EL RECONOCIMIENTO DE LO INCONSCIENTE
TODO LO QUE HASTA AQUÍ HEMOS EXPUESTO sobre el sistema Inc. puede extraerse del conocimiento de la vida onírica y de la neurosis de transferencia. No es, ciertamente, mucho; nos parece en ocasiones oscuro y confuso, y no nos ofrece la posibilidad de incluir o subordinar al sistema Inc. en un contexto conocido. Pero el análisis de una de aquellas afecciones, a las que damos el nombre de «psiconeurosis narcisistas», nos promete proporcionarnos datos, por medio de los cuales podremos aproximarnos al misterioso sistema Inc. y llegar a su inteligencia.
Desde un trabajo de Abraham (1908), que este concienzudo autor llevó a cabo por indicación mía, intentamos caracterizar la dementia praecox de Kraepelin (la esquizofrenia de Bleuler), por su conducta con respecto a la antítesis del yo y el objeto. En las neurosis de transferencia (histerias de angustia y de conversión y neurosis obsesiva) no había nada que situase en primer término esta antítesis. Comprobamos que la falta de objeto traía consigo la eclosión de la neurosis; que ésta integraba la renuncia al objeto real, y que la libido sustraída al objeto real retrocedía hasta un objeto fantástico y desde él hasta un objeto reprimido (introversión). Pero la carga de objeto queda tenazmente conservada en estas neurosis, y una sutil investigación del proceso represivo, nos ha forzado a admitir que dicha carga perdura en el sistema Inc., a pesar de la represión, o más bien, a consecuencia de la misma. La capacidad de transferencia, que utilizamos terapéuticamente en estas afecciones, presupone una carga de objeto no estorbada.
A su vez, el estudio de la esquizofrenia nos ha impuesto la hipótesis de que después del proceso represivo, no busca la libido sustraída ningún nuevo objeto, sino que se retrae al yo, quedando así suprimida la carga de objeto y reconstituido un primitivo estado narcisista, carente de objeto. La incapacidad de transferencia de estos pacientes, dentro de la esfera de acción del proceso patológico, su consiguiente inaccesibilidad terapéutica, su singular repulsa del mundo exterior, la aparición de indicios de una sobrecarga del propio yo y, como final, la más completa apatía, todos estos caracteres clínicos parecen corresponder, a maravilla, a nuestra hipótesis de la cesación de la carga de objeto. Por lo que respecta a la relación con los dos sistemas psíquicos, han comprobado todos los investigadores que muchos de aquellos elementos que en las neurosis de transferencia nos vemos obligados a buscar en lo inconsciente por medio del psicoanálisis, son conscientemente exteriorizados en la esquizofrenia. Pero al principio, no fue posible establecer una conexión inteligible entre la relación del yo con el objeto y las relaciones de la conciencia.
Esta conexión se nos reveló después, de un modo inesperado. Se observa en los esquizofrénicos, sobre todo durante los interesantísimos estadios iniciales, una serie de modificaciones del lenguaje, muchas de las cuales merecen ser consideradas desde un determinado punto de vista. La expresión verbal es objeto de un especial cuidado, resultando «pomposa» y «altiva». Las frases experimentan una particular desorganización de su estructura, que nos las hace ininteligibles, llevándonos a creer faltas de todo sentido las manifestaciones del enfermo. En éstas, aparece con frecuencia, en primer término, una alusión a órganos somáticos o a sus inervaciones. Observamos, además, que en estos síntomas de la esquizofrenia, semejantes a las formaciones sustitutivas histéricas o de la neurosis obsesiva, muestra, sin embargo, la relación entre la sustitución y lo reprimido, peculiaridades que en las dos neurosis mencionadas nos desorientarían.
El doctor V. Tausk (Viena), ha puesto a mi disposición algunas de sus observaciones de una paciente con esquizofrenia en su estadio inicial, observaciones que presentan la ventaja de que la enferma misma proporcionaba aún la explicación de sus palabras. Exponiendo dos de estos ejemplos, indicaremos cuál es nuestra opinión sobre este punto concreto, para cuyo esclarecimiento puede cualquier observador acoplar, sin dificultad alguna, material suficiente.
Uno de los enfermos de Tausk, una muchacha que acudió a su consulta poco después de haber regañado con su novio, se queja: «Los ojos no están bien, están torcidos», y explica luego, por sí misma, esta frase, añadiendo en lenguaje ordenado, una serie de reproches contra el novio: «Nunca he podido comprenderle. Cada vez se le muestra distinto. Es un hipócrita, “un ojo torcido”, le ha torcido sus ojos, ahora ella tiene sus ojos torcidos, ya no son sus ojos nunca más, ahora ella ve al mundo con ojos diferentes».
