Vida de montaña

En el valle es noche de verano

Y está velado por largas sombras;

En lo alto, en torno a altas laderas,

Se protege un lago del véspero:

Allí olas de sombra gris crecen,

Nada parece hasta allí alcanzar,

Hasta el glaciar que bajo el sol yace,

Y desde allí la comarca otea

Con oro solar contra su rostro.

Mas sobre el ardor de olas de niebla

Al relucir vivo de ámbar y oro

Se levanta una tierra sagrada

Cual haz de islas en mar esparcido.

La gran ave de montañas súrcala

Como navío de extremo a extremo,

Y glaciares tras filas de cimas,

Cual huestes de uniformados ogros,

Se alzan al oeste contra Dios.

¡Mas, ve, allá, un establo, una casa

Al borde mismo del ventisquero!,

Do el monte azulea, nieve luce

En redor al apacible hogar.

He allí un mundo independiente

Y habitado por gente libérrima,

Rocas y arroyos defendiéndolo

Y bajo más bóveda celeste

Y con sol más amigo.

Ve, una campesina, silente,

Se yergue, en luz y sombra envuelta.

El serio elfo al que está mirando

Ni una palabra dice. Ella ignora

Cuánto tiempo seguirá mirándola,

Apenas si conoce su nombre;

Mas entre cascabeles y cuernos

El sol poniente lo arrastra todo,

Y no hay defensa contra nada.

¡Qué corta es tu vida de montaña

En herbosa casa entre glaciares!;

¡Raudo cubrirá rígido velo

Casa y prado mientras del hogar

Al calor, en pleno invierno siéntaste

En la eterna quietud invernal!;

Tú sigue urdiendo cáñamo y lana:

¡La visión del véspero dorado

En el monte bien vale un invierno!