Yo, el Gran Dirk, desearía reclamar por entero para mí la autoría de esta obra, pero supongo que he de agradecerle su contribución a mis dos insignificantes esbirros a sueldo, Jamie Thompson y Dave Morris, que muy pronto formarán parte de ese grupo fantasmagórico de los escritores negros no-muertos. También me gustaría darle mis condescendientes agradecimientos a Gregor Smith McGregor del Clan McGregor de los McGregor de toda la vida de la isla McGregor por su inestimable trabajo a la hora de apuntarme y corregir los absurdos errores y equivocaciones perpetrados por los no-muertos insensatos anteriormente citados, Thompson y Morris (nota para mí: he de castigarlos). También al Señor de los Peces Darren Cheal por su apoyo y al detective inspector Carrrrwen Hughes por su colaboración con ciertos… mmm… aspectos legales. Y a Katherine Haslem (la llamada Reina Araña) por añadir más ayuda en la corrección de las bobadas de mis escritores-esclavos no-muertos. Oh, y a mis lacayos —perdón, quiero decir amigos—, Sooz, Chris y Sal por permitirme escribir sobre ellos. La verdad es que no tuvieron ninguna elección en el asunto, pero aun así, merecen cierto reconocimiento.
Por los Nueve Infiernos, ese esbirro tedioso de Thompson insiste en que le dé también las gracias a su hermano Peter por su consejo. Al parecer, su hermano en realidad no es un no-muerto, pero estoy seguro de poder solucionarlo, si dispongo de tiempo.
¡Por los Dioses del Averno! ¿Se acabará esto alguna vez? ¡Ese trozo apestoso de carne no-muerta que responde al nombre de Thompson insiste ahora en que le dé las gracias a su compañera, Lucy Alwyn, por todo su apoyo! Ja, pues también le concedo mi compasión, pobre mujer.
Y finalmente debo dar también las gracias a Megan Larkin, mi esclava de la editorial a la que he otorgado el honor de publicar mi gran obra, Orchard Books. Thompson me dice que resultó muy útil, y me alegro al saber que sobrevivió al espectro que envié a dar cuenta de ella a su casa. Quizá mi reacción fue un poco exagerada cuando leí ciertas correcciones suyas en mi manuscrito. Me temo que Matt Ralphs, el segundo editor-esclavo, no pudo sobrevivir. Esto podría ser un problema de cara al segundo libro, pues, echando la vista atrás, también él fue bastante útil. ¡No, esperad, lo traeré de vuelta como un zombi! Ya está, arreglado.