Silencio en mi morada, está desierta
La calle, y yo a la lámpara sentado.
La estancia envuelta está tan sólo en sombras;
Entran los niños, suavemente asienten
Bajo el humoso velo del habano.
Llegan en fila, mis alados niños,
Niños y niñas, vivos y traviesos,
Lucientes rostros, cual recién bañados.
¡Ay, cuán vivo y alegre era su juego
Por todo el vasto espacio deleitoso!
Mas justo cuando el juego mejor iba
Acerté yo a mirar en el espejo
Y un invitado vi formal y serio,
De abrochado chaleco, ojos gris pálido,
Y zapatos, recuerdo que de fieltro.
Cundió el silencio entre mi grey ruidosa;
Uno se mete el dedo en la boquita,
Otro se pone firme como un poste;
Y los que más del otro recelaron
Fueron los chicos más robustos y ágiles.