La muerte de Abraham Lincoln

Allá, en el oeste, oímos un disparo,

Que a Europa entera sacudió.

¡Y qué vida de pronto por los aires

Saltó entre toda aquella tropa!

¡Tú, vieja Europa, con derecho y orden,

Basando cada paso en ley,

Siempre la fama lo primero,

Virtuosa ira contra todo mal,

Qué pálida te nos volviste!

Águila y unicornio en pena saltan

Al tiempo que las demás bestias;

El paquebote enrédase en el cable;

Los telegramas se arraciman.

El gran mecenas, coronado de halo,

Los miles que de embustes viven

Álzanse en pos del ramo de la paz,

Y súbito un revólver suena

Y cae por tierra un hombre solo.

Cundió el espanto. ¿En la sesuda Europa

Va todo acaso cual se debe?

Actos prusianos, o del mismo diablo,

Antes el mundo visto había.

¡Nada es esto, por Dios, lo nunca visto!

¡Pensad, por ejemplo, en Polonia!

¡O en los ingleses ante Copenhague!

¡O en la tumba de Flensborg!, ¡o en Sanderborg[16]!,

¿Mas por qué entristecerse ahora?

La rosa roja que florece a veces

Y con su fausto os sobrecoge,

A ella le dio Europa su esqueje

Y el oeste su opima tierra.

Cual injerto plantasteis su ramilla

Que la costa de América enrojece;

¡Con vuestra propia mano hincasteis

Del martirio la estrella ensangrentada

En el pecho de Abraham Lincoln!

De olvidadas promesas y engañosas

Frases y tratados rasgados

Y rotos juramentos cuandoquiera

Habéis abonado la historia.

¡Y al fin, tranquilos, quietos, esperabais

Una cosecha lujuriante!

Germina vuestra siembra, ¡en rojo llama!

No sabéis qué pasa, os sorprende,

¡Pues crecen dagas en lugar de espigas!

Do prez vive en el filo del cuchillo

Y el derecho cuelga de la horca

La victoria del alba es más certera

Que aquí, donde se mata con palabras.

Despierta un gesto, emite juicio,

El almacén de las mentiras quiebra;

Mas la sierpe devora el cráneo huero,

Y el tiempo antes ha de enroscarse

En torno a su caricatura.

Un demonio malévolo domina.

¡Prueba sólo a oponerte a él!

¡En polvo se hundirá la Domus Aurea,

De Nerón el coloso en polvo!

Mas llegue antes el poder de Roma

En la tierra de polo a polo,

Y la apoteosis del tirano,

Y el áureo busto del emperador

El Capitolio han de atronar.

Todo se hunde: circos y palacios,

Templos y el bosque de columnas,

Arcos, arcadas, todo se disgrega

Bajo los cascos de los búfalos.

Volvió a construirse sobre antiguo suelo

Y el aire un tiempo siguió puro.

Ahora amaga rejuvenecimiento,

Expira hedores la porosa tierra

Que acá y allá, doquier, exhala.

Mas si por podredumbres pantanosas

Vamos, yo no me quejaré

De ponzoñosas, insolentes flores

Del árbol del tiempo colgantes.

Hueca es la sierpe. Antes que el cráneo ahuéquese

Y techos y muros se hundan.

Y dejad que cambie el “sistema”;

¡Antes que la venganza emita juicio

Del postrer día del tiempo de mentira!