pasado?

—Te han denunciado.

—Oh, no importa. Estoy acostumbrado. —Sonríe—. Y, además, soy huérfano.

Raffaella se siente embarazada por un momento. No sabe si creérselo o no. Hace bien.

—Bueno, en cualquier caso, no quiero que vayas detrás de mi hija.

—A decir verdad, es ella la que viene siempre detrás de mí. Pero no importa, a mí no me molesta. Se lo ruego, no le riña, no se lo merece, yo la entiendo.

—Yo no.

Raffaella lo mira de arriba abajo tratando de hacerle sentirse cohibido. No lo consigue. Step sonríe.

—No sé por qué, pero nunca les gusto a las madres. Bueno, perdone, señora, pero ahora tengo que marcharme. Me está esperando un taxi. Me estoy gastando un dineral.

Step baja por las escaleras, cuando salta los últimos escalones oye el portazo. Cuánto se parece a Babi, esa señora. Tienen los mismos ojos, la misma forma de la cara. Pero Babi es más guapa. Espera que no tenga tan mala leche. Recuerda la última vez que se vieron. No, también se parecen en eso. Le entran ganas de volverla a ver. Pollo toca con insistencia el claxon.

—Eh, ¿te quieres mover? ¿Qué coño haces, te has quedado alelado?

Step sube detrás de él.

—¿Es posible que incluso como taxista seas una porquería?

—Cierra el pico. Hace una hora que te espero. ¿Qué estabas haciendo?

—He hablado con su madre.

Step tiene un presentimiento. Levanta la cabeza. De hecho, justo lo que se imaginaba. Raffaella está allí, asomada a la ventana. Da un salto hacia atrás tratando de apartarse de ella. Demasiado tarde. Step la ha visto. Le sonríe saludándola. Raffaella cierra con fuerza la ventana mientras la moto desaparece tras la curva. Pollo se detiene delante de la barra. Step saluda al portero. Es mejor contar con algún amigo en aquella casa.

—¿Has hablado con su madre? ¿Y qué te ha dicho?

—Nada, hemos mantenido una pequeña conversación. En realidad me adora.

—Ten cuidado, Step.

—¿Con qué?

—¡Con todo! Ésta es la clásica historia que acaba mal.

—¿Por qué?

—Tú llevando regalos… hablando con su madre. No lo has hecho nunca. ¿Te gusta tanto esa Babi?

—No está mal.

—¿Y Madda?

—Y qué tendrá que ver Madda. Ésa es otra historia.

—¡Vaya! ¿Vas a salir con Babi?

—¡Pollo…!

—¿Qué pasa?

—¿Te has enterado de que ayer mataron a uno cerca de tu casa?

—Pero ¿qué dices? No sé nada. ¿Qué pasó?

—Le cortaron la garganta.

Step mete al vuelo el brazo alrededor del cuello de Pollo y aprieta.

—Era taxista y hacía demasiadas preguntas.

Pollo trata de liberarse. En vano. Entonces intenta hacerse el gracioso y remeda una vez más el graznido de la radio.

—Pollo 40, mensaje recibido. Csss. Pollo 40, mensaje recibido…

Pero ya no lo hace tan bien como antes. Ahora apenas le sale un hilo de voz.