Estas manifestaciones, añadidas por la enferma a su primera frase ininteligible, tienen todo el valor de un análisis, pues contienen una equivalencia de la misma en lenguaje perfectamente comprensible, y proporcionan, además, el esclarecimiento de la génesis y la significación de la formación verbal esquizofrénica. Coincidiendo con Tausk, haremos resaltar, en este ejemplo, el hecho de que la relación del contenido con un órgano del soma (en este caso con el de la visión) llega a arrogarse la representación de dicho contenido en su totalidad. La frase esquizofrénica presenta así un carácter hipocondríaco, constituyéndose en lenguaje de órgano.
Otra expresión de la misma enferma: «Está en la iglesia y siente, de pronto, un impulso a cambiar de posición, como si alguien la colocara en una posición, como si ella fuese puesta en cierta posición».
A continuación de esta frase, desarrolla la paciente su análisis, por medio de una serie de reproches contra el novio: «Es muy ordinario y la ha hecho ordinaria a ella, que es de familia fina. La ha hecho igual a él, haciéndola creer que él le era superior, y ahora ha llegado a ser ella como él, porque creía que llegaría a ser mejor si conseguía igualarse a él. Él se ha colocado en una posición que no le correspondía, y ella es ahora como él (por identificación), pues él la ha colocado en una posición que no le corresponde».
El movimiento de «posición», observa Tausk, es una representación de la palabra «fingir» (sich stellen: colocarse; verstellen: fingir) y de la identificación con el novio. Hemos de hacer resaltar aquí, nuevamente, que la serie entera de pensamientos está dominada por aquel elemento del proceso mental, cuyo contenido es una inervación somática (o más bien, su sensación). Además, una histérica hubiera torcido en realidad convulsivamente los ojos en el primer caso, y en el segundo habría realizado el movimiento indicado, en lugar de sentir el impulso a realizarlo o la sensación de llevarlo a cabo, y sin poseer, en ninguno de los dos casos, pensamiento consciente alguno enlazado con el movimiento ejecutado ni de ser capaz de exteriorizar después ninguno de tales pensamientos.
Estas dos observaciones testimonian de aquello que hemos denominado lenguaje hipocondríaco o de órgano, pero, además, atraen nuestra atención sobre un hecho que puede ser comprobado a voluntad, por ejemplo, en los casos reunidos en la monografía de Bleuler, y concretado en una fórmula. En la esquizofrenia, quedan sometidas las palabras al mismo proceso que forma las imágenes oníricas partiendo de las ideas latentes del sueño, o sea al proceso psíquico primario. Las palabras quedan condensadas y se transfieren sus cargas unas a otras, por medio del desplazamiento. Este proceso puede llegar hasta conferir a una palabra, apropiada para ello, por sus múltiples relaciones, la representación de toda la serie de ideas. Los trabajos de Breuler, Jung y sus discípulos ofrecen material más que suficiente para comprobar esta afirmación.[4]
Antes de deducir una conclusión de estas impresiones examinaremos la extraña y sutil diferencia existente entre las formaciones sustitutivas de la esquizofrenia por un lado y las de la histeria y la neurosis obsesiva por el otro. Un enfermo, al que actualmente tengo en tratamiento, se hace la vida imposible, absorbido por la preocupación que le ocasiona el supuesto mal estado de la piel de su cara, pues afirma tener en el rostro multitud de profundos agujeros producidos por granitos o «espinillas» que todos perciben. El análisis demuestra que hace desarrollarse en la piel de su rostro un complejo de castración. Al principio no le preocupaban nada tales espinillas y se las quitaba apretándolas entre las uñas, operación en la que, según sus propias palabras, le proporcionaba gran contento «ver cómo brotaba algo» de ellos. Pero después empezó a creer que en el punto en que había tenido una de estas «espinillas» le quedaba un profundo agujero y se reprochaba duramente haberse estropeado la piel con su manía de «andarse siempre tocando con su mano». Es evidente que el acto de reventarse las espinillas de la cara, haciendo surgir al exterior su contenido, es en este caso una sustitución del onanismo. El agujero resultante de este manejo, correspondía al órgano genital femenino, o sea al cumplimiento de la amenaza de castración provocada por el onanismo (o la fantasía correspondiente). Esta formación