(17 de mayo de 1860)
¿Recordáis, ediles,
Lo que de las sagas
La noche nos guarda?
¿Olvidáis acaso
La gran marcha de Egil
Al conde de Jemte
Para el real tesoro
Noruego exigirle?
El séquito de Egil,
Miedoso, escondíase
Del viejo en la marcha.
A él todos engáñanle;
El de Jemte otea
En maleza oculto;
Crecen en la senda
Sanguíneas rosas.
Soplan ahora de ira
Ráfagas funestas
Del viejo en la frente;
Llega el enemigo,
Sin escudo él solo
Resiste en la trampa;
Da la saga entonces
La visión siguiente:
Del monte la roca,
Con violencia hendida
Sujeta él con cáñamo,
Atasela al pecho,
Y lánzase solo
Como un rayo al blanco;
De Jemte el acero
Y el valor rajáronse.
Y al conde encontró
Y el tesoro halló
De Jemte en las salas.
Paz, fue la consigna;
Hidromiel fluyó
Y acabó la guerra.
Y nunca más quísose
La muerte de Egil.
¡Hombres libres, vos,
Electos del pueblo,
Hombres de alpe y valle;
La misión es vuestra
De Egil, y el recuerdo
De su áurea honra
Como saga os ata
Si os mostráis como él!