Cuando yo iba de niño a la escuela
En extremo valiente era mi ánimo,
Y hasta luego decíale al sol
Tras la cima del monte poniéndose.
Mas caían de noche las sombras
Sobre montes y ciénagas vastas
Y asustábanme entonces los trasgos
De los cuentos y de las leyendas.
Y no más que cerrando los ojos
Tantas cosas mi mente soñaba
Que mi ánimo entero fugábase
Sólo Dios sabe a qué lejanías.
Pero ahora han cambiado las cosas
En mi mente entre tantos asuntos;
Mi valor ahora escapa asustado
Con las luces del sol matinal.
Ahora son los hechizos del día,
Ahora es de la vida el fragor
Los que empapan y enroman mi pecho
Con sus gélidos, fríos terrores.
Bajo el borde me escondo yo ahora
Del telón de terror de la noche;
Y mi anhelo así entonces se arma
Del valor aguileño de siempre.
Y hasta al diablo le reto animoso;
Y cual sacre me alzo a las nubes,
Y de angustias me olvido y lamentos
Hasta el alba siguiente.
Si de noche me falta el atisbo,
Sin amparo me encuentro ni guía,
Cuandoquier me visite grandeza,
Será siempre grandeza nocturna.