sustitutiva presenta, a pesar de su carácter hipocondríaco, grandes analogías con una conversión histérica y, sin embargo, experimentamos la sensación de que en este caso debe desarrollarse algo distinto aun antes de poder decir en qué consiste la diferencia, y que una histeria de conversión no podría presentar jamás tales productos sustitutivos. Un histérico no convertirá nunca un agujero tan pequeño como el dejado por la extracción de una «espinilla» en símbolo de la vagina, a la que comparará, en cambio, con cualquier objeto que circunscriba una cavidad. Creemos también que la multiplicidad de los agujeros le impediría igualmente tomarlos como símbolo del genital femenino. Lo mismo podríamos decir de un joven paciente cuya historia clínica relató el doctor Tausk hace ya años ante la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Este paciente se conducía en general como un neurótico obsesivo, necesitaba largas horas para asearse y vestirse, etc. Pero presentaba el singularísimo rasgo de explicar espontáneamente, sin resistencia alguna, la significación de sus inhibiciones. Así, al ponerse los calcetines, le perturbaba la idea de tener que estirar las mallas del tejido, produciendo en él pequeños orificios, cada uno de los cuales constituía para él el símbolo del genital femenino. Tampoco este simbolismo es propio de un neurótico obsesivo. Uno de estos neuróticos observado por Reitler que padecía de igual lentitud al ponerse los calcetines, halló, una vez vencidas sus resistencias, la explicación de que el pie era un símbolo del pene y el acto de ponerse sobre él el calcetín, una representación del onanismo, viéndose obligado a ponerse y quitarse una y otra vez el calcetín, en parte para completar la imagen de la masturbación y en parte para anularla.
Estos extraños caracteres de la formación sustitutiva y del síntoma en la esquizofrenia, nos llevan a afirmar finalmente el predominio de lo que debe hacerse con las palabras sobre lo que debe hacerse con las cosas. Entre el hecho de extraerse una «espinilla» de la piel y una eyaculación existe muy escasa analogía, y menos aún entre los infinitos poros de la piel y la vagina. Pero en el primer caso «brota» en ambos actos algo, y al segundo puede aplicarse la cínica frase de que «un agujero es siempre un agujero». La semejanza de la expresión verbal, y no la analogía de las cosas expresadas, es lo que ha decidido la sustitución. Así, pues, cuando ambos elementos —la palabra y el objeto— no coinciden, se nos muestra la formación sustitutiva esquizofrénica distinta de la que surge en las neurosis de transferencia.
Esta conclusión nos obliga a modificar nuestra hipótesis de que la carga de objetos queda interrumpida en la esquizofrenia y a reconocer que continúa siendo mantenida la carga de las imágenes verbales de los objetos. La imagen consciente del objeto queda así descompuesta en dos elementos: la imagen verbal y la de la cosa, consistente esta última en la carga, si no ya de huellas mnémicas de la cosa al menos de huellas mnémicas lejanas, derivadas de las primeras. Creemos descubrir aquí cuál es la diferencia existente entre una representación consciente y una representación inconsciente. No son, como supusimos, distintas inscripciones del mismo contenido en diferentes lugares psíquicos, ni tampoco diversos estados funcionales de la carga, en el mismo lugar. Lo que sucede es que la representación consciente integra la imagen de la cosa más la correspondiente representación verbal, mientras que la imagen inconsciente es la representación de la cosa sola. El sistema Inc. contiene las «cargas de cosa» de los objetos, o sea las primeras y verdaderas cargas de objeto. El sistema Prec. nace a consecuencia de la sobrecarga de la «imagen de cosa» por su conexión con las representaciones verbales a ella correspondientes. Habremos de suponer, que estas sobrecargas son las que traen consigo una más elevada organización psíquica y hacen posible la sustitución del proceso primario por el proceso secundario, dominante en el sistema Prec. Podemos ahora expresar más precisamente qué es lo que la represión niega a las representaciones rechazadas en la neurosis de transferencia. Les niega la traducción en palabras, las cuales permanecen enlazadas al objeto. Una representación no concretada en palabras o en un acto psíquico no sobrecargado, permanecen entonces en estado de represión en el sistema Inc.
