30 de mayo

Un dibujo al mes. He comprendido que funciona así. No obstante, éste es fantástico: tú y yo sentados ante nuestro pupitre, toma frontal, plano americano, como diría alguien. Tú miras hacia la ventana como hacías siempre, y yo al frente, probablemente siguiendo la lección porque mi expresión es concentrada, tensa. Tú, en cambio, frunces el ceño y miras con severidad. El resto de la clase no pasa de ser un boceto, un conjunto de líneas y círculos. El resto no cuenta, en ese mar confuso sólo se nos ve a nosotros. Sonrío, siento nostalgia de Cerolandia, la patria perdida. El espacio donde me refugié, adonde llegué cuando creía que debía hacer algo, anunciar que en mi vida todo había cambiado para siempre. Y tú estabas allí, el rey de un reino vacío. ¿Echas de menos Cerolandia?

Estamos esperándote, ¿sabes? Seguro que te preguntas quién te espera. Pues todos. Las marcas que dejaste en el pupitre, los chicles que pegaste bajo el borde, la superficie desgastada, la ventana por la que sólo mirabas tú, la silla vacía. No es cierto que las personas son las únicas que padecen nostalgia, también las cosas saben lo que es. Lo he comprendido al mirar las que dejó mi madre, cada vez que entro en su habitación. Todo me espera allí como si se negase a aceptarlo. Pequeños objetos testarudos, dueños de un gran corazón. Y luego estoy yo. Escucho tu ausencia, que me habla de ti, me cuenta menudencias, me recuerda los detalles: la manera en que apoyabas la mano en el folio antes de empezar a dibujar; tu perfil, que yo espiaba con el rabillo del ojo; la forma en que resoplabas cuando estabas harto fingiendo respirar hondo. Ese tipo de cosas: nada serio, nada que pueda contarse.

En cuanto a mí, tengo una novedad. Este verano, después de los exámenes, viajaré a Grecia con Angela, en barco. Es estupendo, ¿no? Además, he tomado una decisión: voy a matricularme en Matemáticas, los números siempre me han gustado, me relajan. La idea de Grecia me la metisteis en la cabeza mi madre y tú. Con ella no puedo ir porque ha muerto, contigo tampoco porque has desaparecido. Cuando regrese, ¿a quién le contaré lo que he visto?