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UN TIPO ESPECIAL DE ECM

«El auténtico valor del ser humano viene determinado principalmente por la medida en la que ha logrado liberarse del yo».

ALBERT EINSTEIN (1879-1955)

En mi primer paso por el Reino de la perspectiva del gusano, carecía de un centro de conciencia. No sabía quién era, lo que era o siquiera si era. Simplemente… estaba allí, como una percepción singular en medio de una nada sombría y fangosa carente de principio y, aparentemente, de final.

Pero ahora era distinto. Comprendía que formaba parte de la Divinidad y que nada —absolutamente nada— podía arrebatarme eso. La (falsa) sospecha de que, de algún modo, podemos estar separados de Dios reside en el corazón de todas las formas de ansiedad del universo y la cura para ello —que recibí parcialmente en el Portal y completamente una vez dentro del Núcleo— es la certeza de que nada puede separarnos de Dios. Este hecho —que sigue siendo la cosa más importante que jamás haya aprendido— le arrebató todo el horror al Reino de la perspectiva del gusano y me permitió verlo como lo que realmente es: una parte del cosmos no del todo agradable pero sin duda necesaria. Muchas personas han viajado por los reinos como lo hice yo, pero curiosamente, la mayoría de ellas recordaba su identidad en la Tierra cuando estaba fuera de su forma terrena. Sabían que se llamaban John Smith, George Johnson o Sarah Brown. Nunca perdieron de vista el hecho de que vivían en la Tierra. Eran conscientes de que sus parientes vivos seguían allí, esperando que regresasen. Además, en muchos casos, se vieron con amigos y parientes que habían muerto antes que ellos y, en esos casos, los reconocieron al instante.

Mucha gente que ha vivido una ECM cuenta que experimentaron una especie de repaso a sus vidas, en el que volvieron a vivir su encuentro con diversas personas o las buenas o malas acciones que hicieron en el curso de su existencia.

Yo no experimenté nada de esto y ese hecho constituye el elemento más singular de mi ECM. Era completamente libre de mi identidad corporal, así que todas las experiencias habituales en las ECM, relacionadas con mi identidad en la Tierra, estuvieron rigurosamente ausentes.

Decir que a estas alturas de la experiencia seguía sin saber quién era y de dónde había venido puede parecer sorprendente, lo sé. Al fin y al cabo, ¿cómo podía estar aprendiendo tantas y tan fascinantes, complejas y maravillosas cosas, cómo podía ver a la chica que estaba a mi lado, los árboles en flor, las cascadas y a los aldeanos, y no saber que era yo, Eben Alexander, el que estaba experimentando todo aquello? ¿Cómo podía comprender todo lo que comprendía y no recordar que en la Tierra era un médico, un marido y un padre? ¿Una persona que no había visto los árboles, ríos y nubes por primera vez al cruzar el Portal, sino muchas veces antes, de niño, mientras crecía en la muy concreta y muy terrenal localidad de Winston-Salem, en el estado de Carolina del Norte?

La única explicación que puedo ofrecer, a modo de tentativa, es que me encontraba en una situación similar a la de alguien que sufre una amnesia parcial, pero beneficiosa. Esto es, una persona que ha olvidado algunos detalles esenciales sobre sí misma, pero que se beneficia de ello, aunque sólo sea por un corto espacio de tiempo.

¿En qué me beneficiaba no acordarme de mi yo terrenal? En que eso me permitía adentrarme en los reinos ultraterrenos sin tener que preocuparme por lo que estaba dejando atrás. Durante todo mi periplo por aquellos mundos fui un alma sin nada que perder. Sin lugares que echar de menos y sin gente que recordar. No procedía de ninguna parte y no tenía historia alguna, así que aceptaba todas mis circunstancias —incluso la turbidez y el caos inicial que había conocido en el Reino de la perspectiva del gusano— con total ecuanimidad.

Y como había olvidado hasta tal punto mi identidad como mortal, se me concedió pleno acceso al ser cósmico que realmente soy (como todos). De nuevo, mi experiencia fue comparable a uno de esos sueños en los que recuerdas algunas cosas sobre ti mientras olvidas otras por completo. Pero, una vez más, es una analogía de validez sólo parcial, porque como he repetido ya varias veces, ni el Portal ni el Núcleo tenían nada de oníricos, sino que eran de un realismo absoluto, totalmente alejado de lo ilusorio. Al escribir esto, me doy cuenta de que suena como si la ausencia de recuerdos terrenales mientras estuve en el Reino de la perspectiva del gusano, el Portal y el Núcleo fuese de algún modo intencionada. Ahora sospecho que era así. Aun a riesgo de incurrir en una simplificación, diré que se me permitió morir más y llegar más lejos que casi todas las personas que han tenido una ECM antes que yo.

Sé que parece arrogante, pero nada más lejos de mi intención. La inmensa bibliografía que existe sobre las ECM ha desempeñado un papel crucial en mi comprensión de la experiencia que viví durante el coma. Mentiría si dijera que conozco la razón por la que la tuve, pero ahora (tres años después), tras haber leído multitud de libros sobre el tema, sé que la penetración en los mundos superiores suele ser un proceso gradual, que requiere que el individuo se desprenda de todo apego a los niveles anteriores.

Esto no supuso un problema para mí, puesto que durante toda mi experiencia no conservaba ni un solo recuerdo terrenal y únicamente sentí dolor y tristeza cuando llegó el momento de regresar a la Tierra, donde había empezado mi viaje.