(De Los Guerreros de Helgeland[11])
A la mente heridora,
De Bruge falta el gozo;
Triste voz malherida
Que de cantar retráese.
El dios de los poetas
Materia da a mi canto;
¡Y hace sonar mi queja
Mi atroz, tundente pérdida!
Airada hada asolóme,
Feroz, del mundo sendas;
La dicha hurtóme, astuta,
De Ornulf arruinó el predio.
Siete hijos los dioses
Depararon a Ornulf;
Y ahora el viejo va solo,
Sin hijos, por la vida.
Siete hijos, muy apuestos,
Entre armas educados;
Las canas defendieron,
Gran proeza, del vikingo.
La proeza ahora enromóse
Y los hijos murieron;
El viejo está tristísimo
Y su morada en ruinas.
¡Torolf, mi benjamín!,
¡Valiente entre valientes!,
Quejarme un poco quiero,
Mirarte me fue dado.
Vesperal gozo fuiste,
Y dulce con tu padre,
Destinado a crecer
Como gran campeón.
Fatal mortal herida
Te causó inmenso daño,
Y mi vetusto pecho
Rompió como entre escudos.
Celosa hada sin duda
Su posesión negóme;
Dolor sin tregua llueve
De Ornulf por la vida.
Ausente está mi fuerza,
Divina fuerza obtuve,
Una cosa me obsede:
De la hada vengarme.
Sólo una hazaña quise:
Del hada urdir el fin,
El hada que robómelo
Todo, ¡y ahora lo último!
¿Me lo ha robado todo?
No, eso verdad no es;
Temprano pudo Ornulf
Dulce aloja mamar.
Ella robó mis hijos,
Pero a mi lengua dio
Materia que en poemas
Mi dolor cantará.
Depositó en mi boca
Del canto el dulce don;
¡Que suene suave sobre
Las tumbas de mis hijos!
¡Salud, apuestos hijos,
Do ahora cabalgáis!
¡El don divino cura
Del mundo duelo y pena!