La base de la fe

Ofrecí en verso un doblar de campanas

Sobre el país y nadie tuvo miedo.

Lo hecho hecho está; me subí a bordo

Y me fui raudo de mi amado Norte.

En Kattegat con niebla nos topamos;

Y aquella noche no durmió allí nadie.

Reinaba en las cabinas pandemonio;

La caída de Dybbol discutíase.

De todo hablábase, salían los jóvenes

Voluntarios a cuento por doquier.

Ya era un sobrino de diez y ocho años,

Ya un dependiente el desaparecido.

Siempre era la generación siguiente;

Con ella todos identificábanse.

En el sofá, debajo de la lámpara,

Vi a una vieja señora, audaz y enérgica.

A ella los más su voz aderezaban;

En consolarla todos premurosos.

Las señoras su lástima plañían

De esa señora por el hijo único.

Y aún la recuerdo: ¡Cuán serena asiente!

Sonríe y dice: “¡de él estoy segura!”.

¡Qué bella estaba, la canosa dama,

Firme en su fe en mente y en aspecto!

Médula y sangre en ella tremulosas,

Fuerza infundiendo en mi apocado ánimo.

“¡No está muerta tu gente, duerme sólo;

Vive en la fe de esa mujer prodigio!”.

Aunque en la vida diaria la recuerdo

Más sutil que en el libro de la vida.

Me fue también por eso enigma fuerte:

¿De dónde le llegó de fe tal gracia?

Desconcertante y clara es la respuesta:

Su hijo estaba en el noruego ejército.