Ahora que Gabriele se ha ido, creía que no iba a poder soportar tanta soledad, pero lo estoy haciendo muy bien. Hace más de un mes que dejé también de ir a la piscina, sólo salgo para ir al instituto. Ya no soy una nadadora, me he convertido en una acróbata, me mantengo en equilibrio sobre un largo hilo de días idénticos sin caer jamás. Tengo siempre los ojos cerrados y, si bien el vacío me atrae, no me asusta.
Las únicas personas con quienes hablo son Angela y Claudia. A pesar de que podría no fingir con ellas cuando hablamos por teléfono, a estas alturas me sale tan bien que de todas formas lo hago y repito invariablemente que estoy un poco mejor, que va mejor. La ausencia se transforma en presencia, el vacío se torna soportable, el tiempo hace el resto.
¿En qué se convierten las personas que ya no están, lo que fue, o todo lo que nos faltó?