He de hacer resaltar, que este conocimiento, que hoy nos hace inteligible uno de los más singulares caracteres de la esquizofrenia, lo poseíamos hace ya mucho tiempo. En las últimas páginas de nuestra Interpretación de los sueños, publicada en 1900, exponíamos ya que los procesos de pensamiento, esto es, actos de carga más alejados de las percepciones, carecen en sí de cualidad y de consciencia, y sólo por la conexión con los restos de las percepciones verbales alcanzan su capacidad de devenir conscientes. Las representaciones verbales nacen, por su parte, de la percepción sensorial en la misma forma que las «imágenes de cosa», de manera que podemos preguntarnos por qué las representaciones de objetos no pueden devenir conscientes por medio de sus propios restos de percepción. Pero probablemente el pensamiento se desarrolla en sistemas tan alejados de los restos de percepción primitivos, que no han retenido ninguna de las cualidades de estos residuos y precisan para devenir conscientes de una intensificación por medio de nuevas cualidades. Asimismo las cargas pueden ser provistas de cualidades por su conexión con palabras, aun cuando ellas representen simplemente a relaciones entre las representaciones de objetos y no sean capaces de derivar cualidad alguna de las percepciones. Estas relaciones, comprensibles únicamente a través de las palabras, constituyen un elemento principalísimo de nuestros procesos de pensamiento. Comprendemos que la conexión con presentaciones verbales no coincide aun con el acceso a la conciencia, sino que se limita a hacerlo posible, no caracterizando, por lo tanto, más que al sistema Prec. Pero observamos, que con estas especulaciones, hemos abandonado nuestro verdadero tema, entrando de lleno en los problemas de lo preconciente y lo consciente, que será más adecuado reservar para una investigación especial.
En la esquizofrenia, que solamente rozamos aquí en cuanto nos parece indispensable para el conocimiento de lo inconsciente, surge la duda de si el proceso que aquí denominamos represión tiene realmente algún punto de contacto con la represión que tiene lugar en la neurosis de transferencia. La fórmula de que la represión es un proceso que se desarrolla entre los sistemas Inc. y Prec. (o Cc.) y cuyo resultado es la distanciación de la conciencia, precisa ser modificada si ha de comprender también los casos de demencia precoz y otras afecciones narcisísticas. Pero la tentativa de fuga del yo, que se exterioriza en la sustracción de la carga consciente, sigue siendo un elemento común a ambos tipos de neurosis. La observación más superficial nos enseña, por otro lado, que esta fuga del yo es fundamental en las neurosis narcisistas.
Si en la esquizofrenia consiste esta fuga en la sustracción de la carga instintiva de aquellos elementos que representan a la presentación inconsciente del objeto, puede parecernos extraño que la parte de dicha representación correspondiente al sistema Prec. —las representaciones verbales a ella correspondientes— haya de experimentar una carga más intensa. Sería más bien de esperar que la representación verbal hubiera de experimentar, por constituir la parte preconciente, el primer impacto de la represión, resultando incapaz de carga una vez llegada la represión a las «presentaciones de cosa» inconscientes. Esto parece difícilmente comprensible, pero se explica en cuanto reflexionamos que la carga de la representación verbal no pertenece a la labor represiva, sino que constituye la primera de aquellas tentativas de restablecimiento o de curación que dominan tan singularmente el cuadro clínico de la esquizofrenia. Estos esfuerzos aspiran a recobrar el objeto perdido y es muy probable que con este propósito tomen el camino hacia el objeto pasando por la parte verbal del mismo. Pero al obrar así tienen que contentarse con las palabras en lugar de las cosas. Nuestra actividad anímica se mueve generalmente en dos direcciones opuestas: partiendo de los instintos a través del sistema Inc., hasta la actividad del pensamiento consciente, o por un estímulo externo, a través de los sistemas Cc. y Prec., hasta las cargas Inc. del yo y de los objetos. Este segundo camino tiene que permanecer transitable, a pesar de la represión, y se halla abierto, hasta un cierto punto, a los esfuerzos de la neurosis por recobrar sus objetos. Cuando pensamos abstractamente, corremos el peligro de desatender las relaciones de las palabras con las «presentaciones de cosa» inconscientes, y no puede negarse que nuestro filosofar alcanza entonces una indeseada analogía de expresión y de contenido con la labor mental de los esquizofrénicos. Por otro lado, podemos decir que la manera de pensar de los esquizofrénicos se caracteriza por el hecho de manejar cosas concretas como abstractas.
Si con las consideraciones que preceden hemos llegado a una exacta tasación del sistema Inc. y a determinar concretamente la diferencia entre las presentaciones conscientes y las inconscientes, nuestras sucesivas investigaciones habrán de conducirnos de nuevo, y por muchas razones a este pequeño trozo de conocimiento.