Desde la ventana de la última cabina, Roy espió a Donna, Sandy y dos hombres entrar en la cabina 12. El coche de Donna estaba aparcado frente a la 9. Así que supuso que la 9 era la suya, y la 12 la de los hombres.
Eso simplificaba las cosas. En algún momento durante la noche, Donna y Sandy regresarían a su cabina solas. Quizá dentro de cinco minutos. Quizá no en horas. Pero en algún momento. Fuera como fuese, él aguardaría hasta que se hubiera hecho oscuro.
Miró a las dos camas, a las dos chicas, Joni y la otra, atadas a ellas y amordazadas. La mayor, la hija de los dueños del motel, estaba aún sollozando. Supuso que tendría dieciséis años, quizá diecisiete. No sabía su nombre. Pero había sido bueno hacerlo con ella. Había estado húmeda y evasiva, y Roy sospechaba que hasta había gozado. Había dedicado casi una hora a ella después de que los cuatro hubieran salido, probablemente para cenar. No había empezado a llorar hasta después. La culpabilidad, seguro.
Se preguntó por qué nadie había salido a buscarla todavía. Quizá los suyos estaban acostumbrados a que desapareciera de tanto en tanto.
Roy alzó una punta de la cortina y miró de nuevo a la cabina 12. La puerta seguía cerrada.
Volvió a mirar a las chicas. En ese momento no deseaba a ninguna de las dos. Sin embargo, era agradable contemplarlas, tendidas allá, desnudas e indefensas en la cada vez más penumbrosa habitación.
Más tarde, quizá encontrara tiempo para distraerse de nuevo con una de las dos.
¿Cuál?
Infiernos, tenía montones de tiempo para pensar en ello. Montones de tiempo.
Se levantó. Los ojos de la chica mayor lo miraron fijamente cuando se le acercó. Se inclinó sobre la cama. Trazó un círculo alrededor de su pezón derecho, contemplando como la oscura piel se hinchaba y se ponía rígida.
—¿Te gusta eso? —susurró, sonriéndole.
Luego le quitó de un tirón la almohada que tenía bajo su cabeza, la llevó a la silla junto a la ventana, y la utilizó como almohadón para el recto respaldo de madera. Se sentó y se reclinó en la almohada. Aquella estaba mucho mejor.
Alzó unos centímetros la cortina y prosiguió su vigilancia.