ULTRARREALISMO
«Hay dos maneras de dejarse engañar. Una es creer lo que no es cierto; la otra negarse a creer lo que es verdad».
SØREN KIERKEGAARD (1813-1855)
Durante todo aquel proceso de escritura, había una palabra que parecía reaparecer una vez tras otra.
«Real».
Antes de mi coma nunca me había percatado de lo engañoso que puede ser este término. Tanto en la Facultad de Medicina como en esa escuela del sentido común que se llama «vida» me habían enseñado a pensar que algo sólo puede ser real (un accidente de coche, un partido de fútbol americano, un bocadillo en la mesa, frente a ti) o no real. Durante mis años de práctica quirúrgica, había visto a mucha gente sufrir alucinaciones. Creía saber lo aterradoramente reales que pueden parecerle estos fenómenos a quien los experimenta. Y durante los días que duró mi psicosis de la UCI, había tenido la oportunidad de sufrir en mis propias carnes algunas pesadillas de un realismo impresionante. Pero una vez que pasó todo, reconocí rápidamente que aquellos delirios no eran otra cosa que creaciones ilusorias: fantasmas neuronales dotados de vida por una maquinaria cerebral que pugnaba por recobrar la funcionalidad.
Sin embargo, mientras estaba en coma, no es que mi cerebro estuviese funcionando de manera incorrecta. Es que no funcionaba en absoluto. La parte de mi mente que, según me habían llevado a creer años de formación médica, era la responsable de recibir el mundo en el que vivía y me movía, captarlo a través de los sentidos y darle forma convirtiéndolo en un universo dotado de sentido, esa parte estaba dormida, desactivada. A pesar de lo cual, yo había estado vivo y despierto, plenamente despierto, en un universo caracterizado por encima de todo por el amor, la conciencia y la realidad (de nuevo esa palabra). Sencillamente, para mí ésta era una verdad indiscutible. Tan perfectamente constatada que me dolía.
Lo que había vivido era más real que la casa en la que habitaba, más real que los troncos que ahora ardían en la chimenea. Pero en la visión científica del mundo que me había proporcionado mi formación médica durante años no había espacio para esa realidad.
¿Cómo podía crear un espacio donde coexistieran ambas realidades?