Hace dos días que Gabriele no viene a clase y reconozco que lo echo un poco de menos. Hoy llueve y me lo imagino tumbado en la cama, en casa de Petrit, leyendo cómics o fumando. No piensa en mí, y hace bien. Cuando me dijo que yo no sabía lo que quería tenía razón. Eso es justo lo que me confunde: saber que él sabe algo de mí que yo desconozco. Por eso me gusta. Ya está, ya lo he soltado. No sabría decir por qué, pero cuando estoy con él me doy cuenta de que comprende muchas más cosas que yo. De todo tipo. Luego despotrica contra cualquier hijo de vecino, los profesores, el instituto, sus padres, pero hay que reconocer que todos le tenemos manía a alguien.
Estoy cansada y de pésimo humor y, por si fuera poco, por primera vez en mi vida no he estudiado, menudo coñazo. Por suerte, mañana es fiesta.