En una boda

(9 de octubre de 1874)

La fronda cruje, caen las hojas;

En el norte es otoño;

Del bosque entre las rotas salas

Cunde la voz de los adioses.

Júntanse entonces nórdicos talentos

En torno al fuego del hogar,

Y cálido el bosque defiende

Sus recuerdos abiertos, libres.

Vosotros, que uno a otro os escogisteis,

Vosotros dos, joven pareja, id,

Primaveral corona en la cabeza,

Y entrad en vuestro nido.

Octubre ante vuestras ventanas

Sus brumas hincha pesadotamente;

¡Si hubiera en vuestra casa un tabernáculo

Alzado en honra de la juventud!

He aquí el puro arte de vivir:

A través de tormentas y de calmas

Primaveral talante defendiendo

Y juvenil guardando el corazón.

Helo aquí: cuando cae sol vesperal

Suben los matinales ideales

Elevados, lucientes, valerosos.

Y el que esto sabe vence.

De la vida en común romped la clave,

De la vida en común la áurea corona.

Nadie puede intuir claro el camino,

Nadie de la prudencia hallar el centro.

Pero el amor acierta a ciegas

Dónde serpentea esa senda.

Vigilad bien, por tanto, en vuestra casa

Esa llama liberadora.

Recordad, el que luz vital impone

Sobre su altar

Tendrá lámpara en noches tristes,

Llama por huella de sus pies.

¡Y cuando, al fin, la hoja caiga

En vuestro torno de otoñales días,

Mirad atrás con esa luz,

Vuestras horas de primavera!